EL BIENAVENTURADO M.
CHAMPAGNAT.
Su obra
escolar
En su contexto histórico.
Sesión
“MARCELINO CHAMPAGNAT”
De Mendes, Brasil.
Enero de 1988
Casa General de
los Hermanos Maristas
Roma ( E U R ) – 1991
Cap. 8 – PEDAGOGÍA DIDÁCTICA DE LOS
PEQUEÑOS HERMANOS DE
MARÍA. ( Págs. 350 a 467 ).
(
Traducción del H. José Luis Casillas Velásquez )
CAPÍTULO 8: PEDAGOGÍA DE LOS PEQUEÑOS HERMANOS DE MARÍA.
1.
FUENTES. . . . . . . . . . .
3
2.
ESTRUCTURA DE LAS ESCUELAS Y
MOBILIARIO. . . .
. 5
3.
LOS MÉTODOS PEDAGÓGICOS DE
ENTONCES. . . . . 7
4.
LA SEÑAL. . . . . . . . . . .
9
5.
DIVISIONES DE UNA ESCUELA Y DE UNA
CLASE – LECTURA. . . 11
6.
DIVISIONES DE LA LECCIÓN DE
ESCRITURA. . . . . . 15
7.
LA ORTOGRAFÍA Y EL CÁLCULO. . . . . . . .
2O
8.
LECCIONES DE MEMORIA Y SUS
DIVISIONES. . . . . .
22
9.
EXÁMENES Y CAMBIOS DE CLASE. . . . .
. . 28
10.
LOS OFICIALES. . . .
. . . . . .
30
11.
LAS SANCIONES: CASTIGOS Y
RECOMPENSAS. . . . .
33
12.
. EL CATECISMO. . . . . . . . . .
40
13.
LAS ORACIONES. . . . . . . . . .
49
14.
SALIDA DE LA ESCUELA PARA VOLVER A
CASA. . . . . 59
8 – PEDAGOGIA DIDÁCTICA DE LOS PEQUEÑOS HERMANOS DE
MARIA.
1-
FUENTES.
De la pedagogía de la Congregación de los
Pequeños Hermanos de María en la época
del fundador, es decir de 1819 a 1840, queda un amplio campo por investigar,
bajo sus diferentes aspectos, con relación a su
finalidad, su espíritu, su método y su didáctica. Debido a las
circunstancias, nos limitaremos aquí al método y a la didáctica.
Hacia 1853, de una manera general, los
Pequeños Hermanos de María se esforzaban en ese campo, por enseñar según la
célebre “Conducta de las Escuelas Cristianas”, cuya primera presentación se lee
en el Manuscrito 11 759, de 305 páginas, conservado en la Biblioteca Nacional
de París, que parece datar de 1706, y que nosotros habíamos presentado en 1970
al Congreso de la Sociedad de Científicos de
Reims; este informe fue Impreso en 1974 por la Biblioteca Nacional en
las “Actas del 95 Congreso de la Sociedad Científica”, tomo I, p. 61 – 73.
La
primera impresión de la “Conducta” de los
Hermanos de las Escuelas Cristianas se remonta solamente a 1720
(Avignon) esto es, un año después de la
muerte de San Juan Bautista de la Salle (1651 – 1719). Esta “Conducta de las
Escuelas Cristianas” se deriva directamente de “La Escuela Parroquial”, de
Jacques de Béthencourt, aparecida anónimamente en 1654, y en seguida
perfeccionada por el Sr. De la Salle y sus primeros discípulos. Nosotros
habíamos hablado de ello en la primera parte de esta obra.
Con
respecto a la Escuela Parroquial de 1654 y de las versiones posteriores, Sn. Juan
Bautista de la Salle aporta varias mejores con sus hermanos, como:
1
– Comenzar el aprendizaje de la lectura, no por el latín, sino por la lengua
materna, como el francés,
2-
La simplificación de la escritura, entonces llena de numerosas dificultades, y
su vulgarización, en gran perjuicio de
los “Maestros – Escribanos”, reducidos a desaparecer;
3
– Una didáctica concreta y práctica, realista;
4-
Una buena formación de los maestros.
Se
afirmaba, y afirma todavía con error, que J – B de la Salle había también
inventado el “Método Simultáneo”; en realidad, este método, antiguo como el
mundo, ha sido sobre todo sistematizado y popularizado por él, al punto que en
el siglo XIX, el “Método Simultáneo” era comúnmente denominado “Método de los
Hermanos” (Sobre entendido: “de los Hermanos de las Escuelas Cristianas”).
Frecuentemente
recopiado en el siglo XVIII, bajo forma manuscrita, la “Conducta” fue impresa
dos veces antes de la Revolución Francesa, en 1720 (Edición Prìncipe) y en
1742. Pero el siglo XIX conoció numerosos ediciones de esta obra:
1°
En 1811, en Lyon, en 359 páginas, después en 1819 y 1823. Esas tres ediciones
se parecen y se inspiran estrechamente
en las ediciones de 1720 y de 1742.
Es
esta pedagogía didáctica que el Bienav. Champagnat hizo estudiar en el origen a
los Pequeños Hermanos de María por un antiguo hermano de las Escuelas
Cristianas, Claude, Maisonneuve, porque él mismo no la conocía. (Cf. Zind: Tras
las Huellas… Cap, 37).
2°
En 1828, apareció la 4ª edición del siglo XIX “revisada y corregida” por 3
Hermanos de las Escuelas Cristianas, para hacer desaparecer las repeticiones o
las contradicciones.
3°
En 1834, se reeditó la versión de 1828, pero faltando la 3ª parte: “Conducta de
los Formadores”, pero la edición de 1837 retomó esta 3ª parte reeditando la
versión completa de 1828.
4° En 1838, apareció una edición
incluyendo materias nuevas en comparación a las ediciones anteriores: la
Historia, la Geografía y el Dibujo Lineal; ella preconiza también el “Método
Simultáneo – Mutuo” en todas partes
donde es posible en lugar del simple “Método Simultáneo. Es la última
“Conducta” conocida por el Padre Champagnat. Es la 8ª
edición
desde 1811.
Después de la muerte de Marcelino
Champagnat, las ediciones de 1849, luego las de 1850, 1852 , 1853 y 1856,
retomaron la edición de 1838, salvo la edición de 1849 que reemplazó la tercera
parte, “Conducta de los Formadores” por “De las Virtudes y Cualidades del
Maestro”. La 1ª edición italiana ( Turín ), apareció en 1834 bajo el nombre
“Condotta delle Scuole Cristiane, De La Salle” y es una traducción de la
edición francesa de 1828. La primera edición inglesa; “Manual of School
Governement” by the Christian Brothers, data de 1845 y fue impresa en Irlanda,
en Dublin; esta edición difiere notablemente de las ediciones francesas
anteriores.
Trece años después de la muerte del
Bienav. Champagnat, en 1853, fue redactada y apareció la “Guía de las
Escuelas”, en adelante únicamente utilizada por los Pequeños Hermanos de María
en el siglo XIX y aún más tarde, de manera que la “Conducta de las Escuelas
Cristianas” no la utilizaríamos más.
Se
puede adelantar, que en el tiempo del Fundador, el método didáctico de los
Pequeños Hermanos de María conoció 3 períodos de evolución pedagógica, sucesivos:
1°
La “Conducta” de 1819 y de 1823;
2°
La “Conducta” de 1828 1834 y 1837;
3°
La “Conducta” de 1838.
Nos
es materialmente imposible estudiar aquí las variaciones pedagógicas de esos 3 grados de evolución, en primer
lugar por falta de tiempo y sobre todo, porque yo no poseo más que la edición
de 1838.Pero aparte, por la adición
de tres materias nuevas para la
enseñanza primaria en Francia, a saber: La Historia, la Geografía y el Dibujo
Lineal, asignaturas que los Pequeños Hermanos de María no enseñaban desde los
inicios más que excepcionalmente a algunos “alumnos mayores” que pagaban por
ello 8 F. al mes y que progresivamente tomarán importancia, el método didáctico
utilizado a partir de 1838 para la lectura, la escritura, el cálculo y el
catecismo, corresponde prácticamente a la de las ediciones, de 1828, de 1834 y
de 1837, aún si en 1838 se pretende seguir el “Método Simultáneo- Mutuo” más
bien que el “ Método simultaneo” porque este último, no podía exactamente ser
seguido más que en las ciudades; en los pueblos, por no haber otro remedio, el
“método era Simultaneo – Mutuo” y era denominado entonces a pesar de todo,
“simultaneo”, porque la expresión, “Simultaneo mutuo” no existía aún. Con la
“Conducta” de 1838, tenemos, pues, lo esencial de la pedagogía de los Pequeña Hermanos de María de 1828 a 1840, es
decir en 12 años.
Para
el período de 1819 a 1828, correspondiente a la “Conducta” de 1819 y de 1823,
puede darse una idea de la pedagogía en
mi ponencia a la Sociedad Científica en 1972, en Reims.
Entonces, en lo que concierne a nuestro propósito
actual, la edición de la “Conducta” en 1838 corresponde en lo esencial a la
didáctica de los Pequeños Hermanos de María desde 1828 a 1840, y más allá. Yo
tomo como prueba la carta que el Bienav. Champagnat envió en noviembre de 1837,
luego antes de 1838, al Sr. Georges Metton, cura de Sury–Le–Comtal (Loire), que
usted encuentra en Sester: Cartas del Bienav. Champagnat,
doc. 161, pp. 313 – 314.
El
Bienav. Champagnat escribía, pues, en 1837:
“…
Es el parecer de mis cohermanos (Padres
Maristas, probablemente los capellanes de N–S. de l’ Hermitage (Matricon) y los
Padres de Valbenoîte) y de nuestros antiguos Hermanos que yo
también he consultado. Es también la Regla de los excelentes Hermanas de
las Escuelas Cristianas que debería servirnos de regla invariable en todo;
ellos se expresan así en su “Conducta” página 187, cap. IX de la estructura de
las clases: “Las clases deben siempre
estar contiguas, la puerta de comunicación debe estar con vidrios y se deben tener aberturas en las
paredes o tabiques de separación, con el fin de que los maestros se puedan ver
fácilmente desde su lugar.” Es textual lo que se imprime en las páginas 187 y
188 de la edición de 1838. Y sobre todo, la Regla de los Pequeños Hermanos de María de 1837
recomienda nominalmente en las páginas 26, 38 y 46, la “Conducta” de los
Hermanos de las Escuelas Cristianas,
como modelo y sujeto de estudio para los Hermanos Maristas, así como lo
veremos.
La
“Conducta” de 1838, impresa en París con Moronval, comprende:
1
– Un prólogo, p. I a IV,
2
– El reglamento diario para las escuelas de tres clases o menos p. V a VIII,
3
– La primera parte: “ De los ejercicios que se hacen en la escuela y de la
manera de hacerlos”, p. 1 a 117, comprendiendo XX capítulos,
4
– La segunda parte, “De los medios particulares para establecer y mantener el
orden en las clases”, p. 119 a 189, comprendiendo IX capítulos.
5
– La tercera parte “Conducta de los Formadores”, p. 191 a 226, comprendiendo
III capítulos.
6
– El índice de los capítulos y de los artículos p. 227 a 232.
7
– Cuatro suplementos no paginados:
a)
Explicación de los muebles clásicos, en 4 páginas,
b)
Los tableros: De lectura (recto).
de las 6 máximas ( verso ),
c)
El plan (elevación, perfil, corte) de la cátedra del maestro.
d)
Había además un cuarto plan, referente a los bancos y escritorio de los
escolares, pero desgraciadamente, ha
sido arrancado de mi ejemplar, y yo no puedo más que señalarlo.
2
– ESTRUCTURA DE LAS ESCUELAS Y EL MOBILIARIO.
Las
primeras escuelas de la congregación eran ordinariamente un edificio
cualquiera, que no servían como local de
enseñanza. Más tarde, sobre todo después de la ley Guizot de 1833, las comunas,
sin local escolar debían construir casas adaptadas a la enseñanza, controladas
además por las autoridades de la prefectura. Es necesario pues considerar las prescripciones siguientes
como un ideal más que como una realidad.
“Las
clases deben estar, de ser posible, en la planta baja, entre patio y Jardín, y
en terreno plano. La puerta de entrada debe estar colocada de tal manera que
los escolares no pasen por una para entrar en la otra”.
“Cuando
las clases dan sobre la calle o sobre un patio común, es necesario que las
ventanas no estén más abajo que alrededor de dos metros, a fin que los que
pasan no puedan ver dentro de la escuela. Pero si ellas no están expuestas a la vista de los
vecinos, será suficiente que la altura de
apoyo de las armazones sean de alrededor de 1 metro 30 centímetros 1,30m.). Todos los
bastidores deben ser de montantes corredizos a fin de poder airear las clases
sin molestar a los niños”.
“Es
necesario que las clases sean agradables (= estén bien iluminadas) con buena
ventilación y que haya para eso ventanas al menos en dos lados. Las clases
tendrán 8,75m. Por 7 en la medida de lo posible y alrededor de 4 m. de altura;
(= 61,25 m2 y 245 m3); esas dimensiones parecen las más
convenientes”. La Regla Manuscrita del Bienav. Champagnat anterior a 1830
señala 70 alumnos en la pequeña clase y 50 en la grande; la Regla de 1837 art.
19 p. 43 dice así mismo lo que da a cada
alumno, sin contar al maestro, 0,675m2 y 3, 6 m3 en la
pequeña clase y 1,235 m2 y 4,90 m3 en la Grande clase.
“Las
clases deben siempre estar contiguas; la puerta de comunicación (entre las dos
clases) deben ser vitrada y se deben tener aberturas en los muros o tabiques de
separación a fin de que los maestros se
puedan ver fácilmente desde su lugar…”.
Las
letrinas (= W. C.) deben estar colocadas de manera que los maestros puedan
vigilar a los niños que allí van y bastante alejadas de las clases para que no
molesten. Cada clase debe tener su gabinete, cuyas dimensiones podrán ser de
70cm. de largo por 1 metro de profundidad. Además a los urinarios (= meaderos)
que se tendrá cuidado de hacer colocar cercanos de las letrinas, se les hará
poner el plomo en cada gabinete, en forma de embudo a fin de que puedan más fácilmente mantenerse limpios”. Si yo he comprendido bien, había para hacer sus
necesidades, letrinas o gabinetes de asiento, probablemente una tabla con un
boquete encima de un estercolero o de un barril; además, el gabinete tenía un
urinario en forma de embudo y de plomo, en caso de que se deseara orinar, sin
peligro de mojar la tabla agujerada; al lado de los letrinas, una por clase,
había urinarios muy simples. No había problema
con el papel higiénico, por la simple razón que se inventó en 1857, en
los Estados Unidos por un cierto Cayetti y no se conoció en Francia sino hasta
el siglo XIX. Se habló de él por primera vez en 1901, cuando para recibir
dignamente al Zar de Rusia en Compiègne, un funcionario hizo fabricar papel
higiénico deliberadamente, imprimiendo en él las armas del Imperio Ruso. Se
advierte a tiempo el eventual sacrilegio
imperial, y el papel en cuestión no fue utilizado.(Guerrand: Les lieux, p. 137,
1935).
En
las escuelas de los pueblos, no debía haber muchos urinarios; los 4 volúmenes
del Diccionario Pedagógico de Ferdinand Buisson no hacen ninguna mención sobre este género de urinario. Como
todavía muchas veces, en el S. XIX los escolares orinaban en una zanja, en un prado, contra el
tronco de un árbol o contra una pared de la calle.
“En
cada clase, debe haber una silla para el maestro; cinco imágenes, a saber, un
crucifijo, una imagen de la Santísima Virgen, una de San José, una del Ángel de
la Guarda y una de San Nicolás, el
retrato del Sr. J–B de la Salle y las sentencias mencionadas antes, una pila de
agua bendita y una estufa”. Yo no he encontrado ningún documento señalando las
imágenes de las clases de los Pequeños Hermanos de María; ellas debían ser
semejantes a las de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, pero yo pienso que allí no estuvieron San Nicolás y J– B de la Salle; yo
supongo que esas dos imágenes fueron reemplazadas por San Luis Gonzoga y la
imagen del Rey. Un documento manuscrito posterior a 1830 (Probablemente escrito
por el Hermano Francisco), pide
simplemente “10 marcos con vidrio para
imágenes” lo que significa que había cinco imágenes por clase: la cruz, Nuestra
Señora, San José, el Ángel de la Guarda y San Luis Gonzoga. Estas imágenes eran
proporcionadas todas por la Congregación. Las Reglas Manuscritas señalan
igualmente 2 pilas de agua bendita por clase y añade, a la estufa, los tubos.
(Un cuestionario manuscrito por el Hermano Visitador, en el n. 67 pide “¿Hay
siempre agua bendita a la entrada de las clases?”).
Los
Pequeños Hermanos de María exigían también mesas de escritorio con tinteros
para 50 escribanos en la Grande Clase y bancos para 70 niños de la pequeña
clase, lo que supone que los 70 niños no tenían escritorio. La “Conducta”
consideraba 44 cm. de escritorio por escribano y 33 cm. de banco para la
pequeña clase, por niño.
Los
Pequeños Hermanos de María pedían además 3 pizarras negras “en nogal”, una de
2m. Por 1,50m.; y dos de 1,50 m. por 1 metro.
Los
Hermanos de las Escuelas Cristianas tenían tableros de sentencias, pintados al
óleo, negros, con texto en blanco y reborde amarillo, estas eran:
1-
Es preciso aplicarse en la escuela y estudiar su lección.
2-
Es preciso poner atención a las señales.
3-
Es preciso siempre escribir sin perder el tiempo.
4-
Es preciso escuchar atentamente el catecismo.
5-
Es preciso orar a Dios con piedad en la Iglesia y en la Escuela.
6-
Es preciso no ausentarse de la escuela ni llegar tarde sin permiso.
