H. Pierre  Zind

 

                                      

                            EL BIENAVENTURADO  M.  CHAMPAGNAT.

 

                                                                 Su  obra  escolar

                                                            En su contexto histórico.

 

 

 

 

                                    Sesión “MARCELINO    CHAMPAGNAT”

                                                                De Mendes, Brasil.

                                                                   Enero de 1988

 

 

 

 

 

                                     Casa General de los Hermanos Maristas

                                                            Roma ( E U R ) – 1991

 

 

 

 

 

 

 

 

        Cap. 8 – PEDAGOGÍA DIDÁCTICA DE LOS

                       PEQUEÑOS HERMANOS DE MARÍA. ( Págs. 350 a 467 ).

 

 

 

 

 

        

 

 

 

 

 

          ( Traducción del H. José Luis Casillas Velásquez )

  
CAPÍTULO 8:  PEDAGOGÍA DE LOS PEQUEÑOS HERMANOS DE MARÍA.

 

1.   FUENTES.          .          .          .          .          .          .          .          .          .          .  3                       

 

2.   ESTRUCTURA DE LAS ESCUELAS Y MOBILIARIO.  .          .          .          .   5

 

3.   LOS MÉTODOS PEDAGÓGICOS DE ENTONCES.   .          .          .          .        7

 

4.   LA SEÑAL.          .          .          .          .          .          .          .          .          .          .  9

 

5.   DIVISIONES DE UNA ESCUELA Y DE UNA CLASE – LECTURA. .          .    11

 

6.   DIVISIONES DE LA LECCIÓN DE ESCRITURA.  .          .          .          .          . 15

 

7.   LA ORTOGRAFÍA Y EL CÁLCULO. .          .          .          .          .          .          .  2O

 

8.   LECCIONES DE MEMORIA Y SUS DIVISIONES. .          .          .          .          .  22

 

9.   EXÁMENES Y CAMBIOS DE CLASE.       .          .          .          .          .          .     28         

 

10.                    LOS OFICIALES.             .          .          .          .          .          .          .          .          .  30

 

11.                    LAS SANCIONES: CASTIGOS Y RECOMPENSAS.          .          .          .          .  33

 

12.                    . EL CATECISMO.          .          .          .          .          .          .          .          .          .  40

 

13.                    LAS ORACIONES.          .          .          .          .          .          .          .          .          .  49

 

14.                    SALIDA DE LA ESCUELA PARA VOLVER A CASA.      .          .          .          . 59

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

8 – PEDAGOGIA DIDÁCTICA DE LOS PEQUEÑOS HERMANOS DE MARIA.

 

1- FUENTES.

 

 De la pedagogía de la Congregación de los Pequeños  Hermanos de María en la época del fundador, es decir de 1819 a 1840, queda un amplio campo por investigar, bajo sus diferentes aspectos, con relación a su  finalidad, su espíritu, su método y su didáctica. Debido a las circunstancias, nos limitaremos aquí al método y a la didáctica.

 Hacia 1853, de una manera general, los Pequeños Hermanos de María se esforzaban en ese campo, por enseñar según la célebre “Conducta de las Escuelas Cristianas”, cuya primera presentación se lee en el Manuscrito 11 759, de 305 páginas, conservado en la Biblioteca Nacional de París, que parece datar de 1706, y que nosotros habíamos presentado en 1970 al Congreso de la Sociedad de Científicos de  Reims; este informe fue Impreso en 1974 por la Biblioteca Nacional en las “Actas del 95 Congreso de la Sociedad Científica”, tomo I, p. 61 – 73.

La primera impresión de la “Conducta” de los  Hermanos de las Escuelas Cristianas se remonta solamente a 1720 (Avignon) esto es, un año después  de la muerte de San Juan Bautista de la Salle (1651 – 1719). Esta “Conducta de las Escuelas Cristianas” se deriva directamente de “La Escuela Parroquial”, de Jacques de Béthencourt, aparecida anónimamente en 1654, y en seguida perfeccionada por el Sr. De la Salle y sus primeros discípulos. Nosotros habíamos hablado de ello en la primera parte de esta obra.

Con respecto a la Escuela Parroquial de 1654 y de las versiones posteriores, Sn. Juan Bautista de la Salle aporta varias mejores con sus hermanos, como:

1 – Comenzar el aprendizaje de la lectura, no por el latín, sino por la lengua materna, como el francés,

2- La simplificación de la escritura, entonces llena de numerosas dificultades, y su vulgarización, en gran perjuicio  de los “Maestros – Escribanos”, reducidos a desaparecer;

3 – Una didáctica concreta y práctica, realista;

4- Una buena formación de los maestros.

Se afirmaba, y afirma todavía con error, que J – B de la Salle había también inventado el “Método Simultáneo”; en realidad, este método, antiguo como el mundo, ha sido sobre todo sistematizado y popularizado por él, al punto que en el siglo XIX, el “Método Simultáneo” era comúnmente denominado “Método de los Hermanos” (Sobre entendido: “de los Hermanos de las Escuelas Cristianas”).  

Frecuentemente recopiado en el siglo XVIII, bajo forma manuscrita, la “Conducta” fue impresa dos veces antes de la Revolución Francesa, en 1720 (Edición Prìncipe) y en 1742. Pero el siglo XIX conoció numerosos ediciones de esta obra:

1° En 1811, en Lyon, en 359 páginas, después en 1819 y 1823. Esas tres ediciones se parecen y se inspiran  estrechamente en las ediciones de 1720 y de 1742.

Es esta pedagogía didáctica que el Bienav. Champagnat hizo estudiar en el origen a los Pequeños Hermanos de María por un antiguo hermano de las Escuelas Cristianas, Claude, Maisonneuve, porque él mismo no la conocía. (Cf. Zind: Tras las Huellas… Cap, 37).

2° En 1828, apareció la 4ª edición del siglo XIX “revisada y corregida” por 3 Hermanos de las Escuelas Cristianas, para hacer desaparecer las repeticiones o las contradicciones.

3° En 1834, se reeditó la versión de 1828, pero faltando la 3ª parte: “Conducta de los Formadores”, pero la edición de 1837 retomó esta 3ª parte reeditando la versión completa de 1828.

4° En 1838, apareció una edición incluyendo materias nuevas en comparación a las ediciones anteriores: la Historia, la Geografía y el Dibujo Lineal; ella preconiza también el “Método Simultáneo – Mutuo” en todas partes  donde es posible en lugar del simple “Método Simultáneo. Es la última “Conducta” conocida por el Padre Champagnat. Es la 8ª

edición desde 1811.

   Después de la muerte de Marcelino Champagnat, las ediciones de 1849, luego las de 1850, 1852 , 1853 y 1856, retomaron la edición de 1838, salvo la edición de 1849 que reemplazó la tercera parte, “Conducta de los Formadores” por “De las Virtudes y Cualidades del Maestro”. La 1ª edición italiana ( Turín ), apareció en 1834 bajo el nombre “Condotta delle Scuole Cristiane, De La Salle” y es una traducción de la edición francesa de 1828. La primera edición inglesa; “Manual of School Governement” by the Christian Brothers, data de 1845 y fue impresa en Irlanda, en Dublin; esta edición difiere notablemente de las ediciones francesas anteriores.

Trece años después de la muerte del Bienav. Champagnat, en 1853, fue redactada y apareció la “Guía de las Escuelas”, en adelante únicamente utilizada por los Pequeños Hermanos de María en el siglo XIX y aún más tarde, de manera que la “Conducta de las Escuelas Cristianas” no la utilizaríamos  más.

Se puede adelantar, que en el tiempo del Fundador, el método didáctico de los Pequeños Hermanos de María conoció 3 períodos de evolución pedagógica,  sucesivos:

1° La “Conducta” de 1819 y de 1823;

2° La “Conducta” de 1828 1834 y 1837;

3° La “Conducta” de 1838.

Nos es materialmente imposible estudiar aquí las variaciones pedagógicas  de esos 3 grados de evolución, en primer lugar por falta de tiempo y sobre todo, porque yo no poseo más que la edición de 1838.Pero aparte, por  la adición de  tres materias nuevas para la enseñanza primaria en Francia, a saber: La Historia, la Geografía y el Dibujo Lineal, asignaturas que los Pequeños Hermanos de María no enseñaban desde los inicios más que excepcionalmente a algunos “alumnos mayores” que pagaban por ello 8 F. al mes y que progresivamente tomarán importancia, el método didáctico utilizado a partir de 1838 para la lectura, la escritura, el cálculo y el catecismo, corresponde prácticamente a la de las ediciones, de 1828, de 1834 y de 1837, aún si en 1838 se pretende seguir el “Método Simultáneo- Mutuo” más bien que el “ Método simultaneo” porque este último, no podía exactamente ser seguido más que en las ciudades; en los pueblos, por no haber otro remedio, el “método era Simultaneo – Mutuo” y era denominado entonces a pesar de todo, “simultaneo”, porque la expresión, “Simultaneo mutuo” no existía aún. Con la “Conducta” de 1838, tenemos, pues, lo esencial de la pedagogía de los  Pequeña Hermanos de María de 1828 a 1840, es decir  en 12 años.

Para el período de 1819 a 1828, correspondiente a la “Conducta” de 1819 y de 1823, puede  darse una idea de la pedagogía en mi ponencia a la Sociedad Científica en 1972, en Reims.

Entonces,  en lo que concierne a nuestro propósito actual, la edición de la “Conducta” en 1838 corresponde en lo esencial a la didáctica de los Pequeños Hermanos de María desde 1828 a 1840, y más allá. Yo tomo como prueba la carta que el Bienav. Champagnat envió en noviembre de 1837, luego antes de 1838, al Sr. Georges Metton, cura de Sury–Le–Comtal (Loire), que usted encuentra en Sester: Cartas del Bienav. Champagnat, doc. 161, pp. 313 – 314.

El Bienav. Champagnat escribía, pues, en 1837:

“… Es el parecer  de mis cohermanos (Padres Maristas, probablemente los capellanes de N–S. de l’ Hermitage (Matricon) y los Padres de Valbenoîte) y de nuestros antiguos Hermanos que  yo  también he consultado. Es también la Regla de los excelentes Hermanas de las Escuelas Cristianas que debería servirnos de regla invariable en todo; ellos se expresan así en su “Conducta” página 187, cap. IX de la estructura de las clases: “Las  clases deben siempre estar contiguas, la puerta de comunicación debe estar  con vidrios y se deben tener aberturas en las paredes o tabiques de separación, con el fin de que los maestros se puedan ver fácilmente desde su lugar.” Es textual lo que se imprime en las páginas 187 y 188 de la edición de 1838. Y sobre todo, la Regla de  los Pequeños Hermanos de María de 1837 recomienda nominalmente en las páginas 26, 38 y 46, la “Conducta” de los Hermanos de las Escuelas  Cristianas, como modelo y sujeto de estudio para los Hermanos Maristas, así como lo veremos.

La “Conducta” de 1838, impresa en París con Moronval, comprende:

1 – Un prólogo, p. I a IV,

2 – El reglamento diario para las escuelas de tres clases o menos p. V a VIII,

3 – La primera parte: “ De los ejercicios que se hacen en la escuela y de la manera de hacerlos”, p. 1 a 117, comprendiendo XX capítulos,

4 – La segunda parte, “De los medios particulares para establecer y mantener el orden en las clases”, p. 119 a 189, comprendiendo IX capítulos.

5 – La tercera parte “Conducta de los Formadores”, p. 191 a 226, comprendiendo III capítulos.

6 – El índice de los capítulos y de los artículos p. 227 a 232.

7 – Cuatro suplementos  no paginados:

a) Explicación de los muebles clásicos, en 4 páginas,

b) Los tableros: De lectura (recto).

                     de las 6 máximas ( verso ),

c) El plan (elevación, perfil, corte) de la cátedra del maestro.

d) Había además un cuarto plan, referente a los bancos y escritorio de los escolares, pero desgraciadamente,  ha sido arrancado de mi ejemplar, y yo no puedo más que señalarlo.

 

2 – ESTRUCTURA DE LAS ESCUELAS Y EL MOBILIARIO.

 

Las primeras escuelas de la congregación eran ordinariamente un edificio cualquiera, que no  servían como local de enseñanza. Más tarde, sobre todo después de la ley Guizot de 1833, las comunas, sin local escolar debían construir casas adaptadas a la enseñanza, controladas además por las autoridades de la prefectura. Es necesario  pues considerar las prescripciones siguientes como un ideal más que como una realidad.

“Las clases deben estar, de ser posible, en la planta baja, entre patio y Jardín, y en terreno plano. La puerta de entrada debe estar colocada de tal manera que los escolares no pasen por una para entrar en la otra”.

“Cuando las clases dan sobre la calle o sobre un patio común, es necesario que las ventanas no estén más abajo que alrededor de dos metros, a fin que los que pasan no puedan ver dentro de la escuela. Pero si  ellas no están expuestas a la vista de los vecinos, será suficiente que la altura de  apoyo de las armazones sean de alrededor de  1 metro 30 centímetros 1,30m.). Todos los bastidores deben ser de montantes corredizos a fin de poder airear las clases sin molestar a los niños”.

“Es necesario que las clases sean agradables (= estén bien iluminadas) con buena ventilación y que haya para eso ventanas al menos en dos lados. Las clases tendrán 8,75m. Por 7 en la medida de lo posible y alrededor de 4 m. de altura; (= 61,25 m2 y 245 m3); esas dimensiones parecen las más convenientes”. La Regla Manuscrita del Bienav. Champagnat anterior a 1830 señala 70 alumnos en la pequeña clase y 50 en la grande; la Regla de 1837 art. 19 p. 43 dice así mismo  lo que da a cada alumno, sin contar al maestro, 0,675m2 y 3, 6 m3 en la pequeña clase y 1,235 m2 y 4,90 m3 en la Grande clase.

“Las clases deben siempre estar contiguas; la puerta de comunicación (entre las dos clases) deben ser vitrada y se deben tener aberturas en los muros o tabiques de separación a fin de que los maestros se  puedan ver fácilmente desde su lugar…”.

Las letrinas (= W. C.) deben estar colocadas de manera que los maestros puedan vigilar a los niños que allí van y bastante alejadas de las clases para que no molesten. Cada clase debe tener su gabinete, cuyas dimensiones podrán ser de 70cm. de largo por 1 metro de profundidad. Además a los urinarios (= meaderos) que se tendrá cuidado de hacer colocar cercanos de las letrinas, se les hará poner el plomo en cada gabinete, en forma de embudo a fin de que puedan  más fácilmente mantenerse  limpios”. Si yo he  comprendido bien, había para hacer sus necesidades, letrinas o gabinetes de asiento, probablemente una tabla con un boquete encima de un estercolero o de un barril; además, el gabinete tenía un urinario en forma de embudo y de plomo, en caso de que se deseara orinar, sin peligro de mojar la tabla agujerada; al lado de los letrinas, una por clase, había urinarios muy simples. No había problema  con el papel higiénico, por la simple razón que se inventó en 1857, en los Estados Unidos por un cierto Cayetti y no se conoció en Francia sino hasta el siglo XIX. Se habló de él por primera vez en 1901, cuando para recibir dignamente al Zar de Rusia en Compiègne, un funcionario hizo fabricar papel higiénico deliberadamente, imprimiendo en él las armas del Imperio Ruso. Se advierte a tiempo el eventual  sacrilegio imperial, y el papel en cuestión no fue utilizado.(Guerrand: Les lieux, p. 137, 1935).

En las escuelas de los pueblos, no debía haber muchos urinarios; los 4 volúmenes del Diccionario Pedagógico de Ferdinand Buisson no hacen ninguna  mención sobre este género de urinario. Como todavía muchas veces, en el S. XIX los escolares  orinaban en una zanja, en un prado, contra el tronco de un árbol o contra una pared de la calle.

“En cada clase, debe haber una silla para el maestro; cinco imágenes, a saber, un crucifijo, una imagen de la Santísima Virgen, una de San José, una del Ángel de la  Guarda y una de San Nicolás, el retrato del Sr. J–B de la Salle y las sentencias mencionadas antes, una pila de agua bendita y una estufa”. Yo no he encontrado ningún documento señalando las imágenes de las clases de los Pequeños Hermanos de María; ellas debían ser semejantes a las de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, pero yo  pienso que allí no  estuvieron San Nicolás y J– B de la Salle; yo supongo que esas dos imágenes fueron reemplazadas por San Luis Gonzoga y la imagen del Rey. Un documento manuscrito posterior a 1830 (Probablemente escrito por  el Hermano Francisco), pide simplemente  “10 marcos con vidrio para imágenes” lo que significa que había cinco imágenes por clase: la cruz, Nuestra Señora, San José, el Ángel de la Guarda y San Luis Gonzoga. Estas imágenes eran proporcionadas todas por la Congregación. Las Reglas Manuscritas señalan igualmente 2 pilas de agua bendita por clase y añade, a la estufa, los tubos. (Un cuestionario manuscrito por el Hermano Visitador, en el n. 67 pide “¿Hay siempre agua bendita a la entrada de las clases?”).

Los Pequeños Hermanos de María exigían también mesas de escritorio con tinteros para 50 escribanos en la Grande Clase y bancos para 70 niños de la pequeña clase, lo que supone que los 70 niños no tenían escritorio. La “Conducta” consideraba 44 cm. de escritorio por escribano y 33 cm. de banco para la pequeña clase, por niño.

Los Pequeños Hermanos de María pedían además 3 pizarras negras “en nogal”, una de 2m. Por 1,50m.; y dos de 1,50 m. por 1 metro.

Los Hermanos de las Escuelas Cristianas tenían tableros de sentencias, pintados al óleo, negros, con texto en blanco y reborde amarillo, estas eran:

1- Es preciso aplicarse en la escuela y estudiar su lección.

2- Es preciso poner atención a las señales.

3- Es preciso siempre escribir sin perder el tiempo.

4- Es preciso escuchar atentamente el catecismo.

5- Es preciso orar a Dios con piedad en la Iglesia y en la Escuela.

6- Es preciso no ausentarse de la escuela ni llegar tarde sin permiso.

Yo ignoro cuál sentencia ha sido dejada por el Bienav. Champagnat y cuáles eran las cinco seleccionadas.

Un documento de 1838 de nuestros archivos, indica todavía por mobiliario un armario de 1,50m. de alto y de 1,15 m. de largo  en cada clase. Para el conjunto de la escuela es necesario un reloj,  una campana para tocar  a la entrada y una campanilla para los ejercicio de clase. Es la campanilla que tocaba el hermano Lorenzo para reunir a los niños  del Bessat en los orígenes de la Congregación. Pero yo supongo que esta campanilla era frecuentemente reemplazada por la “señal” casi absolutamente necesaria en el método simultáneo o simultáneo – mutuo. Por otra parte, fuera del hermano Lorenzo en el Bessat, yo no he encontrado ninguna alusión al empleo de la campanilla, aunque el hermano Juan Bautista en el tomo, 2, p. 364, (edición 1856) habla explícitamente de la “señal” haciendo reprender por el Bienav. Champagnat a un Hermano que no tenía disciplina en clase: “… usted no tiene silencio… expresándose con la palabra en lugar hacerlo con la señal, gritando y hablando sin necesidad…”

Para la limpieza cotidiana de las clases, el mismo documento considerado de 1838, pedía aún un cubo, 2 regaderas, 4 escobas, 2 recipientes para la basura; había pues dos escobas y una regadera por clase, diferentes del mobiliario perteneciente a la comunidad de los hermanos.  Los cristales eran lavados cada dos meses (Pregunta 75) [¿Las clases son barridas todos los días? Pregunta 74].

Estaban todavía previstos los patrones de las nuevas medidas métricas de longitud y de capacidad (Kg.… Litro…) un mapa de Francia y mapas de las 5 partes del mundo, y evidentemente los tableros de lectura para la pequeña clase.

 

3 – LOS MÉTODOS PEDAGÓGICOS DE ENTONCES.

 

Un gran tema de discusión escolar en la época del Bienav. Champagnat era el del método pedagógico. Se contaba entonces con cuatro: el “Método Individual” el “Método Simultáneo”, el “Método Mutuo”, y el “Método Simultáneo–Mutuo”.

En el “Método Individual”, el maestro instruye a cada escolar dándole lecciones particulares sobre cada una de las ramas de la enseñanza. Reunidos en un mismo salón, los alumnos se presentan sucesivamente y por turno, ante el maestro que los instruye. Este método no es aplicable más que con 8 o 10 alumnos y ocasiona mucha pérdida de tiempo a los niños. Es por  lo que  fue proscrito  de las escuelas públicas y los inspectores lo perseguían en las escuelas particulares. No era empleado en nuestras escuelas.

En el “Método Simultáneo” o “Método de los Hermanos”, el maestro reúne a sus alumnos proporcionalmente en secciones o divisiones y da sucesivamente a cada sección o división la lección, mientras que los otros estudian o escriben. Este método permitía dar clase a 50 o 70 niños a la vez, y era apropiado a las ciudades, o al menos a una población numerosa.

En el “Método Mutuo” lanzado en Francia en 1815 el maestro reunía a todos los alumnos de la escuela en un solo salón grande, frecuentemente una antigua iglesia. Los escolares eran divididos en secciones, y en bancos, y eran instruidos no directamente por el maestro, sino por “monitores”. El maestro formaba las monitores de las 8 a las 10 horas en la mañana y los escolares eran instruidas de las 10 a las 15 horas, por los monitores que enseñaban cada uno en su sección. Durante  ese tiempo el maestro aseguraba simplemente la disciplina general con un silbato o una campanilla y vigilaba el conjunto. El método parecía económico, porque bastaba con un solo maestro por escuela,  los monitores eran los mismos escolares, y se podía así instruir rápidamente un grandísimo numero de niños. El sistema mutuo, en el que los niños instruyen a los niños, pareció como moderno puesto que siendo democrático, republicano,  se oponía al método simultaneo, autoritario y monárquico. Violentas polémicas oponían esos dos métodos pedagógicos, apoyados por la política, los liberales de un lado, los monárquicos del otro. Me serían necesarias muchas horas para presentar este método y sus segundas intenciones, lo que no es posible aquí. Los Pequeños Hermanos de María no habían, en tal caso,  adoptado jamás este método.

El “Método Simultaneo – Mutuo” es una especie de término medio; existía ya desde el S. XVII por lo menos, porque frecuentemente, los maestros del método simultaneo se hacían ayudar por los escolares más avanzados que se iniciaban así en el arte de enseñar. Consistía en  que el maestro enseña sucesivamente a las diferentes sesiones de su clase, pero en lugar de hacer estudiar sólo o escribir las divisiones de las que el maestro no se ocupaba, esas divisiones eran enseñadas por un alumno más inteligente y adelantado. Frecuentemente esos alumnos monitores  tenían un escritorio colocado a cada lado del maestro, frente a sus compañeros. Tenemos de esto un testimonio del Hermano Avit (Henri Bilon), en su  reseña sobre St. Genest- Malifaux donde él era director:

“Un día, durante el invierno de 1841, los dos vigilantes (= los dos monitores), sentados como él bajo el abrigo de la chimenea,  insistieron mucho que les fuera permitido ira los lugares (WC). ¡No había permiso para dejar ir a los WC  2 alumnos a la vez! Aquí la necesidad de los dos monitores parecía urgente. Durante su ausencia, el susodicho abrigo calló repentinamente, desgarró la parte delantera del escrito y quebró las sillas de los vigilantes.  Numerosos ladrillos y una enorme cantidad de polvo enterraran al hermano Avit quien quedó inmóvil durante algún tiempo. Creyéndolo muerto, los alumnos salieron de la clase y corrieron a anunciar esta noticia en la aldea…” Finalmente, este ejemplo, (que muestra cómo gracias a los WC, dos niños inteligentes no fueran aplastados bajo  el derrumbe por la protección de María, declara el Hermano Avit), nos prueba la existencia de los alumnos monitores  en nuestros primeras escuelas.

Los hermanos de la Valla y de N–S. de I’Hermitage intentaban pues, aplicar en la medida de lo posible el método simultáneo o el método simultáneo – mutuo.

 

 

4 – LA SEÑAL

 

El instrumento básico para triunfar en el método simultáneo o simultáneo – mutuo es la señal, probablemente inventada, en todo caso divulgada por los Hermanos de las Escuelas Cristianas desde el inicio del S. XVIII. La “Conducta” de 1838, p. 121, expresa… “A fin que nadie les impida ejercer esta vigilancia, ellos (los hermanos) no tendrán en mano más que la señal y el libro de la lección”. En resumen, la señal fue el bastón de mariscal del maestro.

Generalmente en boj, la señal es una especie de matraca donde una cuerda de buey, “del grueso de un re o 2ª cuerda de un violín”, permite a una lengüeta de madera chasquear sobre el cuerpo de la señal, en un pequeño ruido breve y seco.

Este instrumento permitía dirigir una clase numerosa en silencio, por simples .señales.“El primero y principal uso de la señal dice la “Conducta” p. 124, es atraer de un golpe todas las miradas de los escolares sobre el maestro y volverlos atentos  a lo que él quiere hacerles conocer. Así todas las veces que él quiera llamar  la atención de los niños y hacer acabar todo ejercicio,  dará un solo golpe”.

Uno de los primeros principios en esta pedagogía es: “Es preciso que el maestro sea muy exacto en corregir todas las faltas que los niños cometen leyendo, debiendo estar convencido de que ellos avanzarán tanto más, en la medida en que sea fiel al método. No será  menos cuidadoso en corregir las que cometerán recitando sus lecciones. Sirviéndose siempre de la señal y no de la palabra y sobre todo, evitando ciertos signos ridículos de la boca ,etc...” ( Conducta, p. 120 ).

Si el silencio es necesario a los escolares, se impone igualmente al maestro: “Velará pues sobre sí mismo para no hablar más que raramente y muy bajo, a menos que sea necesario que todos los escolares escuchen lo que tendrá qué decir; y aún en ese caso, podrá decirlo en voz baja a un escolar, quien lo repetirá en voz alta, pero evitará con cuidado decir cosas inútiles o ridículas” (Ridículo del género: “¡Cada vez que yo abro la boca hay siempre un imbécil que habla!”)

La “Conducta” de 1838 (p.123) precisa: “El maestro no hablará ordinariamente más que en cuatro ocasiones:

1- Durante la lectura, cuando después de haber indicado a varias escolares repetir lo que otro ha dicho mal, ninguno puede hacerlo;

2- En los catecismos.

