Durante los tienta años como sacerdote, he tenido el privilegio de celebrar misa en una variedad de lugares: catedrales antiguas y parroquias humildes; hospitales y cárceles; en los Andes y en barcos. No obstante, ningún lugar era igual a donde celebré mi primera misa: las catacumbas de Santa Priscila en Roma.

Tuvo espacio suficiente solamente para mis papás, mis cuatro hermanos y unos amigos, pero posea un tesoro de arte cristiana - un fresco del siglo dos que se llama Fractio Panis. Muestra siete personas (seis hombres y una mujer) a una mesa. A la cabeza, se sienta un personaje impresionante con barba. Su cabeza está levantada y en sus brazos extendidos tiene un pan. Es el acto eucarístico que San Pablo menciona en la segunda lectura - el partir del pan (klasis tou artou -- fractio panis).

El acto de partir el pan no es solamente para que se pueda compartirlo. Su significado es más profundo. Jesús fue "partido" en la cruz antes de hacerse comida. Recibimos el cuerpo glorioso de Cristo - su plena divinidad y humanidad - pero nos viene en una forma humilde, quebrantado.

Tenemos ante nuestros ojos la realidad de Cristo quebrantado, crucificado, especialmente mientras pasamos por la crisis actual. Algunos dicen que es la crisis más grande de la iglesia americana. Muchos lo disputarían. Sin embargo, es una humillación enorme. A veces se siente como los días después del 11 de septiembre. ¿Realmente está sucediendo?

Si, como yo, Ud. a veces se desanima, recomiendo un capítulo de El Hombre Eterno, intitulado, "Los Cinco Muertes de la Fe." Chesterton describe cinco veces cuando parecía que la Iglesia fue aplastada - pero resurgió más fuerte que nunca.

Es lo que uno debe esperar. Jesús fue quebrantado, humillado en una manera que solamente podemos vislumbrar oscuramente. Así llegó a ser nutrición para un sinnúmero de seguidores. Este domingo celebramos ese don. Adoramos el Cuerpo Glorioso de Jesús - pero lo recibimos como pan humilde, partido.

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