Yo
ignoro cuál sentencia ha sido dejada por el Bienav. Champagnat y cuáles eran
las cinco seleccionadas.
Un
documento de 1838 de nuestros archivos, indica todavía por mobiliario un
armario de 1,50m. de alto y de 1,15 m. de largo
en cada clase. Para el conjunto de la escuela es necesario un
reloj, una campana para tocar a la entrada y una campanilla para los
ejercicio de clase. Es la campanilla que tocaba el hermano Lorenzo para reunir
a los niños del Bessat en los orígenes
de la Congregación. Pero yo supongo que esta campanilla era frecuentemente
reemplazada por la “señal” casi absolutamente necesaria en el método simultáneo
o simultáneo – mutuo. Por otra parte, fuera del hermano Lorenzo en el Bessat,
yo no he encontrado ninguna alusión al empleo de la campanilla, aunque el
hermano Juan Bautista en el tomo, 2, p. 364, (edición 1856) habla
explícitamente de la “señal” haciendo reprender por el Bienav. Champagnat a un
Hermano que no tenía disciplina en clase: “… usted no tiene silencio…
expresándose con la palabra en lugar hacerlo con la señal, gritando y hablando
sin necesidad…”
Para
la limpieza cotidiana de las clases, el mismo documento considerado de 1838,
pedía aún un cubo, 2 regaderas, 4 escobas, 2 recipientes para la basura; había
pues dos escobas y una regadera por clase, diferentes del mobiliario
perteneciente a la comunidad de los hermanos.
Los cristales eran lavados cada dos meses (Pregunta 75) [¿Las clases son
barridas todos los días? Pregunta 74].
Estaban
todavía previstos los patrones de las nuevas medidas métricas de longitud y de
capacidad (Kg.… Litro…) un mapa de Francia y mapas de las 5 partes del mundo, y
evidentemente los tableros de lectura para la pequeña clase.
3
– LOS MÉTODOS PEDAGÓGICOS DE ENTONCES.
Un
gran tema de discusión escolar en la época del Bienav. Champagnat era el del
método pedagógico. Se contaba entonces con cuatro: el “Método Individual” el “Método
Simultáneo”, el “Método Mutuo”,
y el “Método Simultáneo–Mutuo”.
En el “Método Individual”, el maestro instruye a cada escolar dándole
lecciones particulares sobre cada una de las ramas de la enseñanza. Reunidos en
un mismo salón, los alumnos se presentan sucesivamente y por turno, ante el
maestro que los instruye. Este método no es aplicable más que con 8 o 10
alumnos y ocasiona mucha pérdida de tiempo a los niños. Es por lo que
fue proscrito de las escuelas
públicas y los inspectores lo perseguían en las escuelas particulares. No era
empleado en nuestras escuelas.
En
el “Método Simultáneo” o “Método de los Hermanos”, el maestro
reúne a sus alumnos proporcionalmente en secciones o divisiones y da
sucesivamente a cada sección o división la lección, mientras que los otros
estudian o escriben. Este método permitía dar clase a 50 o 70 niños a la vez, y
era apropiado a las ciudades, o al menos a una población numerosa.
En el “Método Mutuo” lanzado en Francia en 1815 el maestro reunía a
todos los alumnos de la escuela en un solo salón grande, frecuentemente una
antigua iglesia. Los escolares eran divididos en secciones, y en bancos, y eran
instruidos no directamente por el maestro, sino por “monitores”. El maestro
formaba las monitores de las 8 a las 10 horas en la mañana y los escolares eran
instruidas de las 10 a las 15 horas, por los monitores que enseñaban cada uno
en su sección. Durante ese tiempo el
maestro aseguraba simplemente la disciplina general con un silbato o una
campanilla y vigilaba el conjunto. El método parecía económico, porque bastaba
con un solo maestro por escuela, los
monitores eran los mismos escolares, y se podía así instruir rápidamente un
grandísimo numero de niños. El sistema mutuo, en el que los niños instruyen a
los niños, pareció como moderno puesto que siendo democrático, republicano, se oponía al método simultaneo, autoritario y
monárquico. Violentas polémicas oponían esos dos métodos pedagógicos, apoyados
por la política, los liberales de un lado, los monárquicos del otro. Me serían
necesarias muchas horas para presentar este método y sus segundas intenciones,
lo que no es posible aquí. Los Pequeños Hermanos de María no habían, en tal
caso, adoptado jamás este método.
El “Método Simultaneo – Mutuo”
es una especie de término medio; existía ya desde el S. XVII por lo menos,
porque frecuentemente, los maestros del método simultaneo se hacían ayudar por
los escolares más avanzados que se iniciaban así en el arte de enseñar.
Consistía en que el maestro enseña
sucesivamente a las diferentes sesiones de su clase, pero en lugar de hacer
estudiar sólo o escribir las divisiones de las que el maestro no se ocupaba,
esas divisiones eran enseñadas por un alumno más inteligente y adelantado.
Frecuentemente esos alumnos monitores
tenían un escritorio colocado a cada lado del maestro, frente a sus
compañeros. Tenemos de esto un testimonio del Hermano Avit (Henri Bilon), en
su reseña sobre St. Genest- Malifaux
donde él era director:
“Un
día, durante el invierno de 1841, los dos vigilantes (= los dos monitores),
sentados como él bajo el abrigo de la chimenea,
insistieron mucho que les fuera permitido ira los lugares (WC). ¡No
había permiso para dejar ir a los WC 2
alumnos a la vez! Aquí la necesidad de los dos monitores parecía urgente.
Durante su ausencia, el susodicho abrigo calló repentinamente, desgarró la
parte delantera del escrito y quebró las sillas de los vigilantes. Numerosos ladrillos y una enorme cantidad de
polvo enterraran al hermano Avit quien quedó inmóvil durante algún tiempo.
Creyéndolo muerto, los alumnos salieron de la clase y corrieron a anunciar esta
noticia en la aldea…” Finalmente, este ejemplo, (que muestra cómo gracias a los
WC, dos niños inteligentes no fueran aplastados bajo el derrumbe por la protección de María,
declara el Hermano Avit), nos prueba la existencia de los alumnos
monitores en nuestros primeras escuelas.
Los
hermanos de la Valla y de N–S. de I’Hermitage intentaban pues, aplicar en la
medida de lo posible el método simultáneo o el método simultáneo – mutuo.
4
– LA SEÑAL
El
instrumento básico para triunfar en el método simultáneo o simultáneo – mutuo
es la señal, probablemente inventada, en todo caso divulgada por los Hermanos
de las Escuelas Cristianas desde el inicio del S. XVIII. La “Conducta” de 1838,
p. 121, expresa… “A fin que nadie les impida ejercer esta vigilancia, ellos (los
hermanos) no tendrán en mano más que la señal y el libro de la lección”. En
resumen, la señal fue el bastón de mariscal del maestro.
Generalmente
en boj, la señal es una especie de matraca donde una cuerda de buey, “del
grueso de un re o 2ª cuerda de un violín”, permite a una lengüeta de madera
chasquear sobre el cuerpo de la señal, en un pequeño ruido breve y seco.
Este
instrumento permitía dirigir una clase numerosa en silencio, por simples
.señales.“El primero y principal uso de la señal dice la “Conducta” p. 124, es
atraer de un golpe todas las miradas de los escolares sobre el maestro y
volverlos atentos a lo que él quiere
hacerles conocer. Así todas las veces que él quiera llamar la atención de los niños y hacer acabar todo
ejercicio, dará un solo golpe”.
Uno
de los primeros principios en esta pedagogía es: “Es preciso que el maestro sea
muy exacto en corregir todas las faltas que los niños cometen leyendo, debiendo
estar convencido de que ellos avanzarán tanto más, en la medida en que sea fiel
al método. No será menos cuidadoso en
corregir las que cometerán recitando sus lecciones. Sirviéndose siempre de la
señal y no de la palabra y sobre todo, evitando ciertos signos ridículos de la
boca ,etc...” ( Conducta, p. 120 ).
Si
el silencio es necesario a los escolares, se impone igualmente al maestro:
“Velará pues sobre sí mismo para no hablar más que raramente y muy bajo, a
menos que sea necesario que todos los escolares escuchen lo que tendrá qué
decir; y aún en ese caso, podrá decirlo en voz baja a un escolar, quien lo
repetirá en voz alta, pero evitará con cuidado decir cosas inútiles o
ridículas” (Ridículo del género: “¡Cada vez que yo abro la boca hay siempre un
imbécil que habla!”)
La
“Conducta” de 1838 (p.123) precisa: “El maestro no hablará ordinariamente más
que en cuatro ocasiones:
1-
Durante la lectura, cuando después de haber indicado a varias escolares repetir
lo que otro ha dicho mal, ninguno puede hacerlo;
2-
En los catecismos.
3-
En el examen (de conciencia) y en las reflexiones que se hacen durante las
oraciones;
4- En las lecciones que pidan explicaciones”.
Es
pues a causa del silencio de las clases que los Hermanos recurrirán a muchos
signos, utilizando ante todo la señal. Veamos algunos de esos signos.
-
Para hacer signo de recitar las oraciones, el maestro, después de haber dado un
golpe de señal para llamar la atención de los niños, unirá las manos”.
- “Para advertir repetir las
lecciones diarias, después de un golpe de señal, mostrará el libro de la
lección que va a hacer recitar; si quiere hacer repetir a la primera sección
después de un golpe de señal, mostrará un dedo a fin de hacer ponerse de pie a
los que la componen, dos para la segunda, etc…”
-
“Para reconocer si un escolar está atento, durante el tiempo de las repeticiones,
él dará un golpe de señal para hacer detenerse al que recita, y enseguida señalará al que él quiere sorprender, repetir
lo que su compañero acaba de decir, o continuar la lección (Lectura)si es de la
misma sección (¡Sin repetir las últimas palabras del lector!)”.
En
la Guía de las Escuelas de los
Pequeños Hermanos de María, leo en la
página 118 todavía en la edición de 1932:”… El maestro silencioso es el que emplea la palabra con medida,
ahorrándola de buen grado cuando un gesto o un signo es suficiente, que no se
hace escuchar más que cuando los niños están atentos, que evita con cuidado
toda palabra inútil, toda prolijidad en las explicaciones necesarias…” No
olvidemos que las clases tenían de 50 a 70 escolares, y así mismo, durante la
guerra de 1914 – 1918, el hermano Diógenes, tenía en clase más de 100 alumnos a
la vez, en Bélgica. Entonces la “Guía” continuaba en la página 119: “Para ser
fiel a la ley del silencio, el maestro debe observar lo que sigue:
1°
Considerará la práctica del silencio como EL PRIMER MEDIO de triunfar en la
clase, de mantener en ella el orden y de asegurar el avance de sus alumnos…
8°
Será exacto en corregir las faltas que cometen los niños leyendo o recitando,
en el mismo momento en el que se equivoquen, especialmente por medio de la
“señal” (p. 120).
Ahora,
he aquí las señales para la “lección”, es decir, la lectura.
-“Para
hacer señal a los escolares de disponerse a la lección de lectura, el maestro
dará un golpe con la mano sobre el libro cerrado en el que se va a leer, y lo
mostrará; todos los escolares deben al mismo tiempo preparar el suyo, y buscar
la lección; una vez hecha la oración, el maestro dará un golpe con la señal y
mirando al niño que él quiere hacer leer, le hará señal de comenzar. Si el
maestro se da cuenta de que un niño no sigue, golpeará con la señal para
indicar al lector de cesar de leer, él hará señal de leer al que cree que no
está atento”.
-
“Si es al escolar siguiente que el maestro quiere hacer leer, dará un golpe
ligero con la señal sobre la cubierta del libro, para no distraer a los que
siguen, por golpes de señal muy repetidos”.
-“Para
hacer señal al que lee de repetir cuando ha cometido una falta, él dará dos
golpes sucesivamente y golpe por golpe. Se servirá de esa misma señal todas las
veces que se quiera hacer conocer a los niños que ellos se equivocan”
(mostrando en seguida la sentencia correspondiente).
-“Si
después de haber repetido, el alumno no reconoce la palabra que ha pronunciado
mal porque ha leído varias después de
ésta, el maestro dará tres golpes claramente para hacerle señal de retroceder
de algunas palabras; si el escolar no encuentra la palabra, o no la dice bien,
él dará un solo golpe, como para hacer cesar de leer, a fin de hacer mirar a
todos los escolares, y hará al mismo tiempo señal a otro de repetir. Cuando un
escolar no hubiera podido encontrar la verdadera pronunciación de una letra o
de una sílaba, etc. y que el maestro las habrá hecho decir por otro, las hará repetir al primero y también varias
veces, si lo juzga a propósito, mostrándole otro tanto de dedos que él quiere
hacerles repetir .
-“Para
hacer señal de hablar más alto (más fuerte), el maestro, habiendo dado un golpe
de señal, elevará la punta verticalmente y para hacer señal de hablar más bajo
(menos fuerte), la bajará hacia la tierra”.
-“Para
hacer cesar el ruido que escuchara en la
clase, llevará la señal hacia la oreja o bien,
suspenderá un momento el ejercicio por un golpe de señal, para examinar
cuál es el autor de él, para reprenderlo”:
-“Para
hacer señal de leer lentamente, dará dos golpes claros, después de haber dado
uno para llamar la atención”.
-“Para
hacer señal de deletrear, bajará varias
veces la extremidad de la señal sobre el libro abierto que él tiene en mano.
Para hacer leer por sílabas, hará el mismo signo, pero con la empuñadura de la
señal”.
-“Para
hacer señal al que lee de corrido, que no hace una pausa indicada por la
puntuación, o que no la hace suficientemente,
colocará el extremo de su señal sobre la parte donde él lee,
deteniéndose allí”.
-“Para
hacer señal al que lee, que hace una
pausa donde no es necesario, o que la hace demasiado larga o aquél que deletrea
o lee por silabas, o que se atrasa deletreando o leyendo, él deslizará la señal
sobre el libro abierto”.
-Para
hacer señal a un escolar que deletrea o que lee por silabas ordinariamente,
hará el mismo signo, pero con la empuñadura de la señal”.
-“Para
hacer leer una sílaba a cada escolar, el maestro dará un golpe para llamar la
atención, en seguida habiendo hecho un movimiento circular con la señal, bajará
varias veces la empuñadura sobre el libro”.
-“Para
hacer leer a los niños todos juntos por sílabas, el maestro, habiendo llamado
la atención y hecho el movimiento circular, bajará varias veces la señal horizontalmente
sobre el libro”.
-“Para
hacer cambiar de lección, golpeará con la mano sobre el libro, y al mismo
tiempo el que lee cesará de leer y dirá muy alto: ¡Dios sea bendito! – Para
siempre”. Esto es para cambiar de sección; si todas las secciones han leído, el
ritual del fin de la lectura es el
mismo”.
-“Para
hacer señal de acabar la última lección y hacer cerrar ( guardar ) los libros, dará un manazo sobre la
cubierta del libro en el que se lee actualmente.
Veremos las otros señales después y pasamos a
la articulación interior de una escuela primaria elemental.
5
– DIVISIONES DE UNA ESCUELA Y DE UNA CLASE - LECTURA.
Las
escuelas de la Congregación, fuera de una
o dos excepciones, eran de una
clase, y sobre todo de dos clases. La
clase única recordaba la situación de los siglos XVII y XVIII. Los alumnos de
toda edad y de todo nivel se encontraban en el mismo local, pero estaban
divididos en órdenes o secciones, o bancos. El maestro tenía a todos los
alumnos , desde los debutantes hasta los más “sabios”. Con los Hermanos de las
Escuelas Cristianas, cuando el número de escolares antes de la Revolución,
superaba 65 escolares, se abría una segunda clase absolutamente idéntica a la
primera. (Cf. Mi ponencia en Reims en 1972).Con los Pequeños Hermanos de María,
que iban, necesariamente al menos dos,
el más joven hacía la cocina, y por la tarde, ayudaba como repetidor a su
cohermano iniciándose en la enseñanza y en la disciplina.
En
el tiempo del Bienav. Champagnat nuestras escuelas eran, por tanto, ordinariamente
de dos clases con dos o tres hermanos, el tercero podía ser un novicio. La
pequeña clase para los debutantes, que aprendían ordinariamente, únicamente a
leer “la lectura era sólo necesaria para ser buen cristiano”; comprendía hasta
70 niños. La Grande Clase comprendía sobre todo a los que
aprendían a escribir, los “escribanos”; ella contaba al máximo 50 escolares.
El artículo 19, p. 43 de las “Reglas
de 1837” es precisa: “No se admitirán más de setenta niños en la Pequeña Clase,
y cincuenta en la Grande, a menos que se proponga tener un hermano más”, lo que
representaría un sueldo de 1200 f. para la comunidad, en lugar de 1000 f.
por dos hermanos.
La Pequeña Clase era para
el Bienav. Champagnat, la más importante: “Aunque el buen padre amaba tiernamente
a todo los niños, él tenía una predilección particular por los más jóvenes… Él
no paraba cuando hablaba de la “Pequeña clase” que decía ser la más importante;
entraba en los más pequeños detalles cuando trataba de los cuidados que se debe
dar a los niños pequeños, los medios que se deben tomar para hacerles conocer
las primeras verdades de la religión, para inspirarles la piedad, el amor a la
virtud y por allanarles las dificultades de la lectura” (H. Juan Bautista, Vida
de M. J. B. Champagnat, p. 535).
Explicaba largamente esta importancia, por
medio de 5 consideraciones (id. pp. 535 – 536):
1-
“Porque de las primeras lecciones dadas al niño depende ordinariamente todo el
éxito de su educación…”
2-
“Porque, en un buen número de localidades, la mayor parte de los niños allí
hacen toda su educación, dejan la escuela para ir a trabajar antes de ser
admitidos en la “Grande clase” o permanecen poco en esta última”.