3- En el examen (de conciencia) y en las reflexiones que se hacen durante las oraciones;

4-  En las lecciones que pidan explicaciones”.

Es pues a causa del silencio de las clases que los Hermanos recurrirán a muchos signos, utilizando ante todo la señal. Veamos algunos de esos signos.

- Para hacer signo de recitar las oraciones, el maestro, después de haber dado un golpe de señal para llamar la atención de los niños, unirá las manos”.

- “Para advertir repetir las lecciones diarias, después de un golpe de señal, mostrará el libro de la lección que  va a hacer recitar; si  quiere hacer repetir a la primera sección después de un golpe de señal, mostrará un dedo a fin de hacer ponerse de pie a los que la componen, dos para la segunda, etc…”

- “Para reconocer si un escolar está atento, durante el tiempo de las repeticiones, él dará un golpe de señal para hacer detenerse al que recita, y enseguida  señalará al que él quiere sorprender, repetir lo que su compañero acaba de decir, o continuar la lección (Lectura)si es de la misma sección (¡Sin repetir las últimas palabras del lector!)”.

En la Guía de las Escuelas de los Pequeños Hermanos de María,  leo en la página 118 todavía en la edición de 1932:”… El maestro silencioso  es el que emplea la palabra con medida, ahorrándola de buen grado cuando un gesto o un signo es suficiente, que no se hace escuchar más que cuando los niños están atentos, que evita con cuidado toda palabra inútil, toda prolijidad en las explicaciones necesarias…” No olvidemos que las clases tenían de 50 a 70 escolares, y así mismo, durante la guerra de 1914 – 1918, el hermano Diógenes, tenía en clase más de 100 alumnos a la vez, en Bélgica. Entonces la “Guía” continuaba en la página 119: “Para ser fiel a la ley del silencio, el maestro debe observar lo que sigue:

1° Considerará la práctica del silencio como EL PRIMER MEDIO de triunfar en la clase, de mantener en ella el orden y de asegurar el avance de sus alumnos…

8° Será exacto en corregir las faltas que cometen los niños leyendo o recitando, en el mismo momento en el que se equivoquen, especialmente por medio de la “señal” (p. 120).

Ahora, he aquí las señales para la “lección”, es decir, la lectura.

-“Para hacer señal a los escolares de disponerse a la lección de lectura, el maestro dará un golpe con la mano sobre el libro cerrado en el que se va a leer, y lo mostrará; todos los escolares deben al mismo tiempo preparar el suyo, y buscar la lección; una vez hecha la oración, el maestro dará un golpe con la señal y mirando al niño que él quiere hacer leer, le hará señal de comenzar. Si el maestro se da cuenta de que un niño no sigue, golpeará con la señal para indicar al lector de cesar de leer, él hará señal de leer al que cree que no está atento”.

- “Si es al escolar siguiente que el maestro quiere hacer leer, dará un golpe ligero con la señal sobre la cubierta del libro, para no distraer a los que siguen, por golpes de señal muy repetidos”.

-“Para hacer señal al que lee de repetir cuando ha cometido una falta, él dará dos golpes sucesivamente y golpe por golpe. Se servirá de esa misma señal todas las veces que se quiera hacer conocer a los niños que ellos se equivocan” (mostrando en seguida la sentencia correspondiente).

-“Si después de haber repetido, el alumno no reconoce la palabra que ha pronunciado mal porque  ha leído varias después de ésta, el maestro dará tres golpes claramente para hacerle señal de retroceder de algunas palabras; si el escolar no encuentra la palabra, o no la dice bien, él dará un solo golpe, como para hacer cesar de leer, a fin de hacer mirar a todos los escolares, y hará al mismo tiempo señal a otro de repetir. Cuando un escolar no hubiera podido encontrar la verdadera pronunciación de una letra o de una sílaba, etc. y que el maestro las habrá hecho decir por otro,  las hará repetir al primero y también varias veces, si lo juzga a propósito, mostrándole otro tanto de dedos que él quiere hacerles repetir .

-“Para hacer señal de hablar más alto (más fuerte), el maestro, habiendo dado un golpe de señal, elevará la punta verticalmente y para hacer señal de hablar más bajo (menos fuerte), la bajará hacia la tierra”.

-“Para hacer cesar el ruido que  escuchara en la clase, llevará la señal hacia la oreja o bien,  suspenderá un momento el ejercicio por un golpe de señal, para examinar cuál es el autor de él, para reprenderlo”:

-“Para hacer señal de leer lentamente, dará dos golpes claros, después de haber dado uno para llamar la atención”.

-“Para hacer señal de deletrear,  bajará varias veces la extremidad de la señal sobre el libro abierto que él tiene en mano. Para hacer leer por sílabas, hará el mismo signo, pero con la empuñadura de la señal”.

-“Para hacer señal al que lee de corrido, que no hace una pausa indicada por la puntuación, o que no la hace suficientemente,  colocará el extremo de su señal sobre la parte donde él lee, deteniéndose allí”.

-“Para hacer señal al que lee, que  hace una pausa donde no es necesario, o que la hace demasiado larga o aquél que deletrea o lee por silabas, o que se atrasa deletreando o leyendo, él deslizará la señal sobre el libro abierto”.

-Para hacer señal a un escolar que deletrea o que lee por silabas ordinariamente, hará el mismo signo, pero con la empuñadura de la señal”.

-“Para hacer leer una sílaba a cada escolar, el maestro dará un golpe para llamar la atención, en seguida habiendo hecho un movimiento circular con la señal, bajará varias veces la empuñadura sobre el libro”.

-“Para hacer leer a los niños todos juntos por sílabas, el maestro, habiendo llamado la atención y hecho el movimiento circular, bajará varias veces la señal horizontalmente sobre el libro”.

-“Para hacer cambiar de lección, golpeará con la mano sobre el libro, y al mismo tiempo el que lee cesará de leer y dirá muy alto: ¡Dios sea bendito! – Para siempre”. Esto es para cambiar de sección; si todas las secciones han leído, el ritual del fin de la  lectura es el mismo”.

-“Para hacer señal de acabar la última lección y hacer cerrar (  guardar ) los libros, dará un manazo sobre la cubierta del libro en el que se lee actualmente.

 Veremos las otros señales después y pasamos a la articulación interior de una escuela primaria elemental.

 

5 – DIVISIONES DE UNA ESCUELA Y DE UNA CLASE - LECTURA.

 

Las escuelas de la Congregación, fuera de una  o dos excepciones, eran  de una clase,   y sobre todo de dos clases. La clase única recordaba la situación de los siglos XVII y XVIII. Los alumnos de toda edad y de todo nivel se encontraban en el mismo local, pero estaban divididos en órdenes o secciones, o bancos. El maestro tenía a todos los alumnos , desde los debutantes hasta los más “sabios”. Con los Hermanos de las Escuelas Cristianas, cuando el número de escolares antes de la Revolución, superaba 65 escolares, se abría una segunda clase absolutamente idéntica a la primera. (Cf. Mi ponencia en Reims en 1972).Con los Pequeños Hermanos de María, que iban, necesariamente al menos  dos, el más joven hacía la cocina, y por la tarde, ayudaba como repetidor a su cohermano iniciándose en la enseñanza y en la disciplina.

En el tiempo del Bienav. Champagnat nuestras escuelas eran, por tanto, ordinariamente de dos clases con dos o tres hermanos, el tercero podía ser un novicio. La pequeña clase para los debutantes, que aprendían ordinariamente, únicamente a leer “la lectura era sólo necesaria para ser buen cristiano”; comprendía hasta 70 niños. La Grande Clase comprendía sobre todo a los que aprendían a escribir, los “escribanos”; ella contaba al máximo 50 escolares.

El artículo 19, p. 43 de las “Reglas de 1837” es precisa: “No se admitirán más de setenta niños en la Pequeña Clase, y cincuenta en la Grande, a menos que se proponga tener un hermano más”, lo que representaría un sueldo de 1200 f. para la comunidad, en lugar de 1000 f. por  dos hermanos.

La Pequeña Clase era para el Bienav. Champagnat, la más importante: “Aunque el buen padre amaba tiernamente a todo los niños, él tenía una predilección particular por los más jóvenes… Él no paraba cuando hablaba de la “Pequeña clase” que decía ser la más importante; entraba en los más pequeños detalles cuando trataba de los cuidados que se debe dar a los niños pequeños, los medios que se deben tomar para hacerles conocer las primeras verdades de la religión, para inspirarles la piedad, el amor a la virtud y por allanarles las dificultades de la lectura” (H. Juan Bautista, Vida de M. J. B. Champagnat, p. 535).

 Explicaba largamente esta importancia, por medio de 5 consideraciones (id. pp. 535 – 536):

1- “Porque de las primeras lecciones dadas al niño depende ordinariamente todo el éxito de su educación…”

2- “Porque, en un buen número de localidades, la mayor parte de los niños allí hacen toda su educación, dejan la escuela para ir a trabajar antes de ser admitidos en la “Grande clase” o permanecen poco  en esta última”.

3- “Porque de la “Pequeña Clase” depende el éxito de todas las otras.  Si los niños  allí reciben buenos principios, si  son allí formados en la piedad, en la lectura,  aprenderán fácilmente las lecciones de memoria que les serán dadas más tarde; ellos triunfarán en todas las partes de la enseñanza primaria, y  llegarán a ser buenos alumnos…”

4- “Porque los niños de la “Pequeña Clase” a causa de su inocencia, son muy agradables a Dios y  atraen sus bendiciones sobre el establecimiento”.

5- “Porque el hermano encargado de esta clase tiene necesidad de mucha caridad, de celo, de paciencia, de entrega, para repetir constantemente las mismas lecciones, para ponerse al nivel de los niños más pequeños, para comprenderlos y hacerlos trabajar sin maltratarlos, ni usar  con ellos de demasiada severidad…”

Las materias escolares eran repartidas en lecciones propiamente dichas y en lecciones de memoria.

Las lecciones propiamente dichas eran; 1° la Lectura, 2° la Escritura, 3° la Ortografía y 4° el Cálculo.

La lectura comprendía 7 órdenes:

1- El tablero del alfabeto.

2- El tablero de las sílabas.

3- El silabario.

4- El segundo libro par aprender a leer por sílabas.

5- El tercer libro para aprender a leer de corrido.

6- La lectura del latín.

7- La lectura de los manuscritos.

Generalmente, las 5 primeras categorías de lectura estaban reservadas a la “Pequeña Clase”, las otras dos, el latín y los manuscritos, a la “Grande Clase”.

Cada una de esas órdenes  podía ser dividida en 2 o 3 secciones, siguiendo el grado de dificultades o de debilidades de los alumnos. Se comenzaba la lectura por el orden más bajo, el n.1 en la Pequeña Clase, el n. 6 en la Grande Clase, pero por la sección más fuerte, de manera de servir de ejemplo a los más débiles.

 

 

A nivel del deletreo de letras, el Bienav. Champagnat introdujo una mejora para los principiantes. En efecto, el alfabeto, que permite escribir sonidos, tiene un origen complejo .En primer lugar la palabra alfabeto está formada de las 2 primeras letras  del alfabeto griego, “alpha”, y “beta” que no quieren decir nada en griego. Esas palabras son tomadas de  la lengua de los filisteos, al servicio del antiguo Egipto, y significaban en esta lengua filistea: “El toro” y “la casa”. Ahora  bien,  los jeroglíficos “cabeza de toro” y “casa” por simplificación ligera han dado las letras mayúsculas “A” (después enmendadas) y “B”. El orden  alfabético es de los más arbitrarios, pero el “nombre” de las letras en francés lo es igualmente. Si las vocales no ofrecen casi dificultad  cuando “eau” se pronuncia “o”: y “oi”, = ¡“wa”¡etc…, ¿Qué decir de la denominación de las consonantes? Se leía “be” por la “b”, pero “ka” por la “k”, “ku” por la “q”, y “ef” por la “f” o “iks” por la “x”. Ahora bien, esos fenómenos “de apoyo”, é, a, u, è, i, desaparecieron en la palabra después del deletreo; y una palabra, tal como “klaxon”, que era deletreada “ka”, “èl”, “a”, “iks”, “o”, “èn”, no se leía “kaélaiksoèn”, sino “klaxon”.

Lo más lógico era yuxtaponer, después de cada consonante, un mismo sonido, la “e atóna” permitiendo pronunciar la consonante; entonces,   en lugar de “bé,” ”be”, en lugar de “èf”, “fe”, en lugar “ka”, “ke”, en lugar de “iks”, “kse”, etc…

Este era ya el consejo que Blas Pascal daba a su hermana para las pequeñas Escuelas de Port–Royal; este era también el sistema recomendado por Viard y Luneau de Boisjerman” en su abecedario publicado en 1759 y modificado bajo la Revolución en el Año VI, “Verdaderos  Principios de la Lectura, de la Ortografía y de la Pronunciación Francesa”. Yo ignoro si el Bienav. Champagnat conocía este abecedario, particularmente del Año VI, (1798 – 1799), pero esos son sus principios qué él impuso  a los Pequeños Hermanos que temían mucho aparecer como ridículos e incapaces de enseñar a leer ante los padres y toda la opinión pública  de entonces. Unido al problema de vestimenta de las medias de Paño y de la sotana cosida abajo, esta innovación pedagógica provocó la grave crisis de 1829, la partida de dos hermanos muy capaces, el hermano Agustín (Cossange) y el hermano Juan Luis (Aubert) con la pérdida de la escuela de Périgneux. (Cf. más arriba cap. 6 p. 123; Hermano Juan Bautista, Vida del Padre Champagnat, pp. 167 – 175; Zind: Las Nuevas Congregaciones…, p. 387 – 389).

Como libro de lectura normal, del 5° orden, los Hermanos de las Escuelas Cristinas utilizaban “Los Deberes del Cristiano”, de hecho un verdadero volumen de teología. Era bien empleado en las otras congregaciones de hermanos enseñantes, como los Hermanos de la Instrucción Cristiana de Ploërmel, que lo editaran aún en 1897. Pero el Bienaventurado Champagnat, hizo adoptar para los Pequeños Hermanos de María “Les Pensées d’Humbert” como nos  lo muestra la “Regla Manuscrita” art. 15, y las “Reglas de 1837,” p. 20, art. 16. El ejemplar que yo tengo data de 1802, y el título exacto es: “Pensamiento sobre las más importantes verdades de la religión y sobre los principales deberes del cristianismo, por el Sr. Humbert sacerdote misionero superior de la Misión de la Diócesis de Besançon. Nueva edición corregida y aumentada”. Cuenta con 496 páginas, de  18 cm. X 10 cm. Y 142 capítulos  seguidos de las oraciones de la misa y de las Vísperas del domingo. Yo considero esta obra como una de las fuentes importantes de la espiritualidad del Bienav. Champagnat y de los Hermanos en el  siglo XIX. El capítulo 1, “Del fin del Hombre” comienza: ¿Para qué estoy yo en el mundo? No es para ser rico y para ser honrado…”

En los mismos artículos la Regla Manuscrita y la Regla de 1837 señalan otro libro de lectura, tomado esta vez a los Hermanos de las Escuelas Cristianos bajo el nombre común de “Urbanidad”, pero  cuyo título exacto es: “Las Reglas de la Decencia y de la Urbanidad Cristiana, muy Útiles para la Educación de los Niños”, de San Juan Bautista de la Salle y cuya primera  edición es de 1702–1703. De 1812 a 1840, “La Urbanidad” conoció 55 ediciones: 2 en 1812, 1 en 1813, 2 en 1815, 1 en 1817, 1818, 1819,  3 en 18320, 1 en 1822, 3 en 1823, 3 en 1824,  5 en 1825, 1 en 1826, 3 en 1827, 6 en 1828, 3 en 1829, 2 en 1830,  3 en 1831, 1 en 1832, 4 en 1833, 1 en 1834, 3 en 1835, 3 en 1838, 1 en 1837 y 1 en 1840. Siguiendo los lugares de edición, las “Urbanidades” presentan ligeras variantes, pero me  es imposible conocer cuáles ediciones eran empleadas por los Pequeños Hermanos.

La “Urbanidad” no era  empleada para la lectura más que en la Grande Clase porque ella debía permitir  a los escolares pasar las letras  de molde a las escrituras  manuscritas necesarias para la escritura y la lectura de los manuscritos. En efecto “La Urbanidad” estaba impresa en caracteres especiales, recordando la escritura manuscrita del  siglo XV y había  sido inventada en Lyon, entonces capital de la imprenta, en Francia, por dos impresores, Robert Granjon y Jean de Tournes, que han dado el nombre a Calles de Lyon. 

En esta época, se despertaba el nacionalismo lingüístico: cada país quería no solamente tener una lengua “sagrada” (derivación del hebreo o del griego, o del latín), sino también disponer de un  alfabeto original: los griegos tenían el alfabeto “Griego”, los italianos el alfabeto “Itálico”, los eslavos los alfabetos “cirílicos”, los Alemanes el alfabeto “Gótico”. También en 1539 (fecha que ha reemplazado la “Batalla de Marignan” de 1515 en la cronología que deben aprender los escolares de la Primaria), Francisco Io por el Edicto de Villers–Cotterêts impone la lengua del Rey en los textos oficiales y el estado civil en francés y no más en Latín. Después, su sucesor, el rey Enrique II, por un privilegio con fecha del 26 de diciembre de 1557, concedía a las letras de molde, de dos impresores lyoneses la denominación exclusiva de “Letras Francesas”. Pero ellos no encontraron el éxito de otros alfabetos nacionales y sirviendo finalmente en imprimir los “Cuartetos de Pibrac” que reemplazaran los dísticos de Catón en la educación antes de ser destronados por las “Fábulas de la Fantaine”;  sobre todo las “Letras Francesas” sirvieron para imprimir las “Urbanidades”; ¡En el tiempo del Bienav. Champagnat, las “Urbanidades” eran aún impresas con esos caracteres, salvo una de las 3 ediciones de 1835¡. Se puede pues admitir como casi seguro, que los Pequeños Hermanos de María hicieron leer las “Letras  Francesas” en el tiempo del Bienav. fundador. En 1900, la Imprenta Nacional de París ha querido  retomar las “Letras Francesas”, bajo el nombre de “Gothique Christian” , pero sin éxito. Contando las ediciones , la “Urbanidad” ha conocido 127 ediciones de 1800 a 1922, a través de 122 años.

La obra original comprendía, 252 páginas precedidas de un prefacio de 6 páginas y seguida de un índice de 4, lo que da un total de 262 páginas .Está dividida en dos partes de desigual longitud; la 1ª. parte trata “De la modestia que se debe hacer parecer en el porte y la compostura, de las diferentes partes del cuerpo” en XIV capítulos y 48 páginas. La 2ª parte trata “De la decencia en las acciones comunes y ordinarias” en X capítulo, de las páginas  49 a 252. El conjunto da un curioso panorama de los hábitos y de las costumbres en Francia en el curso de los siglos recientes.

He aquí algunos ejemplos de la “Urbanidad”:

-“Es grosero servirse de su servilleta para secarse  el rostro; lo es todavía más, frotarse con  ella los dientes, y  sería una falta de las más groseras contra la urbanidad,  servirse de ella para sonarse. Es también   una cosa indecente limpiar los platos con la servilleta” (p. 86).

-“Es muy indecente peinarse cuando hay otras personas; pero es una falta imperdonable hacerlo en la Iglesia…” (p.8).

-“No se debe abstenerse de escupir, es una cosa desagradable tragarse lo que se debe escupir; eso puede  hacer mal al corazón…Es preciso,  sin embargo,  no acostumbrarse a escupir frecuentemente y sin necesidad...Sería también decente que cada uno se acostumbrara a escupir en su pañuelo cuando se está en las casas de las personas importantes, y en todo los lugares que están encerados o entarimados; pero es además necesario tomar la costumbre de hacerlo cuando se está en la Iglesia… Y sin embargo ocurre frecuentemente que no hay ladrillo de cocina o aún de caballeriza más sucio que el de la Iglesia…” “Es de muy mal gusto escupir por una ventana, o en el fuego, o sobre los tizones, o contra la chimenea, o también contra la pared, o cualquier otro lugar sobre el cual no se pueda caminar sin pisar el escupitajo. Es también contra la decencia escupir en presencia de otros, o de hacerlo de muy lejos, de suerte que se esté obligado de ir a buscar el escupitajo para pisarlo. Se debe tener mucho cuidado de jamás escupir sobre sus ropas, ni  sobre las de otros;  es ser, o bien, sucio, o bien, poco circunspecto de hacerlo… Cuando  se ve en el suelo algún grande escupitajo, es preciso en seguida poner con destreza el pie encima” etc. (p. 33 – 34 -35).

La lectura de los “Manuscritos” se efectuaba en libros litografiados,  conteniendo una cincuentena de clases de escritura, yendo de los más fáciles a los más difíciles. Eran textos que narraban bellos rasgos de historia y anécdotas morales exponiendo nociones de  derecho comercial y modelos de actas, de facturas; nociones de derecho rural; ellos daban nociones de agricultura y finalmente, de estilo epistolar. Otros manuscritos reproducían simplemente letras en su escritura original. Esos libros desaparecieron después de la Primera Guerra Mundial a causa de la máquina de escribir.

El artículo 15 de las Reglas Manuscritas y el artículo 16 de las Reglas de 1837, p. 20, señalan que la lectura en latín se efectuaba en las “Horas”, es decir, los misales de los fieles. Como la Regla de 1837 habla de las “Horas de la diócesis respectiva”, pero la Regla Manuscrita de las “Horas de Lyon”  o más exactamente  de la  “Hora de Lyon”, se puede concluir que los 25 primeros artículos y los 7 siguientes de las Reglas Manuscritas datan de antes de 1823, porque en 1823, el Bienav. Champagnat abría dos escuelas en Ardèche, en Boulieu y en Vanosc, entonces en la Diócesis de Viviers.

Yo poseo las “Horas de la Diócesis de Lyon” editada en 1832, y que comprende 576 páginas impresas en letras minúsculas. ¡Los niños en ese tiempo debían tener ojos alertas!

 

6- DIVISIONES DE LA LECCIÓN DE ESCRITURA

 

La segunda materia de las “lecciones propiamente dichas” está constituida por la Escritura, que introduce nuevas divisiones en la clase, distintas de la lectura. Nosotros habíamos contado 7 Órdenes para  la lectura, habrá 9 Órdenes para la escritura.

 

-Los escolares del 1er Orden aprenden a tener el cuerpo bien derecho, a mantener correctamente la pluma y a trazar rayas verticales, horizontales, oblicuas  y a efectuar movimientos circulares. Ellos hacen “trazos de letras” y “oo”.

-Los escalares del 2° Orden hacen un renglón entero de las letras “e”,”o”,”i” y “m”.

      -Los escolares  del 3er Orden escriben un renglón de cada letra del alfabeto.

-Los escolares del 4° Orden escriben el alfabeto unido, es decir, las letras con todas sus   ligaduras particulares.

-Los escolares del 5° Orden escriben “en grueso”, es decir en caracteres grandes y altos.

-Los escolares del 6° Orden escriben en “media –gruesa”, es decir en caracteres mucho más pequeños y gruesos”,  y más unidos. Además escribían en el último renglón el alfabeto en minúscula. (¿Esta observación supone que anteriormente los alumnos escribían en mayúsculas?).

-Los escolares de 7° Orden escriben en “grueso fino”, es decir, sin apoyar la pluma. Además  terminan su página de escritura por un renglón de números y un renglón del alfabeto en mayúsculas.

-Los escolares del 8° Orden escriben el alfabeto y las cifras en “fina”.

-Los escolares del 9° Orden escriben en “fina expedida”.

Se distinguían generalmente 4 géneros de escritura en la enseñanza: la bastarda, la cursiva, la redonda y la cursiva. Nosotros hemos ya visto que el hermano Jean Claude (Aubert) había sido examinado el 13 de Junio de 1823 en St. Chamond para el título del 2° grado precisamente sobre esos cuatro géneros de escritura con un “Muy Bien” por la “redonda” y en las demás  un “Bien”.

De hecho, no se enseñaba a los escolares más que un solo género de escritura, el que era corriente en la región donde vivían los niños. Sin embargo, cuando un escolar se encontraba en el 8º y el 9º Orden de escritura,  podía pedir ejercitarse en uno o dos diferentes géneros de escritura, según su deseo.

No se comenzaba la escritura más que si se sabía leer bien, porque si el escolar  se ponía a escribir antes,  se fastidiaría de la lectura a favor de la escritura, y  no sabría jamás leer correctamente.

El 1er Orden aprendía primero la postura del cuerpo, a la que se atribuía una importancia primordial. Era preciso tomar una posición cómoda y conveniente. La “Conducta”, p. 48 se expresa así:

-“Es preciso mantener el cuerpo recto, un poco inclinado hacia el lado izquierdo y un poco inclinado hacia adelante, de suerte que el codo estando apoyado sobre la mesa, el mentón pueda estar apoyado sobre la muñeca, a menos que el alcance de la vista no lo permita; la pierna izquierda debe estar un poco más adelante bajo la mesa , que la derecha.

-“Conviene, tanto por la agilidad de la escritura como por la salud de los niños, que  no apoyen el estómago sobre el escritorio. El brazo  derecho debe estar alejado del cuerpo más o menos tres dedos y salir aproximadamente cinco dedos del escritorio sobre el que debe asentar ligeramente; el codo izquierdo debe apoyarse sobre el bordo del escritorio, y la mano sobre el papel. El maestro hará conocer a los escolares, durante el tiempo de la escritura, la postura que  deben tener escribiendo, y los enderezará, sea por señas, sea de otro modo, cuando no lo hicieran.

se consideraba que el sostenido de la pluma y del papel era importante sin lo cual, los escolares “experimentarán mucha dificultad por escribir bien”.

-“Para sostener bien la pluma decía la “Conducta” p. 49, el dedo mayor debe descender hasta casi la mitad  del canutero; el índice, suavemente  enfrente del nacimiento de la uña del dedo mayor; la extremidad del pulgar  corresponderá a la raíz de la uña del dedo índice.

El oficio de los dos últimos dedos, anular y circular, será de sostener y de llevar deslizando el peso de la mano conjuntamente con el ante brazo. La parte superior de la pluma debe posar entre la raíz y la primera articulación del índice”.

