Yo Soy El Camino

(Homilía para Quinto Domingo de Pascua)

Hay un cuento de un hombre que cayó de un precipicio. Agarra el ramo de un pequeño árbol. Con un cañón profundo abajo de él, empieza a gritar, "Socorro. ¿Hay alguien allá arriba?

Después de un silencio, una voz responde, "Sí, soy yo. Aquí estoy.

"¿Quien eres?" el hombre pregunta.

"¡Soy yo, el Señor!"

Aliviado el hombre dice, "Gracias. ¿Has venido a rescatarme?"

"Sí," dice el Señor. "La única cosa que tienes que hacer es soltar el ramo. Yo te agarraré."

El hombre piensa y luego pregunta, "¿Hay alguien más allá arriba?"

Pues, podemos entender que el hombre no quiere soltar el ramo, pero, en realidad, no hay otro allá arriba. Jesús nos dice claramente, "Yo soy el camino." No dice un camino, sino el camino.

Conozco a una señora que ha luchado por años contra el alcohol. Me dijo que se da cuenta que puede arruinar su vida, pero no puede soltarlo. "Sin el trago mi vida estaría triste, vacía, sin sabor." Quizás todos agarramos un ramo en vez de caernos en los brazos del Señor.

Es un riesgo, pero Jesús dice que tenemos que tomarlo. "Nadie viene al Padre sino por mí."

Hace unos años la Congregación para la Doctrina de la Fe reafirmó aquella enseñanza de Cristo. Publicaron un documento intitulado, "La Unicidad y Universalidad Salvifica de Jesucristo y la Iglesia." Para muchos era como un balde de agua helada. Sin embargo, no debe haber sido una sorpresa. Por dos mil años hemos enseñado que la salvación viene solamente por Jesús y su Iglesias.

Durante el Tiempo Pascual, las lecturas bíblicas subrayan la presencia de Jesús en la Iglesia. Vemos este domingo la institución de diáconos. Como sacerdotes y obispos, son seres humanos falibles y débiles que el Señor usa para enseñar, gobernar y sanctificar su Iglesia. Unos de los Siete Diáconos eran santos: Esteban, el primer mártir y Felipe, el gran evangelizador. No obstante, según tradiciones tempranas, una secta de herejes tenía sus raíces en el diácono Nicolás. Escribiendo al final de siglo dos, San Ireneo dice:

"Los Nicolaitanos (ver Rev. 2:14) son seguidores de aquel Nicolás que era uno de los siete ordenados al diaconado por los apóstoles. Vivieron vidas de indulgencia...enseñando que es cosa indiferente practicar el adulterio, y comer cosas sacrificadas a los ídolos." (Contra Herejías, 1.26)

Como en los primeros siglos, la Iglesia hoy tiene no solamente santos, sino pecadores terribles - y muchas personas como tu y yo en medio tratando de entender que está pasando. La Iglesia también tiene sus falsos maestros. Quizás el escándalo mayor en Boston era que un sacerdote con una doctrina semejante a los Nicolaitanos fue permitido seguir enseñando en nombre de la Iglesia.

Proteger la iglesia de lobos (maestros falsos) es la obligación principal de los obispos (episcopoi = supervisores). ¿Pero que debemos hacer nosotros cuando encontramos enseñanzas falsas o comportamiento escandaloso? Después de rezar podemos enfrentar a la persona o aun notificar una autoridad legítima.

También podemos seguir el ejemplo de San Francisco. Una vez encontró a un sacerdote que estaba viviendo abiertamente con una mujer. Uno de sus hermanos le preguntó si las misas de él eran contaminadas y sin validez. Francisco no dijo nada, sino fue al sacerdote, se arrodilló ante él y le besó las manos.

"Pero padre Francisco," el hermano le dijo, "esas son las manos de un pecador, un hombre que trae vergüenza a la Novia de Cristo."

"Sí, hermano," replicó San Francisco. "Y esas manos también levantan a Dios." El gesto del santo afectó tanto al sacerdote que se arrepintió y después empezó a vivir una vida santa, de oración profunda. (Por favor, ¡no me vengan todos después de la misa para besarme las manos!)

Hermanos, siempre habrá pecadores escandalosos y maestros falsos, pero la Iglesia misma sigue como presencia de Jesús en tiempo y espacio. En este momento, rezamos con más fervor para su limpieza, comenzando con nuestras mismas personas. Cuando termina la historia humana, lo que se quedará es Jesús y su novia inmaculada. Por ese motivo, él nos dice:

"Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí." (Jn 14:6)

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Versión Inglés

De los Archivos:

Homilía 2008: Un Camino Virgen
2005: Tres Clases de Hombres
2002: Yo Soy El Camino

Otras Homilías

Boletín (Ordenación Sacerdotal de Armando Perez, Otros Seminaristas)

Juan Pablo II: El dolor por los pecados de los sacerdotes debe purificar la Iglesia

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