3-
“Porque de la “Pequeña Clase” depende el éxito de todas las otras. Si los niños
allí reciben buenos principios, si
son allí formados en la piedad, en la lectura, aprenderán fácilmente las lecciones de
memoria que les serán dadas más tarde; ellos triunfarán en todas las partes de
la enseñanza primaria, y llegarán a ser
buenos alumnos…”
4-
“Porque los niños de la “Pequeña Clase” a causa de su inocencia, son muy
agradables a Dios y atraen sus
bendiciones sobre el establecimiento”.
5-
“Porque el hermano encargado de esta clase tiene necesidad de mucha caridad, de
celo, de paciencia, de entrega, para repetir constantemente las mismas
lecciones, para ponerse al nivel de los niños más pequeños, para comprenderlos
y hacerlos trabajar sin maltratarlos, ni usar
con ellos de demasiada severidad…”
Las
materias escolares eran repartidas en lecciones propiamente dichas y en
lecciones de memoria.
Las
lecciones propiamente dichas eran; 1° la Lectura, 2° la Escritura, 3° la
Ortografía y 4° el Cálculo.
La
lectura comprendía 7 órdenes:
1-
El tablero del alfabeto.
2-
El tablero de las sílabas.
3-
El silabario.
4-
El segundo libro par aprender a leer por sílabas.
5-
El tercer libro para aprender a leer de corrido.
6-
La lectura del latín.
7-
La lectura de los manuscritos.
Generalmente,
las 5 primeras categorías de lectura estaban reservadas a la “Pequeña Clase”,
las otras dos, el latín y los manuscritos, a la “Grande Clase”.
Cada
una de esas órdenes podía ser dividida
en 2 o 3 secciones, siguiendo el grado de dificultades o de debilidades de los
alumnos. Se comenzaba la lectura por el orden más bajo, el n.1 en la Pequeña
Clase, el n. 6 en la Grande Clase, pero por la sección más fuerte, de manera de
servir de ejemplo a los más débiles.
A nivel
del deletreo de letras, el Bienav. Champagnat introdujo una mejora para los
principiantes. En efecto, el alfabeto, que permite escribir sonidos, tiene un
origen complejo .En primer lugar la palabra alfabeto está formada de las 2 primeras letras del alfabeto griego, “alpha”, y “beta” que no
quieren decir nada en griego. Esas palabras son tomadas de la lengua de los filisteos, al servicio del
antiguo Egipto, y significaban en esta lengua filistea: “El toro” y “la casa”.
Ahora bien, los jeroglíficos “cabeza de toro” y “casa”
por simplificación ligera han dado las letras mayúsculas “A” (después
enmendadas) y “B”. El orden alfabético
es de los más arbitrarios, pero el “nombre” de las letras en francés lo es
igualmente. Si las vocales no ofrecen casi dificultad cuando “eau” se pronuncia “o”: y “oi”, =
¡“wa”¡etc…, ¿Qué decir de la denominación de las consonantes? Se leía “be” por
la “b”, pero “ka” por la “k”, “ku” por la “q”, y “ef” por la “f” o “iks” por la
“x”. Ahora bien, esos fenómenos “de apoyo”, é, a, u, è, i, desaparecieron en la
palabra después del deletreo; y una palabra, tal como “klaxon”, que era deletreada
“ka”, “èl”, “a”, “iks”, “o”, “èn”, no se leía “kaélaiksoèn”, sino “klaxon”.
Lo
más lógico era yuxtaponer, después de cada consonante, un mismo sonido, la “e
atóna” permitiendo pronunciar la consonante; entonces, en lugar de “bé,” ”be”, en lugar de “èf”,
“fe”, en lugar “ka”, “ke”, en lugar de “iks”, “kse”, etc…
Este
era ya el consejo que Blas Pascal daba a su hermana para las pequeñas Escuelas
de Port–Royal; este era también el sistema recomendado por Viard y Luneau de
Boisjerman” en su abecedario publicado en 1759 y modificado bajo la Revolución
en el Año VI, “Verdaderos Principios de
la Lectura, de la Ortografía y de la Pronunciación Francesa”. Yo ignoro si el
Bienav. Champagnat conocía este abecedario, particularmente del Año VI, (1798 –
1799), pero esos son sus principios qué él impuso a los Pequeños Hermanos que temían mucho
aparecer como ridículos e incapaces de enseñar a leer ante los padres y toda la
opinión pública de entonces. Unido al
problema de vestimenta de las medias de Paño y de la sotana cosida abajo, esta
innovación pedagógica provocó la grave crisis de 1829, la partida de dos
hermanos muy capaces, el hermano Agustín (Cossange) y el hermano Juan Luis
(Aubert) con la pérdida de la escuela de Périgneux. (Cf. más arriba cap. 6 p. 123;
Hermano Juan Bautista, Vida del Padre Champagnat, pp. 167 – 175; Zind: Las
Nuevas Congregaciones…, p. 387 – 389).
Como
libro de lectura normal, del 5° orden, los Hermanos de las Escuelas Cristinas
utilizaban “Los Deberes del Cristiano”, de hecho un verdadero volumen de
teología. Era bien empleado en las otras congregaciones de hermanos enseñantes,
como los Hermanos de la Instrucción Cristiana de Ploërmel, que lo editaran aún
en 1897. Pero el Bienaventurado Champagnat, hizo adoptar para los Pequeños Hermanos
de María “Les Pensées d’Humbert” como nos
lo muestra la “Regla Manuscrita” art. 15, y las “Reglas de 1837,” p. 20,
art. 16. El ejemplar que yo tengo data de 1802, y el título exacto es:
“Pensamiento sobre las más importantes verdades de la religión y sobre los
principales deberes del cristianismo, por el Sr. Humbert sacerdote misionero
superior de la Misión de la Diócesis de Besançon. Nueva edición corregida y
aumentada”. Cuenta con 496 páginas, de
18 cm. X 10 cm. Y 142 capítulos
seguidos de las oraciones de la misa y de las Vísperas del domingo. Yo
considero esta obra como una de las fuentes importantes de la espiritualidad
del Bienav. Champagnat y de los Hermanos en el
siglo XIX. El capítulo 1, “Del fin del Hombre” comienza: ¿Para qué estoy
yo en el mundo? No es para ser rico y para ser honrado…”
En
los mismos artículos la Regla Manuscrita y la Regla de 1837 señalan otro libro
de lectura, tomado esta vez a los Hermanos de las Escuelas Cristianos bajo el
nombre común de “Urbanidad”, pero cuyo
título exacto es: “Las Reglas de la Decencia y de la Urbanidad Cristiana, muy
Útiles para la Educación de los Niños”, de San Juan Bautista de la Salle y cuya
primera edición es de 1702–1703. De 1812
a 1840, “La Urbanidad” conoció 55 ediciones: 2 en 1812, 1 en 1813, 2 en 1815, 1
en 1817, 1818, 1819, 3 en 18320, 1 en
1822, 3 en 1823, 3 en 1824, 5 en 1825, 1
en 1826, 3 en 1827, 6 en 1828, 3 en 1829, 2 en 1830, 3 en 1831, 1 en 1832, 4 en 1833, 1 en 1834, 3
en 1835, 3 en 1838, 1 en 1837 y 1 en 1840. Siguiendo los lugares de edición,
las “Urbanidades” presentan ligeras variantes, pero me es imposible conocer cuáles ediciones eran
empleadas por los Pequeños Hermanos.
La
“Urbanidad” no era empleada para la
lectura más que en la Grande Clase porque ella debía permitir a los escolares pasar las letras de molde a las escrituras manuscritas necesarias para la escritura y la
lectura de los manuscritos. En efecto “La Urbanidad” estaba impresa en
caracteres especiales, recordando la escritura manuscrita del siglo XV y había sido inventada en Lyon, entonces capital de
la imprenta, en Francia, por dos impresores, Robert Granjon y Jean de Tournes,
que han dado el nombre a Calles de Lyon.
En
esta época, se despertaba el nacionalismo lingüístico: cada país quería no
solamente tener una lengua “sagrada” (derivación del hebreo o del griego, o del
latín), sino también disponer de un
alfabeto original: los griegos tenían el alfabeto “Griego”, los
italianos el alfabeto “Itálico”, los eslavos los alfabetos “cirílicos”, los
Alemanes el alfabeto “Gótico”. También en 1539 (fecha que ha reemplazado la
“Batalla de Marignan” de 1515 en la cronología que deben aprender los escolares
de la Primaria), Francisco Io por el Edicto de Villers–Cotterêts impone la
lengua del Rey en los textos oficiales y el estado civil en francés y no más en
Latín. Después, su sucesor, el rey Enrique II, por un privilegio con fecha del
26 de diciembre de 1557, concedía a las letras de molde, de dos impresores
lyoneses la denominación exclusiva de “Letras Francesas”. Pero ellos no
encontraron el éxito de otros alfabetos nacionales y sirviendo finalmente en
imprimir los “Cuartetos de Pibrac” que reemplazaran los dísticos de Catón en la
educación antes de ser destronados por las “Fábulas de la Fantaine”; sobre todo las “Letras Francesas” sirvieron
para imprimir las “Urbanidades”; ¡En el tiempo del Bienav. Champagnat, las
“Urbanidades” eran aún impresas con esos caracteres, salvo una de las 3
ediciones de 1835¡. Se puede pues admitir como casi seguro, que los Pequeños
Hermanos de María hicieron leer las “Letras
Francesas” en el tiempo del Bienav. fundador. En 1900, la Imprenta
Nacional de París ha querido retomar las
“Letras Francesas”, bajo el nombre de “Gothique Christian” , pero sin éxito.
Contando las ediciones , la “Urbanidad” ha conocido 127 ediciones de 1800 a
1922, a través de 122 años.
La
obra original comprendía, 252 páginas precedidas de un prefacio de 6 páginas y
seguida de un índice de 4, lo que da un total de 262 páginas .Está dividida en
dos partes de desigual longitud; la 1ª. parte trata “De la modestia que se debe
hacer parecer en el porte y la compostura, de las diferentes partes del cuerpo”
en XIV capítulos y 48 páginas. La 2ª parte trata “De la decencia en las
acciones comunes y ordinarias” en X capítulo, de las páginas 49 a 252. El conjunto da un curioso panorama
de los hábitos y de las costumbres en Francia en el curso de los siglos
recientes.
He
aquí algunos ejemplos de la “Urbanidad”:
-“Es
grosero servirse de su servilleta para secarse
el rostro; lo es todavía más, frotarse con ella los dientes, y sería una falta de las más groseras contra la
urbanidad, servirse de ella para sonarse.
Es también una cosa indecente limpiar
los platos con la servilleta” (p. 86).
-“Es
muy indecente peinarse cuando hay otras personas; pero es una falta
imperdonable hacerlo en la Iglesia…” (p.8).
-“No
se debe abstenerse de escupir, es una cosa desagradable tragarse lo que se debe
escupir; eso puede hacer mal al
corazón…Es preciso, sin embargo, no acostumbrarse a escupir frecuentemente y
sin necesidad...Sería también decente que cada uno se acostumbrara a escupir en
su pañuelo cuando se está en las casas de las personas importantes, y en todo
los lugares que están encerados o entarimados; pero es además necesario tomar
la costumbre de hacerlo cuando se está en la Iglesia… Y sin embargo ocurre
frecuentemente que no hay ladrillo de cocina o aún de caballeriza más sucio que
el de la Iglesia…” “Es de muy mal gusto escupir por una ventana, o en el fuego,
o sobre los tizones, o contra la chimenea, o también contra la pared, o
cualquier otro lugar sobre el cual no se pueda caminar sin pisar el escupitajo.
Es también contra la decencia escupir en presencia de otros, o de hacerlo de
muy lejos, de suerte que se esté obligado de ir a buscar el escupitajo para
pisarlo. Se debe tener mucho cuidado de jamás escupir sobre sus ropas, ni sobre las de otros; es ser, o bien, sucio, o bien, poco circunspecto
de hacerlo… Cuando se ve en el suelo
algún grande escupitajo, es preciso en seguida poner con destreza el pie
encima” etc. (p. 33 – 34 -35).
La
lectura de los “Manuscritos” se efectuaba en libros litografiados, conteniendo una cincuentena de clases de
escritura, yendo de los más fáciles a los más difíciles. Eran textos que narraban
bellos rasgos de historia y anécdotas morales exponiendo nociones de derecho comercial y modelos de actas, de
facturas; nociones de derecho rural; ellos daban nociones de agricultura y
finalmente, de estilo epistolar. Otros manuscritos reproducían simplemente
letras en su escritura original. Esos libros desaparecieron después de la
Primera Guerra Mundial a causa de la máquina de escribir.
El
artículo 15 de las Reglas Manuscritas y el artículo 16 de las Reglas de 1837,
p. 20, señalan que la lectura en latín se efectuaba en las “Horas”, es decir,
los misales de los fieles. Como la Regla de 1837 habla de las “Horas de la
diócesis respectiva”, pero la Regla Manuscrita de las “Horas de Lyon” o más exactamente de la
“Hora de Lyon”, se puede concluir que los 25 primeros artículos y los 7
siguientes de las Reglas Manuscritas datan de antes de 1823, porque en 1823, el
Bienav. Champagnat abría dos escuelas en Ardèche, en Boulieu y en Vanosc,
entonces en la Diócesis de Viviers.
Yo
poseo las “Horas de la Diócesis de Lyon” editada en 1832, y que comprende 576
páginas impresas en letras minúsculas. ¡Los niños en ese tiempo debían tener
ojos alertas!
6-
DIVISIONES DE LA LECCIÓN DE ESCRITURA
La
segunda materia de las “lecciones propiamente dichas” está constituida por la
Escritura, que introduce nuevas divisiones en la clase, distintas de la
lectura. Nosotros habíamos contado 7 Órdenes para la lectura, habrá 9 Órdenes para la
escritura.
-Los
escolares del 1er Orden
aprenden a tener el cuerpo bien derecho, a mantener correctamente la pluma y a
trazar rayas verticales, horizontales, oblicuas
y a efectuar movimientos circulares. Ellos hacen “trazos de letras” y
“oo”.
-Los
escalares del 2° Orden hacen un
renglón entero de las letras “e”,”o”,”i” y “m”.
-Los escolares del 3er
Orden escriben un renglón de cada letra del alfabeto.
-Los
escolares del 4° Orden escriben
el alfabeto unido, es decir, las letras con todas sus ligaduras particulares.
-Los
escolares del 5° Orden escriben
“en grueso”, es decir en caracteres grandes y altos.
-Los
escolares del 6° Orden escriben
en “media –gruesa”, es decir en caracteres mucho más pequeños y gruesos”, y más unidos. Además escribían en el último
renglón el alfabeto en minúscula. (¿Esta observación supone que anteriormente
los alumnos escribían en mayúsculas?).
-Los
escolares de 7° Orden escriben
en “grueso fino”, es decir, sin apoyar la pluma. Además terminan su página de escritura por un
renglón de números y un renglón del alfabeto en mayúsculas.
-Los
escolares del 8° Orden escriben
el alfabeto y las cifras en “fina”.
-Los
escolares del 9° Orden escriben
en “fina expedida”.
Se
distinguían generalmente 4 géneros de escritura en la enseñanza: la bastarda,
la cursiva, la redonda y la cursiva. Nosotros hemos ya visto que el hermano
Jean Claude (Aubert) había sido examinado el 13 de Junio de 1823 en St. Chamond
para el título del 2° grado precisamente sobre esos cuatro géneros de escritura
con un “Muy Bien” por la “redonda” y en las demás un “Bien”.
De
hecho, no se enseñaba a los escolares más que un solo género de escritura, el
que era corriente en la región donde vivían los niños. Sin embargo, cuando un
escolar se encontraba en el 8º y el 9º Orden de escritura, podía pedir ejercitarse en uno o dos diferentes
géneros de escritura, según su deseo.
No
se comenzaba la escritura más que si se sabía leer bien, porque si el
escolar se ponía a escribir antes, se fastidiaría de la lectura a favor de la
escritura, y no sabría jamás leer
correctamente.
El
1er Orden aprendía primero la postura del cuerpo, a la que se atribuía una
importancia primordial. Era preciso tomar una posición cómoda y conveniente. La
“Conducta”, p. 48 se expresa así:
-“Es
preciso mantener el cuerpo recto, un poco inclinado hacia el lado izquierdo y
un poco inclinado hacia adelante, de suerte que el codo estando apoyado sobre
la mesa, el mentón pueda estar apoyado sobre la muñeca, a menos que el alcance
de la vista no lo permita; la pierna izquierda debe estar un poco más adelante
bajo la mesa , que la derecha.
-“Conviene,
tanto por la agilidad de la escritura como por la salud de los niños, que no apoyen el estómago sobre el escritorio. El
brazo derecho debe estar alejado del
cuerpo más o menos tres dedos y salir aproximadamente cinco dedos del
escritorio sobre el que debe asentar ligeramente; el codo izquierdo debe
apoyarse sobre el bordo del escritorio, y la mano sobre el papel. El maestro
hará conocer a los escolares, durante el tiempo de la escritura, la postura que deben tener escribiendo, y los enderezará,
sea por señas, sea de otro modo, cuando no lo hicieran.
se
consideraba que el sostenido de la pluma y del papel era importante sin lo
cual, los escolares “experimentarán mucha dificultad por escribir bien”.
-“Para
sostener bien la pluma decía la “Conducta” p. 49, el dedo mayor debe descender
hasta casi la mitad del canutero; el
índice, suavemente enfrente del
nacimiento de la uña del dedo mayor; la extremidad del pulgar corresponderá a la raíz de la uña del dedo
índice.
El
oficio de los dos últimos dedos, anular y circular, será de sostener y de
llevar deslizando el peso de la mano conjuntamente con el ante brazo. La parte
superior de la pluma debe posar entre la raíz y la primera articulación del
índice”.
