Regreso del Hijo Pródigo

(Homilia Cuarto Domingo de Cuaresma, Año C)

Hace unos años un amigo me regaló una reproducción del cuadro célebre de Rembrandt "EL REGRESO DEL HIJO PRODIGO." El fondo del cuadro está oscuro, pero al lado izquierdo se ve dos figuras iluminadas – un hombre viejo con ropa elegante y un joven vestido de trapos. Se arrodilla con la cabeza pelada en el pecho del anciano. El padre extiende las dos manos un poco bajo los hombros de su hijo. Al derecho dos hombres miren incredulous. Detrás de ellos vemos la cara de una persona que está al punto de desaparecerse. Nuestra atención vuelve automaticamente al padre e hijo.

Pasé un buen rato con el cuadro y luego decidí que el lugar más apropiado para él era la sala de reconciliación (el confesionario) de nuestro templo. Mientras espero a los penitentes y también durante las confesiones lo miro seguido. Ruego que en alguna manera pueda ser como el padre representado por Rembrandt. Los que entran el confesionario buscan tal padre. Sin embargo tengo que confesar que a veces me identifico con los dos siervos asombrados que no pueden entender esa tenura. O aun como el hermano mayor, tan pegado a su "auto-estima" que no es capaz de ver la otra persona.

En mis momentos mejores deseo ser com el hijo pródigo. El padre Enrique Nouwen (1932-1996) ha escrito un libro con el título, Regreso del Hijo Pródigo. Al contemplar el cuadro, el padre Nouwen no sabía con quien identificarse. No podia entender como ser el hijo pródigo, es decir, ser abrazado, amado, descansar su cabeza sobre el pecho del Padre. “Por años dí instrucciones a mis alumnos sobre la vida espiritual…pero yo mismo no me atreví ponerme en el centro, arrodillarme, y dejarme ser abrazado por un Dios que perdona.”

Nouwen cuenta como resistió ser abrazado por el Padre, a veces tratando de huir de El, escaparse de su mirada. Finalmente vió la verdad – que no podía volver al Padre con su propia fuerza. Jesús el Hijo eterno, se hizo hombre precisamente para que participáramos en aquel abrazo. En la segunda lectura San Pablo dice, “Al que nunca cometió pecado, Dios lo hizo ‘pecado’ por nosotros, para que unidos a él, recibamos la salvación de Dios y nos volvamos justos y santos.” (2 Cor 5:21)

El hombre moderno no quiere ver su propio pecado. Es más facil atacar a otras personas, los “hipócritas.” Pero detrás de las acusaciones podemos detectar un cierto miedo. A veces pensamos que el hijo pródigo era un “oportunista” hasta el final. Pero recuerde cuando Vd. Haya caido profundamente. ¿No era más fácil quedarse allá, incluso querer morir no más? A parte de humilidad, el hijo tuvo valentía en ponerse la cara a la casa de su padre.

Pido que mantengan en la mente la imagen del muchacho arrodillado ante su padre, cabeza descansando en su corazón. Rembrandt pinto el padre con dos manos diferentes, la izquierda fuerte y agarrando, la derecha delicada como una mamá joven. Quería mostrar el poder y la ternura de Dios. Y ahora tenemos aceso a El, por medio del Hijo que “estaba muerto y ha vuelto a la vida.” (Lc 15: 24, 32)

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