No siendo asunto de poca importancia y para acostumbrar a los principiantes “será útil darles un pequeño bastón del grueso de una pluma, sobre la cual hay tres muescas que marcan los sitios donde deben ser puestos los tres dedos que sostienen la pluma y para acostumbrarlos a tomarla correctamente, y durante algunos días se ejercitarán en soltar sus dedos; se les aconsejará también  hacer este ejercicio lo más frecuentemente posible, aun en su  casa, con un palo o una pluma no cortada”.

 Las dimensiones de las letras no eran dejadas a la voluntad de cada uno. Para las 5 primeras Ordenes, el tamaño (altura) de los caracteres  eran de 18 mm., para el 6° Orden la altura era de  12 mm., para el 7° Orden la altura era de 6 mm. Para el 8° Orden la altura descendía a 3mm. Y aún para el 9° Orden a 2mm.

Los espacios entre las líneas se encontraban estrictamente reglamentados. En los 3 primeras Órdenes, el intervalo era, “1 cuerpo de escritura” (18 mm.), para el alfabeto y la “Gruesa” el intervalo era doble, para la “semi – gruesa”, el intervalo era de “3 cuerpos”, para la “semi – fina”,  4 cuerpos, y 5 cuerpos para la “fina”. Entre más disminuían  los caracteres, esta disminución era compensada por un coeficiente multiplicativo de la altura de la escritura.

Los “escribanos” de los 7°, 8° y 9° Ordenes, aprendían a afilar las plumas que eran ordinariamente plumas de cuervos, de las cuales cada escolar tenía una pequeña caja. “Para este efecto, el maestro les hará venir cerca de él y él mismo afilará una pluma nueva en su presencia, haciéndoles notar  lo que es necesario hacer para tener éxito. Les hará notar que para la “suelta” (escritura rápida), los dos lados deben ser iguales,  mientras que para la “reposada” (escritura lenta) el lado del pulgar debe ser más grueso y más largo, y que para la escritura “cursiva”, el pico debe ser más rasgado, más largo, y en forma doblada (¿Clavija?). Estaba prohibido cortar la pluma sobre la uña del pulgar, o sobre el escritorio, era necesario anteriormente introducir en la pluma  a afilar una pluma usada que sirviera de soporte.  Pruebas de  afilado de pluma, tenían lugar de tiempo en tiempo y los mejores “escribanos” de los últimas órdenes obtenían el derecho de ayudar al  maestro a afilar las plumas de sus compañeros.

La introducción del afilado de plumas en la escuela era una feliz iniciativa, porque muchos adultos y aún escribanos célebres como Montaigne, no sabían afilar sus plumas. Por lo tanto, esta talla era casi perpetua, porque era preciso recortar continuamente los picos, y tanto más porque debido a los fuertes calores, la pluma se secaba y se abrían las puntas.

Un autor anónimo de 1823 consideraba que era necesario cambiar de pluma cada semana. Se compraban por paquetes de 100, y costaban 2,50 f. Luego,  la talla de la pluma variaba según el tipo de escritura. No es sino hasta 1828 que  aparecieron en las escuelas de los hermanos las pruebas de “afilado de plumas”. Anteriormente  el maestro las afilaba, y el alumno indicaba por una señal el tipo de talla que deseaba: el pulgar para la “gruesa”, el índice para la “semi - gruesa”, etc. Recibiendo la pluma afilada, los escolares debían besar la mano del maestro y hacerle una inclinación, pero ese ritual fue suprimido en la “Conducta” a partir de 1828.

La talla de las plumas constituía uno de los grandes servicios profesionales del maestro y le ocupaba toda la mañana.

Recordando esta época, el hermano André, de los Hermanos de la Instrucción Cristiana de Plöermel, escribía en 1864. “¡Qué pérdida de tiempo!... Era necesario afilar tres o cuatro plumas al menos por clase a cada uno de los que escribían finalmente (es decir ¡a  cada uno de los escolares durante la lección de escritura!). Se me ha ocurrido sacar un promedio de los que he afilado durante un año, y he encontrado que han sido cerca de 40 000. Además de los escolares,  muchas personas de fuera me daban aun paquetes de 25 “plumas para que les sacara punta...

Las “plumas metálicas” aparecieron entre 1833–1834, pero eran caras: 0.30 F.c/una, y “eran tan duras que atravesaban frecuentemente el papel”, se oxidaban, se echaban a perder fácilmente. Se habían fabricado primero “plumas de cobre”, que el ácido de las tintas atacaba y se enchuecaba la punta a la menor irregularidad del papel; después vinieron las plumas “en fierro barnizado”, pero eran demasiado duras y el barniz se caía pronto. Después, Perry inventó la  “pluma de acero” flexible y elástica, pero también era atacada por el ácido de las tintas. De suerte que la pluma de ganso o de cuervo no comenzó realmente a declinar sino hacia 1845, cuando se propuso el uso de la pluma metálica en todas las escuelas públicas de París, pero su agonía fue lenta. En 1853, la “Guía de las Escuelas”, de los Pequeños Hermanos de María, señalaba el uso de las plumas de ganso (o de cuervo) y de las plumas metálicas, pero daba preferencia a las “metálicas”.

“Se podrá servir también de las plumas metálicas,  escribía,  porque reemplazan ventajosamente a las otras, sobre todo, porque no necesitan ser afiladas y se les encuentra para todos tipos y todo los caracteres de escritura”.

Finalmente, en 1860, la “Conducta” de los Hermanos de las Escuelas Cristianas suprimía el capítulo consagrado a la talla de plumas, y la  pluma primitiva desapareció después de 1870,al punto que me ha sido imposible encontrar una auténtica, a pesar de que un hermano afilaba más de 40 000 plumas de pájaro por año en la época del Bienav. Champagnat. Finalmente, después de la Segunda Guerra mundial, la “pluma fuente” eliminaba completamente la pluma metálica, y yo he vivido este cambio a partir de 1951; actualmente, el “bolígrafo” compite seriamente con la pluma fuente .

Cada escolar tenía varias plumas, propias para hacer distintos tipos de letra. Era necesario secarlas punta después de cada usada y no morder el extremo; las plumas que quedaban más pequeñas por tanto escribir servían de “señal” para seguir la lectura. Los alumnos que tenían el derecho de afilar sus plumas y las de sus compañeros tenían una navaja. Los tinteros estaban empotrados en las mesas, y la tinta era fabricada en un barril en la misma escuela, según diferentes procedimientos. Por ejemplo, haciendo hervir 3 kg. de “madera de la India” en 40 litros de agua de lluvia o de río  durante 45 minutos; después se colaba a través de un trapo, se añadía 1,25 kg. de alumbre de roca y otro tanto de caparrosa (sulfato de cobre), de color azul; se hacía hervir nuevamente la mezcla 5 a 6 minutos, luego se añadía 1,25 kg. de  goma y cuando la goma estaba disuelta en la tinta, se retiraba el líquido del fuego. Se aumentaba el volumen de tinta añadiendo religiosamente agua.

Para aprender las letras del alfabeto los principiantes podían utilizar “transparentes”, es decir, hojas impresas que se deslizaban bajo su hoja de escritura, y se seguían por transparencia de papel de escritura las letras impresas subyacentes.

Primitivamente, la tinta era secada con aserrín; en el tiempo de Bienav. Champagnat, el secante estaba ya en uso bajo el nombre “papel secante”, papel no engomado, que tomaba la tinta sin “borrar” la escritura.

Los escolares trascribían “ejemplos” (palabra aquí en femenino:  ejemplo), es decir, hojas sueltas escritas a mano que contenían todos los géneros de escritura y de todos tamaños, porque los maestros no debían nunca escribir directamente sobre las páginas de escritura de  los escolares, ni siquiera trazar allí los rasgos con la uña o con el lápiz. El texto de los “ejemplos” era una cita de la Sagrada Escritura, de las  máximas cristianas  “sacadas de algún libro de piedad”. “Se podrá, no obstante, dar a copiar de tiempo en tiempo a los  primeros de la clase, facturas, estados, cartas, etc.” (p.47).

Las mesas de los escribientes contenían dos montantes en madera o mejor en fierro, que servían  para tender  2 alambres recocidos, de “2 líneas y media” (5, 725 mm.) uno, y de 2, 25mm. (Una línea) de grueso el otro. El grueso  alambre era surcado en los dos extremos con una longitud de 6 pulgadas (16, 242 cm.) con el fin de poder tenderlo a voluntad por una tuerca de mariposa. Allí se colgaba el “ejemplo”, el modelo a reproducir.

Como para la lectura, la escritura, era ordenada por signos. Para comenzar, “el maestro dará primero un golpe de señal, a fin de atraer la atención de los alumnos, y les indicará al mismo tiempo con la mano, tomar sus cartones y ponerlos sobre sus rodillas, en seguida dará un segundo golpe para que todos juntos pongan su papel sobre la mesa y coloquen sin ruido los cartones en su lugar; un tercer golpe les advertirá ponerse de pie y colocar los  “ejemplos” sobre los soportes; un cuarto (golpe de señal) para sentarse y comenzar a escribir, después de haber hecho la señal de la Cruz”. Como eso se hacía ya en la  antigüedad cristiana: “Stature, Boèthei moi” = ¡Oh Cruz, ven en mi auxilio!”.

“Los escolares cesarán de escribir cuando la  campana se lo indique; en seguida,  estando el maestro en su  sede, dará un golpe de señal para indicarles  tomar (continuar) las plumas, un segundo, para volver a tomar sus cartones (que impiden que se arruguen las hojas) que ellos colocarán sobre sus rodillas, un tercer (golpe de señal ) para volver a meter sus papeles en los cartones, que guardarán en el  lugar ordinario; y después que los Colectores de ejemplo lo hayan levantado, se comenzará el ejercicio siguiente” (p. 129).

Bastante rápido aparecieron en el comercio bellos “ejemplos” litografiados; el Bienav. Champagnat  los prohibió formalmente. En las Reglas Manuscritas, en el período comprendido  entre 1823 y 1827, la 16ª. observación declara: “Nadie dará modelos (ejemplo) fuera de los que son hechos en la casa”. La Regla de 1837 consagra los artículos 24 y 25 del cap. V, (p. 44) a los “ejemplos”:

“Art. 24 No se puede sin permiso, dar a los niños otros modelos de escritura que aquellos que ha hecho cada quien”.

“Art. 25 – Todos los ejemplos en líneas serán de sentencias de la Sagrada Escritura, o de las máximas cristianas sacadas de los santos Padres o de los libros de piedad”.

“Para poner a todos los hermanos en la necesidad de formarse perfectamente en los diversos géneros de escritura dice el hermano Juan Bautista, él (P. Champagnat) obligaba a todos los que daban las primeras y las segundas clases, a hacer modelos y no les permitía servirse de modelos litografiados. Él tenía también ordenado que todos los años, al venir al retiro, cada hermano trajera al menos diez modelos hechos con su propia mano; y esto siempre con el fin de excitar la emulación y constatar los progresos de cada uno” (Vida del P. Champagnat, p. 432).

En la práctica, era el hermano más  hábil en escritura quien establecía los “ejemplos”; ese podía ser el hermano cocinero, como nos lo dice el hermano  Avit (Henri Bilon) en su reseña sobre St. Genest–Malifaux: “Una vez hechos los preparativos, los hermanos Pedro–María, Máximo y Juan Luis llegaron, fueron recibidos con los brazos abiertos y abrieron la escuela en noviembre de 1834. Haciendo la cocina, el hermano Juan Luis  que tenía una bella pluma, hacía los modelos para los escolares”. Esta  recomendación se encontraba en la “Guía de las Escuelas” de 1853; “… No dar a los alumnos sin permiso, otros modelos que aquellos hechos a mano”.

El Bienav. Champagnat daba una grande importancia a la escritura: “Los hermanos que son encargados de ella, dice la Regla de 1837, p. 19 art. 15, vigilarán con el más grande cuidado para que los niños tengan sus cuadernos limpios y que escriban según los principios”

Para favorecer la emulación  en escritura entre  las diferentes escuelas de la congregación, se estableció un concurso general de escritura. En la página 533 de la “Vida…” El hermano Juan Bautista refiere:

“Cada maestro de escritura estaba obligado a llevar al llegar a retiro, la primera composición que había dado a sus alumnos a la apertura de las clases, así como la última hecha antes de las vacaciones. Una comisión formada por los hermanos más capaces era encargada de comparar esas dos hojas, de constatar los progresos de los alumnos en cada casa, y de colocar los establecimientos por orden de mérito. Para que ese concurso atrajera a la vez el interés de los maestros y de los alumnos, el Padre había establecido dos clases de premios; Premio para los hermanos cuyas clases eran las primeras en los concursos, premio para los niños que habían hecho el mayor progreso durante el año y que tenían una bella escritura”. Las trampas eran imposibles.

La corrección de la escritura era minuciosa y original. El maestro no tenía el derecho de apuntar una apreciación en la hoja del alumno sobre el cuaderno, ni aún escribir la letra modelo. Él debía limitarse a corregir el error del escolar por trazos de pluma en los sitios defectuosos; “Si dos letras estaban mal colocadas o mal unidas juntas, él escribía esas letras para  hacer conocer la manera de la cual ellas debían ser hechas… Si las letras no están bien alineadas, el maestro tirará con el ancho de la pluma, una línea recta y horizontal que marcará la que el escolar hubiera debido seguir… Si los trazos no son derechos, él tirará sobre las letras líneas paralelas, indicando la pendiente que ellas deben tener…”

Todos esos procedimientos son actualmente todavía utilizados por los maestros,  y yo me guardaré de entrar en las numerosas correcciones a efectuar. Pero las señales siguientes son mucho más curiosas, aún inesperadas y yo no conozco el origen de ellas:

“Para  corregir la falta de distancia, dice la “Conducta” en la página 53, el maestro hará  una “m” que es el espacio que debe allí tener  entre dos palabras sin signo de puntuación; si hay un punto entre las palabras, hará cinco trazos de “m”; si hay una coma, dos puntos o punto y coma, hará dos “n” entre las dos palabras; el escolar conocerá así en qué ha fallado, y de qué se debe corregir”.

El consejo siguiente es muy psicológico y pedagógico:

“El maestro no señalará cada vez, a los escolares, más que tres o cuatro faltas, y siempre las más considerables; un mayor número dividirá demasiado su atención, traerá confusión a su espíritu, y retardaría el progreso”.

 

7- LA ORTOGRAFÍA Y EL CÁLCULO-

 

Esas dos materias constituían las dos otras “Lecciones propiamente dichas”, y tenían por objeto aplicar concretamente las reglas teóricas aprendidas en las “Lecciones de memoria”.

Para la ortografía, se utilizaban manuales especiales como el pequeño “Tratado de Ejercicios Ortográficos”, que contenían para cada día  un dictado y un ejercicio gramatical. “El dictado será hecho en clase y los alumnos harán el ejercicio correspondiente en su casa”.

Ya que el dictado se encontraba impreso en el libro del alumno, éste lo preparaba en su casa la víspera.

“Para enseñar la ortografía, se dictará una frase, y todos los niños la escribirán  en silencio; uno solo será encargado de repetir lo que el maestro haya dictado; se tendrá cuidado de señalar los signos de puntuación. Cuando el maestro haya dictado una frase, señalará a un alumno para comenzar el deletreo, y cuando éste haya deletreado algunas palabras, el maestro indicará al siguiente continuar y así sucesivamente. Cuando se haya deletreado esta frase, se dictará otra que se deletreará de la misma manera”.

“Después del deletreo del dictado, se hará escribir la frase de análisis; los alumnos menos avanzados designan la naturaleza de las palabras, y los otros harán conocer los accidentes de las mismas, las funciones, etc. Se podría aún escribir la frase en el pizarrón. Sería bueno dictar varias veces sin interrupción la misma frase, a fin de que los niños, habiendo comprendido bien las reglas  que ella encierra, tengan en su memoria un término de comparación cuando  se presenten dificultades semejantes”.

“Se podrá también dictar a los alumnos, promesas, recibos, contratos de trabajo, y otras actas de las cuales ellos podrían tener necesidad en el futuro, con el fin de enseñarles qué hay qué hacer en casos semejantes (Conducta de 1838, p. 57).

Las tareas en casa existían ya entonces. El dictado del día correspondía al ejercicio gramatical que  los escolares debían hacer en su casa en la tarde. Además de este ejercicio, otras “tareas” se podían añadir.

“Se podrá exigir que los alumnos escriban en su casa un  verbo cada día, o al menos un cierto número por semana, y que los de la tercera sección (los escolares más aventajados) copien un acta o dos, como documento privado. Los cuadernos del verbo deben estar divididos en dieciséis cuadros, uno para cada tiempo”.

Si en la “lección” propiamente dicha la ortografía no incluía divisiones, era diferente en la aritmética o el cálculo. El 1er orden estudiaba la numeración; el 2° orden la suma; el 3er orden, la resta; el 4° orden, la multiplicación; el 5° orden, la división; el 6° Orden, las reglas de tres y de sociedad; el 7° orden, el cálculo decimal, el 8° Orden, las fracciones; el 9° Orden, el sistema métrico, etc. Por otra parte, parece que hubo una cierta libertad, para determinar los Órdenes en Aritmética.

Se tendrá otro tanto de pequeños tableros pintados de negro, colocados en diferentes sitios de la clase, como haya de órdenes de aritmética y se elegirá entre los niños más inteligentes un “Repetidor” para cada Orden”. Este repetidor es el monitor del método mutuo.

Después de las recitaciones, “el maestro habiendo atraído la atención de los niños por un golpe de señal, mostrará el lugar destinado a los principiantes, y todos los que son de este Orden, allí se reunirán y se colocarán por orden de capacidad; él hará la misma señal a los del segundo orden, después a los del tercero, etc.”

“Una vez colocados los niños, el maestro dará la señal de inicio del ejercicio, y en seguida, los repetidores comenzarán la lectura del primer problema del día, y todos los alumnos del mismo grupo, teniendo el libro de Aritmética en mano, lo seguirán exactamente. Los repetidores pedirán en seguida la explicación a algunos niños, o la darán ellos mismos, y los alumnos lo harán por turno con el gis sobre el (pequeño) pizarrón. Los repetidores se asegurarán de que todos los alumnos que les son confiados comprenden la lección que acaba de ser dada. Cuando el primer problema sea hacho, cada repetidor leerá un segundo y lo hará realizar de la misma manera”.

Durante ese trabajo, el maestro no queda desocupado: “El maestro dará su lección sucesivamente a cada Orden, y para este efecto, les hará reunir, por turno, frente al  pizarrón  grande; podrá tomar dos o tres Órdenes por día”.

La pedagogía de esta época, como antes de la Revolución, se desarrollaba con una sabia lentitud. También, “el día siguiente, en lugar de ir a los pizarrones, los alumnos se colocarán en las mesas designadas para cada Orden, y repetirán, en sus cuadernos y bajo la vigilancia de los repetidores, esos mismos problemas”.

 En esta época, solamente se podía  enseñar la aritmética por el método “simultáneo” . En ese caso, “ estando colocados los alumnos en las mesas por orden de capacidad, el maestro hará pasar al pizarrón a los de una división, les explicará las reglas y algunos problemas de su lección, y les enviará en seguida a sus lugares, donde repetirán en sus cuadernos esos mismos problemas  y los siguientes que el maestro indicará .El maestro  hará en seguida venir a las de otra división, y hará lo que se acaba de decir, y así sucesivamente”.

Todo esto funcionaba con las últimas Órdenes de la aritmética. Para los 4 primeros Órdenes, los escolares eran colocados alrededor de un tablero con cifras. Los del Orden de suma procedían así ante el pizarrón, comenzando 7 8 9 4…“El primero dirá: 7 y 8 son 15; el segundo añadirá: y 9 son 24; el tercero continuará: y 4 son 28; y así sucesivamente. O bien,  se dejará contar toda una columna a un mismo niño, la segunda a otro”. Para el Orden de la multiplicación, “cada uno podrá multiplicar por una cifra”.

La “Conducta” atraía la atención para que los alumnos supieran bien, el cálculo decimal y el nuevo sistema métrico de las pesas medidos, comprendiendo bien el sentido de los prefijados; déci, centi, mili, deca, hecto, kilo, miria. “Que los primeros al menos, sepan convertir las antiguas medidas en nuevas y recíprocamente y que en consecuencia,  conozcan sus rendimientos; ¡era  un verdadero rompecabezas lleno de trampas!

A este efecto, los escolares de las 8os y 9os Órdenes de escritura disponían de un cuaderno “para copiar en limpio las reglas…” durante la escritura del lunes.

 

 

8- LECCIONES DE MEMORIA Y SUS DIVISIONES.

 

Las divisiones de las lecciones y la colocación por capacidad de los escolares, constituían una emulación constante y daban lugar  a un cambio y a una progresión casi diaria de los escolares, que hacían de la pedagogía en el tiempo del Bienav. Champagnat una verdadera “pedagogía de nivel”. Esto es particularmente sorprendente en las lecciones de memoria, a saber 1° Las Oraciones, 2° el Catecismo, 3° La Gramática, 4° La Aritmética, 5° la Historia, 6° Geografía, y 7° el Dibujo Lineal.

 

Las Oraciones se dividían en 6 Órdenes o Divisiones:

1- Señal de la Cruz, Padre Nuestro, Dios te salve María, yo creo en Dios.

2- Yo confieso ante Dios, Oraciones antes y después de las comidas, Actos de Fe,  de Esperanza, de Caridad y de Contrición.

3- Mandamientos de Dios y de la Iglesia, Pater, Ave.

4- Oración de la mañana de la Diócesis, Credo, Maneras de rezar el Rosario.

5- Oración de la tarde y Ángelus.

6- Yo confieso, Respuestas de la santa Misa.

 

El catecismo se encontraba repartido 4 Órdenes o Divisiones:

1- El estudio del Símbolo de los Apóstoles.

2- Los Mandamientos de Dios y de la Iglesia.

3- Los siete Sacramentos: Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Confesión, Extremaunción, Orden y Matrimonio.

4- El Pecado, la Oración, etc. De manera, no obstante, que se pudiera   repasar el catecismo al menos dos o tres veces el año.

 

 

La Gramática se subdividía en 5 Órdenes o Divisiones:

 

1- Nociones  preliminares y definición de las diez partes de lenguaje, comprendido el primer  ejemplo de cada capítulo. Esas diez partes eran: el nombre, el artículo, el adjetivo, el pronombre, el verbo, el participio, la preposición, el adverbio, la conjunción, y la interjección.

2- Conjugaciones de los dos verbos auxiliares “ser” y “haber”, y los 4 tipos de conjugación (amar, acabar, recibir, romper).

3- Estudio completo de la Gramática con nombre, artículo y adjetivo.

4- Estudio completo del pronombre, del verbo y de las conjugaciones.

      5- Idem para los participios, el adverbio, la preposición, la conjunción y la interjección.

 

La Aritmética teórica se subdividía exactamente como la aritmética de la “lección propiamente dicha”: numeración, suma, resta, multiplicación, división, sistema métrico, etc. Ejemplos:

“¿Qué es la numeración?, Resp: Es el arte de expresar todos  los números imaginables por caracteres que se llaman cifras. Esas cifras son en número de diez: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 0”.

“¿Qué es la división? Resp: Es una operación por la que se busca cuántas veces  un número que se llama divisor está contenido en otro que se llama dividendo; éste, cuántos veces es expresado por un tercer número que se llama cociente”.

Se habrá notado que en gramática y aritmética, la pedagogía de principios del S. XIX separaba la teoría de la aplicación; esta última sólo constituía una “lección propiamente dicha”,  no siendo la primera sino una lección de memoria.

 

La Historia comprendía primero dos tipos; a) La Historia Sagrada; b) la Historia de Francia.

 

La Historia Sagrada, según el “Curso de Historia para el uso de la Juventud” (7ª edición) publicada en 1828, por Rusand en Lyon y benefactor del P. Champagnat, comprende 6 “Épocas”, más la “Vida de Jesucristo”.

 

1- Desde la creación del mundo hasta el diluvio (-4004 a - 2348) Duración: 1656 años (Otros indican: 4963 a 3308).

 

2- Desde el diluvio hasta la vocación de Abraham (- 2348 a – 1921). Duración: 427 años.(Otras indican – 3308 a – 2296).

 

3- Desde la vocación de Abraham hasta la ley de Moisés (-1921 a – 1491). Duración: 430 años.(Otras: 2296 a – 1645).

 

4- Desde la ley de Moisés hasta la dedicación del Templo de Salomón (-1491 a – 1005) Duración: 486 años.

 

5- 1ª parte: De la dedicación a la ruina del Reino de Israel (- 1005 a – 718) Duración: 287 años.

    2ª parte: De la caída de Israel a la cautividad de Babilonia (-718 a – 538). Duración: 180 años.

 

6- Del fin de la cautividad a la entrada de Alejandro a Jerusalén. 1ª parte(-538 a -332.) Duración 216 años. 

  

2ª parte: De la entrada de Alejandro en Jerusalén hasta la persecución de Antíoco (-332 a - 170). Duración: 162 años.

 

 3ª parte: De Antíoco al nacimiento del Jesucristo (-170 a + 1). Duración: 170 años.

 

7- Resumen de la vida de N. S. Jesucristo o Nuevo Testamento.

 

He aquí un ejemplo, p. 21:

 

“¿Qué hizo Jacob en Mesopotamia? – Resp. – Él se ocupó  en vigilar las tropas de La- bán, quien le hizo casar a sus dos hijas Lia y Raquel. Jacobo tuvo doce hijos, que fueron los jefes de las doce Tribus de Israel. He aquí sus nombres: Rubén, Simón, Leví, Dan, Judá, Neftali, Gad, Aser, Isacar, Zabulón, José y Benjamín. Después de veinte años de permanecía en Mesopotamia, Jacob regresó con toda su familia a la Tierra de Canán”.