No
siendo asunto de poca importancia y para acostumbrar a los principiantes “será
útil darles un pequeño bastón del grueso de una pluma, sobre la cual hay tres
muescas que marcan los sitios donde deben ser puestos los tres dedos que
sostienen la pluma y para acostumbrarlos a tomarla correctamente, y durante
algunos días se ejercitarán en soltar sus dedos; se les aconsejará también hacer este ejercicio lo más frecuentemente
posible, aun en su casa, con un palo o
una pluma no cortada”.
Las dimensiones de las letras no eran dejadas
a la voluntad de cada uno. Para las 5 primeras Ordenes, el tamaño (altura) de
los caracteres eran de 18 mm., para el
6° Orden la altura era de 12 mm., para
el 7° Orden la altura era de 6 mm. Para el 8° Orden la altura descendía a 3mm.
Y aún para el 9° Orden a 2mm.
Los
espacios entre las líneas se encontraban estrictamente reglamentados. En los 3
primeras Órdenes, el intervalo era, “1 cuerpo de escritura” (18 mm.), para el
alfabeto y la “Gruesa” el intervalo era doble, para la “semi – gruesa”, el intervalo
era de “3 cuerpos”, para la “semi – fina”,
4 cuerpos, y 5 cuerpos para la “fina”. Entre más disminuían los caracteres, esta disminución era
compensada por un coeficiente multiplicativo de la altura de la escritura.
Los
“escribanos” de los 7°, 8° y 9° Ordenes, aprendían a afilar las plumas que eran
ordinariamente plumas de cuervos, de las cuales cada escolar tenía una pequeña
caja. “Para este efecto, el maestro les hará venir cerca de él y él mismo
afilará una pluma nueva en su presencia, haciéndoles notar lo que es necesario hacer para tener éxito.
Les hará notar que para la “suelta” (escritura rápida), los dos lados deben ser
iguales, mientras que para la “reposada”
(escritura lenta) el lado del pulgar debe ser más grueso y más largo, y que
para la escritura “cursiva”, el pico debe ser más rasgado, más largo, y en
forma doblada (¿Clavija?). Estaba prohibido cortar la pluma sobre la uña del
pulgar, o sobre el escritorio, era necesario anteriormente introducir en la
pluma a afilar una pluma usada que
sirviera de soporte. Pruebas de afilado de pluma, tenían lugar de tiempo en
tiempo y los mejores “escribanos” de los últimas órdenes obtenían el derecho de
ayudar al maestro a afilar las plumas de
sus compañeros.
La
introducción del afilado de plumas en la escuela era una feliz iniciativa,
porque muchos adultos y aún escribanos célebres como Montaigne, no sabían
afilar sus plumas. Por lo tanto, esta talla era casi perpetua, porque era
preciso recortar continuamente los picos, y tanto más porque debido a los
fuertes calores, la pluma se secaba y se abrían las puntas.
Un
autor anónimo de 1823 consideraba que era necesario cambiar de pluma cada
semana. Se compraban por paquetes de 100, y costaban 2,50 f. Luego, la talla de la pluma variaba según el tipo de
escritura. No es sino hasta 1828 que
aparecieron en las escuelas de los hermanos las pruebas de “afilado de
plumas”. Anteriormente el maestro las
afilaba, y el alumno indicaba por una señal el tipo de talla que deseaba: el
pulgar para la “gruesa”, el índice para la “semi - gruesa”, etc. Recibiendo la
pluma afilada, los escolares debían besar la mano del maestro y hacerle una
inclinación, pero ese ritual fue suprimido en la “Conducta” a partir de 1828.
La
talla de las plumas constituía uno de los grandes servicios profesionales del
maestro y le ocupaba toda la mañana.
Recordando
esta época, el hermano André, de los Hermanos de la Instrucción Cristiana de
Plöermel, escribía en 1864. “¡Qué pérdida de tiempo!... Era necesario afilar
tres o cuatro plumas al menos por clase a cada uno de los que escribían
finalmente (es decir ¡a cada uno de los
escolares durante la lección de escritura!). Se me ha ocurrido sacar un
promedio de los que he afilado durante un año, y he encontrado que han sido
cerca de 40 000. Además de los escolares,
muchas personas de fuera me daban aun paquetes de 25 “plumas para que
les sacara punta...
Las
“plumas metálicas” aparecieron entre 1833–1834, pero eran caras: 0.30 F.c/una,
y “eran tan duras que atravesaban frecuentemente el papel”, se oxidaban, se
echaban a perder fácilmente. Se habían fabricado primero “plumas de cobre”, que
el ácido de las tintas atacaba y se enchuecaba la punta a la menor
irregularidad del papel; después vinieron las plumas “en fierro barnizado”,
pero eran demasiado duras y el barniz se caía pronto. Después, Perry inventó
la “pluma de acero” flexible y elástica,
pero también era atacada por el ácido de las tintas. De suerte que la pluma de
ganso o de cuervo no comenzó realmente a declinar sino hacia 1845, cuando se
propuso el uso de la pluma metálica en todas las escuelas públicas de París,
pero su agonía fue lenta. En 1853, la “Guía de las Escuelas”, de los Pequeños
Hermanos de María, señalaba el uso de las plumas de ganso (o de cuervo) y de
las plumas metálicas, pero daba preferencia a las “metálicas”.
“Se
podrá servir también de las plumas metálicas,
escribía, porque reemplazan
ventajosamente a las otras, sobre todo, porque no necesitan ser afiladas y se
les encuentra para todos tipos y todo los caracteres de escritura”.
Finalmente,
en 1860, la “Conducta” de los Hermanos de las Escuelas Cristianas suprimía el
capítulo consagrado a la talla de plumas, y la
pluma primitiva desapareció después de 1870,al punto que me ha sido
imposible encontrar una auténtica, a pesar de que un hermano afilaba más de 40
000 plumas de pájaro por año en la época del Bienav. Champagnat. Finalmente,
después de la Segunda Guerra mundial, la “pluma fuente” eliminaba completamente
la pluma metálica, y yo he vivido este cambio a partir de 1951; actualmente, el
“bolígrafo” compite seriamente con la pluma fuente .
Cada
escolar tenía varias plumas, propias para hacer distintos tipos de letra. Era
necesario secarlas punta después de cada usada y no morder el extremo; las
plumas que quedaban más pequeñas por tanto escribir servían de “señal” para
seguir la lectura. Los alumnos que tenían el derecho de afilar sus plumas y las
de sus compañeros tenían una navaja. Los tinteros estaban empotrados en las
mesas, y la tinta era fabricada en un barril en la misma escuela, según
diferentes procedimientos. Por ejemplo, haciendo hervir 3 kg. de “madera de la
India” en 40 litros de agua de lluvia o de río
durante 45 minutos; después se colaba a través de un trapo, se añadía
1,25 kg. de alumbre de roca y otro tanto de caparrosa (sulfato de cobre), de
color azul; se hacía hervir nuevamente la mezcla 5 a 6 minutos, luego se añadía
1,25 kg. de goma y cuando la goma estaba
disuelta en la tinta, se retiraba el líquido del fuego. Se aumentaba el volumen
de tinta añadiendo religiosamente agua.
Para
aprender las letras del alfabeto los principiantes podían utilizar
“transparentes”, es decir, hojas impresas que se deslizaban bajo su hoja de escritura,
y se seguían por transparencia de papel de escritura las letras impresas
subyacentes.
Primitivamente,
la tinta era secada con aserrín; en el tiempo de Bienav. Champagnat, el secante
estaba ya en uso bajo el nombre “papel secante”, papel no engomado, que tomaba
la tinta sin “borrar” la escritura.
Los
escolares trascribían “ejemplos” (palabra aquí en femenino: ejemplo), es decir, hojas sueltas escritas a
mano que contenían todos los géneros de escritura y de todos tamaños, porque
los maestros no debían nunca escribir directamente sobre las páginas de
escritura de los escolares, ni siquiera
trazar allí los rasgos con la uña o con el lápiz. El texto de los “ejemplos”
era una cita de la Sagrada Escritura, de las
máximas cristianas “sacadas de
algún libro de piedad”. “Se podrá, no obstante, dar a copiar de tiempo en
tiempo a los primeros de la clase,
facturas, estados, cartas, etc.” (p.47).
Las
mesas de los escribientes contenían dos montantes en madera o mejor en fierro,
que servían para tender 2 alambres recocidos, de “2 líneas y media”
(5, 725 mm.) uno, y de 2, 25mm. (Una línea) de grueso el otro. El grueso alambre era surcado en los dos extremos con
una longitud de 6 pulgadas (16, 242 cm.) con el fin de poder tenderlo a
voluntad por una tuerca de mariposa. Allí se colgaba el “ejemplo”, el modelo a
reproducir.
Como
para la lectura, la escritura, era ordenada por signos. Para comenzar, “el
maestro dará primero un golpe de señal, a fin de atraer la atención de los
alumnos, y les indicará al mismo tiempo con la mano, tomar sus cartones y
ponerlos sobre sus rodillas, en seguida dará un segundo golpe para que todos
juntos pongan su papel sobre la mesa y coloquen sin ruido los cartones en su
lugar; un tercer golpe les advertirá ponerse de pie y colocar los “ejemplos” sobre los soportes; un cuarto
(golpe de señal) para sentarse y comenzar a escribir, después de haber hecho la
señal de la Cruz”. Como eso se hacía ya en la
antigüedad cristiana: “Stature, Boèthei moi” = ¡Oh Cruz, ven en mi
auxilio!”.
“Los
escolares cesarán de escribir cuando la
campana se lo indique; en seguida,
estando el maestro en su sede,
dará un golpe de señal para indicarles
tomar (continuar) las plumas, un segundo, para volver a tomar sus
cartones (que impiden que se arruguen las hojas) que ellos colocarán sobre sus
rodillas, un tercer (golpe de señal ) para volver a meter sus papeles en los
cartones, que guardarán en el lugar
ordinario; y después que los Colectores de ejemplo lo hayan levantado, se
comenzará el ejercicio siguiente” (p. 129).
Bastante
rápido aparecieron en el comercio bellos “ejemplos” litografiados; el Bienav.
Champagnat los prohibió formalmente. En
las Reglas Manuscritas, en el período comprendido entre 1823 y 1827, la 16ª. observación
declara: “Nadie dará modelos (ejemplo) fuera de los que son hechos en la casa”.
La Regla de 1837 consagra los artículos 24 y 25 del cap. V, (p. 44) a los
“ejemplos”:
“Art.
24 No se puede sin permiso, dar a los niños otros modelos de escritura que
aquellos que ha hecho cada quien”.
“Art.
25 – Todos los ejemplos en líneas serán de sentencias de la Sagrada Escritura,
o de las máximas cristianas sacadas de los santos Padres o de los libros de
piedad”.
“Para
poner a todos los hermanos en la necesidad de formarse perfectamente en los diversos
géneros de escritura dice el hermano Juan Bautista, él (P. Champagnat) obligaba
a todos los que daban las primeras y las segundas clases, a hacer modelos y no
les permitía servirse de modelos litografiados. Él tenía también ordenado que
todos los años, al venir al retiro, cada hermano trajera al menos diez modelos
hechos con su propia mano; y esto siempre con el fin de excitar la emulación y
constatar los progresos de cada uno” (Vida del P. Champagnat, p. 432).
En
la práctica, era el hermano más hábil en
escritura quien establecía los “ejemplos”; ese podía ser el hermano cocinero,
como nos lo dice el hermano Avit (Henri
Bilon) en su reseña sobre St. Genest–Malifaux: “Una vez hechos los
preparativos, los hermanos Pedro–María, Máximo y Juan Luis llegaron, fueron
recibidos con los brazos abiertos y abrieron la escuela en noviembre de 1834.
Haciendo la cocina, el hermano Juan Luis
que tenía una bella pluma, hacía los modelos para los escolares”. Esta recomendación se encontraba en la “Guía de
las Escuelas” de 1853; “… No dar a los alumnos sin permiso, otros modelos que
aquellos hechos a mano”.
El
Bienav. Champagnat daba una grande importancia a la escritura: “Los hermanos
que son encargados de ella, dice la Regla de 1837, p. 19 art. 15, vigilarán con
el más grande cuidado para que los niños tengan sus cuadernos limpios y que
escriban según los principios”
Para
favorecer la emulación en escritura
entre las diferentes escuelas de la
congregación, se estableció un concurso general de escritura. En la página 533
de la “Vida…” El hermano Juan Bautista refiere:
“Cada
maestro de escritura estaba obligado a llevar al llegar a retiro, la primera
composición que había dado a sus alumnos a la apertura de las clases, así como
la última hecha antes de las vacaciones. Una comisión formada por los hermanos
más capaces era encargada de comparar esas dos hojas, de constatar los
progresos de los alumnos en cada casa, y de colocar los establecimientos por
orden de mérito. Para que ese concurso atrajera a la vez el interés de los
maestros y de los alumnos, el Padre había establecido dos clases de premios;
Premio para los hermanos cuyas clases eran las primeras en los concursos,
premio para los niños que habían hecho el mayor progreso durante el año y que
tenían una bella escritura”. Las trampas eran imposibles.
La
corrección de la escritura era minuciosa y original. El maestro no tenía el
derecho de apuntar una apreciación en la hoja del alumno sobre el cuaderno, ni
aún escribir la letra modelo. Él debía limitarse a corregir el error del
escolar por trazos de pluma en los sitios defectuosos; “Si dos letras estaban
mal colocadas o mal unidas juntas, él escribía esas letras para hacer conocer la manera de la cual ellas
debían ser hechas… Si las letras no están bien alineadas, el maestro tirará con
el ancho de la pluma, una línea recta y horizontal que marcará la que el
escolar hubiera debido seguir… Si los trazos no son derechos, él tirará sobre
las letras líneas paralelas, indicando la pendiente que ellas deben tener…”
Todos
esos procedimientos son actualmente todavía utilizados por los maestros, y yo me guardaré de entrar en las numerosas
correcciones a efectuar. Pero las señales siguientes son mucho más curiosas,
aún inesperadas y yo no conozco el origen de ellas:
“Para corregir la falta de distancia, dice la
“Conducta” en la página 53, el maestro hará
una “m” que es el espacio que debe allí tener entre dos palabras sin signo de puntuación;
si hay un punto entre las palabras, hará cinco trazos de “m”; si hay una coma,
dos puntos o punto y coma, hará dos “n” entre las dos palabras; el escolar
conocerá así en qué ha fallado, y de qué se debe corregir”.
El
consejo siguiente es muy psicológico y pedagógico:
“El
maestro no señalará cada vez, a los escolares, más que tres o cuatro faltas, y
siempre las más considerables; un mayor número dividirá demasiado su atención,
traerá confusión a su espíritu, y retardaría el progreso”.
7-
LA ORTOGRAFÍA Y EL CÁLCULO-
Esas
dos materias constituían las dos otras “Lecciones propiamente dichas”, y tenían
por objeto aplicar concretamente las reglas teóricas aprendidas en las
“Lecciones de memoria”.
Para
la ortografía, se utilizaban manuales especiales como el pequeño “Tratado de
Ejercicios Ortográficos”, que contenían para cada día un dictado y un ejercicio gramatical. “El
dictado será hecho en clase y los alumnos harán el ejercicio correspondiente en
su casa”.
Ya
que el dictado se encontraba impreso en el libro del alumno, éste lo preparaba
en su casa la víspera.
“Para
enseñar la ortografía, se dictará una frase, y todos los niños la
escribirán en silencio; uno solo será
encargado de repetir lo que el maestro haya dictado; se tendrá cuidado de
señalar los signos de puntuación. Cuando el maestro haya dictado una frase,
señalará a un alumno para comenzar el deletreo, y cuando éste haya deletreado
algunas palabras, el maestro indicará al siguiente continuar y así
sucesivamente. Cuando se haya deletreado esta frase, se dictará otra que se
deletreará de la misma manera”.
“Después
del deletreo del dictado, se hará escribir la frase de análisis; los alumnos
menos avanzados designan la naturaleza de las palabras, y los otros harán
conocer los accidentes de las mismas, las funciones, etc. Se podría aún
escribir la frase en el pizarrón. Sería bueno dictar varias veces sin
interrupción la misma frase, a fin de que los niños, habiendo comprendido bien
las reglas que ella encierra, tengan en
su memoria un término de comparación cuando
se presenten dificultades semejantes”.
“Se
podrá también dictar a los alumnos, promesas, recibos, contratos de trabajo, y
otras actas de las cuales ellos podrían tener necesidad en el futuro, con el
fin de enseñarles qué hay qué hacer en casos semejantes (Conducta de 1838, p.
57).
Las
tareas en casa existían ya entonces. El dictado del día correspondía al
ejercicio gramatical que los escolares
debían hacer en su casa en la tarde. Además de este ejercicio, otras “tareas”
se podían añadir.
“Se
podrá exigir que los alumnos escriban en su casa un verbo cada día, o al menos un cierto número
por semana, y que los de la tercera sección (los escolares más aventajados)
copien un acta o dos, como documento privado. Los cuadernos del verbo deben
estar divididos en dieciséis cuadros, uno para cada tiempo”.
Si
en la “lección” propiamente dicha la ortografía no incluía divisiones, era
diferente en la aritmética o el cálculo. El 1er orden estudiaba la numeración;
el 2° orden la suma; el 3er orden, la resta; el 4° orden, la multiplicación; el
5° orden, la división; el 6° Orden, las reglas de tres y de sociedad; el 7°
orden, el cálculo decimal, el 8° Orden, las fracciones; el 9° Orden, el sistema
métrico, etc. Por otra parte, parece que hubo una cierta libertad, para
determinar los Órdenes en Aritmética.
Se
tendrá otro tanto de pequeños tableros pintados de negro, colocados en
diferentes sitios de la clase, como haya de órdenes de aritmética y se elegirá
entre los niños más inteligentes un “Repetidor” para cada Orden”. Este
repetidor es el monitor del método mutuo.
