¿Por Qué No Me Dijiste?

(Homilía Domingo 30o Ordinario, Año A)

Resulta que dos hombres eran muy buenos amigos. Les gustó hablar de muchas cosas, especialmente deportes y la política, a veces hasta medianoche. Por fin, un hombre le dijo al otro, “Tú eres mi mejor amigo. Hay algo que quiero que hagas por mí. Me voy a casar y quisiera que tu seas el padrino.”

Asombrado, el otro le dijo, “¿Por qué nunca me dijiste que tenias una novia?”

A veces actuamos como aquel hombre. No compartimos con nuestras amistades el aspecto más significativo de nuestra vida. El hecho que vienes a la misa indica que valorizas a tu fe. Debe de tener el lugar principal en tu vida. Sin embargo, algunas personas me han dado esta explicación por faltar la misa dominical. “Padre, tuvimos visitas.”

La pregunta lógica es por que no los invitaste o al menos haberles dicho, “Vamos a la misa. Si Uds. quisieran, pueden quedarse aquí, pero están bienvenidos venir con nosotros a la misa.”

Si el amigo nos importa, vamos a desear lo mejor para él. Si tuvieras una casa en Arizona, le dirías a tu amigo para que supiera que está bienvenido en cualquier momento. Pero tu y yo tenemos algo mejor que un escape del invierno de Seattle.

No estoy diciendo que tenemos que hablar constantemente de Dios. Hay un lugar y momento correcto. Sobre eso hay que rezar. Pedir al Señor que abriera la puerta – y quizás él va inspirar a otra persona decir la palabra apropiada para ayudar a tu hijo o hermano. Pero no podemos olvidarnos lo que significa amar – desear lo mejor para el otro, es decir, su salvación eterna. En todo momento la otra persona esta avanzando al cielo o al infierno. Y nosotros estamos ayudándole llegar a uno u otro destino. No existe una “persona ordinaria.” Los países y civilizaciones son mortales – su existencia va a terminar. Pero la persona con quien conversamos va existir para siempre – como un horror inmortal o un esplendor sin termino.

Jesús nos dice amar a Dios con todo el corazón, alma, mente y fuerza – y amar al prójimo como a ti mismo. Significa ayudarle realizar su finalidad, que no fue vomitado por un universo idiótico. Quizás tu y yo no tendremos las palabras para convencerle, pero podemos empezar con una actitud correcta – una reverencia para la otra persona, a pesar de no ofrecernos nada o peor, irritarnos. Y por supuesto arrepentirnos de mirar al otro como medio de gratificación personal. El caso más horrible es el abuso sexual de un niño, especialmente por un clérigo, pero hay otras formas de no ver quien es realmente la otra persona y porque está aquí.

El Antiguo Testamento nos dice hoy que valorizemos a los que la sociedad considera de poco valor: el inmigrante, el huérfano y la viuda. (Ex 22:20) Esas categorías nos dan un punto de partida. De ellas podemos pedir la gracia para amar a cada persona deseando lo mejor – su salvación eterna.

************

English Version

De los Archivos:

Domingo Treinta del Tiempo Ordinario, Año A, 2005: Una Cosa Rigurosa y Aterradora

Otras Homilías

Boletín

Asesinados dos sacerdotes en Colombia en menos de doce horas

Home

See who's visiting this page.