 

La Historia de Francia se dividía en dinastías y reinos; no figuraba como materia obligatoria en las escuelas primarias, pero era facultativa, con los “Desarrollos que serían juzgados convenientes según las necesidades y los recursos de las localidades”. Tampoco, la Regla de los Pequeños Hermanos de María de 1837  habla de ello y yo no he encontrado más que una sola alusión, en la “Vida” p. 507:

“Otra vez, habiendo encontrado a los niños recitando la Historia de Francia, “¿Cuál es, les preguntó él, su lección de hoy? – Es el reino de Clovis, le respondieron”. Él invitó a los niños a recitarla; y  cuando llegaron a la Batalla de Tolbiac, él los interrumpió y les dijo: “¿Qué nos enseña esta historia? Ustedes están en aprieto para contestarme. ¡Eh, bien! Yo voy a decírselo, si me prometen no olvidarlo. Esta historia nos enseña tres cosas:

 

1- “Cuál es la fuerza y el poder de la oración. Clovis no hace más que dirigirse a Dios mediante una oración jaculatoria, y esta corta oración le obtiene una grande victoria.

 

2- Que la piedad, es decir, la oración, es útil para todo, que ella nos obtiene la protección de Dios y el éxito en las cosas temporales, cuando dependen   de la   Providencia, y de las cosas espirituales. Así la oración puede obtener a un general la victoria sobre los enemigos de la patria, a un obrero el éxito en su oficio, a un escolar la inteligencia para aprender sus lecciones y para hacer bien sus tareas ordinarias.

 

3- Que con mayor razón, la oración, , nos puede obtener la victoria sobre los enemigos de nuestra salvación. Todos los días, mis niños, estamos obligados a ir a la guerra y batirnos contra los demonios que quieren hacernos ofender a Dios y perdernos, pero nosotros obtendremos siempre la victoria, si, como el rey Clovis, oramos, si llamamos a Jesús en nuestro socorro, si, como Clovis, prometemos servirle  y no tener otro Dios más que Él”.

La Geografía, aunque no figuraba más en el programa oficial de las escuelas primarias elementales,  era enseñada por los Pequeños Hermanos de María, puesto que los mapas geográficos eran parte del mobiliario escolar.

 

La “Conducta” de 1838 distinguía 4 secciones para esta enseñanza. La 1ª sección, la más débil, aprendía alrededor de un globo o de un mapa, los polos, los círculos polares, los trópicos, el ecuador, los puntos cardinales, los mares, las montañas, el contorno de los continentes y de los países. Mientras que un escolar leía los nombres en su libro, el  “Repetidor” señalaba su ubicación sobre el mapa con un palito. Para la 2ª sección, era a la inversa: el “Repetidor” nombraba un término geográfico que los escolares, por orden, debían identificar en el mapa. La “Conducta” no precisa nada del contenido del las 3ª y 4ª sección, contentándose   con decir que los escolares de esas 2 últimas secciones “recitarán solos las lecciones mensuales, según el orden de los temas; ellos mostrarán en los mapas, las ciudades, las montañas, etc.”

 

Para la enseñanza de la Geografía, Francia estuvo durante todo el siglo XIX muy atrasada con relación a sus vecinos; se llegó hasta pretender que los alemanes ganaron la guerra de 1870 porque  sabían  geografía, pero no los franceses. De hecho, la geografía  en Francia consistía en aprender largas listas de nomenclaturas de los nombres extranjeros.

En la introducción de un libro de geografía publicado en 1885, se puede leer:

“Hasta estos últimos años, aprender la geografía, era acumular en la cabeza una multitud de nombres… y era reputado el mejor alumno en geografía quien recitaba con la más imperturbable sangre fría una larga enumeración de palabras desprovistas para él de interés y significado. Esta enfermedad nemotécnica no ha desaparecido por completo de la enseñanza”. (Rulon –Friot, P. 183) ¡Y esto a fines del siglo XIX!

Para ilustrar este tema, tomo dos ejemplos de uno de los más célebres manuales de geografía del tiempo del Bienav. Champagnat, la “Geografía del Padre Gaultier”, en su 15ª edición de 1842:

“¿Cuáles son los 4 puntos cardinales? – Resp.: Los 4 puntos cardinales son: El oriente, el poniente, el norte y el sur”.

¿”Cuántos ríos principales hay en Europa? – Resp.:  Hay en Europa 35 ríos importantes; estos son: El Bug que desemboca en el Vístula; el Warthe que desemboca en el Oder; el Aar, el Necker, el Main y el Moselle que desemboca en el Rhin; el Sambre que desemboca en el Mouse; el Scarpe y el Lys que desembocan en el Escaut; el Aube, el Yonne el Marne el Oise y el Eure, que desembocan en el Sena; el Allier, el Cher, el Indre, el Vienne y el Mayenne  que desembocan en el Loira; el Tarn, el Lot y el Dordogne que desembocan en el Garonne; el Saône, el Isère y el Durance que desembocan en el Rhône; el Tessin y el Adda que desembocan en el Pô; el Lech el Isar, el Inn, el Drave, el Save, el Theiss y el Pruth que desembocan en el Danubio; el Kama que desemboca en el (Sic) Volga”.

Como para la historia de Francia, el Bienav.. Champagnat pedía a sus hermanos  superar esas inverosímiles  acumulaciones de palabras más o menos extrañas, y de acuerdo a las tendencias moralizadoras de la época y del resto tradicionales en la historia, él les pedía sacar de allí lecciones. Él mismo  daba en esto ejemplo, probablemente como recuerdo de sus estudios en el seminario menor de Verrières, y que parece sacado de la “Geografía del Padre Gaultier”, p. 259. El hermano  Juan Bautista habla de esto en la página 507 de la “Vida”:

“Dando un día él mismo  una lección de geografía a sus hermanos, y siendo el tema de esta lección  las capitales y otras ciudades  importantes de Asia, cuando llegó  a Jerusalén”, ¿“Qué observación, le dice, hace sobre esta ciudad?”. Después que el hermano hubo respondido lo que la geografía que él tenía entre las manos le enseñaba, el Padre continuó: “Esta ciudad, desde la muerte de Nuestro Señor es única en el mundo por sus vicisitudes;  ella ha cambiado diecisiete veces de dueño, es decir, que ha sido expropiada por príncipes de diecisiete dinastías diferentes. Ha pertenecido y pertenece aún a los enemigos más empedernidos del cristianismo, y por lo tanto, a pesar de todas esas vicisitudes, a pesar del furor de los malvados y del infierno, el  santo sepulcro ha sido siempre respetado, el culto público de la religión cristiana se ha mantenido constantemente allí, el santo sacrificio de la misa se ha celebrado siempre allí, los fieles de todos las naciones no han cesado de visitar la tumba de Nuestro Señor, así se cumple esta palabra de la Escritura, que es una verdadera profecía: Ustedes reinarán en medio de sus enemigos. El sepulcro de Jesucristo permanece intacto, más aún, es respetado, venerado, es glorioso, aunque poseído por los malvados, por los perseguidores de la religión cristiana, por los enemigos de Dios Salvador; prueba evidente de su poder absoluto, de su poder soberano y  del amor inmenso que él tiene por los hombres. Sí, es el amor que Jesucristo tiene por los pecadores que lo lleva a dejar en su poder su sepulcro y todos los lugares que él ha consagrado y santificado con su presencia, por sus sufrimientos y por los misterios de su santa vida; él quiere que el Calvario, donde ha sufrido  y donde él ha muerto, que la tumba donde él ha sido sepultado, queden en  manos de sus enemigos, para recordarles constantemente lo que él ha hecho por su salvación. Las vicisitudes de Jerusalén son aún la imagen del pecador que ha abandonado a Dios para darse a los vicios, y quien tiene tantos dueños, o más bien tiranos, como  él tiene de sufrimientos”.

Podría extrañarnos que Jerusalén no provocó de parte del Bienav.. Champagnat ninguna alusión a la Resurrección y a la Ascensión de Cristo, ni a la Santa Cena, ni a la venida del Espíritu Santo; él no recuerda más que el sepulcro y la muerte de Cristo por amor a los pecadores. Esto me parece provenir sencillamente del hecho de que el hermano interrogado sobre Jerusalén recitó lo que decía la “Geografía el Padre Gaultier”, p. 259: “Jerusalén donde se han cumplido la mayor parte de los misterios (acontecimientos) del cristianismo. Esta ciudad posee el Santo Sepulcro en una iglesia construida sobre el Calvario”. ¡Es todo!

La lección de geografía era seguida generalmente por la de “Dibujo Lineal”, que bajo forma de geometría euclidiana hacía aprender  las principales figuras geométricas, su aplicación en el dibujo de planos lineales (perfil, su cara, corte) y en la agrimensura. “Se empleará alrededor de veinte minutos en este ejercicio, dice la “Conducta”, p. 63; en seguida reemplazarán  las tarjetas, los tableros que contienen las figuras de geometría, y se les hará comenzar como será dicho en el capítulo siguiente. Efectivamente, el capítulo siguiente no hablaba de “Geometría”, sino de “Dibujo Lineal”.

A falta de mapas, el maestro debía haber  dibujado anteriormente en el pizarrón las figuras que él explicaría. Es pues sobre figuras trazadas, como en un libro y marcadas con letras, A, B, C, D, etc. que el maestro daba explicaciones, sucesivamente a cada uno de los 4 grupos entre los cuales estaban repartidos los escolares, desde los que se iniciaban, hasta los que sabían más. Los dos primeros grupos se contentaban con saber dibujar. El libro utilizado por Hermanos de las Escuelas Cristianas era el “Resumen de Geometría práctica aplicada al Dibujo Lineal, al medir y al levantar planos seguidos de los principios de la Arquitectura” por “L. C. y F. P. B.”. (L C = Louis Constantin,  H. Anaclet, Superior General; F. P. B. = Philippe,  Mathieu Bransiot, Superior General), del cual yo poseo la 14ª  edición, de enero de 1842. Ese manual contiene 267 figuras geométricas y 86 planos geométrico para la arquitectura. Ellos van del segmento  de derecha AB, a los planos de estructuras o columnas, o puertas, etc., pasando por los volúmenes y sobre todo, la agrimensura. La parte teórica, con sus múltiples definiciones, estaba reservada a los dos últimos grupos, y contiene 168 páginas sin figuras.

Si en 1838, se contaba con 4 órdenes, en 1842, no se contaba más que con 3: 1er Orden: los que saben nombrar las figuras representadas; 2° Orden, las  que saben dibujar esas figuras; 3er orden los que recitan las definiciones, etc… por ejemplo:

“¿Qué es el Dibujo Lineal? – Resp.: Es el arte de representar, por simples rasgos, el contorno de las superficies y de los cuerpos.”

“¿Qué es un punto? Es un espacio que tiene infinitamente poca extensión: el punto geométrico no puede caber bajo los sentidos; se le explica por un punto físico A”.

Yo no creo que los Pequeños Hermanos de María hayan enseñado mucho el “Dibujo Lineal” antes de 1830; y después, no podía ser más que en  las escuelas más importantes, como las  capitales de provincia : Bourg – Argental, St. Genest – Malifaux, Charlieu, la Côte – Saint – André, etc… Siempre es el Hermano Juan Bautista quien habla de esto en la “Vida” p. 506:

“En una de sus visitas, habiendo entrado en la clase cuando los niños tomaban una lección de dibujo y de geometría, él (Champagnat) les preguntó primero lo que hacían y lo que sabían sobre esas ciencias; después él añadió: “Mis niños, yo veo con gusto que ustedes saben medir un terreno (los escolares hacían probablemente entonces un ejercicio de medición) está muy bien, ustedes pueden tener necesidad de esto más tarde, pero no olviden también aprender a medir el cielo. Se aprende a medir el cielo, aprendiendo cuánto vale, lo que es necesario hacer para merecerlo, y ¡Lo que ha costado a Jesucristo para que tengamos allí un lugar! ¡Oh! mis hijos ¡Cómo hay qué medir en el cielo! ¡Cómo es grande, cómo es bello, cómo es rico! Ustedes conocen la escala de proporción, me lo acaban de mostrar; ¿Podrían decirme cuál es la escala del cielo? Mis hijos, son los Mandamientos de Dios, si ustedes los conocen, y si los observan, ellos les servirán de escalera para subir al cielo”.

La “Conducta de 1838”, p. 64 precisaba: “Los alumnos que tienen permiso de copiar planos y otras figuras de Dibujo Lineal emplearán en este ejercicio el tiempo prescrito por el Reglamento Diario. Se evitará como cosa de mal gusto, tintas de diferentes colores, a menos que sean empleadas en ciertos planos para señalar partes existentes y otras a construir”.

 

 

9 – EXAMENES Y CAMBIO DE CLASE

 

Comenzamos por conocer la complejidad de una clase de las escuelas primarias elementales en el tiempo del Bienav. Champagnat, porque según las materias, el escolar se encontraba en niveles diferentes, y avanzaba más aprisa o más lentamente en las distintas  materias. Eso implicaba por una parte, numerosos controles y por otra , catálogos bien presentados.

Además de las recitaciones cotidianas, existían composiciones semanales. La parte  más antigua de las Reglas Manuscritas declara en el artículo 16: “A las once, se hará recitar la Gramática el lunes, martes y miércoles; el viernes la Historia Sagrada, y el sábado se enseñará a los niños a ayudar la misa”.

Las Reglas de 1837, p. 29 art. 9, estipulan:

“El hermano director examinará cada quince días a los niños que podrán ser cambiados de lección; y además de eso,  estará muy al corriente de la conducta y de los progresos de todos  los niños, a fin de poder rendir cuenta de ellos en toda ocasión”.

Esas recitaciones y esos exámenes estaban reglamentados. La Conducta de 1838, p. 20, declara: “Para evitar la confusión que podría dejar en el espíritu de los niños un gran número de lecciones diarias de naturaleza diferente, se establecerán las recitaciones como sigue:

“El maestro, al inicio cada mes, hará conocer a los niños de cada sección lo que ellos deberán de aprender durante ese mes, de cada una de las ramas de las enseñanza; designará aquélla por la cual se comenzará la recitación, y la subdividirá en lecciones diarias: por ejemplo, diez líneas para la primera sección, quince para la segunda, etc. Según la capacidad de los niños”.

“… Los alumnos que  forman las secciones inferiores teniendo menos objetos a recitar emplearán un mayor número de días para cada parte, por ejemplo, los de la primera, es decir lo menos aventajados, podrían tener las oraciones para las seis o siete  primeras recitaciones del mes, el catecismo para las doce o quince siguientes, etc.; los de las segunda sección podrían tener las oraciones para las tres o cuatro recitaciones del mes, el catecismo para las diez, o doce siguientes y así sucesivamente;  no obstante, deben reservar los últimos días para repasar y preparar los exámenes que deben tener lugar cada mes…”.

Queda claro: todos los escolares verán el mismo programa , pero cada uno según su rapidez particular; en efecto, había por cada materia tres secciones más una sección de honor para los sobresalientes, avanzando cada una, según la capacidad de los escolares con más o menos rapidez. Esas secciones aparecerían en la recitación de las oraciones, del Catecismo, de la Gramática, de la Aritmética, de la Historia Sagrada, de la Historia de Francia, de la Geografía y del Dibujo Lineal. 

La Conducta de 1838, p. 70 declara: “ Debiendo sólo cambiar a los alumnos de lección el hermano Director,  el maestro, hacia el fin de cada mes, hará  un examen  preparatorio sobre cada parte de la enseñanza, después del cual  escribirá en una lista bajo el título del orden o de la parte de la lección, los nombres de los niños que considerará con posibilidad de ser cambiados, sin  prometerles nada, porque ellos podrían rebelarse y murmurar si el hermano Director los encuentra demasiado débiles para pasar a una lección superior .Si él  tuviera duda respecto a la capacidad de alguno, lo señalará con un punto, con el fin de que el hermano Director los examinase más exactamente…”.

Nos encontramos aquí, a propósito de los exámenes y de los cambios de Órdenes o de Sección, ante una dificultad. La parte de las Reglas Manuscritas, art. 16, anterior pues a 1823, no habla más que de exámenes semanales el lunes, martes, miércoles, viernes y para servir la misa, el sábado. Esto es todo: nada sobre los cambios. La Regla de 1837, p. 29 art. 9, precisa que el hermano Director es el único habilitado para pronunciar los cambios, después de un examen, cada quince días. Pero la “Conducta” de 1838, que como sus ediciones anteriores servía de modelo pedagógico a los Pequeños Hermanos de María hasta 1853, da sólo, por supuesto, al hermano Director el derecho de cambiar los Órdenes y las Secciones de cada escolar, no cada quince días, sino solamente cada mes.

De las composiciones dadas cada quince días por el Hermano Director, ocurrían eventualmente cambios de Órdenes y de Secciones, que me parecen realmente demasiado numerosos, y de hecho, desvalorizan esos exámenes. Por otra parte, yo veo difícil, que un Director, además de su clase, además de sus responsabilidades de Director de comunidad y de escuela, además  de sus funciones de intendente, pueda dedicarse a las composiciones de toda la escuela cada quince días. Yo pienso que este artículo 9, p. 29 de las Reglas de 1837,   apenas fue aplicado, cayendo bajo la nota preliminar, p. 4: “Esta Regla deja mucho que desear, como se puede juzgar fácilmente…” Yo pienso que en esto se tendió más bien al examen mensual; cuando yo era junior en Francia (Doubs) del 1° de mayo de 1935 a enero de 1939, nosotros no conocíamos más que las “Composiciones mensuales” (y trimestrales); las composiciones mensuales daban lugar a un descanso de un día completo,  llamado “Descanso del 1er martes del mes”, del que eran excluidos los alumnos que habían trabajado mal o cuya conducta dejaba mucho  qué desear.

La “Conducta”  de 1837 pedía al maestro hacer una “Composición Preparatoria”, permitiéndole presentar al hermano Director un informe sobre todos los alumnos susceptibles de subir en  orden y sección. En la vida del Padre Champagnat, yo no he encontrado que el Hermano Juan Bautista hable de esos exámenes de quincena o de mes, en cambio, en la p. 473, yo leo: “Para eso es necesario (al hermano Director) visitar frecuentemente las clases, pedir públicamente informes sobre la conducta de los niños, y exigir un estado bien exacto y por escrito, elogiar y recompensar a los que se hayan portado bien, dirigir censuras y dar correcciones…” Esta relación por escrito” me parece corresponder bien  al examen preparatorio mensual”.

Evidentemente, para dominar un tal sistema de enseñanza por niveles, los hermanos debían mantener con cuidado 4 catálogos:

1- El catálogo de Cambios y de exámenes mensuales.

2- EL catálogo de Oraciones

3- El catálogo de Llamado

4- El catálogo de Bolsa

 

El catálogo de los Cambios y de los Exámenes mensuales comprendía todos los cambios en las diferentes materias enseñadas y permitía seguir los progresos o retrocesos de los escolares.

 

El catálogo de las Oraciones, permite de un vistazo saber dónde se encuentra el escolar sobre este punto.

 

El catálogo de Llamado, permite controlar las  ausencias de los escolares: los escolares son llamados por orden alfabético, y los presentes responden: “¡Dios sea bendito!”; un alumno ausente con permiso es marcado con una  + , y el que está  ausente sin permiso con un “o”.

 

El catálogo de  Bolsillo, sirve para marcar la conducta de los escolares, los domingos y días de fiesta en los oficios de la Iglesia, pero también durante las oraciones en clase o durante el catecismo. Estaba “compuesto de numerosas hojas en pergamino, rodeadas de tiras dobladas, y bajo las cuales se insertan otras que son dentadas y cosidas de manera que puedan recibir trozos de cartón móviles, sobre los cuales son escritos los nombres de los niños” (Conducta, p. 138). Yo no he visto nunca tales catálogos y no sé  exactamente cómo es su fabricación: Yo supongo que era un tipo de libreta con guía, que permitía anotar los nombres de los delincuentes por una simple tracción de las lista, sin tener necesidad de lápiz.

 

 

 

10 –  LOS OFICIALES

 

Para hacer funcionar esta pedagogía de niveles, los Catálogos no eran suficientes; era preciso recurrir a alumnos llamados “Oficiales”, porque ellos cumplían “Oficios”, es decir, funciones escolar que los maestros no pueden o no deben cumplir.

“Estos oficiales serán nombrados por el Hermano Director de acuerdo con el maestro. Se les podrá renovar cada mes a fin de mantener entre ellos una cierta emulación que los lleve a cumplir bien las tareas de su cargo. Conviene también darles cada semana un cierto número de privilegios (gracias). Es así que ellos podían hacer quitar castigos  que habían merecido sus camaradas.

Los oficiales más comunes eran: los Recitadores de oraciones, los Porta-Aspersorios, los Porta-Rosarios, el Campanero, los Vigilantes, los Repetidores, los Verificadores de Castigos extra, los Barredores, los Porteros. Quedaba permitido a cada escuela aumentar o disminuir esos oficiales según las necesidades.

 

1- Los recitadores de oraciones.- Eran oficiales de la Clase de los Mayores, “Escribanos”; debían saber perfectamente todas las oraciones, poderlas recitar “separadamente”, ser de conducta modesta y moderada. Había entre ellos dos a la vez, uno por la mañana, y el otro por la tarde, y cada semana cambiaban su turno. El papel principal de esos Recitadores de Oraciones consistía en decir en alta voz los títulos de las actos de Fe, de Esperanza, de Caridad, de Contrición, y el título de todas las oraciones. En los establecimientos donde había internos, el Recitador de Oraciones, si era encargado del dormitorio, en el momento que era dada  la levantada por el hermano Director,  gritaba: “¡Acuérdense que estamos en presencia de Dios”, a lo que sus compañeros respondían: “Pidámosle que venga a habitar en nuestros corazones!” (Reglas Manuscritas anteriores a 1823, art. 6) – Más tarde la fórmula será la siguiente: “Alabado sea Jesucristo -. Y María su madre. Amén-

Veremos después que las oraciones eran numerosas en clase.

 

2- El Porta-Aspersor. – Era encargado de llevar el hisopo y debía presentar el agua bendita a la entrada de los escolares en la iglesia. “ Se colocará en el sitio donde las filas deben pasar:  tendrá una  postura muy modesta y se guardará bien de servirse del aspersor para asperjar o para juguetear”. (Conducta, p. 179 – 180).

 

3- Los Porta-Rosarios.  - No existían más que  en la Clase de los Pequeños. Distribuían los rosarios a los escolares, primero en la misa de la mañana, porque sólo los escolares de la Clase de los Mayores leían en su misal, pero los de la Clase de los Pequeños recitaban el rosario durante la misa. “Desde que los escolares estén de rodillas en su lugar, los  Porta – Rosarios irán a distribuirlos a los que no saben leer, cada uno en la fila que le será asignada, y luego que la misa termine, irán a recogerlos a los que los habían dado al principio, y los llevarán a la clase… Deben ser muy prudentes y muy cuidadosos, a fin que no dejen que se pierdan los rosarios”. Eran en  números de 2 (la Conducta, p. 180).

Por otra parte, cada clase, la de los pequeños y la de los grandes, tenían un Porta – Rosario especial, que distribuía los rosarios durante el rezo del rosario en clase.

 

4 – El Campanero – Era encargado de tocar la campana para comenzar la clase y en los diferentes ejercicios siguiendo un cierto código: 10 toques para comenzar la clase y 5 toques cada hora, para la oración de la hora. Antes de comenzar la oración de la mañana de la Diócesis, así como antes del inicio  del catecismo,  debía no tocar, sino repicar “dos o tres veces” el tiempo de un Miserere. A los  primeros tres repiques, los escolares guardaban libros y papeles para disponerse a la oración o al catecismo que comenzaba cuando la campana había cesado de repicar. “Este oficial debe ser muy asiduo a la escuela y muy puntual en tocar exactamente a las horas” (La Conducta, p. 181).

 

5- Los Vigilantes..-  Vigilaban a sus compañeros antes de la llegada del maestro y durante sus ausencias; había dos de ellos por clase.  No podían, ni amenazar, ni golpear a los escolares, pero debían anotar a los infractores en una lista, y en otra a los que se portaban bien. Evidentemente, el maestro verificaba siempre la veracidad de las indicaciones del vigilante. Si el vigilante daba lugar a denuncias por  parte de sus compañeros, era castigado más severamente que un escolar ordinario. El vigilante tenía un lugar habitual; “él se comportará de manera de dar buen ejemplo a los otros, porque debe estar persuadido que está puesto no solamente para vigilar sobre todo lo que pasa en la escuela, sino también para ser el modelo de sus condiscípulos”. (p. 182).  Debía ser de los primeros en llegar a la escuela, no debía hacer acepción de personas y no recibir ningún regalo.

Para regresar a casa después de la clase, había vigilantes especiales para las filas de los diferentes barrios o caserías, o calles principales. “Esos vigilantes no deben nunca hablar ni amenazar a los niños y aún menos empujarlos o golpearlos; ellos se contentarán con fijarse simplemente en lo que ocurra;  anotarán a algunos, tanto de los más prudentes, como de los más reprensibles, y cuando estén en clase, entregarán esta nota al maestro”. (p. 183)

Parece que con los Pequeños Hermanos de María los vigilantes hacían igualmente la función de repetidores.

 

6- Los Repetidores..- “Habrá en cada clase Repetidores que estarán encargados de hacer recitar, tanto en la mañana como en la tarde a cada ocho o diez escolares, según el maestro lo indique, a menos que con esto, el orden de la clase se altere”. Se podía, pues, tener de 7 a 9 repetidores de recitación en la  Clase de los Pequeños, y 5 o  6 en la  Clase de  los grandes o Escribanos.

Una segunda clase de repetidores “Serán encargados de dar lecciones a las Órdenes inferiores de Lectura, de Aritmética, de Geografía y de Dibujo Lineal…” Ellos eran necesarios  en la aplicación del “Método Simultaneo- Mutuo” y no aparecían oficialmente como tales más que a partir 1837–38. “Los maestros harán recitar cada día al menos a algunos de sus escolares… Para estar seguros de que  los Repetidores (de recitación) cumplan con su oficio”. “Esos Repetidores recitarán  su lección al maestro o al escolar que él designará: se les cambiará periódicamente,  para que   no pierdan su tiempo”. (p. 184).