Después
de las recitaciones, “el maestro habiendo atraído la atención de los niños por
un golpe de señal, mostrará el lugar destinado a los principiantes, y todos los
que son de este Orden, allí se reunirán y se colocarán por orden de capacidad;
él hará la misma señal a los del segundo orden, después a los del tercero,
etc.”
“Una
vez colocados los niños, el maestro dará la señal de inicio del ejercicio, y en
seguida, los repetidores comenzarán la lectura del primer problema del día, y
todos los alumnos del mismo grupo, teniendo el libro de Aritmética en mano, lo
seguirán exactamente. Los repetidores pedirán en seguida la explicación a
algunos niños, o la darán ellos mismos, y los alumnos lo harán por turno con el
gis sobre el (pequeño) pizarrón. Los repetidores se asegurarán de que todos los
alumnos que les son confiados comprenden la lección que acaba de ser dada.
Cuando el primer problema sea hacho, cada repetidor leerá un segundo y lo hará
realizar de la misma manera”.
Durante
ese trabajo, el maestro no queda desocupado: “El maestro dará su lección
sucesivamente a cada Orden, y para este efecto, les hará reunir, por turno,
frente al pizarrón grande; podrá tomar dos o tres Órdenes por
día”.
La
pedagogía de esta época, como antes de la Revolución, se desarrollaba con una
sabia lentitud. También, “el día siguiente, en lugar de ir a los pizarrones,
los alumnos se colocarán en las mesas designadas para cada Orden, y repetirán,
en sus cuadernos y bajo la vigilancia de los repetidores, esos mismos
problemas”.
En esta época, solamente se podía enseñar la aritmética por el método
“simultáneo” . En ese caso, “ estando colocados los alumnos en las mesas por
orden de capacidad, el maestro hará pasar al pizarrón a los de una división,
les explicará las reglas y algunos problemas de su lección, y les enviará en
seguida a sus lugares, donde repetirán en sus cuadernos esos mismos
problemas y los siguientes que el
maestro indicará .El maestro hará en
seguida venir a las de otra división, y hará lo que se acaba de decir, y así
sucesivamente”.
Todo
esto funcionaba con las últimas Órdenes de la aritmética. Para los 4 primeros
Órdenes, los escolares eran colocados alrededor de un tablero con cifras. Los
del Orden de suma procedían así ante el pizarrón, comenzando 7 8 9 4…“El primero
dirá: 7 y 8 son 15; el segundo añadirá: y 9 son 24; el tercero continuará: y 4
son 28; y así sucesivamente. O bien, se
dejará contar toda una columna a un mismo niño, la segunda a otro”. Para el
Orden de la multiplicación, “cada uno podrá multiplicar por una cifra”.
La
“Conducta” atraía la atención para que los alumnos supieran bien, el cálculo
decimal y el nuevo sistema métrico de las pesas medidos, comprendiendo bien el
sentido de los prefijados; déci, centi, mili, deca, hecto, kilo, miria. “Que los
primeros al menos, sepan convertir las antiguas medidas en nuevas y
recíprocamente y que en consecuencia,
conozcan sus rendimientos; ¡era
un verdadero rompecabezas lleno de trampas!
A
este efecto, los escolares de las 8os y 9os Órdenes de escritura disponían de
un cuaderno “para copiar en limpio las reglas…” durante la escritura del lunes.
8-
LECCIONES DE MEMORIA Y SUS DIVISIONES.
Las
divisiones de las lecciones y la colocación por capacidad de los escolares,
constituían una emulación constante y daban lugar a un cambio y a una progresión casi diaria de
los escolares, que hacían de la pedagogía en el tiempo del Bienav. Champagnat
una verdadera “pedagogía de nivel”. Esto es particularmente sorprendente en las
lecciones de memoria, a saber 1° Las Oraciones, 2° el Catecismo, 3° La
Gramática, 4° La Aritmética, 5° la Historia, 6° Geografía, y 7° el Dibujo
Lineal.
Las
Oraciones se dividían en 6
Órdenes o Divisiones:
1-
Señal de la Cruz, Padre Nuestro, Dios te salve María, yo creo en Dios.
2-
Yo confieso ante Dios, Oraciones antes y después de las comidas, Actos de
Fe, de Esperanza, de Caridad y de
Contrición.
3-
Mandamientos de Dios y de la Iglesia, Pater, Ave.
4-
Oración de la mañana de la Diócesis, Credo, Maneras de rezar el Rosario.
5-
Oración de la tarde y Ángelus.
6-
Yo confieso, Respuestas de la santa Misa.
El
catecismo se encontraba
repartido 4 Órdenes o Divisiones:
1-
El estudio del Símbolo de los Apóstoles.
2-
Los Mandamientos de Dios y de la Iglesia.
3-
Los siete Sacramentos: Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Confesión,
Extremaunción, Orden y Matrimonio.
4-
El Pecado, la Oración, etc. De manera, no obstante, que se pudiera repasar el catecismo al menos dos o tres
veces el año.
La Gramática se subdividía en 5 Órdenes o Divisiones:
1-
Nociones preliminares y definición de
las diez partes de lenguaje, comprendido el primer ejemplo de cada capítulo. Esas diez partes
eran: el nombre, el artículo, el adjetivo, el pronombre, el verbo, el
participio, la preposición, el adverbio, la conjunción, y la interjección.
2-
Conjugaciones de los dos verbos auxiliares “ser” y “haber”, y los 4 tipos de
conjugación (amar, acabar, recibir, romper).
3-
Estudio completo de la Gramática con nombre, artículo y adjetivo.
4-
Estudio completo del pronombre, del verbo y de las conjugaciones.
5- Idem para los participios, el
adverbio, la preposición, la conjunción y la interjección.
La Aritmética teórica se subdividía exactamente como la
aritmética de la “lección propiamente dicha”: numeración, suma, resta,
multiplicación, división, sistema métrico, etc. Ejemplos:
“¿Qué
es la numeración?, Resp: Es el arte de expresar todos los números imaginables por caracteres que se
llaman cifras. Esas cifras son en número de diez: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9,
0”.
“¿Qué
es la división? Resp: Es una operación por la que se busca cuántas veces un número que se llama divisor está contenido
en otro que se llama dividendo; éste, cuántos veces es expresado por un tercer
número que se llama cociente”.
Se
habrá notado que en gramática y aritmética, la pedagogía de principios del S.
XIX separaba la teoría de la aplicación; esta última sólo constituía una
“lección propiamente dicha”, no siendo
la primera sino una lección de memoria.
La
Historia comprendía primero dos
tipos; a) La Historia Sagrada; b) la Historia de Francia.
La
Historia Sagrada, según el
“Curso de Historia para el uso de la Juventud” (7ª edición) publicada en 1828,
por Rusand en Lyon y benefactor del P. Champagnat, comprende 6 “Épocas”, más la
“Vida de Jesucristo”.
1-
Desde la creación del mundo hasta el diluvio (-4004 a - 2348) Duración: 1656
años (Otros indican: 4963 a 3308).
2-
Desde el diluvio hasta la vocación de Abraham (- 2348 a – 1921). Duración: 427
años.(Otras indican – 3308 a – 2296).
3-
Desde la vocación de Abraham hasta la ley de Moisés (-1921 a – 1491). Duración:
430 años.(Otras: 2296 a – 1645).
4-
Desde la ley de Moisés hasta la dedicación del Templo de Salomón (-1491 a –
1005) Duración: 486 años.
5-
1ª parte: De la dedicación a la ruina del Reino de Israel (- 1005 a – 718)
Duración: 287 años.
2ª parte: De la caída de Israel a la
cautividad de Babilonia (-718 a – 538). Duración: 180 años.
6-
Del fin de la cautividad a la entrada de Alejandro a Jerusalén. 1ª parte(-538 a
-332.) Duración 216 años.
2ª
parte: De la entrada de Alejandro en Jerusalén hasta la persecución de Antíoco
(-332 a - 170). Duración: 162 años.
3ª parte: De Antíoco al nacimiento del
Jesucristo (-170 a + 1). Duración: 170 años.
7-
Resumen de la vida de N. S. Jesucristo o Nuevo Testamento.
He
aquí un ejemplo, p. 21:
“¿Qué hizo Jacob en Mesopotamia? –
Resp. – Él se ocupó en vigilar las
tropas de La- bán, quien le hizo casar a sus dos hijas Lia y Raquel. Jacobo
tuvo doce hijos, que fueron los jefes de las doce Tribus de Israel. He aquí sus
nombres: Rubén, Simón, Leví, Dan, Judá, Neftali, Gad, Aser, Isacar, Zabulón,
José y Benjamín. Después de veinte años de permanecía en Mesopotamia, Jacob
regresó con toda su familia a la Tierra de Canán”.
La Historia de Francia
se dividía en dinastías y reinos; no figuraba como materia obligatoria en las
escuelas primarias, pero era facultativa, con los “Desarrollos que serían
juzgados convenientes según las necesidades y los recursos de las localidades”.
Tampoco, la Regla de los Pequeños Hermanos de María de 1837 habla de ello y yo no he encontrado más que
una sola alusión, en la “Vida” p. 507:
“Otra
vez, habiendo encontrado a los niños recitando la Historia de Francia, “¿Cuál
es, les preguntó él, su lección de hoy? – Es el reino de Clovis, le
respondieron”. Él invitó a los niños a recitarla; y cuando llegaron a la Batalla de Tolbiac, él
los interrumpió y les dijo: “¿Qué nos enseña esta historia? Ustedes están en aprieto
para contestarme. ¡Eh, bien! Yo voy a decírselo, si me prometen no olvidarlo.
Esta historia nos enseña tres cosas:
1-
“Cuál es la fuerza y el poder de la oración. Clovis no hace más que dirigirse a
Dios mediante una oración jaculatoria, y esta corta oración le obtiene una
grande victoria.
2-
Que la piedad, es decir, la oración, es útil para todo, que ella nos obtiene la
protección de Dios y el éxito en las cosas temporales, cuando dependen de la
Providencia, y de las cosas espirituales. Así la oración puede obtener a
un general la victoria sobre los enemigos de la patria, a un obrero el éxito en
su oficio, a un escolar la inteligencia para aprender sus lecciones y para
hacer bien sus tareas ordinarias.
3- Que con mayor razón, la oración,
, nos puede obtener la victoria sobre los enemigos de nuestra salvación. Todos
los días, mis niños, estamos obligados a ir a la guerra y batirnos contra los
demonios que quieren hacernos ofender a Dios y perdernos, pero nosotros
obtendremos siempre la victoria, si, como el rey Clovis, oramos, si llamamos a
Jesús en nuestro socorro, si, como Clovis, prometemos servirle y no tener otro Dios más que Él”.
La Geografía,
aunque no figuraba más en el programa oficial de las escuelas
primarias elementales, era enseñada por
los Pequeños Hermanos de María, puesto que los mapas geográficos eran parte del
mobiliario escolar.
La
“Conducta” de 1838 distinguía 4 secciones para esta enseñanza. La 1ª sección,
la más débil, aprendía alrededor de un globo o de un mapa, los polos, los
círculos polares, los trópicos, el ecuador, los puntos cardinales, los mares,
las montañas, el contorno de los continentes y de los países. Mientras que un
escolar leía los nombres en su libro, el
“Repetidor” señalaba su ubicación sobre el mapa con un palito. Para la
2ª sección, era a la inversa: el “Repetidor” nombraba un término geográfico que
los escolares, por orden, debían identificar en el mapa. La “Conducta” no
precisa nada del contenido del las 3ª y 4ª sección, contentándose con decir que los escolares de esas 2
últimas secciones “recitarán solos las lecciones mensuales, según el orden de
los temas; ellos mostrarán en los mapas, las ciudades, las montañas, etc.”
Para
la enseñanza de la Geografía, Francia estuvo durante todo el siglo XIX muy
atrasada con relación a sus vecinos; se llegó hasta pretender que los alemanes
ganaron la guerra de 1870 porque
sabían geografía, pero no los
franceses. De hecho, la geografía en
Francia consistía en aprender largas listas de nomenclaturas de los nombres
extranjeros.
En
la introducción de un libro de geografía publicado en 1885, se puede leer:
“Hasta
estos últimos años, aprender la geografía, era acumular en la cabeza una
multitud de nombres… y era reputado el mejor alumno en geografía quien recitaba
con la más imperturbable sangre fría una larga enumeración de palabras
desprovistas para él de interés y significado. Esta enfermedad nemotécnica no
ha desaparecido por completo de la enseñanza”. (Rulon –Friot, P. 183) ¡Y esto a
fines del siglo XIX!
Para
ilustrar este tema, tomo dos ejemplos de uno de los más célebres manuales de
geografía del tiempo del Bienav. Champagnat, la “Geografía del Padre Gaultier”,
en su 15ª edición de 1842:
“¿Cuáles
son los 4 puntos cardinales? – Resp.: Los 4 puntos cardinales son: El oriente,
el poniente, el norte y el sur”.
¿”Cuántos
ríos principales hay en Europa? – Resp.:
Hay en Europa 35 ríos importantes; estos son: El Bug que desemboca en el
Vístula; el Warthe que desemboca en el Oder; el Aar, el Necker, el Main y el
Moselle que desemboca en el Rhin; el Sambre que desemboca en el Mouse; el
Scarpe y el Lys que desembocan en el Escaut; el Aube, el Yonne el Marne el Oise
y el Eure, que desembocan en el Sena; el Allier, el Cher, el Indre, el Vienne y
el Mayenne que desembocan en el Loira;
el Tarn, el Lot y el Dordogne que desembocan en el Garonne; el Saône, el Isère
y el Durance que desembocan en el Rhône; el Tessin y el Adda que desembocan en
el Pô; el Lech el Isar, el Inn, el Drave, el Save, el Theiss y el Pruth que
desembocan en el Danubio; el Kama que desemboca en el (Sic) Volga”.
Como
para la historia de Francia, el Bienav.. Champagnat pedía a sus hermanos superar esas inverosímiles acumulaciones de palabras más o menos
extrañas, y de acuerdo a las tendencias moralizadoras de la época y del resto
tradicionales en la historia, él les pedía sacar de allí lecciones. Él
mismo daba en esto ejemplo,
probablemente como recuerdo de sus estudios en el seminario menor de Verrières,
y que parece sacado de la “Geografía del Padre Gaultier”, p. 259. El
hermano Juan Bautista habla de esto en
la página 507 de la “Vida”:
“Dando
un día él mismo una lección de geografía
a sus hermanos, y siendo el tema de esta lección las capitales y otras ciudades importantes de Asia, cuando llegó a Jerusalén”, ¿“Qué observación, le dice,
hace sobre esta ciudad?”. Después que el hermano hubo respondido lo que la
geografía que él tenía entre las manos le enseñaba, el Padre continuó: “Esta
ciudad, desde la muerte de Nuestro Señor es única en el mundo por sus
vicisitudes; ella ha cambiado diecisiete
veces de dueño, es decir, que ha sido expropiada por príncipes de diecisiete
dinastías diferentes. Ha pertenecido y pertenece aún a los enemigos más
empedernidos del cristianismo, y por lo tanto, a pesar de todas esas
vicisitudes, a pesar del furor de los malvados y del infierno, el santo sepulcro ha sido siempre respetado, el
culto público de la religión cristiana se ha mantenido constantemente allí, el
santo sacrificio de la misa se ha celebrado siempre allí, los fieles de todos
las naciones no han cesado de visitar la tumba de Nuestro Señor, así se cumple
esta palabra de la Escritura, que es una verdadera profecía: Ustedes reinarán
en medio de sus enemigos. El sepulcro de Jesucristo permanece intacto, más aún,
es respetado, venerado, es glorioso, aunque poseído por los malvados, por los
perseguidores de la religión cristiana, por los enemigos de Dios Salvador;
prueba evidente de su poder absoluto, de su poder soberano y del amor inmenso que él tiene por los
hombres. Sí, es el amor que Jesucristo tiene por los pecadores que lo lleva a
dejar en su poder su sepulcro y todos los lugares que él ha consagrado y
santificado con su presencia, por sus sufrimientos y por los misterios de su
santa vida; él quiere que el Calvario, donde ha sufrido y donde él ha muerto, que la tumba donde él
ha sido sepultado, queden en manos de
sus enemigos, para recordarles constantemente lo que él ha hecho por su
salvación. Las vicisitudes de Jerusalén son aún la imagen del pecador que ha
abandonado a Dios para darse a los vicios, y quien tiene tantos dueños, o más
bien tiranos, como él tiene de
sufrimientos”.
Podría
extrañarnos que Jerusalén no provocó de parte del Bienav.. Champagnat ninguna alusión
a la Resurrección y a la Ascensión de Cristo, ni a la Santa Cena, ni a la
venida del Espíritu Santo; él no recuerda más que el sepulcro y la muerte de
Cristo por amor a los pecadores. Esto me parece provenir sencillamente del
hecho de que el hermano interrogado sobre Jerusalén recitó lo que decía la
“Geografía el Padre Gaultier”, p. 259: “Jerusalén donde se han cumplido la
mayor parte de los misterios (acontecimientos) del cristianismo. Esta ciudad
posee el Santo Sepulcro en una iglesia construida sobre el Calvario”. ¡Es todo!
La
lección de geografía era seguida generalmente por la de “Dibujo Lineal”, que
bajo forma de geometría euclidiana hacía aprender las principales figuras geométricas, su
aplicación en el dibujo de planos lineales (perfil, su cara, corte) y en la
agrimensura. “Se empleará alrededor de veinte minutos en este ejercicio, dice
la “Conducta”, p. 63; en seguida reemplazarán
las tarjetas, los tableros que contienen las figuras de geometría, y se les
hará comenzar como será dicho en el capítulo siguiente. Efectivamente, el
capítulo siguiente no hablaba de “Geometría”, sino de “Dibujo Lineal”.
