He Dejado de Quererla

(Homilía para Sexto Domingo de Pascua, Año A)

El evangelio de hoy, sobre la naturaleza de amor verdadero, me hace recordar un hombre de mi primera parroquia. Tuvo una esposa linda, tres niños y, como familia, practicaron su fe. Me sentí cómodo con ellos, visitando su casa varias veces. Un día el esposo se me acercó en privado. "Padre," me dijo, "estoy pensando en terminar el matrimonio."

Sus palabras me destrozaron, pero traté de mantener la tranquilidad. Le pregunté: ¿Se han peleado? ¿Ella está con otro hombre o tu con otra mujer? ¿Drogas? ¿Alcohol? ¿Abuso?

El respondió "no" a mis preguntas.

"Entonces, ¿Que cosa?" le pregunté.

"No sé," me dijo con tristeza, "He dejado de quererla."

Eran los años setenta. Nuestra sociedad estaba aceptando una ideología que era hipocresía hacer algo sin ser motivado por emociones fuertes. Y que un deseo poderoso, en sí, podía justificar cualquier curso de acción. "Si te agrada, hazlo no más."

Esta forma de pensar viene de filósofos alemanes, como Nietzsche, que consideraba "Voluntad" como la realidad más profunda. La decisión de la corte suprema de los Estados Unidos para legalizar el aborto se puede entender en esos términos. Aun matar a un niño no-nacido está permitido - si la mamá lo escoge libremente. Para un seguidor de Nietzsche es sencillo: En un lado hay una persona con un deseo fuerte de liberarse del embarazo y al otro lado, un ser que tiene una capacidad limitada de expresar su voluntad.

Pero no quería discutir filosofía con mi amigo. En cambio, le pregunté: "¿Piensas que llegará un día en que no vas a querer a tus hijos?"

Con un cierto horror me respondió, "¡Jamás! Siempre los amaré. No importa lo que sucede."

Dejé la conversación así. Le dije que iba a rezar por él y su señora. Lo hize, quizás con más ardor que cualquier otra oración de mi sacerdocio. La última cosa que escuché de ellos - después de dos décadas - todavía están juntos, aun han añadido otro hijo. No sé que contento está él. Pero si leo correctamente las palabras de Jesús, felicidad en términos de emociones humanas es algo secundario. Esas emociones muchas veces vienen, cuando pongamos su voluntad en primer lugar. Pero el amor mismo no es una emoción, sino una decisión:

"Si me aman, harán mis mandamientos…
El que tiene mis mandamientos y los observa
es él que me ama.”

Si las palabras de Jesús te parece opresivas, considera la alternativa: esclavitud a toda emoción y deseo cambiante. Mi amigo joven descubrió la fuente de verdadera libertad.

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Versión Inglés

De los Archivos:

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Homilía 2002: He Dejado de Quererla

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