 

7- Los verificadores de castigos extra..“Estos oficiales recibirán los castigos a medida que los escolares entren en clase; los examinarán y podrán aún coleccionarlos, haciéndolos leer por los autores y siguiendo ellos mismos en el libro que habrá servido de modelo. Si  están bien  hechos, borrarán los nombres de la nota y rayarán los castigos. Hacia  las 8 y media de la mañana, y 2 de la tarde, las Verificadores pondrán todos esos cuadernos sobre el escritorio del maestro quien podrá algunas veces examinarlos; él los entregará a los escolares al fin de la clase”. (p. 184)

Para comprender bien esta función, es necesario saber que el castigo ordinario consistía en copiar o aprender 5 líneas de un buen libro, como los Pensamientos de Humbert, el Catecismo. El Verificador de los castigos disponía para este efecto de un cuaderno especial; cuando un escolar merezca este castigo “el maestro  le indicará ponerse de pie, y al mismo tiempo, advertirá al Marcador (Verificador de castigos) mostrándole tantas dedos como quiere dar de castigos”, por ejemplo 2 dedos significaban 10 líneas. Al final  de la clase, antes de la oración de la mañana o de la tarde, “el oficial encargado de verificar los castigos nombrará a los que tienen alguno y en qué número; indicará también la página o la lección de la que deberán ser copiados”. Controlará al principio  de la clase siguiente si el castigo ha sido bien hecho en un cuaderno especialmente destinado para los castigos del escolar; allí anotará el día del mes y su nombre abajo. Los castigos no podían pasar de 5 o 6, esto es, 25 o 30 líneas generalmente de copia: “entre menos se den más se podrá exigir de aplicación en hacerlos bien” (p. 144). Cuando el escolar no  sabe todavía escribir, el castigo consistirá  en aprender de memoria un pequeño suplemento de sus lecciones ordinarias, pero sin encargar demasiado al niño.

 

8- Los barrenderos.- Ya hemos visto  que el mobiliario escolar se componía de 2 escobas por clase. “Habrá dos escolares en cada clase, cuyo oficio será tenerla limpia”. La barrida tenía lugar todas las tardes, después de haber regado el piso. Estos oficiales debían de ser dinámicos, que trabajaran rápidamente y no pendencieros. “Se velará para que  hayan terminado más o menos un cuarto de hora después de la salida de los niños”. (p. 185) ¡Así, de una carga, se hacía después del siglo XVII, un puesto honorífico!

 

9- El Portero  Vigilaba primero a los barrenderos, después cerraba las ventanas;  cerraba y abría la clase, incluyendo el ir a la iglesia.

“Cuando alguno toque a la puerta de la escuela, él la abrirá lentamente e introducirá a las personas que pidan hablar con el maestro, si es el Alcalde, el señor Cura o alguna persona importante. La 7ª observación de las Reglas Manuscritas, anterior al 9 de Septiembre de 1827, estipula; “Si un hermano es solicitado cuando está  en clase, hará decir que no puede dejar a los niños (sic), que se venga en otro momento si es posible”. Justamente, la observación anterior declara: “Se tendrá cuidado de poner un martillo o una campanilla para advertir  al portero a fin de que  avise a cada uno y llame al hermano que sea buscado”.Ese portero no es un hermano, sino un alumno.

La Regla de 1837, art. 13, p. 41, declara: “Durante las clases, no se admitirá a nadie en la escuela, excepto los señores eclesiásticos, y las autoridades civiles”. Y el art. 5, p. 28 precisa:“ Solamente el hermano Director  debe dar explicaciones a los padres y a las otras personas”.

El portero debe ser un escolar muy asiduo, prudente, discreto y sobre todo, honesto y capaz de dar razón a las personas que se presenten.

“Ese mismo escolar, estando ordinariamente cerca de la puerta, vigilará la limpieza de los lugares (WC), tendrá cuidado de que no haya jamás dos niños a la vez. No obstante, se ha visto que el faltar a esta regla había salvado la vida a dos escolares de St. Genest – Malifaux  en 1841, cuando el capote de la chimenea se había caído, aunque “¡ese punto es de  gran importancia!”. “Se cambiará frecuentemente este oficial a fin de que no pierda  su tiempo” (la Conducta, p. 186).

Es evidente que un maestro podía multiplicar los oficiales como los “Colectores de papel”, quienes distribuían los ejemplos y las hojas para la escritura, o los “Distribuidores de tinta”, etc.

 

11- LAS SANCIONES: CASTIGOS Y RECOMPENSAS-

 

“No se puede disimular, escribe la Conducta, p. 139, que entre los niños, no se encuentran caracteres rebeldes, reacios, que lleven siempre la contra, sea por su naturaleza, sea como consecuencia de la educación y de los principios que ellos tomen en sus familias; es preciso, no obstante, someterlos, reducirlos a la obediencia; es por eso que una de las cosas más difíciles que puedan encontrarse en el arte de la enseñanza, es la  de mantener a los alumnos en el orden, o de llamarlos a él cuando se apartan; sin embargo la experiencia proporciona varios medios muy eficaces para disminuir el número de castigos  aflictivos…”

En primer lugar ,Había  ciertos niños que era mejor no castigar:

 

1- “Un niño comete faltas por ligereza o por ignorancia,  olvida lo que el maestro ha dicho,  cambia, rompe alguna cosa, todo eso no tiene consecuencia y no merece el castigo, a menos que allí se note mala voluntad y que él reincida en eso, después de las advertencias convenientes”

 

2- “Los niños de un natural dulce y tímido caen raramente en falta y sus faltas son poco considerables, el temor que ellos tienen naturalmente a los castigos, y el ejemplo de los que actúan bien, es suficiente para hacerles cumplir con su deber; es por lo que, no es necesario ordinariamente corregirlos, sino remediar sus faltas por algunas otras medidas, de momento aparentando no darse cuenta y luego dándoles una penitencia fácil de cumplir”.

 

3- “Se puede esto usar igualmente con respecto de los niños necios que no hacen ruido más que cuando se les quiere corregir. Si son causa de desorden en la escuela,  es mejor expulsarlos.”

 

4- “Con respecto a aquellos que están indispuestos o tienen una débil salud es importante, no corregirlos, sobre todo cuando la corrección podría impresionarlos mucho y aumentar su mal: se puede servir de alguna penitencias ligeras”.

 

5- “En cuanto a los que son disipados y ligeros, es preciso corregirlos poco, porque ellos ordinariamente reflexionan poco y casi en seguida de haber sido castigados, vuelven a recaer en la misma falta o en otras que merecen la misma pena; sus faltas    no vienen por pura malicia, sino por ligereza;  es necesario procurar anticiparse demostrándoles cariño,   no obstante, sin darles ningún empleo; colocarlos lo más cerca posible del maestro, a fin de cuidarlos mejor: colocarlos entre dos  escolares que muestren seriedad y que ordinariamente no fallan;  ; darles de tiempo en tiempo alguna recompensa a fin de hacerlos asiduos y afectos a la escuela, y para comprometerlos mientras están allí a mantenerse en paz y en silencio”.

 

“6- “Se abstendrá, finalmente, de castigar a los niños cuando comienzan a venir a la escuela , y antes de conocer su ánimo, su temperamento y sus inclinaciones…”

 

7- “Hay otros niños cuyos padres tienen muy poco cuidado, ellos son ordinariamente caprichosos, testarudos; no obedecen más que con dificultad y murmuran al menor castigo  que se les da.

 

Esas faltas no vienen siempre de que esos niños tengan un mal carácter, sino   de que han sido dejados a su propia suerte. Se podría para atraerlos a la escuela y prevenir sus faltas, darles algún empleo, como “Colectores de  papeles, Repetidores, Vigilantes…” o adelantarlos en alguna cosa, como en escritura, aritmética, etc. Si ellos cometen alguna falta, es necesario someterlos y no permitir quejas ni murmuraciones; pero es con el fin de intentar controlarlos después de haber tomado precauciones, a fin  de evitar resistencias y el escándalo que podrían resultar  de ello. En todos los casos, es absolutamente necesario estar de acuerdo  con el hermano director, así como con los padres de esa clase de niños”.

El Consejo final:: “ Sobre todo, es  importante que un maestro que es nuevo en su clase, se abstenga de toda corrección, así sea de poca importancia, a menos que la necesidad lo obligue; y en ese caso, será bueno que tome la  opinión del hermano Director o del primer maestro”.

Antes de verse obligado a castigar es necesario acudir a los amenazas de castigo, a condición de que sean raras y relativas a faltas importantes. El maestro debe evitar las amenazas  vagas y generales, “como sería amenazar con un castigo a los que  no ponen atención, que hablan, etc”. Porque, “la mejor manera de amenazar a los escolares que se apartan de su obligación, es suspender el ejercicio actual y hacer leer la sentencia transgredida en ese momento”.

Para la amenaza, el maestro debe hablar firmemente, pero sin pasión. “No debe jamás tutear  a los niños, y aún menos durante las reprensiones, a fin de inspirarles más temor. Es también importante jamás servirse de palabras injuriosas, o aunque sean un poco inconvenientes; eso no conviene nunca y no puede más que escandalizar a los niños y humillar a los padres”.

La penitencia más conveniente para el maestro y más ventajosa para el escolar, como también la menos desagradable para los padres, sigue siendo el “trabajo extra” del que hemos ya hablado con ocasión de los Verificadores, y que comprende 5 líneas de escritura o de texto a aprender, si el alumno no escribe aún. El máximo diario de trabajo extra para un alumno es de 30 líneas.

La lectura de los castigos la hace  el Verificador antes de la oración de la mañana o de la oración de la tarde, su verificación tiene lugar antes de la clase siguiente. “No es necesario dar esa clase de trabajos más que por causas un  poco graves, y no sin distinciones; se debe aún hacer de tal forma de no imponerlo más que a tres o cuatro escolares  durante una clase, mientras más raros sean, surtirán más efecto”.

Para los castigos propiamente dichos, “un maestro debe preocuparse por estudiar el carácter de los niños y el templo de su espíritu, para poder aplicar convenientemente las penitencias y hacerles producir el efecto que de ellos se debe esperar; pero debe evitar imponerles muy frecuentemente las que les impresionan más..:”

Las páginas 146 y 147 de la Conducta reglamentan los castigos. “los castigos que se podrán imponer serán las siguientes:

 

 

1-            Para castigar a los oficiales por no cumplir bien su empleo, se les podrá destituir por algunos días.

 

2- Para castigar a un niño que llega tarde a la escuela, se le obligará a llegar durante algunos días desde  que se inician las clases … Se podría también citar a los padres para comprometerlos a ayudar a su hijo a ser más puntual…” En realidad, la Conducta proponía como primera penitencia poner al atrasado de rodillas en un lugar determinado, hasta que otro atrasado viniera a ocupar su lugar; pero sabemos que el Bienav. Champagnat condenaba el castigo cuando se trataba de un  acto religioso:

“ Jamás se debe dar por penitencia una cosa que, considerada en sí misma, debe ser querida y venerable a los niños, tal como orar, ayudar la misa, prestar un servicio a alguno, etc. Es preciso también evitar dar por penitencia (trabajo extra) lecciones de catecismo, oraciones o copiar o aprender de memoria, por temor a inspirar a los niños la aversión por las cosas que él debe querer y amar” (Hermano Juan Bautista, “Vida…”, p. 556).

 

3- Cuando un niño no sigue durante la lección,  la primera vez se deberá ponerlo de pie  durante algún tiempo”, la Conducta propone para la segunda vez, la misa de rodillas, rechazado por el Bienav. Champagnat; “la tercera (vez), lo que es raro, un castigo extra a escribir o aprender, o bien, ponerlo algunos lugares más atrás”.

 

4- Para un escolar que se hubiera comportado mal en las filas, la Conducta indicaba poner al infractor de rodillas, con las manos juntas,  a la puerta de la escuela, mientras pasaban sus compañeros. Este castigo era igualmente rechazado por el Bienav. Champagnat.

 

5- “Se dará algunos castigos extra  por escrito o para aprender de memoria, a los alumnos que no hayan escrito lo que debían, o no se hayan esforzado en hacerlo bien”.

 

6- La Conducta p. 147 castigaba al escolar disipado durante las oraciones, poniéndolo en medio de la clase durante la oración siguiente, “las manos juntas, los ojos bajos y en una grande modestia”.Pero este castigo no era nunca aprobado el Bienav. Champagnat.

 

7- “Se hará poner de pie en su lugar o de rodillas en medio de la clase a aquellos que durante las lecciones, hubieran teniendo una postura descuidada e inconveniente”. Allí también, El Bienav. Champagnat prohibía la misa de rodillas.

 

8- “Si un escolar no ha sabido el tema del catecismo del día anterior, se le obligará a escuchar de pie o de rodillas y con las manos juntas, el del día siguiente”. Aquí igualmente, el Bienav. no estaba de acuerdo.

 

9- “Cuando un escolar no sepa la lección de catecismo, de gramática, etc. que debía aprender, se le obligará a repetirla en la clase siguiente (lección a reportar), sin tener ningún error, o  copiarla aún varias veces en su casa, bajo pena de un castigo mayor”.

 

La Conducta de 1838 declaraba también: “Se debe evitar golpear a los escolares con la mano, con el pie, con la vara; es del todo contra la  decencia y la gravedad de un maestro jalarles la nariz, las orejas o los cabellos, golpearlos o empujarlos rudamente, o jalarlos del brazo, hacerles hacer cruces con la lengua (???),hacerles besar los pies de otros, ponerlos con los brazos en cruz, etc. No será jamás permitido, encerrar a los niños en algún gabinete, dejarlos castigados después de la clase, etc. etc. etc. Hacerles poner una mordaza, un bonete de burro, etc. etc., no podía ser más que la acción de un maestro inepto y sin experiencia…”

Esta reducción de castigos aflictivos había sido efectuada en la edición de 1811 (Lyon), y  el Muy Reverendo Hermano Superior General de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, Hermano Gerbaud,  se expresaba así en ella: “Con  el fin de conformar nuestra educación con la suavidad de las costumbres actuales, hemos  suprimido o modificado todo lo que encierra corrección aflictiva, y reemplazado (esas sanciones) ventajosamente;  por una parte, por buenos puntos, motivaciones y recompensas;  por la otra, por puntos malos, castigos y castigos extra. Nos atrevemos a prometernos que nuestros  queridos hermanos, en medio de esos socorros…, estarán de acuerdo en suprimir toda clase de castigos corporales, los cuales, hasta el momento, han sido la cruz y el único disgusto de los más virtuosos de entre nosotros”.

Por tanto, la Conducta de 1838 no eliminaba totalmente el uso de correcciones aflictivas. “No se debe hacer uso de correcciones aflictivas,  se lee en la página 159, más que después de haber usado en vano otros medios de mantener a los niños en el deber… Si se está reducido algunas veces a llegar a este extremo, no se servirá más que de un pedazo de cuero largo de aproximadamente catorce pies (= 0,37898m; o sea,  más o menos 38 cm.) y ancho  de diez líneas (=18 mm. o sea, casi 2 cm.); y no será jamás permitido de  servirse de él de otro modo más que para dar un golpe  en medio de la mano izquierda o a lo más uno en cada  mano, después de algunos minutos de intervalo; no se les dará a los que estuvieran mal de las manos”.

Es la famosa férula, formada de una doble correa de cuero, que se ensancha generalmente en la punta,  de ordinario llena de algodón o de trapo, y destinada a hacer más  ruido que daño en la palma de la mano del escolar; el cuero era fijado sobre un corto mango de madera.

 

La Conducta prescribía aún, p. 160: “Se hará de modo de no castigar al inicio o al final de la clase, y de jamás pasar el número de dos o tres por clase, a menos que  haya habido alguna cosa extraordinaria. Si ocurre que un niño no quiso  ni dar Privilegios (género de indulgencia, recuperando el castigo, del cual se hablará después) ni se somete a la corrección, el maestro aparentará obligarlo, y si él se obstinara, podría darle un buen número de castigos extra e incluso durante varios días hasta que se someta; si no la hiciera, se llamaría a sus papás para informarles. Es  bueno no mandar en seguida a su lugar a un alumno que ha recibido mal una corrección, por temor a que  se permita murmuraciones o palabras inconvenientes, etc. etc.,”.

Sobre la cuestión de  la férula el Bienav. Champagnat rechazaba de nuevo las indicaciones de la Conducta de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, como lo narra el Hermano Juan Bautista, “Vida…” p. 541:

“Es por eso que él (Champagnat) protestó con tanta fuerza contra el abuso entonces general, de las penitencias aflictivas, y que  recomendó tan frecuentemente a sus hermanos el no usarlas. “¿”Es a golpes de férula, decía él, que se educa a los niños y que se les inspira el  amor por la virtud? No, son la razón y  la religión,  que llevan la convicción en el ánimo, que vuelven el corazón al bien, y no los castigos. Es raro que se sirva para formar a los niños, de un medio que no se querría utilizar con relación a los mismos animales. Tratándose de domar o de domesticar a estos últimos, se evita maltratarlos; al contrario, se les trata con bondad, se les acaricia, no se les hace sentir el freno más que con prudencia y precaución. Es por ensayos, por ejercicios frecuentes y muchas veces repetidos con paciencia, que se les vuelve dóciles y propios para el fin que se propone. Y el niño creado  a imagen de Dios, dotado de razón, de libertad, lleno ordinariamente, de buena voluntad, de disposiciones virtuosos y deseos de obrar bien,  ¡no se podría servir para educarlo de la fuerza bruta! Semejantes medios de educación ultrajan  la dignidad del hombre, degradan al niño, hacen despreciar y detestar al que los emplea, meten el desorden en la  escuela, destruyen  los sentimientos de amor, de estima, de confianza y de respeto mutuo que deben unir al maestro y a los alumnos y vuelven inútiles todos los cuidados dados al niño”.

“Pero se me objetará posiblemente que el Espíritu Santo recomienda castigar al niño, corregirlo con cuidado, y que, por otra parte, los castigos son necesarios para obtener la disciplina que nosotros recomendamos. Es cierto que el  Espíritu y Santo quiere que se corrija a los niños que, de hecho, lo  pone como deber a los padres y a las madres, y consecuentemente, a los que los reemplazan o que comparten su tarea en la educación de la juventud; pero castigar a los niños no es golpearlos, y en la Sagrada Escritura la palabra castigar no significa castigo aflictivo, sino un trabajo cual quiera”.

“Sin duda que  para mantener la disciplina, es preciso corregir las transgresiones al reglamento en todo lo que se aparta del deber; pero recuerden que no es mediante los castigos corporales que se obtiene la sumisión de los niños, sino por la autoridad moral, que se sabe tomar sobre ellos, y que da una conducta digna y constantemente edificante, una entrega sin límites por su instrucción, un porte modesto, grave y siempre uniforme”.

“Muéstrense  padres más que  maestros, y entonces ellos los respetarán y les obedecerán sin dificultad. El espíritu de una  escuela de hermanos debe ser un espíritu de familia. Ahora  bien, en una buena familia, en una familia bien ordenada, son los sentimientos de respeto, de amor, de confianza recíproca los que dominan, y no el temor a los castigos. La cólera, la  brutalidad, la dureza, son cosas inspiradas por el  demonio para destruir los frutos de los buenos principios dados al niño, y como la cizaña sofoca el buen grano, así los malos tratos sofocan todos los buenos sentimientos que las instrucciones y los buenos ejemplos  pueden hacer nacer en el corazón del niño”:

“El buen Padre (Champagnat) juzgaba tan grave el abuso de los castigos, que él decía que un hermano severo, violento, y que se permite fácilmente maltratar a los niños, de palabra o de acción, no convenía a la enseñanza  y no era propio más que para picar la piedra o remover la tierra”. (Estas palabras del Bienav. Fundador, son pues, posteriores a 1824).

Es para prevenir penitencias corporales que provengan del estado de ánimo, que la Regla de 1837, p. 45 art. 28, decreta: “Se atarán por el extremo las baquetas que sirven para mostrar los tableros de lectura y de aritmética”. Y el hermano Juan Bautista, p. 543 de la “Vida…”, explica: “con el  fin de que no sea posible golpear a los niños”.

Ya en las Reglas Manuscritas: continuación del art. 13: “Se atará por el extremo, la vara que sirve para señalar las letras del alfabeto. Se  hará lo mismo con la de la aritmética”. (Fin del reglamento).

Igualmente, la Conducta de 1838, p. 149, comenta: “Además, toda la atención del maestro no debe dirigirse a señalar todas las faltas de los escolares; él  debe más bien aplicarse a recompensarlos cuando  lo merecen. ¡Hay para esto tantos medios! Una simple  mirada  de satisfacción es capaz de reanimar el ánimo y producir más fruto en una escuela, que un gran número de castigos y penitencias. Una palabra de aliento lleva gozo a sus tiernos corazones, que estarían reprimidos y abatidos por un ambiente de rechazo. Se encuentra más gozo por tener un corazón  amable, que un gran número de castigos y  de penitencias. ¡Y por  hacer cumplir al mismo tiempo el deber!

En la página 75, la Conducta completa: “Las recompensas, por pequeñas que sean, producen los más felices resultados en una escuela bien reglamentada, con tal de que se las distribuya oportunamente, siempre a quien lo merece, jamás por favoritismo”. Y la Conducta distinguía 5 clases de  recompensas: 1° los Privilegios; 2° las Imágenes, Libros de Piedad, los Libros Clásicos y otros objetos  útiles a los niños; 3° la Cruz de Honor; 4° las Notas Buenas; 5° los Billetes de Satisfacción.

 

1 – Los privilegios eran sellos estampados sobre  papel, o mejor sobre pequeños cartones. Como la moneda, tenían diferentes valores: 1, 5, 10, 15, y aún 20 valores; estos últimos eran evidentemente raramente concedidos, y solamente por acciones de un mérito notable. Se podía también establecer “Privilegios  de Piedad”, que daban derecho a una recompensa especial al fin del mes.

Los privilegios eran concedidos a los escolares que habían cumplido mejor sus tareas, que sabían bien sus “repeticiones”, es decir, sus lecciones, que eran los mejores para leer, realizando mejor las composiciones, comportándose mejor durante la ausencia del maestro, etc.

Estaba prohibido vender sus Privilegios, pero se  podía “prestarlos” a fin de rendir un servicio a un compañero necesitado. En efecto, “los Privilegios servirán pues a los escolares: 1° para comprar los pequeños objetos de premio que se distribuyen al fin de cada mes. 2° para exentarse de castigos  que les serán impuestos: un  escolar, por ejemplo, que hubiera merecido un castigo extra, podrá librarse de él mediante un número determinado de Puntos Buenos (valores de los Privilegios);  otro habrá merecido una  penitencia (aflictiva), él se exentará de ella presentado igualmente un número de Puntos (valores) que se hayan fijado, de acuerdo a la naturaleza de su falta, etc.”

 

2- Las Recompensas no debían ser de muy grande valor comercial y globalmente, después de cada distribución mensual no debían pasar de 1 F. en la Clase de los Pequeños, y 1, 50 F. a 3 F. en la Clase de los Grandes. Pero este valor  podía variar en función del número de escolares, de sus progresos, del buen orden de la clase, etc. Esas recompensas, según la Conducta (p. 78) eran  grandes imágenes religiosas, de las cuales era necesario no abusar por temor de profanación; por lo demás, ellas no parecían casi favorecer la religión. También, sería de desear que se pudiera reemplazar en parte, por pequeños folletos históricos y morales, de un precio muy moderado: los padres los leerían, o los escucharían leer con gusto y frecuentemente con fruto. Se podrá también dar crucifijos en cobre, medallas de la Santísima Virgen, etc; sería también deseable que hubiera algunos  libros clásicos, algunos instrumentos necesarios para el estudio de los objetos de enseñanza, lo que resulta de beneficio para los niños pobres. Se podrá también, sobre todo en invierno, dar ropa (Cf. El Bienav. Champagnat, en Laveille).

“No se darán jamás Recompensas más que a cambio de Privilegios, y eso al fin de mes. La víspera, el maestro recomendaba a los escolares llevar todos sus Privilegios  en un sobre con su nombre y el total de Puntos o Valores; ellos serán verificados al día siguiente por 2 o 3 escolares”.

Al momento de la distribución, el maestro colocaba las Recompensas en un lugar bien visible y tomaba la más bella para mostrarla,  fijaba en ella el mínimo de Punto de Privilegios. Todos los escolares que disponían de ese mínimo, se levantaban entonces para participar en las subastas. A medida que el número de Puntos aumentaba, los alumnos que no tenían bastantes Privilegios, se sentaban; el último, aquél que generalmente tenía el mayor número de Privilegios, la llevaba. Se reiniciaba con el segundo premio, y así sucesivamente hasta el agotamiento de las Recompensas.

Se podía igualmente proceder en otro forma, poniendo a los escolares en fila, por orden decreciente de  Privilegios. El que tenía el mayor número de Puntos, elegía primero, después el segundo, el tercero, etc. Un escolar podía no pedir ninguna recompensa y capitalizar para obtener un mejor premio el mes siguiente.

En la Regla de los Pequeños Hermanos de María de 1837; el Bienav. Champagnat limitaba las recompensas y reglaba su financiamiento, p. 44 – 45 art. 26: “No se dará ordinariamente a los niños imágenes del valor de un décimo (es decir no se distribuirán ordinariamente, más que imágenes cuyo precio es menor de 10 céntimos). Se podrá consagrar a las recompensas, el provecho proveniente de la venta del papel, de las plumas y de la tinta”.

 

3- Los Billetes de Satisfacción estaban así redactados:

 

                     “Escuela Cristiana”

            BILLETES DE SATISFACCIÓN,

            Concedido al Sr. _______________ en testimonio de su

            buena conducta y de su aplicación durante

            el mes de _______18____

                          

El Director de la Escuela

                                                   (Firma)

 

Eran entregados personalmente por el hermano director hacia el fin del mes, inmediatamente después de los exámenes mensuales, seguidos de los cambios de Orden y de Sección. “Para que un alumno pudiese tener un Billete de Satisfacción era necesario que durante ese mes,  haya hecho exactamente sus trabajos clásicos, que haya obtenido cambios (de Órdenes o de Secciones) en  la mayor parte de las lecciones, y que no haya merecido ningún castigo”. No era fácil cumplir a la vez estas 3 condiciones.

Los Billetes de Satisfacción pasaban por ser “uno de los más eficaces” medios para interesar a los padres en la buena conducta y el adelanto de sus hijos, y permitían obtener de esos escolares sabiduría, asiduidad y aplicación, condiciones de los progresos escolares.

 

4- Las Notas Buenas pueden convertirse en un  nuevo tema de emulación para los niños.