A
falta de mapas, el maestro debía haber
dibujado anteriormente en el pizarrón las figuras que él explicaría. Es
pues sobre figuras trazadas, como en un libro y marcadas con letras, A, B, C,
D, etc. que el maestro daba explicaciones, sucesivamente a cada uno de los 4
grupos entre los cuales estaban repartidos los escolares, desde los que se
iniciaban, hasta los que sabían más. Los dos primeros grupos se contentaban con
saber dibujar. El libro utilizado por Hermanos de las Escuelas Cristianas era
el “Resumen de Geometría práctica aplicada al Dibujo Lineal, al medir y al
levantar planos seguidos de los principios de la Arquitectura” por “L. C. y F. P.
B.”. (L C = Louis Constantin, H.
Anaclet, Superior General; F. P. B. = Philippe,
Mathieu Bransiot, Superior General), del cual yo poseo la 14ª edición, de enero de 1842. Ese manual
contiene 267 figuras geométricas y 86 planos geométrico para la arquitectura.
Ellos van del segmento de derecha AB, a
los planos de estructuras o columnas, o puertas, etc., pasando por los
volúmenes y sobre todo, la agrimensura. La parte teórica, con sus múltiples
definiciones, estaba reservada a los dos últimos grupos, y contiene 168 páginas
sin figuras.
Si
en 1838, se contaba con 4 órdenes, en 1842, no se contaba más que con 3: 1er
Orden: los que saben nombrar las figuras representadas; 2° Orden, las que saben dibujar esas figuras; 3er orden los
que recitan las definiciones, etc… por ejemplo:
“¿Qué
es el Dibujo Lineal? – Resp.: Es el arte de representar, por simples rasgos, el
contorno de las superficies y de los cuerpos.”
“¿Qué
es un punto? Es un espacio que tiene infinitamente poca extensión: el punto
geométrico no puede caber bajo los sentidos; se le explica por un punto físico
A”.
Yo
no creo que los Pequeños Hermanos de María hayan enseñado mucho el “Dibujo
Lineal” antes de 1830; y después, no podía ser más que en las escuelas más importantes, como las capitales de provincia : Bourg – Argental,
St. Genest – Malifaux, Charlieu, la Côte – Saint –
André, etc… Siempre es el Hermano Juan Bautista quien habla de
esto en la “Vida” p. 506:
“En
una de sus visitas, habiendo entrado en la clase cuando los niños tomaban una
lección de dibujo y de geometría, él (Champagnat) les preguntó primero lo que
hacían y lo que sabían sobre esas ciencias; después él añadió: “Mis niños, yo
veo con gusto que ustedes saben medir un terreno (los escolares hacían
probablemente entonces un ejercicio de medición) está muy bien, ustedes pueden
tener necesidad de esto más tarde, pero no olviden también aprender a medir el
cielo. Se aprende a medir el cielo, aprendiendo cuánto vale, lo que es
necesario hacer para merecerlo, y ¡Lo que ha costado a Jesucristo para que
tengamos allí un lugar! ¡Oh! mis hijos ¡Cómo hay qué medir en el cielo! ¡Cómo
es grande, cómo es bello, cómo es rico! Ustedes conocen la escala de
proporción, me lo acaban de mostrar; ¿Podrían decirme cuál es la escala del
cielo? Mis hijos, son los Mandamientos de Dios, si ustedes los conocen, y si
los observan, ellos les servirán de escalera para subir al cielo”.
La
“Conducta de 1838”, p. 64 precisaba: “Los alumnos que tienen permiso de copiar
planos y otras figuras de Dibujo Lineal emplearán en este ejercicio el tiempo
prescrito por el Reglamento Diario. Se evitará como cosa de mal gusto, tintas
de diferentes colores, a menos que sean empleadas en ciertos planos para
señalar partes existentes y otras a construir”.
9
– EXAMENES Y CAMBIO DE CLASE
Comenzamos
por conocer la complejidad de una clase de las escuelas primarias elementales
en el tiempo del Bienav. Champagnat, porque según las materias, el escolar se
encontraba en niveles diferentes, y avanzaba más aprisa o más lentamente en las
distintas materias. Eso implicaba por
una parte, numerosos controles y por otra , catálogos bien presentados.
Además
de las recitaciones cotidianas, existían composiciones semanales. La parte más antigua de las Reglas Manuscritas declara
en el artículo 16: “A las once, se hará recitar la Gramática el lunes, martes y
miércoles; el viernes la Historia Sagrada, y el sábado se enseñará a los niños
a ayudar la misa”.
Las
Reglas de 1837, p. 29 art. 9, estipulan:
“El
hermano director examinará cada quince días a los niños que podrán ser
cambiados de lección; y además de eso,
estará muy al corriente de la conducta y de los progresos de todos los niños, a fin de poder rendir cuenta de
ellos en toda ocasión”.
Esas
recitaciones y esos exámenes estaban reglamentados. La Conducta de 1838, p. 20,
declara: “Para evitar la confusión que podría dejar en el espíritu de los niños
un gran número de lecciones diarias de naturaleza diferente, se establecerán
las recitaciones como sigue:
“El
maestro, al inicio cada mes, hará conocer a los niños de cada sección lo que
ellos deberán de aprender durante ese mes, de cada una de las ramas de las
enseñanza; designará aquélla por la cual se comenzará la recitación, y la
subdividirá en lecciones diarias: por ejemplo, diez líneas para la primera
sección, quince para la segunda, etc. Según la capacidad de los niños”.
“…
Los alumnos que forman las secciones
inferiores teniendo menos objetos a recitar emplearán un mayor número de días
para cada parte, por ejemplo, los de la primera, es decir lo menos aventajados,
podrían tener las oraciones para las seis o siete primeras recitaciones del mes, el catecismo
para las doce o quince siguientes, etc.; los de las segunda sección podrían
tener las oraciones para las tres o cuatro recitaciones del mes, el catecismo
para las diez, o doce siguientes y así sucesivamente; no obstante, deben reservar los últimos días
para repasar y preparar los exámenes que deben tener lugar cada mes…”.
Queda
claro: todos los escolares verán el mismo programa , pero cada uno según su
rapidez particular; en efecto, había por cada materia tres secciones más una
sección de honor para los sobresalientes, avanzando cada una, según la
capacidad de los escolares con más o menos rapidez. Esas secciones aparecerían
en la recitación de las oraciones, del Catecismo, de la Gramática, de la
Aritmética, de la Historia Sagrada, de la Historia de Francia, de la Geografía
y del Dibujo Lineal.
La
Conducta de 1838, p. 70 declara: “ Debiendo sólo cambiar a los alumnos de
lección el hermano Director, el maestro,
hacia el fin de cada mes, hará un
examen preparatorio sobre cada parte de
la enseñanza, después del cual escribirá
en una lista bajo el título del orden o de la parte de la lección, los nombres
de los niños que considerará con posibilidad de ser cambiados, sin prometerles nada, porque ellos podrían
rebelarse y murmurar si el hermano Director los encuentra demasiado débiles
para pasar a una lección superior .Si él
tuviera duda respecto a la capacidad de alguno, lo señalará con un
punto, con el fin de que el hermano Director los examinase más exactamente…”.
Nos
encontramos aquí, a propósito de los exámenes y de los cambios de Órdenes o de
Sección, ante una dificultad. La parte de las Reglas Manuscritas, art. 16,
anterior pues a 1823, no habla más que de exámenes semanales el lunes, martes,
miércoles, viernes y para servir la misa, el sábado. Esto es todo: nada sobre
los cambios. La Regla de 1837, p. 29 art. 9, precisa que el hermano Director es
el único habilitado para pronunciar los cambios, después de un examen, cada
quince días. Pero la “Conducta” de 1838, que como sus ediciones anteriores
servía de modelo pedagógico a los Pequeños Hermanos de María hasta 1853, da
sólo, por supuesto, al hermano Director el derecho de cambiar los Órdenes y las
Secciones de cada escolar, no cada quince días, sino solamente cada mes.
De
las composiciones dadas cada quince días por el Hermano Director, ocurrían
eventualmente cambios de Órdenes y de Secciones, que me parecen realmente
demasiado numerosos, y de hecho, desvalorizan esos exámenes. Por otra parte, yo
veo difícil, que un Director, además de su clase, además de sus
responsabilidades de Director de comunidad y de escuela, además de sus funciones de intendente, pueda
dedicarse a las composiciones de toda la escuela cada quince días. Yo pienso
que este artículo 9, p. 29 de las Reglas de 1837, apenas fue aplicado, cayendo bajo la nota
preliminar, p. 4: “Esta Regla deja mucho que desear, como se puede juzgar
fácilmente…” Yo pienso que en esto se tendió más bien al examen mensual; cuando
yo era junior en Francia (Doubs) del 1° de mayo de 1935 a enero de 1939,
nosotros no conocíamos más que las “Composiciones mensuales” (y trimestrales);
las composiciones mensuales daban lugar a un descanso de un día completo, llamado “Descanso del 1er martes del mes”,
del que eran excluidos los alumnos que habían trabajado mal o cuya conducta
dejaba mucho qué desear.
La
“Conducta” de 1837 pedía al maestro
hacer una “Composición Preparatoria”, permitiéndole presentar al hermano
Director un informe sobre todos los alumnos susceptibles de subir en orden y sección. En la vida del Padre
Champagnat, yo no he encontrado que el Hermano Juan Bautista hable de esos
exámenes de quincena o de mes, en cambio, en la p. 473, yo leo: “Para eso es
necesario (al hermano Director) visitar frecuentemente las clases, pedir
públicamente informes sobre la conducta de los niños, y exigir un estado bien
exacto y por escrito, elogiar y recompensar a los que se hayan portado bien,
dirigir censuras y dar correcciones…” Esta relación por escrito” me parece
corresponder bien al examen preparatorio
mensual”.
Evidentemente,
para dominar un tal sistema de enseñanza por niveles, los hermanos debían
mantener con cuidado 4 catálogos:
1-
El catálogo de Cambios y de exámenes mensuales.
2-
EL catálogo de Oraciones
3-
El catálogo de Llamado
4-
El catálogo de Bolsa
El catálogo de los Cambios y de los Exámenes
mensuales comprendía todos los cambios en las diferentes materias
enseñadas y permitía seguir los progresos o retrocesos de los escolares.
El catálogo de las Oraciones, permite de un vistazo
saber dónde se encuentra el escolar sobre este punto.
El catálogo de Llamado, permite controlar las ausencias de los escolares: los escolares son
llamados por orden alfabético, y los presentes responden: “¡Dios sea bendito!”;
un alumno ausente con permiso es marcado con una + , y el que está ausente sin permiso con un “o”.
El catálogo de Bolsillo,
sirve para marcar la conducta de los escolares, los domingos y días de fiesta
en los oficios de la Iglesia, pero también durante las oraciones en clase o
durante el catecismo. Estaba “compuesto de numerosas hojas en pergamino,
rodeadas de tiras dobladas, y bajo las cuales se insertan otras que son
dentadas y cosidas de manera que puedan recibir trozos de cartón móviles, sobre
los cuales son escritos los nombres de los niños” (Conducta, p. 138). Yo no he
visto nunca tales catálogos y no sé
exactamente cómo es su fabricación: Yo supongo que era un tipo de
libreta con guía, que permitía anotar los nombres de los delincuentes por una
simple tracción de las lista, sin tener necesidad de lápiz.
10
– LOS OFICIALES
Para
hacer funcionar esta pedagogía de niveles, los Catálogos no eran suficientes;
era preciso recurrir a alumnos llamados “Oficiales”, porque ellos cumplían
“Oficios”, es decir, funciones escolar que los maestros no pueden o no deben
cumplir.
“Estos oficiales serán nombrados por
el Hermano Director de acuerdo con el maestro. Se les podrá renovar cada mes a
fin de mantener entre ellos una cierta emulación que los lleve a cumplir bien
las tareas de su cargo. Conviene también darles cada semana un cierto número de
privilegios (gracias). Es así que ellos podían hacer quitar castigos que habían merecido sus camaradas.
Los
oficiales más comunes eran: los Recitadores de oraciones, los
Porta-Aspersorios, los Porta-Rosarios, el Campanero, los Vigilantes, los Repetidores,
los Verificadores de Castigos extra, los Barredores, los Porteros. Quedaba
permitido a cada escuela aumentar o disminuir esos oficiales según las
necesidades.
1- Los recitadores de oraciones.- Eran
oficiales de la Clase de los Mayores, “Escribanos”; debían saber perfectamente
todas las oraciones, poderlas recitar “separadamente”, ser de conducta modesta
y moderada. Había entre ellos dos a la vez, uno por la mañana, y el otro por la
tarde, y cada semana cambiaban su turno. El papel principal de esos Recitadores
de Oraciones consistía en decir en alta voz los títulos de las actos de Fe, de
Esperanza, de Caridad, de Contrición, y el título de todas las oraciones. En
los establecimientos donde había internos, el Recitador de Oraciones, si era
encargado del dormitorio, en el momento que era dada la levantada por el hermano Director, gritaba: “¡Acuérdense que estamos en
presencia de Dios”, a lo que sus compañeros respondían: “Pidámosle que venga a
habitar en nuestros corazones!” (Reglas Manuscritas anteriores a 1823, art. 6)
– Más tarde la fórmula será la siguiente: “Alabado sea Jesucristo -. Y María su
madre. Amén-
Veremos
después que las oraciones eran numerosas en clase.
2-
El Porta-Aspersor. – Era
encargado de llevar el hisopo y debía presentar el agua bendita a la entrada de
los escolares en la iglesia. “ Se colocará en el sitio donde las filas deben
pasar: tendrá una postura muy modesta y se guardará bien de
servirse del aspersor para asperjar o para juguetear”. (Conducta, p. 179 –
180).
3- Los Porta-Rosarios. - No existían más que en la Clase de los Pequeños. Distribuían los
rosarios a los escolares, primero en la misa de la mañana, porque sólo los
escolares de la Clase de los Mayores leían en su misal, pero los de la Clase de
los Pequeños recitaban el rosario durante la misa. “Desde que los escolares
estén de rodillas en su lugar, los Porta
– Rosarios irán a distribuirlos a los que no saben leer, cada uno en la fila
que le será asignada, y luego que la misa termine, irán a recogerlos a los que los
habían dado al principio, y los llevarán a la clase… Deben ser muy prudentes y
muy cuidadosos, a fin que no dejen que se pierdan los rosarios”. Eran en números de 2 (la Conducta, p. 180).
Por
otra parte, cada clase, la de los pequeños y la de los grandes, tenían un Porta
– Rosario especial, que distribuía los rosarios durante el rezo del rosario en
clase.
4
– El Campanero – Era encargado
de tocar la campana para comenzar la clase y en los diferentes ejercicios
siguiendo un cierto código: 10 toques para comenzar la clase y 5 toques cada
hora, para la oración de la hora. Antes de comenzar la oración de la mañana de
la Diócesis, así como antes del inicio
del catecismo, debía no tocar,
sino repicar “dos o tres veces” el tiempo de un Miserere. A los primeros tres repiques, los escolares
guardaban libros y papeles para disponerse a la oración o al catecismo que
comenzaba cuando la campana había cesado de repicar. “Este oficial debe ser muy
asiduo a la escuela y muy puntual en tocar exactamente a las horas” (La
Conducta, p. 181).
5-
Los Vigilantes..- Vigilaban a sus compañeros antes de la
llegada del maestro y durante sus ausencias; había dos de ellos por clase. No podían, ni amenazar, ni golpear a los
escolares, pero debían anotar a los infractores en una lista, y en otra a los
que se portaban bien. Evidentemente, el maestro verificaba siempre la veracidad
de las indicaciones del vigilante. Si el vigilante daba lugar a denuncias
por parte de sus compañeros, era castigado
más severamente que un escolar ordinario. El vigilante tenía un lugar habitual;
“él se comportará de manera de dar buen ejemplo a los otros, porque debe estar
persuadido que está puesto no solamente para vigilar sobre todo lo que pasa en
la escuela, sino también para ser el modelo de sus condiscípulos”. (p.
182). Debía ser de los primeros en
llegar a la escuela, no debía hacer acepción de personas y no recibir ningún
regalo.
Para
regresar a casa después de la clase, había vigilantes especiales para las filas
de los diferentes barrios o caserías, o calles principales. “Esos vigilantes no
deben nunca hablar ni amenazar a los niños y aún menos empujarlos o golpearlos;
ellos se contentarán con fijarse simplemente en lo que ocurra; anotarán a algunos, tanto de los más
prudentes, como de los más reprensibles, y cuando estén en clase, entregarán
esta nota al maestro”. (p. 183)
Parece que con los Pequeños Hermanos
de María los vigilantes hacían igualmente la función de repetidores.
6- Los Repetidores..- “Habrá en cada
clase Repetidores que estarán encargados de hacer recitar, tanto en la mañana
como en la tarde a cada ocho o diez escolares, según el maestro lo indique, a
menos que con esto, el orden de la clase se altere”. Se podía, pues, tener de 7
a 9 repetidores de recitación en la
Clase de los Pequeños, y 5 o 6 en
la Clase de los grandes o Escribanos.
Una
segunda clase de repetidores “Serán encargados de dar lecciones a las Órdenes
inferiores de Lectura, de Aritmética, de Geografía y de Dibujo Lineal…” Ellos
eran necesarios en la aplicación del
“Método Simultaneo- Mutuo” y no aparecían oficialmente como tales más que a
partir 1837–38. “Los maestros harán recitar cada día al menos a algunos de sus
escolares… Para estar seguros de que los
Repetidores (de recitación) cumplan con su oficio”. “Esos Repetidores
recitarán su lección al maestro o al
escolar que él designará: se les cambiará periódicamente, para que
no pierdan su tiempo”. (p. 184).
