"Si hay una idea teológica que es más crucial que cualquier otra para la re-evangelización de la nación, es reconocer el significado verdadero de la palabra ‘jerarquía.’ Jerarquía viene dos palabras griegas, hieros, que significa ‘sagrado’ y archein, que significa regla u orden. Jerarquía, entonces, significa “orden sagrado.’ La Trinidad es una jerarquía, porque las tres Personas son ordenados uno al otro en su posesión de la plenitud de sabiduría, bondad y amor. El contrario de jerarquía no es igualdad, como muchos piensan hoy. El contrario de jerarquía es uno de dos cosas: anarquía, la ausencia de todo orden, o tiranía, la imposición de un orden de-sacralizado de opresión por el más poderoso contra los menos fuertes.”

En el evangelio de hoy vemos a Jesús estableciendo un orden sagrado. Dice a Simón que su declaración (“Tu eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”) no viene del orden natural, sino del Padre. Inmediatamente cambia su nombre a piedra, y dice que sobre él construirá su iglesia. Estas palabras molestan a los que quieren que la Iglesia sea una institución igualitaria. Pero para ellos hay otras malas noticias.

Jesús no solamente identifica a Pedro como la roca – fundación – de su Iglesia, sino le da poderes extraordinarios. La lectura del Antiguo Testamento narra sobre Elcías que remplaza un ofical del palacio llamado Sebná. Ponen sobre sus hombros “la llave del palacio de David.” Así recibió una autoridad al lado del Rey. Igualmente, Jesús confía “las llaves del Reino” a Pedro para que pueda abrir y cerrar, atar y desatar.

A veces les pregunto a niños, “¿Qué sucedió con las llaves? ¿Fueron enterradas con Pedro?” Claro que no. Las dio a su sucesor, en este caso Lino, quien las dio a Cleto. Cuando les pregunto a los niños quien tiene las llaves hoy, saben la respuesta: el Papa Juan Pablo. Que Jesús quería que las llaves sigan es evidente de sus palabras, “los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella (mi iglesia).”

Así Jesús estableció un orden sagrado, una jerarquía para su Iglesia. No significa que toda frase del papa será correcta. Ni que toda acción suya será santa. Desgraciadamente la historia nos provee muchos ejemplos al contrario. Pero, sí, significa que podemos confiar que el Espíritu Santo usará el magisterio que Jesús estableció para darnos la doctrina sana.

No es una garantía pequeña. Cuando se considera cuantas enseñanzas diferentes han surgido - todos con base en la Biblia* - es asombroso que los 265 papas desde Pedro a Juan Pablo II han mantenido un curso tan firme. Poco crédito va a la santidad o sabiduría humana – aun Pedro, tan cerca de Cristo, cometió unos fracasos vergonzosos. Para el oficio petrino solamente podemos dar crédito a Cristo y su Espíritu Santo. Deseó un orden sagrado para su Iglesia. Nuestra tarea hoy es ver mas allá de los escándalos – y encontrar nuestro lugar en aquel orden

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*Por ejemplo Martín Lutero usó la Biblia para defender la poligamía.

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De los Archivos (Homilias Para Veintiuno Domingo, Año a):