El hermano Director las anotará sobre el catálogo, inmediatamente después de los cambios. Se darán Notas de buena conducta a los niños que se hayan comportado mejor durante el mes, las de Aplicación a los 2 o 3 que hayan  tenido más cambios (de Órdenes y de Secciones), se darán también de asiduidad, etc.” (P. 81).

Las “Notas Buenas”, los “Billetes de Satisfacción” y los “Privilegios” se tenían en cuenta para la distribución anual de premios del fin de año.

5- Las Cruces de Honor no debían ser demasiado caras para evitar fuertes gastos a los padres en caso de que su hijo perdiera la Cruz de Honor.  Cada clase tenía una Cruz de Honor por especialidad escolar, más una Cruz de Honor por la obediencia.  Un mismo niño no podría llevar su Cruz más de una semana. El titular de una Cruz de Honor estaba exento de castigo la  1ª vez que la merecía; era despojado de ella después de una recaída “porque no convenía castigar a un escolar que lleva esta marca de distinción”.

Castigos y Recompensas pedían discreción de parte del maestro. El Bienav. Champagnat conociendo los límites de esto, declaraba a sus hermanos:

“Los castigos y las recompensas no contribuyen a mantener la disciplina más que en la medida en que se usen moderadamente  y con gran sensatez. En necesario diversificar los castigos, comenzar siempre por los menores, y no recurrir a los más fuertes más que raramente y por faltas graves. Es lo mismo para las recompensas que es necesario hacer desear, merecer, y que se deben distribuir con inteligencia y equidad… La emulación, las recompensas y los castigos no son más que medios para volver a los alumnos activos, estudiosos y sumisos; para obtener eficazmente  todo esto, es preciso preservar al niño del mal y conservarlo inocente. Ahora bien, para conservar a los niños inocentes, es importante inculcarles estas dos máximas:

“Dios me ve en todo lugar y en todo tiempo…”

“No debe jamás permitirse estando solo, lo que no se atrevería jamás hacer acompañado, y que se avergonzaría de confesar a sus padres o a sus superiores…”

(Hno. Juan Bautista, “Vida…”, p. 555 – 556).

 

12- EL CATECISMO

 

Es éste el elemento esencial de la enseñanza de los hermanos en particular y de los maestros en general. La Conducta de 1838 se expresa en estos términos:

“Es en esta parte esencial de la instrucción, que un hermano celoso debe especialmente mostrarse digno del santo empleo que  ejerce. El silencio que le es impuesto durante la clase, parece no serle ordenado más que para dar más fuerza a sus palabras durante el catecismo. Un hermano lleno del espíritu de su estado, mirará pues, la enseñanza del catecismo, como la más noble de sus funciones,  puesto que ella lo asocia a una infinidad  de santos personajes que se han vanagloriado de  evangelizar a los pobres, y al autor mismo de esta divina doctrina”.

Estas ideas eran compartidas por el Padre Champagnat, como nos lo muestra el Hermano Juan Bautista, p. 508:

“Jamás el Padre Champagnat era mas elocuente y más patético que cuando hablaba del catecismo, de los medios de ganar a los niños para Dios y del bien que puede hacer un hermano que tiene  celo. Los más indiferentes, los más fríos, no podían escucharlo sin sentirse penetrados, persuadidos y sin tomar la resolución de dar mejor el catecismo”.

“Mis queridos hermanos, nos decía un día, ¡cómo es grande y elevado su empleo a los ojos de Dios!  ¡Cómo  son ustedes dichosos de haber sido elegidos para una función tan noble! Ustedes  hacen los que Jesucristo ha hecho sobre la tierra; ustedes enseñan los mismos misterios, las mismas verdades; ustedes hacen lo que han hecho los Apóstoles, los Doctores de la Iglesia y los más grandes; ustedes hacen un trabajo que los Ángeles les envidian y que no les es dado hacer. Ustedes tienen entre sus manos el precio de la sangre de Jesucristo; sus numerosos niños, les serán después de Dios, deudores de su salvación. El divino Salvador les da a cultivar la más bella porción de su Iglesia; él les confía a quienes más ha amado: ¡Los Niños! Los niños de los cuales él es amigo; los niños que él llama a sí, que  ama ver alrededor de él:  “Dejen que los niños se acerquen a mí, porque el Reino de los cielos es para los que se les parecen”; los niños de los cuáles hace sus delicias: “Mis delicias son estar con los hijos de los hombres”, los niños que él ha acariciado y que él ha bendecido. Y ese Divino Salvador, para llevarlos a tener un gran cuidado por esos tiernos niños, a tratarlos con bondad, les asegura que “todo lo que hagan al menor de entre ellos, es a él mismo que ustedes lo hacen”. Educar un niño, es decir,  instruirlo en las verdades de la religión, formarlo en la virtud y enseñarle a amar a Dios, ¡Es una función más sublime y más elevada que gobernar el mundo! Enseñar a un niño una lección de catecismo, una oración, como el Pater, el Ave María, es una acción más grande y más meritoria a los ojos de Dios que ganar una batalla. Un catecismo, quiero decir, un catecismo bien dado, vale más que las mayores penitencias que ustedes pudieran hacer, es San Gregorio Magno quien nos lo enseña.  “Aquel, dice este santo Doctor, que macera su cuerpo por las austeridades de la penitencia, es menos agradable a Dios y tiene menos mérito a sus ojos, que el que trabaja en ganarle almas”. ¿Han comprendido ustedes bien esto?

“También Nuestro Señor, que es la verdad misma, nos asegura que el que practica y  enseña a los otros las verdades cristianas, los Mandamientos  de Dios, será grande en el Reino de los Cielos. Igualmente que nosotros llamamos grandes entre los hombres a los  que se hacen notar por su talento, la elevación y nobleza de sentimientos, por sus acciones gloriosas y su mérito distinguido, así, Dios llama grandes a los que enseñan su santa ley y que enseñan a los otros a observarla a través de sus lecciones y por sus buenos ejemplos”.

Y el Bienav. Champagnat continuaba así hablando sobre el catecismo, exhortando y rechazando las objeciones en numerosas páginas que yo les recomiendo leer en el XX° capítulo de la segunda parte de la “Vida…”

La primera condición para dar bien el catecismo, era prepararlo bien. Para eso, la Conducta, p. 92, aconsejaba a los maestros los catecismos siguientes: “ Encontrará en el catecismo de Collot, en el de Couturier y en  el de Montpellier por Charancy, amplias explicaciones para dar al de la diócesis todos los complementos que necesita.

Se trata  de tres catecismos muy desarrollados y muy famosos. El primero era intitulado: “Explicación de los Primeras Verdades de la Religión para Facilitar la Comprensión a los Jóvenes, obra útil a las personas que están encargados de su Instrucción, por M.P.C  Doctor de la Sorbona”. Su autor es el Padre  Pierre Collot (1693 – 1790). Es el catecismo dado en la diócesis por Monseñor de Harlay en  1687 (?) y en uso en París hasta 1846, comentado bajo forma de preguntas-respuestas. La obra conoció al menos las 47 ediciones conservadas en la Biblioteca Nacional de París, de la que 7 ediciones se publicaron bajo la Restauración (1815 – 1830), esto es ,una edición cada 2 años. Mi ejemplar data de 1813, “Nueva Edición”, y ha sido impreso con el benefactor del Bienav. Champagnat, Rusand, 26, calle Mercière en Lyon. Contiene 680 páginas  en-12, con un “Resumen de la explicación de las Primeras Verdades de la Religión para los Jóvenes”, de la página 633 a 678. Se trata de un catecismo que integra la Historia Sagrada. Habla de Dios, de los Misterios de la Santísima Trinidad, de la Encarnación, del Símbolo de los Apóstoles, de los Sacramentos largamente desarrollados, de los Mandamientos de Dios y de la Iglesia, igualmente  muy desarrollados y muy precisos. Por ejemplo, p. 422: “¿Cuándo ha dado Dios esos diez Mandamientos a los Israelitas? Eso ha sido al inicio de su viaje por el desierto. El año del mundo 2513, antes de Cristo 1491, (cf. P. 31 de ese capítulo), el tercer mes después de su salida de Egipto”. Los últimos capítulos explicaban la Señal de la Cruz, las Oraciones, los Pecados Capitales y las Virtudes Cardinales.

El segundo catecismo es el “Catecismo Dogmático y Moral, obra útil al pueblo, a los niños y a los que están encargados de instruirlos, por el Sr. Jean Couturier, antiguo jesuita y cura de Léry”. Yo poseo de éste la 6ª edición, tomo I, de  1830, editado en Dijon con Lagier del cual ha hecho fortuna. El padre Couturier nació en 1730 en Bourgogne, y murió el Viernes Santo, 22 de Marzo de 1799. Su Catecismo Dogmático y Moral repite el catecismo de la Diócesis de Dijon, publicado por Mons. D’ Apchon en 1761, lo explica y hace seguir las explicaciones por medio de varias páginas de “Subpreguntas, que son una explicación corta de la pregunta principal”. (p. 22, t. I). “Éstas, son un resumen del gran desarrollo que se ha hecho en el curso de catecismo. Se les ha hecho aprender con éxito a los niños que tenían más facilidad. Entre las manos del catequista,  pueden ser notas sumarias que les recordarán los puntos sobre los cuáles él puede extenderse. Las podrá colocar antes o después de la explicación, o a medida que él la haga, según lo juzgue más a propósito para animar e interesar su plática con sus niños, por medio de ese diálogo”. (P. 22 – 23). A título de ejemplo, he aquí las primeras sub–preguntas previstas  para el curso sobre el Purgatorio (t. I, p. 479):

P- ¿Usted dice que el Purgatorio es un lugar de penas; allí se sufre? –R- Sí, se sufre allí para acabar de expiar sus pecados.

P- ¿Por qué? –R- Porque nadie manchado puede entrar al cielo.

P- ¿Es verdad que hay un Purgatorio? – R. Es un artículo de fe anunciado en la

Escritura y decretado por la Iglesia.

P- ¿Es entonces incorrecto decir que el Purgatorio es una invención de los sacerdotes?- R. Es una impiedad, puesto que la Iglesia ha decretado que hoy un Purgatorio.

P- ¿Por un pequeño pecado venial se iría entonces al Purgatorio? – R – Sí, si él no es borrado antes de la muerte.

P- ¿Cuando se ha recibido el perdón de los pecados mortales, hoy aún alguna cosa qué expiar? – R – Sí, queda aún una penitencia por hacer.

Las sub–preguntas continúan así en 3 páginas (379 – 382); se terminan por una recapitulación en 4 puntos y por una oración: “Los mismos cielos no son puros en tu presencia, ¡Oh Dios de toda santidad! Ecce caeli non sunt mundi ante te…. para terminar con el “De Profundis”.

El catecismo de Couturier consta de 4 volúmenes  en–12, de los que desgraciadamente yo no paseo más que el primero, en 485 Páginas. Como el anterior,  trata del nombre y de la señal del cristiano, de Dios y de sus perfecciones, de los misterios de la Trinidad, de la Encarnación y de la Redención, del Símbolo de los Apóstoles y de los 4 fines últimos: Juicio, Cielo, Infierno, Purgatorio. La Biblioteca Nacional de París posee 9 reimpresiones, de las cuales 5 se hicieron bajo la Restauración, más 7 “Resúmenes” o “extractos”.

El tercer catecismo indicado como fuente de explicación es el “Catecismo de Montpellier”, que Mons. Colbert (1667–1738) había hecho redactar por el oratoriano P. Pouget y dado a la diócesis en 1702. De tendencia jansenista, este catecismo fue corregido por Mons. De Charancy en 1747, y era desde entonces recomendado a lo largo de todo el S. XVIII en muchas diócesis y aún en el S. XIX bajo el nombre: “Instrucciones  generales  en forma de catecismo por orden del Messire Berger de Charancy con dos catecismos: Catecismo o Resumen para uso de los niños ya confirmados (T. V., p. 1ª 111 en la edición de 1831). Yo no  paseo este catecismo e ignoro el número de ediciones que ha tenido.

Esos 3 catecismos servían para explicar el catecismo de la Diócesis. En Loire y el Rhone, era el “Catecismo impreso por orden de S. E. Monseñor el cardenal Fech, arzobispo de Lyon, Primado de los Galos, para ser exclusivamente enseñado en su diócesis”.

Esos 3 catecismos servían para explicar el catecismo de la diócesis. Fue dado en Lyon, el 6 de octubre de 1814, en ausencia de Monseñor el Cardenal Arzobispo de Lyon, por los tres Vicarios Generales, Courbon,  Renaud y Bochard. Estaba precedido  de una Carta Pastoral de los Vicarios Generales, de un Reglamento en XXX artículo de los cuales el XXV° comenzaba así: “Los catequistas evitarán con cuidado toda parcialidad, toda preferencia injusta por algún niño, concederán aún más elogios a la aplicación, a la modestia, a la piedad, que a la facilidad y a la memoria…”. Constaba de 179 páginas, ¡Y aún se imprimían en 1822! Las oraciones de la mañana y de  la tarde, recitadas en las escuelas, allí se encuentran, pero también las oraciones para antes y después de la lección de catecismo. Existía también una “Explicación del Catecismo de la Diócesis de Lyon por un Párroco de esa Diócesis”, aparecido con Rusand en Lyon en 1833, del que  poseo un ejemplar de  468 páginas en–12, cada capítulo era  seguido de 3 o 4 “Prácticas”.

La Conducta de 1838 añade: “Para protegerse contra el peligro, que podría hacer pensar que se sabe  instruir a los niños bastante, sin tanta investigación y aplicación, se debe estar persuadido de que el estudio  de la religión tiene por objeto el más vasto de todos los conocimientos; aunque se sea algo hábil en esta ciencia divina, se adquieren siempre nuevas luces, y entre más se aprende, más se siente la necesidad de instruirse. Es necesario preferir el estudio del catecismo a todos otros cuidados, convencerse ante Dios de que esta ciencia debe tener el primer lugar en la adquisición de conocimientos que un hermano debe poseer, que la escritura, la aritmética, etc. no son más que complementarios al fin principal de nuestro estado, y que sin descuidarlos, porque ellos entran en los caminos de la Providencia, es preciso jamás sacrificar la más estrecha de sus obligaciones, al deseo de llegar a ser buen escribano o buen matemático… Es esencial preparar cada día el catecismo que se debe dar, a fin de dominar bien su materia, preveer las prácticas que  podrán ser fruto de ella, de manera que estando todo previsto, no se salga del tema, que se  exprese bien y con claridad, sin extenderse en reflexiones inútiles”. (p. 92 – 93).

El Bienav. Champagnat compartía todos esos sentimientos: “Acuérdense, decía él, (Hno. Juan Bautista, Vida…” pp. 505 – 506) que su primer fin es educar cristianamente a los niños, que hemos aceptado enseñarles las ciencias profanas únicamente para tener la facilidad de darles catecismo todos los días, y por eso mismo grabar más profundamente en su  espíritu y en su corazón la ciencia de la salvación. La historia, la gramática, el dibujo lineal y todos los otros conocimientos de ese género, deben ser entre sus manos como incentivos, de los cuales se deben servir para atraer y para conservar a los niños en sus escuelas”… Poco antes, (p. 505) se expresaba así: “No olviden que la instrucción primaria que ustedes deben dar a los niños, no es propiamente el fin que nos hemos propuesto al fundar este Instituto; ella no es más que un medio para llegar más fácilmente y  más perfectamente a este fin. El fin de su vocación es dar la educación cristiana a los niños, es decir, de enseñarles el catecismo, las  oraciones, y de formarlos en la piedad y en la virtud”.

La Regla Manuscrita del período anterior a 1823, art. 13 declara con respecto al catecismo: “Se tendrá cuidado de  preparar siempre el capítulo que  se debe dar”; y la Regla de los Pequeños Hermanos de María de 1837, p. 25 – 26, art. 38 precisa: “Después del oficio, los hermanos estudien el catecismo hasta las siete. Para captar la  importancia de este estudio, y manifestar a través de él el celo que conviene a un hermano, según la voluntad de Dios, se puede leer el capítulo de la Conducta (de los Hermanos de las Escuelas Cristianas; prueba que los Pequeños Hermanos la seguían) que se refiere al catecismo,  o la ciencia sagrada del catecismo de Boudon”. En esta última obra se trata del padre Henry–Marie Bourdon, Doctor en Teología y gran Arcediano en Evreux, quien publicó en 1681 su “Ciencia y Práctica del Cristiano” y en 1678 había hecho imprimir su “Ciencia Sagrada del Catecismo”, donde se podía leer: “Se tendría aquí que suspirar mucho, cuando se considera gran número de parroquias cuyas pobres pobladores están en la última ignorancia (hablamos de lo que sabemos), sin recibir ninguna luz de sus pastores que se contentan con cumplir sus funciones externas.” ( Cf. Zind: Las Nuevas Congregaciones de Hermanos Enseñantes, p. 27). Las obras del P. Boudon eran entonces reimpresas; ellas ejercieron una grande influencia en el Venerable Juan María de La Mennais y en los Hermanos de la Instrucción Cristiana de Ploërmel..  (Yo no he encontrado todavía este libro recomendado por el Bienav. Champagnat).

He aquí ahora el capítulo XVII de la Conducta intitulado: “Del Catecismo”, cuya lectura era  dada por la Regla de 1837 como lectura espiritual y modelo; en su artículo III “De la Manera  de dar el Catecismo” p. 93– 97, que nosotros reproducimos aquí por primera vez, a pesar de ser tan largo, da los consejos siguientes:

“El maestro, durante el catecismo, debe permanecer sentado con modestia y gravedad; y como todo debe hablar en él, es necesario que su aire, sus miradas, su tono de voz, etc. anuncien (p. 94) la importancia del ejercicio que se hace y cuánto merece  la atención de los escolares”.

“Antes de comenzar el catecismo, el maestro hará recordar por medio de algunos escolares el tema del catecismo precedente, y lo que se ha dicho de más esencial. Habiendo en seguida hecho la señal de la cruz, y todos los escolares con él, formulará la primera pregunta, la cual debe ser tomada del catecismo de la diócesis. (Nota 1 – Es de tal manera importante seguir el catecismo de la diócesis que sería mejor tomarlo en mano, que exponerse a omitir la repetición (la respuesta) y la explicación de alguna pregunta)”.

“El niño que se vaya a interrogar se pondrá de pie y responderá a la pregunta que le será hecha, si es capaz, teniendo en cuenta siempre la pregunta en la respuesta, si no, (en el caso de que no sepa responder) el maestro la hará decir a otro, y la hará repetir a aquél que no había podido responder. Si, después de haber dirigido la misma pregunta a dos o tres alumnos, ninguno puede dar la respuesta, el maestro la dará él mismo y la hará repetir, como acaba de ser dicho. El maestro continuará preguntado así a los escolares según el orden de los bancos;  podrá no obstante, interrumpir este orden, si nota que no están atentos”.

“Cuando una pregunta necesite explicación, el maestro la desarrollará por sub– preguntas cortas y precisas, a las cuales los alumnos responderán de la manera expresada anteriormente. Se explicará así el Catecismo de la Diócesis siguiendo el orden de las materias, lo (p. 25) que no impedirá regresar alguna vez sobre los puntos importantes de los que los niños tienen particularmente necesidad de ser instruidos, sobre todo al aproximarse las primeras comuniones”.

“Las respuestas a las preguntas y sub–preguntas deben tener las condiciones siguientes: 1- Ser cortas; 2- Tener un sentido perfecto; 3 – Ser ciertas; 4 – Estar a la altura de los escolares, no de lo  más inteligentes, sino de los mediocres (medios), de manera que la mayor parte  puedan repetir y comprender su sentido”.

“Es conveniente que el maestro haga decir cada respuesta toda (sic) entera y no palabra por palabra; no obstante, si ocurre que un niño no puede decirla toda (sic) entera, se la dividirá en varias partes, de la que cada una ofrecerá un sentido perfecto, o bien se hará  repetir esta respuesta cuatro o cinco veces inmediatamente a un escolar que la sabe bien, después varias veces al que no sabía, para darle una mayor facilidad para retenerla”.

“Estará prohibido a los alumnos responder si no están seguros de saber; pero para hacer conocer que pueden responder la pregunta propuesta,  podrán mostrar la mano, pero sin levantar el brazo, ni hacer ningún ruido, ni ninguna señal que muestre  prisa. El  maestro no permitirá jamás que los escolares rían cuando alguno tenga dificultad al responder”.

“El maestro no hablará durante el catecismo, como si predicara, sino que preguntará casi continuamente por preguntas y (p. 69) por sub–preguntas. El maestro hará de manera  de hacer responder cada día a todos los escolares, y aún varias veces si es posible, sobre todo a los que saben menos y a los que les da más trabajo retener bien las instrucciones”.

“Para atraerse la atención de los niños, el  maestro dará sus instrucciones de una manera interesante y persuasiva.  Verá siempre a los alumnos, y estará al pendiente de lo que hagan, no aceptando que tengan nada sobre la mesa o en las manos que pueda distraerlos. Lejos de rechazar a los niños que no respondan bien, dará de tiempo en tiempo recompensas a los que hubieran estado más atentos, aún a los escolares que sean menos listos. Finalmente,  se servirá de todos los medios que un celo sabio e iluminado le podrá sugerir para que los niños escuchen con atención sus instrucciones”.

“Si algún niño faltara a su deber durante el catecismo, el maestro no lo castigará durante ese tiempo, pero lo anotará en su catálogo, y al día siguiente le ordenará la penitencia que juzgue conveniente; podrá no obstante dar algunas penitencias, como sería juntar las  manos y ponerse de rodillas”. (Sabemos que el Bienav. Champagnat se oponía a esas penitencias).

El maestro no dirá nada en el catecismo que no haya leído en algún libro aprobado o del que se siente seguro;  no decidirá nunca nada como pecado venial o mortal;  podrá solamente decir: Es un pecado al que hay que temer mucho… es  un pecado que tiene funestas consecuencias...es un gran pecado…, cuando él lo juzgue tal (p. 97). Aunque  no pretenda hacer los pecados más grandes de lo que son, es necesario, no obstante, inspirar hacia ellos un gran honor, por pequeños que parezcan”.

“Los maestros tendrán un grande cuidado en la instrucción  de todos sus alumnos, de tal forma que no dejarán uno solo en la ignorancia, y sobre todo, en cosas que un cristiano está obligado a saber, tanto en la doctrina como en la práctica; y con el fin de que  no descuiden un  aspecto de  tanta  importancia, considerarán frecuentemente que darán cuenta a Dios  de la ignorancia de los niños que están bajo su cuidado, y de los pecados que esta ignorancia haya ocasionado, si no se han esforzado con bastante cuidado en instruirlos”.

“Más o menos cinco minutos antes del fin del catecismo, el maestro retomará las principales preguntas que hizo, las hará repetir a algunos escolares, y les hará hacer ver su importancia. Terminará el catecismo por algunas prácticas, lo que hará mediante preguntas y respuestas.”

“Durante el catecismo, los escolares deben tener los brazos cruzados o las manos juntas  y colocadas en el borde de la mesa, y los ojos modestamente  fijos en el maestro”.

 Se encontrarán fácilmente numerosos textos que completan y comentan el capítulo XVII de la Conducta de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, con sus VII artículos, que cubren las páginas 91 a 104, particularmente en “Avisos, Lecciones y Sentencias” del Venerable  Padre Champagnat, por el Hermano Juan Bautista, edición de 1868, p.  452 – 463, capítulo XXXVII: “Lo que es un Catecismo Bien Dado” y en varios capítulos de la “Vida de José Benito Marcelino Champagnat” (1856) del mismo autor, como en el capítulo XX “De su Celo por la Gloria de Dios y la Salvación de las Almas”.

El Bienav. Champagnat se apartaba de la Conducta durante el tiempo consagrado en clase al catecismo. Tenía lugar dos veces por día entre los Pequeños Hermanos de María. La Regla de 1837, de acuerdo en eso con la Regla Manuscrita, señala en la página 19, en el artículo 14: “A las nueve, el catecismo, que debe ser precedido de un pequeño cántico. Se atenderá mucho a hacer aprender el catecismo a la letra, y no se entrará en  largas explicaciones”. Duraba una media hora. El entonar un cántico no era una innovación, pero estaba ya en uso entre los Hermanos de las Escuelas Cristianas, cuya Conducta en la página 103 declara: “Cada día, inmediatamente antes de iniciar el catecismo, se hará entonar el cántico de invocación al Espíritu Santo,  designado para este día, y después de la oración de la tarde, se cantarán  igualmente  algunos versos de un cántico que se habrá elegido análogo (correspondiente) a los tiempos y a las ferias de la Iglesia”.

El segundo catecismo tenía lugar después de medio día, hacia las 13:45hs. “Art. 30: Después del Rosario y de la oración a San Luis Gonzaga para pedir la pureza, vienen la corrección (castigos por las faltas de la mañana), el cántico, la recitación  de la Historia Sagrada y el  catecismo, que se debe  hacer recitar sobre todo a los niños que no lo hubieran sabido  en la mañana”.

Con respecto a esos dos catecismos diarios de las escuelas  de los Pequeños Hermanos de María, el Hermano Juan Bautista, en la “Vida…” pp. 516 – 517, reporta: “La Regla prescribe dar el catecismo dos veces al día. En los inicios (probablemente antes de 1822), se  daba aún tres veces, porque todas las tardes, a la caída de la noche, los niños del pueblo, trátese de los que frecuentaban la escuela, trátese los que no asistían a ella, se reunían en el establecimiento (de los hermanos) y un hermano les daba el catecismo durante una hora; además, los hermanos iban también particularmente el jueves y el domingo a dar el catecismo en los caseríos de la parroquia. Más  tarde, algunos  jóvenes hermanos,  habiendo dejado debilitar en ellos este espíritu de celo del que los antiguos estaban animados, creyeron que bastaba dar el catecismo una vez al  día. Ellos le hicieron esta proposición al Padre Champagnat y para que la aceptara y estuviera de acuerdo con ellos, le dijeron que les faltaba tiempo para las otras  partes de la enseñanza”.

“Mis amigos, les respondió el Padre, en nuestro Reglamento, hemos dado a cada especialidad que ustedes deben enseñar, el tiempo conveniente, y entonces, aunque ese tiempo resultaría corto para algunas de las ciencias señaladas en su programa, no es el catecismo el que sería necesario suprimir, porque eso sería abandonar nuestro fin,  y no alguna de las partes de la enseñanza primaria que son menos esenciales”.