7- Los verificadores de castigos extra..“Estos
oficiales recibirán los castigos a medida que los escolares entren en clase;
los examinarán y podrán aún coleccionarlos, haciéndolos leer por los autores y
siguiendo ellos mismos en el libro que habrá servido de modelo. Si están bien
hechos, borrarán los nombres de la nota y rayarán los castigos. Hacia las 8 y media de la mañana, y 2 de la tarde,
las Verificadores pondrán todos esos cuadernos sobre el escritorio del maestro
quien podrá algunas veces examinarlos; él los entregará a los escolares al fin
de la clase”. (p. 184)
Para comprender bien esta función,
es necesario saber que el castigo ordinario consistía en copiar o aprender 5
líneas de un buen libro, como los Pensamientos de Humbert, el Catecismo. El
Verificador de los castigos disponía para este efecto de un cuaderno especial;
cuando un escolar merezca este castigo “el maestro le indicará ponerse de pie, y al mismo
tiempo, advertirá al Marcador (Verificador de castigos) mostrándole tantas
dedos como quiere dar de castigos”, por ejemplo 2 dedos significaban 10 líneas.
Al final de la clase, antes de la
oración de la mañana o de la tarde, “el oficial encargado de verificar los
castigos nombrará a los que tienen alguno y en qué número; indicará también la
página o la lección de la que deberán ser copiados”. Controlará al principio de la clase siguiente si el castigo ha sido
bien hecho en un cuaderno especialmente destinado para los castigos del
escolar; allí anotará el día del mes y su nombre abajo. Los castigos no podían
pasar de 5 o 6, esto es, 25 o 30 líneas generalmente de copia: “entre menos se
den más se podrá exigir de aplicación en hacerlos bien” (p. 144). Cuando el
escolar no sabe todavía escribir, el
castigo consistirá en aprender de
memoria un pequeño suplemento de sus lecciones ordinarias, pero sin encargar
demasiado al niño.
8-
Los barrenderos.- Ya hemos
visto que el mobiliario escolar se
componía de 2 escobas por clase. “Habrá dos escolares en cada clase, cuyo
oficio será tenerla limpia”. La barrida tenía lugar todas las tardes, después
de haber regado el piso. Estos oficiales debían de ser dinámicos, que
trabajaran rápidamente y no pendencieros. “Se velará para que hayan terminado más o menos un cuarto de hora
después de la salida de los niños”. (p. 185) ¡Así, de una carga, se hacía
después del siglo XVII, un puesto honorífico!
9-
El Portero – Vigilaba primero a los barrenderos, después
cerraba las ventanas; cerraba y abría la
clase, incluyendo el ir a la iglesia.
“Cuando
alguno toque a la puerta de la escuela, él la abrirá lentamente e introducirá a
las personas que pidan hablar con el maestro, si es el Alcalde, el señor Cura o
alguna persona importante. La 7ª observación de las Reglas Manuscritas,
anterior al 9 de Septiembre de 1827, estipula; “Si un hermano es solicitado cuando
está en clase, hará decir que no puede
dejar a los niños (sic), que se venga en otro momento si es posible”.
Justamente, la observación anterior declara: “Se tendrá cuidado de poner un
martillo o una campanilla para advertir
al portero a fin de que avise a
cada uno y llame al hermano que sea buscado”.Ese portero no es un hermano, sino
un alumno.
La
Regla de 1837, art. 13, p. 41, declara: “Durante las clases, no se admitirá a
nadie en la escuela, excepto los señores eclesiásticos, y las autoridades
civiles”. Y el art. 5, p. 28 precisa:“ Solamente el hermano Director debe dar explicaciones a los padres y a las
otras personas”.
El
portero debe ser un escolar muy asiduo, prudente, discreto y sobre todo,
honesto y capaz de dar razón a las personas que se presenten.
“Ese
mismo escolar, estando ordinariamente cerca de la puerta, vigilará la limpieza
de los lugares (WC), tendrá cuidado de que no haya jamás dos niños a la vez. No
obstante, se ha visto que el faltar a esta regla había salvado la vida a dos escolares
de St. Genest – Malifaux en 1841, cuando
el capote de la chimenea se había caído, aunque “¡ese punto es de gran importancia!”. “Se cambiará
frecuentemente este oficial a fin de que no pierda su tiempo” (la Conducta, p. 186).
Es
evidente que un maestro podía multiplicar los oficiales como los “Colectores de
papel”, quienes distribuían los ejemplos y las hojas para la escritura, o los
“Distribuidores de tinta”, etc.
11-
LAS SANCIONES: CASTIGOS Y RECOMPENSAS-
“No
se puede disimular, escribe la Conducta, p. 139, que entre los niños, no se
encuentran caracteres rebeldes, reacios, que lleven siempre la contra, sea por
su naturaleza, sea como consecuencia de la educación y de los principios que
ellos tomen en sus familias; es preciso, no obstante, someterlos, reducirlos a
la obediencia; es por eso que una de las cosas más difíciles que puedan
encontrarse en el arte de la enseñanza, es la
de mantener a los alumnos en el orden, o de llamarlos a él cuando se
apartan; sin embargo la experiencia proporciona varios medios muy eficaces para
disminuir el número de castigos
aflictivos…”
En
primer lugar ,Había ciertos niños que
era mejor no castigar:
1-
“Un niño comete faltas por ligereza o por ignorancia, olvida lo que el maestro ha dicho, cambia, rompe alguna cosa, todo eso no tiene
consecuencia y no merece el castigo, a menos que allí se note mala voluntad y
que él reincida en eso, después de las advertencias convenientes”
2-
“Los niños de un natural dulce y tímido caen raramente en falta y sus faltas son
poco considerables, el temor que ellos tienen naturalmente a los castigos, y el
ejemplo de los que actúan bien, es suficiente para hacerles cumplir con su
deber; es por lo que, no es necesario ordinariamente corregirlos, sino remediar
sus faltas por algunas otras medidas, de momento aparentando no darse cuenta y
luego dándoles una penitencia fácil de cumplir”.
3-
“Se puede esto usar igualmente con respecto de los niños necios que no hacen
ruido más que cuando se les quiere corregir. Si son causa de desorden en la
escuela, es mejor expulsarlos.”
4-
“Con respecto a aquellos que están indispuestos o tienen una débil salud es
importante, no corregirlos, sobre todo cuando la corrección podría
impresionarlos mucho y aumentar su mal: se puede servir de alguna penitencias
ligeras”.
5-
“En cuanto a los que son disipados y ligeros, es preciso corregirlos poco,
porque ellos ordinariamente reflexionan poco y casi en seguida de haber sido
castigados, vuelven a recaer en la misma falta o en otras que merecen la misma
pena; sus faltas no vienen por pura
malicia, sino por ligereza; es necesario
procurar anticiparse demostrándoles cariño,
no obstante, sin darles ningún empleo; colocarlos lo más cerca posible
del maestro, a fin de cuidarlos mejor: colocarlos entre dos escolares que muestren seriedad y que
ordinariamente no fallan; ; darles de
tiempo en tiempo alguna recompensa a fin de hacerlos asiduos y afectos a la
escuela, y para comprometerlos mientras están allí a mantenerse en paz y en
silencio”.
“6-
“Se abstendrá, finalmente, de castigar a los niños cuando comienzan a venir a
la escuela , y antes de conocer su ánimo, su temperamento y sus inclinaciones…”
7-
“Hay otros niños cuyos padres tienen muy poco cuidado, ellos son ordinariamente
caprichosos, testarudos; no obedecen más que con dificultad y murmuran al menor
castigo que se les da.
Esas faltas no vienen siempre de que
esos niños tengan un mal carácter, sino
de que han sido dejados a su propia suerte. Se podría para atraerlos a
la escuela y prevenir sus faltas, darles algún empleo, como “Colectores de papeles, Repetidores, Vigilantes…” o
adelantarlos en alguna cosa, como en escritura, aritmética, etc. Si ellos
cometen alguna falta, es necesario someterlos y no permitir quejas ni
murmuraciones; pero es con el fin de intentar controlarlos después de haber
tomado precauciones, a fin de evitar
resistencias y el escándalo que podrían resultar de ello. En todos los casos, es absolutamente
necesario estar de acuerdo con el
hermano director, así como con los padres de esa clase de niños”.
El Consejo final:: “ Sobre
todo, es importante que un maestro que
es nuevo en su clase, se abstenga de toda corrección, así sea de poca
importancia, a menos que la necesidad lo obligue; y en ese caso, será bueno que
tome la opinión del hermano Director o
del primer maestro”.
Antes
de verse obligado a castigar es necesario acudir a los amenazas de castigo, a
condición de que sean raras y relativas a faltas importantes. El maestro debe
evitar las amenazas vagas y generales,
“como sería amenazar con un castigo a los que
no ponen atención, que hablan, etc”. Porque, “la mejor manera de
amenazar a los escolares que se apartan de su obligación, es suspender el
ejercicio actual y hacer leer la sentencia transgredida en ese momento”.
Para
la amenaza, el maestro debe hablar firmemente, pero sin pasión. “No debe jamás
tutear a los niños, y aún menos durante
las reprensiones, a fin de inspirarles más temor. Es también importante jamás
servirse de palabras injuriosas, o aunque sean un poco inconvenientes; eso no
conviene nunca y no puede más que escandalizar a los niños y humillar a los
padres”.
La
penitencia más conveniente para el maestro y más ventajosa para el escolar,
como también la menos desagradable para los padres, sigue siendo el “trabajo
extra” del que hemos ya hablado con ocasión de los Verificadores, y que
comprende 5 líneas de escritura o de texto a aprender, si el alumno no escribe
aún. El máximo diario de trabajo extra para un alumno es de 30 líneas.
La
lectura de los castigos la hace el
Verificador antes de la oración de la mañana o de la oración de la tarde, su
verificación tiene lugar antes de la clase siguiente. “No es necesario dar esa
clase de trabajos más que por causas un
poco graves, y no sin distinciones; se debe aún hacer de tal forma de no
imponerlo más que a tres o cuatro escolares
durante una clase, mientras más raros sean, surtirán más efecto”.
Para
los castigos propiamente dichos, “un maestro debe preocuparse por estudiar el
carácter de los niños y el templo de su espíritu, para poder aplicar
convenientemente las penitencias y hacerles producir el efecto que de ellos se
debe esperar; pero debe evitar imponerles muy frecuentemente las que les
impresionan más..:”
Las
páginas 146 y 147 de la Conducta reglamentan los castigos. “los castigos que se
podrán imponer serán las siguientes:
1-
Para castigar a los oficiales por
no cumplir bien su empleo, se les podrá destituir por algunos días.
2-
Para castigar a un niño que llega tarde a la escuela, se le obligará a llegar
durante algunos días desde que se
inician las clases … Se podría también citar a los padres para comprometerlos a
ayudar a su hijo a ser más puntual…” En realidad, la Conducta proponía como
primera penitencia poner al atrasado de rodillas en un lugar determinado, hasta
que otro atrasado viniera a ocupar su lugar; pero sabemos que el Bienav.
Champagnat condenaba el castigo cuando se trataba de un acto religioso:
“
Jamás se debe dar por penitencia una cosa que, considerada en sí misma, debe
ser querida y venerable a los niños, tal como orar, ayudar la misa, prestar un
servicio a alguno, etc. Es preciso también evitar dar por penitencia (trabajo
extra) lecciones de catecismo, oraciones o copiar o aprender de memoria, por
temor a inspirar a los niños la aversión por las cosas que él debe querer y
amar” (Hermano Juan Bautista, “Vida…”, p. 556).
3-
Cuando un niño no sigue durante la lección,
la primera vez se deberá ponerlo de pie
durante algún tiempo”, la Conducta propone para la segunda vez, la misa
de rodillas, rechazado por el Bienav. Champagnat; “la tercera (vez), lo que es
raro, un castigo extra a escribir o aprender, o bien, ponerlo algunos lugares
más atrás”.
4-
Para un escolar que se hubiera comportado mal en las filas, la Conducta
indicaba poner al infractor de rodillas, con las manos juntas, a la puerta de la escuela, mientras pasaban
sus compañeros. Este castigo era igualmente rechazado por el Bienav.
Champagnat.
5-
“Se dará algunos castigos extra por
escrito o para aprender de memoria, a los alumnos que no hayan escrito lo que
debían, o no se hayan esforzado en hacerlo bien”.
6-
La Conducta p. 147 castigaba al escolar disipado durante las oraciones,
poniéndolo en medio de la clase durante la oración siguiente, “las manos
juntas, los ojos bajos y en una grande modestia”.Pero este castigo no era nunca
aprobado el Bienav. Champagnat.
7-
“Se hará poner de pie en su lugar o de rodillas en medio de la clase a aquellos
que durante las lecciones, hubieran teniendo una postura descuidada e
inconveniente”. Allí también, El Bienav. Champagnat prohibía la misa de
rodillas.
8-
“Si un escolar no ha sabido el tema del catecismo del día anterior, se le
obligará a escuchar de pie o de rodillas y con las manos juntas, el del día
siguiente”. Aquí igualmente, el Bienav. no estaba de acuerdo.
9-
“Cuando un escolar no sepa la lección de catecismo, de gramática, etc. que
debía aprender, se le obligará a repetirla en la clase siguiente (lección a
reportar), sin tener ningún error, o
copiarla aún varias veces en su casa, bajo pena de un castigo mayor”.
La
Conducta de 1838 declaraba también: “Se debe evitar golpear a los escolares con
la mano, con el pie, con la vara; es del todo contra la decencia y la gravedad de un maestro jalarles
la nariz, las orejas o los cabellos, golpearlos o empujarlos rudamente, o
jalarlos del brazo, hacerles hacer cruces con la lengua (???),hacerles besar
los pies de otros, ponerlos con los brazos en cruz, etc. No será jamás
permitido, encerrar a los niños en algún gabinete, dejarlos castigados después
de la clase, etc. etc. etc. Hacerles poner una mordaza, un bonete de burro,
etc. etc., no podía ser más que la acción de un maestro inepto y sin
experiencia…”
Esta
reducción de castigos aflictivos había sido efectuada en la edición de 1811
(Lyon), y el Muy Reverendo Hermano
Superior General de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, Hermano Gerbaud, se expresaba así en ella: “Con el fin de conformar nuestra educación con la
suavidad de las costumbres actuales, hemos
suprimido o modificado todo lo que encierra corrección aflictiva, y
reemplazado (esas sanciones) ventajosamente;
por una parte, por buenos puntos, motivaciones y recompensas; por la otra, por puntos malos, castigos y
castigos extra. Nos atrevemos a prometernos que nuestros queridos hermanos, en medio de esos
socorros…, estarán de acuerdo en suprimir toda clase de castigos corporales,
los cuales, hasta el momento, han sido la cruz y el único disgusto de los más
virtuosos de entre nosotros”.
Por tanto, la Conducta de 1838 no
eliminaba totalmente el uso de correcciones aflictivas. “No se debe hacer uso
de correcciones aflictivas, se lee en la
página 159, más que después de haber usado en vano otros medios de mantener a
los niños en el deber… Si se está reducido algunas veces a llegar a este
extremo, no se servirá más que de un pedazo de cuero largo de aproximadamente
catorce pies (= 0,37898m; o sea, más o
menos 38 cm.) y ancho de diez líneas
(=18 mm. o sea, casi 2 cm.); y no será jamás permitido de servirse de él de otro modo más que para dar
un golpe en medio de la mano izquierda o
a lo más uno en cada mano, después de
algunos minutos de intervalo; no se les dará a los que estuvieran mal de las
manos”.
Es
la famosa férula, formada de
una doble correa de cuero, que se ensancha generalmente en la punta, de ordinario llena de algodón o de trapo, y
destinada a hacer más ruido que daño en
la palma de la mano del escolar; el cuero era fijado sobre un corto mango de
madera.
La
Conducta prescribía aún, p. 160: “Se hará de modo de no castigar al inicio o al
final de la clase, y de jamás pasar el número de dos o tres por clase, a menos
que haya habido alguna cosa
extraordinaria. Si ocurre que un niño no quiso
ni dar Privilegios (género de indulgencia, recuperando el castigo, del
cual se hablará después) ni se somete a la corrección, el maestro aparentará
obligarlo, y si él se obstinara, podría darle un buen número de castigos extra
e incluso durante varios días hasta que se someta; si no la hiciera, se
llamaría a sus papás para informarles. Es
bueno no mandar en seguida a su lugar a un alumno que ha recibido mal
una corrección, por temor a que se
permita murmuraciones o palabras inconvenientes, etc. etc.,”.
Sobre
la cuestión de la férula el Bienav.
Champagnat rechazaba de nuevo las indicaciones de la Conducta de los Hermanos
de las Escuelas Cristianas, como lo narra el Hermano Juan Bautista, “Vida…” p.
541:
“Es
por eso que él (Champagnat) protestó con tanta fuerza contra el abuso entonces
general, de las penitencias aflictivas, y que
recomendó tan frecuentemente a sus hermanos el no usarlas. “¿”Es a
golpes de férula, decía él, que se educa a los niños y que se les inspira
el amor por la virtud? No, son la razón
y la religión, que llevan la convicción en el ánimo, que
vuelven el corazón al bien, y no los castigos. Es raro que se sirva para formar
a los niños, de un medio que no se querría utilizar con relación a los mismos
animales. Tratándose de domar o de domesticar a estos últimos, se evita
maltratarlos; al contrario, se les trata con bondad, se les acaricia, no se les
hace sentir el freno más que con prudencia y precaución. Es por ensayos, por
ejercicios frecuentes y muchas veces repetidos con paciencia, que se les vuelve
dóciles y propios para el fin que se propone. Y el niño creado a imagen de Dios, dotado de razón, de
libertad, lleno ordinariamente, de buena voluntad, de disposiciones virtuosos y
deseos de obrar bien, ¡no se podría
servir para educarlo de la fuerza bruta! Semejantes medios de educación
ultrajan la dignidad del hombre,
degradan al niño, hacen despreciar y detestar al que los emplea, meten el
desorden en la escuela, destruyen los sentimientos de amor, de estima, de
confianza y de respeto mutuo que deben unir al maestro y a los alumnos y
vuelven inútiles todos los cuidados dados al niño”.
