¿La Salvación Está Garantizada?

(Homilía Domingo 32o Ordinario, Año A)

No puedo oír la parábola de las diez jóvenes (Mt 25:1-13) sin pensar en mi compañero Mike McCaffrey. Seminarista de Tejas, fue ordenado diácono, como los otros de nuestra promoción, el 22 de abril de 1971. Pero, dos semanas después, el 8 de mayo, murió trágicamente. Mike habló lentamente y para algunos del norte esto significaba un cerebro lento. Una vez un hombre sobrado de norte-este lo golpeó con un argumento rápido. Mike, muy suavemente, hizo una pregunta que demolió el argumento del otro.

Pero me acuerdo a Mike porque el año antes de fallecer, investigó la parábola de las diez doncellas para su tesis. A veces durante el desayuno, nos compartió algo que descubrió sobre porque cinco eran insensatas y cinco prudentes. O anunciaría que algún comentario era “sin valor.” Enfocó tanto en la importancia de estar despiertos que ignoró el versículo 5: “les entró sueño a todas y se durmieron.”

La diferencia crucial entre las descuidadas y las previsoras no era tanto en mantenerse despiertas, sino en tener suficiente aceite. Considerando que el novio puede tardar, las previsoras trajeron frascos de aceite, mientras las otras descuidaron. (v. 3) A pesar del hecho que todas durmieron, solamente las prudentes hicieron preparaciones adecuadas. Salvación es más que unirse a los acompañantes de la boda. Permítanme dar un ejemplo.

Hace unos años un ministro en la Península Olímpica mató a su señora. Como no sabían quien cometió el crimen, sus vecienos se sintieron mal por el viudo. Sin embargo, una investigación identificó al esposo como el asesino. La noticia chocó al pueblo. Pero algunos miembros de la congregación tuvieron una reacción curiosa. Dijeron que el ministro había aceptado a Cristo como su Salvador y por eso, su salvación fue asegurada, no importa lo que hizo.

No quiero burlarme de los que piensan que la justificación es un evento una vez y para siempre. Tienen sus razones. No obstante, a pesar del deseo de creer que la salvación está garantizada, no creo que la Biblia da tal seguridad.* La parábola de hoy indica algo más que aceptación inicial de Cristo. Tenemos que mantener el aceite disponible para preparar las lámparas cuando regrese el novio.

Un hombre no se levanta y dice, “Hoy es un buen día para matar a mi señora.” Mucha negligencia prepara para un acto tan horrible: resentimientos magnificados, flojera en comunicación, infidelidades pequeñas - y quizás grandes. En modo semejante, nadie hace un acto heroico sin decisiones pequeñas que lo preparan.

Para nosotros los cristianos hay una sola forma de tener aceite suficiente para la lámpara: la oración. Algunos se desaniman si no ven resultados inmediatos. Cuando comenzamos la adoración eucarística, seiscientos firmaron para una hora santa semanal. Muchos lo han dejado. Ahora es tiempo para re-dedicación.

Cada cristiano tiene que ponerse ante el Señor. Los papás de niños pequeños pueden imaginar que, si hacen todo correcto, el hijo naturalmente será un creyente. Pero Dios no tiene nietos – solamente hijos. La parábola lo hace claro que la salvación no es algo que uno puede entregar a otra persona como una herencia. Las jóvenes prudentes no eran egoístas cuando no compartían su aceite con las descuidadas. Es algo que no se puede transferir. Hay ciertas cosas que todo hombre tiene que hacer por su propia cuenta. Lo más importante es prepararse para recibir el novio, Cristo.

Para mi amigo Mike McCaffrey la parábola fue una preparación para su propia muerte. Me acuerdo entrar en el cuarto de Mike después de su fallecimiento. Siempre me impresionaba el orden en su cuarto. Mi escritorio estaba lleno de papeles desordenados, pero en su escritorio había una sola hoja en la cual hizo algunos apuntes. Su Biblia fue abierta a Mateo 25. Cuándo la miro, vi el versículo, “¡Ya viene el esposo! ¡Salgan a su encuentro!”

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*San Pablo resumió la paradoja de libertad humana y determinismo divino: "lleven a cabo su salvación con temor y temblor, pues Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad." (Phil 2:12-13)

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