“ Padre, replicó uno de los hermanos, todas me parecen  necesarios para el éxito de las escuelas”. – “Sí, pero el catecismo sirve más que todas las ciencias para la prosperidad de las escuelas y además, es necesario al niño para su buena conducta, para el éxito de los asuntos temporales de los cuales él será encargado, y sobre todo, para el gran negocio de su eternidad”.

“ Padre, permítame que yo le haga observar que los Hermanos de la Doctrina Cristiana, que sin duda estiman tanto como nosotros el catecismo, no lo dan más que una vez al día”. -“Eso no prueba de ningún modo que ustedes no lo deban hacer más que una sola vez”.

 

1- Puesto que es muy probable que si el Venerable Padre de la Salle fundara hoy su Instituto, él prescribiría a sus hermanos dar el catecismo dos veces al día. En efecto, cuando la Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas fue fundada hace más de ciento cincuenta años, los padres, que en esta época eran eminentemente religiosos, se preocupaban ellos mismos de la educación de sus hijos, y los hermanos no tenían más que completar en sus  escuelas las instrucciones recibidas en la familia. Hoy, las cosas son desgraciadamente muy distintas, la mayor parte de los padres  no conocen ni practican la religión; ellos están enteramente dedicados al cuidado de sus asuntos temporales, y no se ocupan de la educación de sus hijos, ellos se apoyan totalmente en ustedes para ese cuidado. Es pues necesario, en el tiempo que vivimos, dar más frecuentemente el catecismo en las escuelas como no se hacía anteriormente”.

 

2- Puesto que nosotros no tenemos a los niños el mismo tiempo que los Hermanos de las Escuelas Cristianas. En las ciudades,  vienen más jóvenes a la escuela, ellos allí asisten por más tiempo y más asiduamente. Además,  son ordinariamente más inteligentes y estando acostumbrados a hablar francés,  comprenden mejor las instrucciones de los hermanos. Es cuanto a nosotros, nuestras escuelas estando casi todas en el campo,  no tenemos a los niños más que algunos meses del año, frecuentemente, ellos son ya grandes  cuando  nos los envían, y en cuanto  pueden trabajar, se les retira. Es pues necesario que aprovechamos el poco tiempo que los tenemos,  para instruirlos suficientemente en las verdades de la salvación, y es por eso que damos  el catecismo dos veces al día. Muy  frecuentemente ha sucedido que ha sido necesario darlo tres veces en el tiempo de una  primera comunión, sin esto, los niños no hubieran sido preparados convenientemente para ella”.

“Por otra parte, aunque nosotros damos el catecismo dos veces por día, no damos más tiempo a este ejercicio que los Hermanos de las Escuelas Cristianas, los cuales le consagran media hora los días ordinarios, una hora las vísperas de asueto y una hora y media los domingos y días de fiesta, lo que hace cinco horas por semana. Ahora bien, nosotros no tenemos más tiempo”.

El Bienav. Champagnat subrayaba entonces la importancia de la oración para hacer crecer la semilla de la instrucción: “sin humedad, la  tierra no produce nada, sin oración nosotros no podemos hacer nada, ni para nosotros, ni para los otros. Mientras más defectos tienes ciertos niños, mientras son más difíciles de conducir, de formar, mientras menos aprovechen ellos sus instrucciones, sus cuidados, más deben ustedes orar por ellos… Su perseverancia en orar por ellos es el más grande acto de caridad que pudieran hacer respecto a ellos y el medio más  seguro de cambiarlos y de conducirlos por las sendas de la virtud”. (p. 515).

Al Catecismo Diocesano, los Pequeños Hermanos de María añadían un catecismo ocasional sobre la Virgen María, especialmente con ocasión de las fiestas marianas, como nos lo reporta el Hermano Juan Bautista, en el mismo lugar. Como un hermano había propuesto dar vacaciones a los alumnos esos días, a fin de entregarse más al recogimiento y a la oración, el Bienav. Champagnat le replicó: “Mi querido amigo, usted no puede hacer  nada mejor esos días, que estar en medio de sus niños. Reunir esos pequeños niños con usted, hacerles orar, hacerles aprender y recitar el Evangelio, darles una pequeña instrucción sobre los misterios del día, conducirlos a los Oficios, es para usted la más excelente de todas las oraciones; es un acto de caridad y de celo que será más agradable a María que si usted estuviera todo el día postrado a los pies de sus altares. Por otra parte, usted no podrá elegir  una ocasión más favorable para  darle a sus niños un catecismo sobre la Santísima Virgen, y no pienso que haya un solo hermano que se decidiera a pasar una fiesta de la que es la Madre, la Patrona, la Modelo y la Primera Superiora de los miembros de este Instituto, sin hablar de ella a los niños. Porque un verdadero hermano de María no se contenta con amar y servir a esta Augusta Virgen, él se esfuerza por hacerla amar y servir por todos sus  alumnos, y  toma todos los medios que le sugieren su celo y su piedad para inspirarles un profundo respeto, una confianza sin límites y un amor muy filial por esta divina Madre…”

Pero este catecismo sobre María, en relación de sus fiestas, era en ocasiones completado por un verdadero catecismo semanal y regular por parte de ciertos hermanos, como lo hacía el Hermano Luis (J. B. Audras): “Todas las semanas,  daba una plática sobre este tema, y aprovechaba todas las  ocasiones para volver a hablar de este tema, ” escribe el Hermano Juan Bautista, p. 82 – 88.

Es por tanto hacerse ilusiones, el pensar que la enseñanza religiosa en clase ,se reducía a  los dos catecismos regulares todos los días. En realidad, es toda la enseñanza escolar que se convertía en catecismo. Los escolares se habituaban a  la escritura sobre sentencias bíblicas o espirituales. Las manuales de lectura ordinaria entre los Pequeños Hermanos de María, eran la  “Biblia de Royaumont”, y los “Pensamientos de Humbert” en 142 capítulos; a falta de poderlos citar todos,  doy el título de los diez primeros:

 

I-                  Del fin del Hombre.

II-               De la Salvación

III-            Es Necesario Trabajar en su Salvación con Cuidado y con gran Empeño,

IV-           Es Necesario Trabajar en su Salvación sin Descanso

V-              Es Necesario Trabajar en su Salvación con Temor

VI-           La Ceguera de los que Descuidan su Salvación.

VII-        Falsos Razonamientos (sic) sobre la Salvación.

VIII-     Del Buen Empleo del Tiempo (sic).

IX-           Perder el Tiempo (sic) es ser Insensato.

X-              Todo Pasa Aquí Abajo. Reflexiones. 

 

Ya hemos visto que la geografía, la historia, y aún el dibujo lineal, la geometría, eran fuentes de la enseñanza religiosa, y simples “carnadas” para enseñar el catecismo, y la neutralidad religiosa en la instrucción profana no existía. En los  textos  ya anteriormente citados sobre el fin del Instituto, particularmente por el Hermano Juan Bautista, t. II, p 317  yo no recordaré aquí más que esta última palabra del Bienav.. Champagnat: “Muéstrenles (a los alumnos) bellas páginas de escritura, alábenles el dibujo, la geografía, etc; pero dándoles lecciones sobre esas especialidades, no olviden la lección de catecismo, y hagan de tal manera que ella tenga siempre el primer lugar. Además, tengan cuidado de que la religión destaque de todas las partes de su enseñanza, y que todos los conocimientos en los cuáles ustedes inician a sus alumnos, sirvan para nutrir su fe, su piedad, les hagan amar la religión y los lleven a Dios”.

 

13. LAS ORACIONES

 

Lugar de instrucción y de educación cristiana, la escuela era también en esta época un lugar de oraciones y en cierta forma, una “iglesia de los niños”. La Conducta de 1838 consagra todo el capítulo XIX de la 1ª parte, o sea las páginas 107 a  114, a las oraciones en la escuela.

El artículo IV nos informa sobre  las posturas a adoptar en clase; “Durante las oraciones del inicio de la escuela, y las de la mañana y de la tarde, el maestro permanecerá siempre de pie y descubierto, ante su sede, con un exterior muy grave, los brazos cruzados y con una grande modestia”.

“Durante esas oraciones, los escolares estarán siempre de rodillas, bien formados, con los brazos cruzados y los ojos bajos. En las clases  de escritura, los escolares se pondrán de rodillas en los bancos, y los de las últimas  mesas, en las mismas mesas, a fin de que el maestro pueda verlos más fácilmente; en las pequeñas (clases), ellos se pondrán de rodillas en el suelo, bien alineados a lo largo de los bancos . Se tendrá cuidado de que no cambien de postura, de que no se apoyen sobre los bancos, que no se sienten sobre los talones, que no muevan la cabeza, y sobre todo, que no se toquen los unos a los otros”.

“Durante las otras oraciones que se hacen en diferentes tiempos de la escuela, el maestro y los niños permanecerán sentados en su lugar, con los brazos cruzados y un exterior modesto y recogido”.

“El Recitador dirá las oraciones con un tono alto (alta voz), de una manera inteligible y lentamente ,observando todas las pausas, a fin de que los otros puedan escuchar claramente todo lo que diga”.

“Todos los escolares seguirán al Recitador en las oraciones, con un tono muy moderado, de suerte que su voz domine siempre;  se  detendrán en todas las pausas que él hará para evitar confusión”.

“Los escolares se dispondrán a decir las oraciones desde que la campana se lo anuncie, y el Recitador la comenzará tan pronto como ella deje de tocar. Harán la señal de la cruz, en  cuanto se diga: In nomine Patris o en el nombre del Padre; harán lo mismo en la bendición, Padre, Hijo y Espíritu Santo, inclinándose”.

El maestro no hablará nada con los escolares, ni en particular, ni en general durante las oraciones, sea para reprenderlos o por cualquier otra razón; si nota que hacen cualquier cosa que sea reprensible, buscará otro momento para reprenderlos, contentándose con hacerles señas o anotarlos en su catálogo. Se abstendrá también de toda lo que pudiera desviar a los escolares  de la atención que deben tener a la oración, como sería cambiar a un escolar de un lugar a otro, etc”.

“El principal cuidado del maestro, durante las oraciones, debe ser vigilar con gran cuidado sobre todo lo que pasa en la clase, tanto como sobre él mismo, para no hacer nada mal a propósito, y sobre todo, para no dejarse llevar por ninguna ligereza, por temor a dar mal ejemplo a sus escolares”.

¿Cuáles oraciones hacían los Pequeños Hermanos de María con sus alumnos? “A las siete y media, los hermanos y los niños entran a la clase, rezando un Ave María antes de sentarse. Los otros hacen lo mismo a medida que llegan. Una vez que todos estén reunidos, se estudia el catecismo… “Se persignaban  con agua bendita entrando en la clase. (Regla de 1837, p. 17 – 18 art. 10).

“Art. 11 – A las ocho, los hermanos conducirán a los niños a la Misa, de dos en dos, con los brazos cruzados, teniendo cuidado para que no vuelvan la cabeza para ver hacia todos lados, que no hagan jamás ruido al entrar a al iglesia. Los hermanos harán lo posible para obtener de los Sres. Sacerdotes la Misa a una hora regular (establecida). (Ibid. P. 18 – 19).

Ocho horas, es igualmente la hora de la Misa de los escolares según la Conducta de 1838, que proporciona aún otras precisiones:

“Para ir a la Santa Misa, los escolares saldrán de la escuela por bancos, con orden y en silencio; caminarán con modestia y discreción sin dejar las filas”.

Este desfile en las calles de las ciudades y pueblos era muy importante y aseguraba en parte la propaganda de la escuela. También, la Conducta, p. 83, da los consejos siguientes:

“Los maestros velarán mucho sobre sus escolares al conducirlos a la Iglesia, pero no harán ninguna señal que denote corrección o que demuestre impaciencia. Ellos indicarán de tiempo en tiempo a sus escolares de qué manera  deben caminar en las calles y comportarse en la Iglesia. Los maestros advertirán a los escolares que serán más estrictos al castigarlos por las  faltas que  cometan en la Iglesia, así como en las calles, que por las que cometan en clase, a causa del escándalo que de ellos resulta ordinariamente”.

Las páginas 84 y 85 informan sobre el comportamiento de los hermanos y de sus alumnos en la iglesia:

“Los maestros tendrán mucho cuidado de hacer entrar a los escolares en la iglesia, en silencio, y con  una modestia muy particular. Será conveniente que un maestro entre siempre primero en la iglesia, y que el que le sigue vigile a los alumnos que estén todavía fuera, para evitar que hagan algún  ruido y para hacerlos caminar modestamente y con gran orden. El maestro cuya clase entre al último, nombrará un vigilante para reemplazarlo en esta función cuando  entre en la iglesia. Habrá un escolar encargado de presentar el agua bendita cuando los niños entren en la iglesia y cuando salgan, así como será dicho en el artículo referente a los Oficiales de la escuela”.

“A medida que los escolares lleguen en la iglesia al lugar que les está destinado, se pondrán de rodillas inmediatamente y se inclinarán modestamente para adorar a Jesucristo en el Santísimo Sacramento. El maestro tendrá cuidado de que estén colocados de manera que los de un mismo grupo, tanto  de hilera como de frente, estén todos cara a cara uno del otro y en línea recta. Se les acostumbrará a formarse ellos mismos, sin que los maestros estén obligados a intervenir; se podrá, no obstante, servirse de vigilantes para los más pequeños. Cuando haya pilares en medio del lugar que los niños ocupen, se les colocará de manera que cada maestro pueda ver fácilmente a todos los escolares y vigilarlos. Se invitará a los escolares a orar a Dios al entrar a la iglesia, cuando estén en sus lugares, y después de la misa, al salir, a fin de enseñarles por la práctica, que la iglesia es verdaderamente un lugar de oración”.

“Algunos niños de los más sensatos estarán encargados de preparar el lugar que se debe ocupar y de colocar las sillas o los bancos. Se les indicará comportarse con modestia y sin hacer ningún ruido; sería bueno que fuesen conducidos por un vigilante”.

“El maestro de la clase más baja de cada escuela, tendrá cuidado de que el alumno encargado de los rosarios los lleve a la iglesia todas las veces que se lleve a los niños. Todos los que tienen un rosario, deben tenerlo de manera que el maestro pueda ver fácilmente si  se sirven de él para orar a Dios y no para juguetear, lo que les ayudará para esto, es enseñarlos a rezarlo.”.

“Los que estén en cuarto orden de lectura (lectura de silabas) y más arriba, tendrán un libro que contiene las oraciones de la Santa Misa, y se servirán de él durante ese tiempo. Será útil hacer leer las oraciones de la Santa Misa en forma de lección a los que están poco avanzados en la lectura”.

“ Todos los maestros tomarán  las precauciones necesarias para que los escolares no hagan el menor ruido al ponerse de rodillas o al levantarse. Se les indicará también hacer tres veces la señal de la Santa Cruz con el pulgar, al inicio de cada Evangelio, a saber, una en la frente, otra en la boca, y la tercera en el pecho”.

“Cuando se toque para anunciar el  momento de la consagración, todos los que tengan libros los pondrán bajo el brazo, y los que tengan un rosario pasarán el brazo encima; en seguida,  juntarán las manos y se inclinarán respetuosamente, para adorar a Nuestro Señor presente en el Santísimo Sacramento del altar, recitando interiormente alguna oración que se tendrá el cuidado de enseñarles; se les enseñará también una para la comunión espiritual, y ellos la dirán durante la comunión del sacerdote”.

“los días ordinarios, los escolares permanecerán de rodillas desde el inicio de la misa hasta el Evangelio, se podrá hacerles poner de pie desde el Evangelio hasta el Santo, y de rodillas el resto del tiempo hasta el último Evangelio”. (La Conducta, p. 85 – 86).

Las páginas 87 a 89 trazan la conducta de los hermanos durante la misa:

“los maestros tendrán una continua vigilancia sobre sus escolares durante la Santa Misa para darse cuenta de qué manera se comportan y las faltas que podrían cometer, como sería hablar, comunicarse alguna cosa los unos a los otros, cambiar de libro, empujarse, o algunas otras faltas parecidas, que son bastante ordinarias a los niños. Los maestros no dejarán su lugar para avisar a los escolares más que en una grande necesidad; no  los amenazarán jamás en la iglesia”.

“Para evitar todo lo que pudiera ser contrario al buen orden y a la modestia, se servirán de los cuatro medios siguientes: el primero será obligar a los alumnos a tener siempre su libro con las dos manos y seguir el Oficio; el segundo, que el maestro se coloque en algún sitio donde los pueda ver fácilmente de frente, en tanto sea posible; el tercero, alejarlos siempre lo más que se pueda unos de  otros, según la amplitud y la disposición del lugar; el cuarto, poner cerca de sí a aquellos cuyo carácter exige una mayor vigilancia. Se podría también, los días ordinarios enviar dos niños a lo largo de las filas para ver si hay algunos que no siguen; mientras que esos inspectores avanzan, el maestro pondrá atención  si los escolares no buscan en otro sitio de su libro, para estar donde deben, cuando lleguen cerca de ellos”.

Sin embargo, los maestros no se contentarán con vigilar: “Aunque la principal ocupación de los maestros, haciendo escuchar la  Misa a sus escolares, debe ser vigilarlos, se esforzarán, no obstante, por edificarlos por el fervor de sus oraciones, por su aplicación al santo sacrificio, y por su atención a limitar su vista al lugar que ocupan los escolares. Los maestros no se servirán de libro durante ese tiempo (excepto los domingos y las fiestas, durante los oficios, con tal que ellos tengan al mismo tiempo el catálogo y que no pierdan de vista a sus escolares). No se permitirá que los escolares lleven nada a la iglesia, que puede serles motivo de distracción”.

“Los escolares deben siempre ser llevados a la iglesia, colocados de rodillas antes de que la misa haya comenzado: se tomarán para eso todas las precauciones necesarias, sea enviando un escolar a la iglesia para saber exactamente la hora, o pidiendo que se llame un poco antes. Este punto es de gran importancia, y se debe más bien, en caso necesario, omitir la oración, que faltar a encontrarse al inicio de la Santa Misa”.

“Para mover a los niños a orar continuamente durante los Santos Oficios, los maestros de  los grupos inferiores podrían decir de tiempo en tiempo: Ave María, viendo a los escolares que rezan el rosario y con respecto a los que tienen libros, les sugerirán los títulos de las oraciones que deben decir para seguir al sacerdote; pero  lo harán de manera que no sean escuchados más que por sus escolares”.

“Si llegando a la iglesia, la misa hubiera ya iniciado, se permanecerá algún tiempo en recogimiento después de que hubiera terminado; pero si fuera un domingo o fiesta de obligación, será necesario asistir a otra misa”.

La salida de misa estaba igualmente reglamentada: “Una vez terminada la misa, se permanecerá en acción de gracias el espacio de un Pater, en seguida, el maestro cuya clase saldrá primero hará la señal ordinaria, y todos sus escolares  se levantarán, harán una inclinación o una genuflexión según sea la costumbre en la parroquia y saldrán en seguida de su lugar por orden de fila, para salir de dos en dos; lo mismo se hará para hacer salir a los alumnos de otras clases. Se tendrá cuidado de que los escolares no sacudan en la iglesia el polvo de sus rodillas, que no arrojen ni papeles ni otra cosa que puedan ensuciarla”. (La Conducta, p. 89 – 90).

Si por una razón u otra, los escolares no pudieran ir a la misa, la Regla de 1837, p. 19, art. 112 estipula: “Todas las veces que no se pueda llevar a los niños a la misa, la clase comenzará a las ocho horas, y se les dará un cuarto de hora más al Catecismo, a la Lectura y a la Gramática”.

Regresando de la misa, son la 8.45 hs. La Regla Manuscrita (anterior a 1823), art. 12 y la Regla de 1837  piden la “Oración de la Diócesis” que es la oración oficial de la mañana. Era larga y era además recitada en las clases primarias de los hermanos en Francia a mediados del S. XX. Al menos hasta 1955. Después de la señal de la cruz, se decía con el Recitador de las oraciones de la mañana:

“Dios eterno y todo poderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, un solo Dios en tres personas, yo creo en ti, yo espero en ti, yo te adoro, y yo te amo con todo mi corazón”.

“Yo te agradezco, mi Dios, los bienes innumerables que he recibido de ti, principalmente por haberme creado, por haberme rescatado por tu muy querido Hijo, por haberme hecho hijo de tu Iglesia, y por haberme conservado esta noche”.

“Mi  Dios, yo te pido muy humildemente perdón por las faltas que he cometido  desde ayer por la tarde”.

“Yo te ofrezco mis pensamientos, mis palabras, mis acciones, mi trabajo y todos mis sufrimientos, en unión a los actos y a los sufrimientos de  Jesucristo, y en penitencia de mis faltas;  presérvame, Señor, de todo pecado; dispón de mí y de todo lo que me pertenece; y concédeme la gracia de cumplir con amor tu santísima voluntad”.

“Mi salvador Jesús, Hijo único de Dios, yo te adoro, y te agradezco por haberte hecho hombre. Y por haber muerto por mí; yo me doy a ti de todo corazón, como a mi legítimo Señor; concédeme la gracia de vivir como verdadero cristiano, y tan santamente, que mi vida pueda honrar e imitar aquélla que tú has llevado sobre la tierra”.

Seguían en latín, el Pater, el Ave María, el Credo (símbolo de los Apóstoles y no el de la misa), el Confíteor. Después en francés venían los Mandamientos de Dios y de la Iglesia con como 6° mandamiento de la Iglesia:

“Viernes carne no comerás

Ni tampoco el sábado”.

La oración de la mañana proseguía por las fórmulas siguientes:

“Señor, escucha nuestras oraciones por nuestro Santo Padre el Papa, Monseñor nuestro arzobispo. Señor, ten piedad de toda tu Iglesia, de Francia, de esta diócesis, de esta parroquia, de esta casa, de nuestros padres, de nuestros amigos y enemigos, y de todo aquellos que nos hacen el bien”.

”Señor, haz perseverar a los justos, convierte a los pecadores, consuela a los afligidos, alivia a los enfermos, socorre a los pobres, danos un tiempo favorable para los frutos de la tierra, y derrama sobre ellos tus bendiciones. Señor, ten misericordia de las almas de los fieles difuntos”.

“Santísima Madre de Dios, recíbenos bajo tu protección. Nuestros santos Ángeles, nuestros santos patronos, todos los santos y santas apóstoles, asístanos; rueguen al Señor para que establezca nuestros días en su paz, que nos preserve de todo mal, y nos conduzca a la vida eterna. Así Sea”.  Venían entonces las “Letanías del Santo nombre de Jesús”.

Esta Oración de la Mañana de la Diócesis de Lyon  (Loire y Rhone) era aprendida de memoria, completa, por los alumnos y formaba parte del 4° Orden de las oraciones.  Era frecuentemente seguida de las consideraciones siguientes:

“Consideremos, cada uno en particular, que este día nos es dado por Dios a fin de trabajar por nuestra salvación; que nos interesa en gran medida  emplearlo bien. Que puede ser el último de nuestra vida. Que a la hora de la muerte, nosotros quisiéramos haber vivido como santos. Que es una extrema ingratitud no vivir por aquél que ha dado su vida por nosotros. Pensemos en las faltas en las que caemos más ordinariamente, y tomemos la resolución de evitarlas. Preveamos lo que debemos hacer cada uno según nuestro estado y condición, a fin de hacerlo santamente”, (El hermano desarrolla aquí una “reflexión” como se verá después).

Después de la misa y de la oración de la mañana, el maestro llamaba a sus alumnos e imponía las correcciones y penitencias merecidas la víspera por la tarde. Se entonaba en seguida un cántico y el catecismo se iniciaba. A las 9:30 hs. comenzaban las instrucciones profanas, como la lectura y la escritura, pero todas imbuidas de religión y de devoción.

La clase termina a 11:30 hs. por la oración:

“Mi Dios, yo te agradezco las santos instrucciones que acabas de darme; haz que yo las conserve, y que ellas sean siempre la regla de mi conducta. Yo continuaré, oh, mi Dios, haciendo todos mis acciones por amor a ti”. O: “Mi Dios, yo te agradezco por todas las instrucciones que tú me has dado hoy en la escuela; concédeme la gracia de aprovechar de ellas y de ser fiel para ponerlas en práctica. Yo continuaré, oh, mi Dios,  haciendo  todas mis acciones por el amor a ti”.Según la Regla de 1837, esta oración era seguida “de una visita al Santísimo Sacramento si el señor cura los considera oportuno. Si no se va a la Iglesia, se hacen las oraciones de la visita en clase. Esas oraciones son: el acto para la comunión espiritual, los actos de las virtudes Teologales  (de  Fe, de Esperanza, y de Caridad), la oración “Yo te saludo dulcísimo Virgen María”, y el Ángelus”. (p. 20 – 21, art. 19).

“El “Dios te salve dulcísima Virgen María” es probablemente la “Oración llena de confianza de Sn. Francisco de Sales a la Bienaventurada María”, que en Francia se decía aún, pero en plural, en la visita al Santísimo Sacramento antes de cenar,  hasta casi 1968. Trayéndola a la primera persona del singular, eso da:

“Yo te saludo, dulcísima Virgen María, Madre de Dios, y yo te elijo por mi amadísima madre; y te ruego aceptarme por tu hijo y servidor; yo no quiero tener otra madre ni maestra que tú. Yo te pido pues, mi buena, graciosa y dulce madre que te agrade recordar que yo soy tu hijo, y que tú eres poderosísima y que yo soy una pobre criatura vil y débil. Yo te suplico también, dulcísima y querida madre, guíame y defiéndeme en todos mis acciones; porque ¡Desgraciadamente!  soy un pobre  necesitado y mendigo que tiene necesidad  de tu ayuda y protección. Y bien pues, santísima Virgen, mi buena madre, por tu gracia, hazme partícipe de tus bienes y de tus virtudes, principalmente de tu santa humildad, de tu excelente pureza y ferviente caridad; pero concédeme sobre todo…”.

