Reverencia Durante la Misa

(Homilía Domingo 28o Ordinario, Año A)

Las lecturas de hoy hablan del banquete mesiánico. Isaías lo describe como terrenal (“sobre este monte”) y también celestial (“destruirá la muerte para siempre”). Jesús habla del banquete para ayudarnos a entender el “reino” que, a pesar de ser actualizado solamente en el futuro, tiene una manifestación presente – es decir, la misa. En ese contexto, me gustaría darles algunas instrucciones para una participación más reverente.

Hace unas semanas, el arzobispo Brunett pidió a todos los sacerdotes y diáconos, y varios representantes laicos, que viniéramos a un taller sobre liturgia. Enfocó en la Introducción General al Misal Romano que da los rubros (instrucciones) para la celebración correcta de la misa. En general confirmó como la hacemos aquí en Sagrada Familia, por ejemplo: el uso de cálices hechos de metales nobles (no de vidrio o barro u otros elementos quebrantables), ser arrodillados desde después del Santo hasta terminar el Gran Amen y la introducción de respuestas cantadas. Tenemos unas cosas todavía para corregir, lo que haremos en momento apropiado. Este domingo quisiera mencionar unas cosas que podemos hacer ahora para hacer nuestra celebración más reverencial.

Los rubros indican dos veces cuando se debe inclinar, es decir, bajar la cabeza desde los hombros o de la cintura. La primera es al llegar al punto del Credo cuando decimos “y por obra del Espíritu Santo se encarnó de la virgen y se hizo hombre.” Debemos, en ese momento, inclinarnos juntos. Si lo hacemos, nos ayudará a recordar que la Encarnación, Dios hecho hombre, es el mero centro de nuestra fe.

Otro momento cuando reconocemos que Dios nos viene en forma material es antes de comulgar. Los rubros dicen que cuando la persona delante de Ud. reciba la comunión, Ud. debe inclinarse para prepararse par recibir a Jesús.

Además de mostrar reverencia para Dios, debemos mostrar una reverencia apropiada para los que asisten a la misa con nosotros. Quisiera mencionar dos áreas. Uno es la costumbre de unirse las manos durante el Padre Nuestro. No está en los rubro, pero, al tiempo presente, no hay una instrucción diciendo que no se puede hacerlo. Si estás al lado de una amistad o miembro de la familia, se puede unir las manos. No obstante, debemos ser sensibles a ellos que no quieren hacerlo. Una persona en mi familia me dijo que no le gusta que, cuando venga a la misa, que alguien le agarra la mano. Pensaba que hacía un pretexto para no asistir y le dije, “eres loco.”

Me respondió, “puede ser que soy loco pero también los locos debemos tener una lugar en misa.” Pues, necesitamos sensibilidad – reverencia – para los otros, especialmente durante la misa.

Otro tiempo de sensibilidad es el “Signo de la Paz.” En nuestra cultura es costumbre ofrecer la mano, pero no hay un rubro específico. Cuando estaba en el Perú, los aymaras se dieron un abrazo muy formal tocando no más los codos de la otra persona con las manos. Fue lindo. Hay algunos, por cultura o por higiene, que no les gusta dar la mano. Una señora me contó que una vez, un caballero anciano estaba ajustando sus dientes falsos antes del Signo de la Paz, y luego dio una vuelta para ofrecerle su mano. Ella no quería tomarla. Otro signo como levantar la mano y sonrier o inclinarse la cabeza está bien. La clave es reverencia. Quisiéramos expresar el deseo para reconciliación, no añadir otras ofensas.

En la parábola Jesús menciona un requisito para participar en el banquete. Tiene que estar “vestido con traje de fiesta.” Hay muchas teorías sobre que es el traje de fiesta. Probablemente refiere a la Gracia Santificante, que es necesario par recibir comunión y entrada en el cielo. Al mínimo indica una cierta formalidad. A pesar del hecho que el rey (Dios) va a recoger gente de las calles y granjas, sin embargo requerirá que sean revestidos para participar en el banquete mismo. Cuando nos venimos a la misa no solamente debemos vestirnos apropiadamente (el tema para otra homilía) pero pedir a Dios que nos re-vistiera interiormente por el perdón de los pecados, gratitud y un espíritu profundo de reverencia.

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