“No me digas  Virgen llena de gracia, que tú no puedes, porque ,  tu amadísimo Hijo te ha dado todo poder tanto en el cielo como en la tierra. Tú no me pretextarás jamás que no debes, porque  eres la madre común de todos los pobres hijos de Adán y particularmente la mía. Entonces, dulcísima Virgen, si tú eres mi madre y si  eres tan poderosa, ¿qué podría disculpar si tú no me brindaras tu asistencia? Ve, mi madre, ve que estás obligada a concederme lo que yo te pido y escuchar  mis gemidos. Seas pues exaltada bajo los cielos y, por tu intercesión concédeme todos los bienes  y todas las gracias que agradan a la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo,  objeto de todo mi amor para el tiempo presente y para la gran eternidad”.

Pero en el origen de la Congregación, según la parte de las Regla Manuscrita anterior a 1823, la clase de la mañana no se terminaba por la oración: “Mi Dios, yo te agradezco…”, sino por un cántico. En efecto, el artículo 17 declara: “A las once y cuarto, la clase se terminará por un cántico, después que se haga una visita al Santísimo Sacramento, si el señor cura lo considera oportuno”. Un cántico era entonces entonado ,probablemente durante todo el período de la Restauración, antes de dejar la escuela.

“Los días en que los niños (de la pequeña clase) no van a la misa”, la Regla de 1837 (p. 21, art. 22) pide consagrar “una media hora de más al catecismo y un cuarto de hora a aprender las oraciones”.

La tarde está igualmente bien provista de oraciones, comenzando por el Rosario completo, y eso desde los orígenes, como lo demuestra la parte de las Reglas Manuscritas anteriores a 1823, art. 20, artículo recuperado con variantes de redacción por la Regla de 1837, p. 23 art. 29 y 30. El primero de esos dos artículos precisa: “art. 29 – A la una y media se dice el Rosario, indicando los misterios, así como están señalados en el cántico. Se tendrá cuidado de que los niños lo reciten por turno, pausadamente y lentamente; y los hermanos, los recitarán con ellos, dándoles ejemplo”.

 

Sobre ese punto, los Pequeños Hermanos de María se apartaban muy notoriamente de la Conducta de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Estos últimos, en efecto, tenían un rosario continuo durante las lecciones profanas: “En la mañana, desde las 9 , hasta las 10  y media, habrá siempre otro tanto de escolares como hay de clases que dirán juntos, durante un cuarto de hora, el rosario, en el lugar de la clase destinado a este fin; lo dirán unos después de los otros según el orden del “Catálogo de Llamado”. Pero el capítulo del 16 de junio al 2 de julio de 1853 suprimió ese rosario: “XIX – El Capítulo, considerando los inconvenientes a los cuales da lugar la recitación sucesiva del rosario por diversos alumnos  durante la duración de la clase, decide que esta práctica fuera remplazada por una decena de rosario, que todos los alumnos recitarán juntos al fin de las clases de la mañana”. (Capítulos Generales de las HEC, 1902, p.. 100).

El rosario se decía entonces en latín, como nos lo explica la Conducta de 1838, p. 29: “(Ellos) harán junto la señal  de la Cruz, dirán el verseto Dignare (me laudare te, Virgo, sacrata. Da mihi virtutem contra hostes tuos), en seguida el Credo, etc. (el de los Hechos de los Apóstoles); después uno de ellos dirá  el Pater etc: (los otros responderán) Panem nostrum, etc”. La decena se terminaba por: “Maria mater gratiae, Dulcis parens clementiae, Tu nos ab hoste protege, Et mortis hora Sucipe” en lugar del Gloria Patri.

Es evidente, que la decena comprendía las 10 Ave Marías, y el rosario 5 decenas, con el anuncio de los Misterios tradicionales.

El art. 30, p. 23 de las Reglas de 1837 continúa en  seguida el rosario de la manera siguiente:“Después del rosario y la oración a san Luis Gonzaga, para pedir la pureza (Oh san Luis Gonzaga, verdadero espejo de virtudes angélicas…)”. Esta  oración a Sn. Luis Gonzaga es igualmente antigua y figura en la parte de las Reglas Manuscritas anterior a 1823, pero su artículo 20 señala al mismo tiempo que el rosario era inmediatamente seguido de las “letanías de la Santísima Virgen”, y la oración a Sn. Luis Gonzaga no venía sino después.

Se encadenaban en seguida el Llamado, la corrección de las faltas y de las penitencias de la mañana, la entonación de un cántico, la recitación de la Historia Sagrada “y el catecismo que se debe hacer recitar sobre todo a los niños que les  hubiera faltado en la mañana”. El sábado, la Regla Manuscrita (parte de antes de 1823, art. 23) declara: “A las tres horas (15)… el sábado se hará leer la Epístola del domingo y recitar el Evangelio. Los días en que la Epístola sea demasiado corta, se hará leer la Epístola  de las fiestas que se encontrarán en la semana, o se leerá todo el oficio del día”. Pero la Regla de 1837 substituía en la lectura de la epístola, la de todo el oficio del domingo,  y mantenía la recitación del Evangelio. (p. 24, art. 32).

La oración de la tarde tenía lugar a las 16.30 h, y de fines de noviembre a fin de enero a las 16.15 h. En la Diócesis de Lyon,  comenzaba por la señal de la Cruz y “mi Dios, yo me presento ante ti, al fin de este día, para adorarte, por Jesucristo tu muy querido Hijo y agradecerte en su nombre por todas las gracias que yo he recibido de ti”.La oración era dicha en alta voz por el 2° Recitador de las Oraciones, diferente del de la Oración de la Mañana; los otros escolares seguían en su catecismo o ya la sabían  de memoria. El Padre Nuestro y el Ave María eran alternados, esta vez en francés y no en latín,  como en la mañana. El Símbolo de los Apóstoles era también recitado en francés: “Yo  creo en Dios, el Padre todo poderoso…” Después, “Mi Dios, soberano Juez, de los hombres, que por una misericordia infinita, no quieres que el pecador perezca, sino que evite por la penitencia  tus temibles juicios, yo me presento humildemente a ti para darte cuenta de este día. Dame, Señor, las luces de las que tengo necesidad para conocer mis faltas y el dolor necesario para detestarlas”. Algunos minutos de silencio y de reflexión del hermano permitían entonces examinar su conciencia sobre los pecados, las faltas a sus obligaciones de estado y prever una resolución. El pesar de sus faltas se expresaba así:

“Mi Dios, que ves mis pecados, ve también el dolor de mi corazón. Yo tengo un extremo dolor por haberte ofendido, porque tú eres infinitamente bueno y porque el pecado te disgusta. Perdóname por los méritos de la pasión y de la muerte de tu muy querido Hijo; concédeme la gracia de cumplir la resolución que yo hago ahora de hacer penitencia y de no ofenderte jamás”. Esta contribución se completaba  por el “Yo confieso a Dios” siempre en francés, contrariamente a la mañana. Seguían las oraciones  por la Iglesia: “Señor, escucha nuestras oraciones por nuestro  Santo Padre, el Papa, Monseñor Nuestro Arzobispo y los que nos gobiernan. Señor,  ten piedad de toda tu Iglesia, de este Estado, de esta Diócesis, de esta parroquia, de esta familia, de mis padres amigos y enemigos, y de todos  las que me hacen bien. Señor, convierte a los pecadores, y haz perseverar a los justos”.

“Señor, ten misericordia de las almas de los fieles difuntos. Mi Dios, yo te ofrezco el descanso que voy a tomar. Vela sobre mí durante esta noche, para conservarme en paz, presérvame  del pecado, de muerte súbita y de todo accidente”.

“Santísima Madre de Dios, santos Ángeles guardianes ,santos patronos, todos los santos  y santas,  recíbanme bajo su protección; obténganme una noche tranquila, y la gracia  de una santa y feliz muerte. Así sea”:

Si las “Letanías de la Santísima Virgen” no eran recitadas después del rosario como en las Reglas Manuscritas de los orígenes, se les recitaba en ese momento.

Los Hermanos de las Escuelas Cristianas tenían la costumbre de interrumpir el trabajo escolar cada media hora para ponerse en presencia de Dios. La Conducta de 1838, p. 107, estipula: “Cada media hora, cuando no haya oraciones señaladas por el libro de Ejercicios, un escolar dirá en voz alta: “Recordemos que estamos en la santa presencia de Dios”. Al instante se suspenderá el ejercicio, y los escolares, así como el maestro, se recogerán el tiempo de un Ave María, sin descubrirse, ni hacer la señal de la Cruz. Se invitará a los escolares a hacer durante ese tiempo, algunas oraciones jaculatorias, que se tendrá el cuidado de enseñarles y el maestro podrá extraordinariamente preguntárselas a algunos para asegurarse de que las sepan. Esas oraciones servirán a los maestros para renovar su atención sobre ellos mismos, y en la presencia de Dios, y a los escolares, para habituarlos a pensar en Dios de tiempo en tiempo durante el día”.

Pero en Lyon, al menos desde el S.  XVII   existía la costumbre de la “Oración de la Hora”, ya normal en las escuelas de Charles Démia. Esta costumbre existía en  Nuestra Señora de L’Hermitage y es precisamente en el momento de su construcción en 1824 que el Hermano Juan Bautista hizo por primera vez mención de ella: “A cada hora del día, un hermano que estaba encargado , tocaba una pequeña campana; entonces se suspendía el trabajo, cada uno se recogía, y  recitaban juntos el “Gloria al Padre” el “Ave María” y una invocación a “Jesús, María, José”. Si las Reglas Manuscritas no dicen nada sobre la oración de la hora, en cambio, la Regla de 1837, p. 37,  art. 12, declara: “Se recitan durante la clase las oraciones de la hora como en la Casa Madre, los niños permanecen sentados”.

El capítulo XI “Orígenes y razones de diversos practicas en uso en el Instituto”, de “Avisos, Lecciones y Sentencias del Venerado P. Champagnat” refiere que Sn. Francisco de Sales había encargado a una visitandina de recordar a su hermanas de tiempo en tiempo la presencia de Dios. “Nuestro Venerado Padre alababa mucho esta regla, pero él decía con  razón: la campana será más exacta que un hermano para cumplir este oficio. Él estableció pues,  que sería hecha una corta oración cada hora, para acordarse de la presencia de Dios, ofrecerle nuestras acciones, pedirle su socorro y alimentar el espíritu de fervor” (p. 116, ed. 1868).

Más adelante en la página 121, el Hermano Juan Bautista explicaba la razón de la elección del “Gloria al Padre”: “Es para imitar a los primeros cristianos y conformarse con el espíritu de la Iglesia, que el Padre Champagnat quiso que el Gloria al Padre fuera la oración jaculatoria de los hermanos, y se convirtió (¡parcialmente!) en la oración de la hora”. La Iglesia, nos dice él, eleva sin cesar un concierto de alabanzas  a Dios, y hace escuchar en todas partes el acento de reconocimiento repitiendo y cantando a toda hora: “¡Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo!”, ¿Qué oración puede ser más agradable a Dios que aquélla que le ofrece la santa Iglesia? El Gloria al Padre será pues nuestra oración jaculatoria de cada hora, y por ella, imitaremos no solamente a la Iglesia Militante, sino también a la Iglesia Triunfante, a los ángeles, y a los santos que cantan eternamente el Gloria al Padre…”

En la página 123 de  “Avisos, Lecciones y Sentencias” el Hermano Juan Bautista nos señala que el “Gloria al Padre” no fue adoptado sin objeción: “Cuando el Padre Champagnat  determinó, con los principales hermanos, que el Gloria al Padre sería siempre parte de la  oración de la hora, uno de los hermanos le dijo:“¿No sería mejor, Padre, hacer un acto del caridad? – Mi hermano, respondió el Padre, el reconocimiento es un acto de amor; nosotros agradecemos a Dios, porque lo amamos, porque sus bondades hacia nosotros nos conmueven, nos sorprenden y nos ganan para él… ahora bien, si la acción de gracias es un acto de amor, es cierto que es el medio más propio para hacernos avanzar en la perfección”.

Pero las oraciones con los escolares no se limitaban a esas numerosas oraciones “oficiales” de Regla; los hábitos de las localidades y las costumbres, daban ocasión a otros ejercicios de piedad. En muchos lugares se comenzaba la clase o  el estudio por la recitación muy común entonces del “Veni Sancte Spiritus”; antes de la lectura el escolar decía: “Mi Dios, yo voy a decir mi lección (Lectura) por amor a ti dame por favor, tu santa bendición – Yo seguiré, Oh mi Dios, haciendo toda mis acciones por amor a ti”: y cuando el maestro daba la señal del fin de la lectura, el lector deteniéndose exclamaba: “¡Alabado sea Dios!” a lo que la clase respondía: “¡Para siempre!”.

Forman parte aún de los Ejercicios de piedad de la escuela, las exhortaciones previstas por la Regla de 1837, p. 37 art. 15: “Antes de las letanías  del Santo Nombre de Jesús en la oración de la mañana, y en el examen de la oración de la tarde, cada hermano en su clase hará una exhortación, según el alcance de sus escolares, sobre el punto de la reflexión o del examen del día, como está señalado en la Conducta de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, que servía entonces de libro pedagógico a los Pequeños Hermanos de María. Es la segunda mención y no la última que nosotros encontramos en la Conducta. El Bienav.. Champagnat nos remite aquí a la página 109 y 110 del artículo IV “De las reflexiones de la Oración de la mañana y del examen de la Oración de la Tarde”. ¿Qué dicen estas dos páginas?

“El libro de los Ejercicios de Piedad para el uso de las Escuelas Cristianas contiene una serie de reflexiones sobre las principales obligaciones del cristiano; ellas están divididos en cinco artículos, para servir de tema de exhortaciones durante un mes; cada artículo contiene cinco reflexiones, una por cada día delas clases de las semana. Todos los días, en la oración de la mañana, se leerá la reflexión que corresponde a ese día, y el maestro la explicará durante el espacio de un buen Miserere, haciendo conocer a los niños sus obligaciones a ese sujeto, sugiriéndoles los medios y las resoluciones que ellos deben tomar para cumplirlas fielmente”.

Esas reflexiones comprendían la primera semana del mes: “Es preciso considerar que este día no nos ha sido dado solamente para trabajar en nuestra salvación”. La segunda semana: “Es necesario poner atención a que este día será posiblemente el último de nuestra vida”. La tercera semana: “Es preciso tomar una fuerte resolución de emplear todo este día en servir bien a Dios, a fin de ganar la vida eterna”. La cuarta semana: “Es mejor disponernos a morir mejor hoy, que ofender a Dios”. La quinta semana del mes: “Es preciso pensar en las faltas que cometemos más ordinariamente, es preciso prever las ocasiones que nos hacen caer en ellas, y buscar los medios de evitarlas”. Yo he tenido en otro tiempo entre las manos el libro de las Reflexiones por semana y por día, pero no lo he podido encontrar.  Tomo, pues, esas cinco reflexiones de la edición de 1760 de los “Ejercicios de Piedad que se hacen durante el día en las Escuelas Cristianas”.  Tienen la ventaja de indicar el tipo de temas de meditación propuestas a los escolares, cada mañana.

La página 109 de la Conducta prosigue: “Hay también por la tarde, un  parecido número de artículos y de reflexiones que se leerán de la misma manera; ellos tienen un cierto contenido análogo a las  que les corresponden por la mañana, referentes al tema propuesto. Por este medio, cada mes se presentará a los niños sus principales obligaciones, y se les hará notar las faltas más ordinarias en esta edad, lo que podrá serles muy saludable, sobre todo si se puede prevenir a hacerles contraer la sana costumbre de prever cada mañana las faltas a las cuáles están más expuestos durante  el día, y examinarse en la tarde sobre las resoluciones que ellos hubieran tomado. Es en esas cortas exhortaciones que un maestro que conoce el precio inestimable de un alma, debe hacer surgir su celo para ganar para Dios a los que le son confiados; él no dejará nunca de preparar con anticipación lo que debe decir, a fin de que estando penetrado él mismo, se exprese con más unción y de una manera más persuasiva”.

A falta del libro de piedad de las Escuelas Cristianas en el tiempo del Bienav. Champagnat, he aquí los 4 artículos del Libro de Ejercicios de Piedad de 1760, p. 30 a 33:

 

1er artículo (1ª semana)

 

1° punto (Lunes) - ¿He tenido cuidado hoy, en cuanto me he despertado, de hacer la señal de la santa Cruz, de adorar a Dios, y de darle mi corazón, de ofrecerle todos mis pensamientos, mis palabras y mis acciones?

2° punto (Martes) - ¿No he sido  perezoso en levantarme y lento en vestirme? ¿No he aparecido ante alguien antes de estar honestamente vestido?

3° punto – (Miércoles) - ¿Antes de acostarme, y tan pronto como me he levantado y vestido, me he puesto de rodillas para orar a Dios? ¿He orado a Dios con atención, modestia y devoción?

4° punto (viernes) - ¿He pensado en Dios, de tiempo en tiempo, durante el día? ¿He ofrecido mi trabajo y todas mis acciones a Dios antes de comenzarlas?

5° punto (sábado) - ¿No he jurado nada, quizá aún contra la verdad, quizá contra el santo nombre de Dios? Finalmente, ¿No he cometido algún otro pecado de pensamiento, de palabra, de acción o de omisión?

 

2° Artículo (2ª semana)

1er punto (Lunes)- ¿En qué he empleado los domingos y los días de fiesta? ¿He asistido a la parroquia a la Misa Mayor, a los Oficios y a las instrucciones que allí se dan? ¿No he empleado esos santos días en jugar, pasearme o divertirme?

2° punto (Martes)- ¿He escuchado la santa misa toda entera los domingos y las fiestas? ¿No he descuidado escucharla los otros días? ¿He tenido la atención, la piedad y la religión que son debidas a este santo Sacrificio? ¿He orado a Dios durante todo el tiempo de la santa Misa? ¿Durante ella no he platicado o bromeado?

3° Punto (miércoles) - ¿No he faltado al respeto en la iglesia? ¿Allí no he corrido o caminado demasiado rápido? ¿No he tenido posturas inmodestas? ¿No he vuelto la cabeza y mirado para todas partes?

4° punto (viernes) ¿He tenido respeto y obedecido gustosamente a mis padres, a mis maestros y maestras, y a las otras personas a quien  debo respecto y obediencia?

5° punto (sábado)- ¿He amado a toda clase de personas, aún a las que me han hecho o querido hacer mal? ¿He amado particularmente a mis hermanos, mis hermanas y todos mis compañeros? Finalmente, ¿No he…?

 

3er Artículo (3ª semana)

1° punto (lunes)- ¿No he tenido odio, o aversión contra nadie? ¿No he dicho injurias?

2° punto (Martes) - ¿No he hecho o querido hacer acciones malas, vergonzosas y contrarias a la pureza? ¿No he tenido pensamiento o dicho palabras, o lanzado miradas, o leído libros, o cantado canciones deshonestas?

3° punto (miércoles)- ¿No he faltado de orar a Dios antes y después de mis comidas? ¿No he comido o bebida en exceso, con avidez o sensualidad, fuera de las comidas, por glotonería?

4° punto (viernes)- ¿No he robado nada o querido robar a nadie? ¿No he tomado nada a mis padres en secreto o sin su permiso, o aún contra su voluntad?

5° punto (sábado)- ¿No he  hablado mal de mi prójimo? ¿No he mentido, sea hablando seriamente, o de broma, para excusarme o para agradar a otros? Finalmente, ¿No he…?

 

4° Artículo (4ª semana)

1er punto (Lunes)- ¿No me he ausentado de la escuela sin permiso, contra la voluntad de mis padres o por libertinaje?

2° punto (martes) ¿Me he esforzado en la escuela para estudiar mis lecciones? ¿No he platicado o bromeado? ¿He escuchado con atención, estudiado y practicado las enseñanzas que allí se me han dado?

3er punto (miércoles)- ¿No he jugado, o no me he divertido antes que venir a la escuela? ¿No he jugado cerca de las iglesias, o aún en las iglesias? ¿No he jugado alguna vez durante el servicio divino?

4° punto (viernes)- ¿No he perdido mucho tiempo en jugar? ¿No he tenido apego al juego? ¿No he realizado juegos prohibidos? ¿En ellos, no me he engañado o querido engañar a los otros?

5° punto (sábado)- ¿no he sido causa de que otros hayan jurado; atacado, o robado, o mentido, o estado ausentes de la escuela o de la santa Misa, o de que hayan cometido algún pecado? Finalmente, ¿No he yo…?

He aquí como, después de 1760, los Hermanos de las Escuelas Cristianas formaban la conciencia de los niños; yo lamento no poder citar los exámenes  de conciencias 60 años más tarde, pero ellos muestran en qué consistía este examen de conciencia en las  escuelas de los Pequeños Hermanos de María en el tiempo del Bienav. Fundador.

 

14- SALIDA DE LA ESCUELA PARA VOLVER A  CASA.

 

La Regla  Manuscrita no hace ninguna alusión directa al regreso de los niños a su familia. Se puede  pensar que en el origen, los Pequeños Hermanos de María imitaban también en eso a los Hermanos de las Escuelas Cristinas. La “Conducta” de 1838 explica respecto a este tema: “Los escolares de las clases de los más pequeños serán los primeros en salir; si no hay más que dos clases, los de la pequeña, saldrán… en la tarde después del cántico que cantarán al mismo tiempo que los de la clase de los mayores…”.Ahora bien, la Regla Manuscrita, en la parte anterior a1823, art. 17 precisaba para el fin de la mañana: “A las once horas y cuarto, la clase se terminará por un cántico…” En ausencia de informaciones particulares, se puede pues suponer la misma cosa en la tarde. Hemos ya constatado que ese cántico del fin de la mañana había sido suprimido en la Regla de 1837, y no se hace mención de él en el art. 36, p. 25 para la  salida de la tarde: “Terminada la clase, los niños se vuelven con sus padres, de dos en dos y en silencio”.

La “Conducta” de 1838 nos da los detalles sobre entendidos por la Regla de 1837, p. 115: “Para hacer salir a los escolares, el maestro  señalará a los de un banco , quienes partirán de su lugar, descubiertos  y en silencio, los unos detrás de los otros. Harán una inclinación al Crucifijo, saludarán al maestro e irán a formarse al lugar que será asignado a la fila de cada barrio (o caserío) observando  siempre un profundo silencio. Cuando todos  estén bien formados, el maestro dará un aplauso para indicarles descubrirse; al segundo golpe, saludarán; al tercero, avanzarán con un grandísimo orden. Los maestros tendrán cuidado de que los escolares caminen por las calles de dos en dos, los unos detrás de los otros, y alrededor de dos pasos de distancia, con modestia; no obstante,  sin coacción, ni afectación en el porte, que no lancen nunca piedras, que no corran ni  griten , que no causen daño a nadie, en una palabra, que se  comporten con orden y discreción .Inclusive,  se les invitará  a rezar el  rosario cada quien en particular, pero sin ostentación. Si encontraran a un sacerdotes llevando el Santo Viático, se pondrán de rodillas para adorar a Jesucristo en el Santísimo Sacramento”.

“Como no se puede ver  de qué manera se comportan los escolares en las calles, el Hermano Director, conjuntamente con los maestros, dará orden a algunos escolares de vigilar sobre lo que allí ocurra, y de reportar fielmente lo que ellos hubieran notado. Los maestros tendrán cuidado de recompensar cada día a algunos de los niños que se hubieran comportado mejor en su fila y de infligir alguna penitencia a los que hubieran causado desorden.

 Todavía en la página 117 se lee:  “Uno de los maestros hará guardia a la salida de los escolares, y  otro vigilará sobre los que ya están fuera…En la tarde, todos harán un pequeño examen sobre su conducta en la escuela”.

Para presentar la Didáctica de los Pequeños Hermanos de María en tiempo del Bienav.. Fundador Marcelino Champagnat,  hemos  recurrido mucho a la “Conducta” de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, puesto que ella contenía precisamente lo que era callado en  nuestros primeros libros de la Congregación. En eso, el mismo Bienav.. Champagnat nos ha indicado el camino señalando en su Regla de 1837., p. 46:

Art. 32: “Los hermanos considerarán el estudio y la práctica de la “CONDUCTA”, como uno de  los más seguros medios para tener éxito en su empleo; allí  leerán, pues, frecuentemente lo que les conviene, con el fin de  poseerla perfectamente y observarla con fidelidad”. ¡El padre Champagnat no podía ser más formal!

“¿La Escuela Parroquial” de 1654 no tenía razón al escribir: “las pequeñas escuelas son el seminario del cristianismo”?  y el canónigo Blain, en su biografía de Juan Bautista  de la Salle: “Ellas (las escuelas) son como las Iglesias de los niños (sic) porque ellos allí adoran a Dios,… y cantan sus alabanzas, aprenden a amarlo y a servirlo: se les enseña a practicar la virtud, huir del vicio, a seguir las costumbres cristianas…” (1733, p. 36). Y el Padre Bourdoise,  había escrito al Sr. Olier con razón: “Yo considero que si Sn. Pablo y Sn. Daniel volvieran al presente a Francia, ellos tomarían la profesión de maestros de escuelas, con preferencia a todas las otras. La escuela es el noviciado del cristianismo”.

Yo dejo al Bienav. Champagnat la palabra final:

“Un hermano, es una cosa muy grande; es un alma predestinada a una alta virtud y sobre la cual Dios tiene designios particulares de  misericordia! ¡Es un hombre para quien el mundo no es bastante amplio y a quien sólo la posesión del cielo puede  satisfacer!... Hacerse hermano, es comprometerse a hacerse santo. Es por el futuro que ellos deben trabajar toda su vida y con todas sus fuerzas… ¡Si  supiéramos cuánto ama Jesús a los niños con qué ardor él desea su salvación! ¡Lejos de encontrar la clase penosa y quejarnos de las dificultades de nuestro estado, estaríamos listos a sacrificar nuestra vida para procurar a esos tiernos niños el beneficio de la educación cristiana! “(H. Juan Bautista, “Vida” p. 476 y 287).

“Yo tengo la confianza que María no dejará parecer a ninguno de las que perseveren hasta la muerte en su vocación y que dejen la tierra revestidos con su hábito” (id. Ibid. P. 344 ).

 

 

                                                    

 

 

 

 

                                                               

                                                                 ( Firma)

                                       

 

                                                          Hno.Pierre ZIND fms.

                                

                                                    Sábado 5 de Septiembre de 1987, a las 21 h.