“Pero
se me objetará posiblemente que el Espíritu Santo recomienda castigar al niño,
corregirlo con cuidado, y que, por otra parte, los castigos son necesarios para
obtener la disciplina que nosotros recomendamos. Es cierto que el Espíritu y Santo quiere que se corrija a los
niños que, de hecho, lo pone como deber
a los padres y a las madres, y consecuentemente, a los que los reemplazan o que
comparten su tarea en la educación de la juventud; pero castigar a los niños no
es golpearlos, y en la Sagrada Escritura la palabra castigar no significa
castigo aflictivo, sino un trabajo cual quiera”.
“Sin
duda que para mantener la disciplina, es
preciso corregir las transgresiones al reglamento en todo lo que se aparta del
deber; pero recuerden que no es mediante los castigos corporales que se obtiene
la sumisión de los niños, sino por la autoridad moral, que se sabe tomar sobre
ellos, y que da una conducta digna y constantemente edificante, una entrega sin
límites por su instrucción, un porte modesto, grave y siempre uniforme”.
“Muéstrense padres más que maestros, y entonces ellos los respetarán y
les obedecerán sin dificultad. El espíritu de una escuela de hermanos debe ser un espíritu de
familia. Ahora bien, en una buena
familia, en una familia bien ordenada, son los sentimientos de respeto, de
amor, de confianza recíproca los que dominan, y no el temor a los castigos. La
cólera, la brutalidad, la dureza, son
cosas inspiradas por el demonio para
destruir los frutos de los buenos principios dados al niño, y como la cizaña
sofoca el buen grano, así los malos tratos sofocan todos los buenos
sentimientos que las instrucciones y los buenos ejemplos pueden hacer nacer en el corazón del niño”:
“El
buen Padre (Champagnat) juzgaba tan grave el abuso de los castigos, que él
decía que un hermano severo, violento, y que se permite fácilmente maltratar a
los niños, de palabra o de acción, no convenía a la enseñanza y no era propio más que para picar la piedra
o remover la tierra”. (Estas palabras del Bienav. Fundador, son pues,
posteriores a 1824).
Es
para prevenir penitencias corporales que provengan del estado de ánimo, que la
Regla de 1837, p. 45 art. 28, decreta: “Se atarán por el extremo las baquetas
que sirven para mostrar los tableros de lectura y de aritmética”. Y el hermano
Juan Bautista, p. 543 de la “Vida…”, explica: “con el fin de que no sea posible golpear a los
niños”.
Ya
en las Reglas Manuscritas: continuación del art. 13: “Se atará por el extremo,
la vara que sirve para señalar las letras del alfabeto. Se hará lo mismo con la de la aritmética”. (Fin
del reglamento).
Igualmente,
la Conducta de 1838, p. 149, comenta: “Además, toda la atención del maestro no
debe dirigirse a señalar todas las faltas de los escolares; él debe más bien aplicarse a recompensarlos
cuando lo merecen. ¡Hay para esto tantos
medios! Una simple mirada de satisfacción es capaz de reanimar el ánimo
y producir más fruto en una escuela, que un gran número de castigos y
penitencias. Una palabra de aliento lleva gozo a sus tiernos corazones, que
estarían reprimidos y abatidos por un ambiente de rechazo. Se encuentra más
gozo por tener un corazón amable, que un
gran número de castigos y de
penitencias. ¡Y por hacer cumplir al
mismo tiempo el deber!
En
la página 75, la Conducta completa: “Las recompensas, por pequeñas que sean,
producen los más felices resultados en una escuela bien reglamentada, con tal
de que se las distribuya oportunamente, siempre a quien lo merece, jamás por
favoritismo”. Y la Conducta distinguía 5 clases de recompensas: 1° los Privilegios; 2° las
Imágenes, Libros de Piedad, los Libros Clásicos y otros objetos útiles a los niños; 3° la Cruz de Honor; 4°
las Notas Buenas; 5° los Billetes de Satisfacción.
1
– Los privilegios eran sellos
estampados sobre papel, o mejor sobre
pequeños cartones. Como la moneda, tenían diferentes valores: 1, 5, 10, 15, y
aún 20 valores; estos últimos eran evidentemente raramente concedidos, y
solamente por acciones de un mérito notable. Se podía también establecer
“Privilegios de Piedad”, que daban
derecho a una recompensa especial al fin del mes.
Los
privilegios eran concedidos a
los escolares que habían cumplido mejor sus tareas, que sabían bien sus
“repeticiones”, es decir, sus lecciones, que eran los mejores para leer,
realizando mejor las composiciones, comportándose mejor durante la ausencia del
maestro, etc.
Estaba
prohibido vender sus Privilegios, pero se
podía “prestarlos” a fin de rendir un servicio a un compañero
necesitado. En efecto, “los Privilegios servirán pues a los escolares: 1° para
comprar los pequeños objetos de premio que se distribuyen al fin de cada mes.
2° para exentarse de castigos que les
serán impuestos: un escolar, por
ejemplo, que hubiera merecido un castigo extra, podrá librarse de él mediante
un número determinado de Puntos Buenos (valores de los Privilegios); otro habrá merecido una penitencia (aflictiva), él se exentará de
ella presentado igualmente un número de Puntos (valores) que se hayan fijado,
de acuerdo a la naturaleza de su falta, etc.”
2-
Las Recompensas no debían ser
de muy grande valor comercial y globalmente, después de cada distribución
mensual no debían pasar de 1 F. en la Clase de los Pequeños, y 1, 50 F. a 3 F.
en la Clase de los Grandes. Pero este valor
podía variar en función del número de escolares, de sus progresos, del
buen orden de la clase, etc. Esas recompensas, según la Conducta (p. 78)
eran grandes imágenes religiosas, de las
cuales era necesario no abusar por temor de profanación; por lo demás, ellas no
parecían casi favorecer la religión. También, sería de desear que se pudiera
reemplazar en parte, por pequeños folletos históricos y morales, de un precio
muy moderado: los padres los leerían, o los escucharían leer con gusto y
frecuentemente con fruto. Se podrá también dar crucifijos en cobre, medallas de
la Santísima Virgen, etc; sería también deseable que hubiera algunos libros clásicos, algunos instrumentos necesarios
para el estudio de los objetos de enseñanza, lo que resulta de beneficio para
los niños pobres. Se podrá también, sobre todo en invierno, dar ropa (Cf. El
Bienav. Champagnat, en Laveille).
“No
se darán jamás Recompensas más que a cambio de Privilegios, y eso al fin de
mes. La víspera, el maestro recomendaba a los escolares llevar todos sus
Privilegios en un sobre con su nombre y
el total de Puntos o Valores; ellos serán verificados al día siguiente por 2 o
3 escolares”.
Al
momento de la distribución, el maestro colocaba las Recompensas en un lugar
bien visible y tomaba la más bella para mostrarla, fijaba en ella el mínimo de Punto de
Privilegios. Todos los escolares que disponían de ese mínimo, se levantaban entonces
para participar en las subastas. A medida que el número de Puntos aumentaba,
los alumnos que no tenían bastantes Privilegios, se sentaban; el último, aquél
que generalmente tenía el mayor número de Privilegios, la llevaba. Se
reiniciaba con el segundo premio, y así sucesivamente hasta el agotamiento de
las Recompensas.
Se
podía igualmente proceder en otro forma, poniendo a los escolares en fila, por
orden decreciente de Privilegios. El que
tenía el mayor número de Puntos, elegía primero, después el segundo, el
tercero, etc. Un escolar podía no pedir ninguna recompensa y capitalizar para
obtener un mejor premio el mes siguiente.
En la Regla de los Pequeños Hermanos
de María de 1837; el Bienav. Champagnat limitaba las recompensas y reglaba su
financiamiento, p. 44 – 45 art. 26: “No se dará ordinariamente a los niños
imágenes del valor de un décimo (es decir no se distribuirán ordinariamente,
más que imágenes cuyo precio es menor de 10 céntimos). Se podrá consagrar a las
recompensas, el provecho proveniente de la venta del papel, de las plumas y de
la tinta”.
3-
Los Billetes de Satisfacción
estaban así redactados:
“Escuela Cristiana”
BILLETES DE SATISFACCIÓN,
Concedido al Sr. _______________ en
testimonio de su
buena conducta y de su aplicación
durante
el mes de _______18____
El Director de la Escuela
(Firma)
Eran
entregados personalmente por el hermano director hacia el fin del mes,
inmediatamente después de los exámenes mensuales, seguidos de los cambios de
Orden y de Sección. “Para que un alumno pudiese tener un Billete de
Satisfacción era necesario que durante ese mes,
haya hecho exactamente sus trabajos clásicos, que haya obtenido cambios
(de Órdenes o de Secciones) en la mayor
parte de las lecciones, y que no haya merecido ningún castigo”. No era fácil
cumplir a la vez estas 3 condiciones.
Los
Billetes de Satisfacción
pasaban por ser “uno de los más eficaces” medios para interesar a los padres en
la buena conducta y el adelanto de sus hijos, y permitían obtener de esos
escolares sabiduría, asiduidad y aplicación, condiciones de los progresos
escolares.
4- Las Notas Buenas pueden convertirse en
un nuevo tema de emulación para los
niños.
El
hermano Director las anotará sobre el catálogo, inmediatamente después de los
cambios. Se darán Notas de buena conducta a los niños que se hayan comportado
mejor durante el mes, las de Aplicación a los 2 o 3 que hayan tenido más cambios (de Órdenes y de
Secciones), se darán también de asiduidad, etc.” (P. 81).
Las
“Notas Buenas”, los “Billetes de Satisfacción” y los “Privilegios” se tenían en
cuenta para la distribución anual de premios del fin de año.
5-
Las Cruces de Honor no debían
ser demasiado caras para evitar fuertes gastos a los padres en caso de que su
hijo perdiera la Cruz de Honor. Cada
clase tenía una Cruz de Honor por especialidad escolar, más una Cruz de Honor
por la obediencia. Un mismo niño no
podría llevar su Cruz más de una semana. El titular de una Cruz de Honor estaba
exento de castigo la 1ª vez que la
merecía; era despojado de ella después de una recaída “porque no convenía
castigar a un escolar que lleva esta marca de distinción”.
Castigos
y Recompensas pedían discreción de parte del maestro. El Bienav. Champagnat
conociendo los límites de esto, declaraba a sus hermanos:
“Los
castigos y las recompensas no contribuyen a mantener la disciplina más que en
la medida en que se usen moderadamente y
con gran sensatez. En necesario diversificar los castigos, comenzar siempre por
los menores, y no recurrir a los más fuertes más que raramente y por faltas
graves. Es lo mismo para las recompensas que es necesario hacer desear,
merecer, y que se deben distribuir con inteligencia y equidad… La emulación,
las recompensas y los castigos no son más que medios para volver a los alumnos
activos, estudiosos y sumisos; para obtener eficazmente todo esto, es preciso preservar al niño del
mal y conservarlo inocente. Ahora bien, para conservar a los niños inocentes,
es importante inculcarles estas dos máximas:
“Dios
me ve en todo lugar y en todo tiempo…”
“No
debe jamás permitirse estando solo, lo que no se atrevería jamás hacer
acompañado, y que se avergonzaría de confesar a sus padres o a sus superiores…”
(Hno.
Juan Bautista, “Vida…”, p. 555 – 556).
12-
EL CATECISMO
Es
éste el elemento esencial de la enseñanza de los hermanos en particular y de
los maestros en general. La Conducta de 1838 se expresa en estos términos:
“Es
en esta parte esencial de la instrucción, que un hermano celoso debe
especialmente mostrarse digno del santo empleo que ejerce. El silencio que le es impuesto
durante la clase, parece no serle ordenado más que para dar más fuerza a sus
palabras durante el catecismo. Un hermano lleno del espíritu de su estado,
mirará pues, la enseñanza del catecismo, como la más noble de sus
funciones, puesto que ella lo asocia a
una infinidad de santos personajes que
se han vanagloriado de evangelizar a los
pobres, y al autor mismo de esta divina doctrina”.
Estas
ideas eran compartidas por el Padre Champagnat, como nos lo muestra el Hermano
Juan Bautista, p. 508:
“Jamás
el Padre Champagnat era mas elocuente y más patético que cuando hablaba del
catecismo, de los medios de ganar a los niños para Dios y del bien que puede
hacer un hermano que tiene celo. Los más
indiferentes, los más fríos, no podían escucharlo sin sentirse penetrados,
persuadidos y sin tomar la resolución de dar mejor el catecismo”.
“Mis
queridos hermanos, nos decía un día, ¡cómo es grande y elevado su empleo a los
ojos de Dios! ¡Cómo son ustedes dichosos de haber sido elegidos
para una función tan noble! Ustedes
hacen los que Jesucristo ha hecho sobre la tierra; ustedes enseñan los
mismos misterios, las mismas verdades; ustedes hacen lo que han hecho los
Apóstoles, los Doctores de la Iglesia y los más grandes; ustedes hacen un
trabajo que los Ángeles les envidian y que no les es dado hacer. Ustedes tienen
entre sus manos el precio de la sangre de Jesucristo; sus numerosos niños, les
serán después de Dios, deudores de su salvación. El divino Salvador les da a
cultivar la más bella porción de su Iglesia; él les confía a quienes más ha
amado: ¡Los Niños! Los niños de los cuales él es amigo; los niños que él llama
a sí, que ama ver alrededor de él: “Dejen que los niños se acerquen a mí, porque
el Reino de los cielos es para los que se les parecen”; los niños de los cuáles
hace sus delicias: “Mis delicias son estar con los hijos de los hombres”, los
niños que él ha acariciado y que él ha bendecido. Y ese Divino Salvador, para
llevarlos a tener un gran cuidado por esos tiernos niños, a tratarlos con
bondad, les asegura que “todo lo que hagan al menor de entre ellos, es a él
mismo que ustedes lo hacen”. Educar un niño, es decir, instruirlo en las verdades de la religión, formarlo
en la virtud y enseñarle a amar a Dios, ¡Es una función más sublime y más
elevada que gobernar el mundo! Enseñar a un niño una lección de catecismo, una
oración, como el Pater, el Ave María, es una acción más grande y más meritoria
a los ojos de Dios que ganar una batalla. Un catecismo, quiero decir, un
catecismo bien dado, vale más que las mayores penitencias que ustedes pudieran
hacer, es San Gregorio Magno quien nos lo enseña. “Aquel, dice este santo Doctor, que macera su
cuerpo por las austeridades de la penitencia, es menos agradable a Dios y tiene
menos mérito a sus ojos, que el que trabaja en ganarle almas”. ¿Han comprendido
ustedes bien esto?
“También
Nuestro Señor, que es la verdad misma, nos asegura que el que practica y enseña a los otros las verdades cristianas,
los Mandamientos de Dios, será grande en
el Reino de los Cielos. Igualmente que nosotros llamamos grandes entre los
hombres a los que se hacen notar por su
talento, la elevación y nobleza de sentimientos, por sus acciones gloriosas y
su mérito distinguido, así, Dios llama grandes a los que enseñan su santa ley y
que enseñan a los otros a observarla a través de sus lecciones y por sus buenos
ejemplos”.
Y
el Bienav. Champagnat continuaba así hablando sobre el catecismo, exhortando y
rechazando las objeciones en numerosas páginas que yo les recomiendo leer en el
XX° capítulo de la segunda parte de la “Vida…”
La
primera condición para dar bien el catecismo, era prepararlo bien. Para eso, la
Conducta, p. 92, aconsejaba a los maestros los catecismos siguientes: “
Encontrará en el catecismo de Collot, en el de Couturier y en el de Montpellier por Charancy, amplias
explicaciones para dar al de la diócesis todos los complementos que necesita.
Se
trata de tres catecismos muy desarrollados
y muy famosos. El primero era intitulado: “Explicación de los Primeras Verdades
de la Religión para Facilitar la Comprensión a los Jóvenes, obra útil a las
personas que están encargados de su Instrucción, por M.P.C Doctor de la Sorbona”. Su autor es el
Padre Pierre Collot (1693 – 1790). Es el
catecismo dado en la diócesis por Monseñor de Harlay en 1687 (?) y en uso en París hasta 1846,
comentado bajo forma de preguntas-respuestas. La obra conoció al menos las 47
ediciones conservadas en la Biblioteca Nacional de París, de la que 7 ediciones
se publicaron bajo la Restauración (1815 – 1830), esto es ,una edición cada 2
años. Mi ejemplar data de 1813, “Nueva Edición”, y ha sido impreso con el
benefactor del Bienav. Champagnat, Rusand, 26, calle Mercière en Lyon. Contiene
680 páginas en-12, con un “Resumen de la
explicación de las Primeras Verdades de la Religión para los Jóvenes”, de la
página 633 a 678. Se trata de un catecismo que integra la Historia Sagrada.
Habla de Dios, de los Misterios de la Santísima Trinidad, de la Encarnación,
del Símbolo de los Apóstoles, de los Sacramentos largamente desarrollados, de
los Mandamientos de Dios y de la Iglesia, igualmente muy desarrollados y muy precisos. Por
ejemplo, p. 422: “¿Cuándo ha dado Dios esos diez Mandamientos a los Israelitas?
Eso ha sido al inicio de su viaje por el desierto. El año del mundo 2513, antes
de Cristo 1491, (cf. P. 31 de ese capítulo), el tercer mes después de su salida
de Egipto”. Los últimos capítulos explicaban la Señal de la Cruz, las
Oraciones, los Pecados Capitales y las Virtudes Cardinales.
El
segundo catecismo es el “Catecismo Dogmático y Moral, obra útil al pueblo, a
los niños y a los que están encargados de instruirlos, por el Sr. Jean
Couturier, antiguo jesuita y cura de Léry”. Yo poseo de éste la 6ª edición,
tomo I, de 1830, editado en Dijon con
Lagier del cual ha hecho fortuna. El padre Couturier nació en 1730 en
Bourgogne, y murió el Viernes Santo, 22 de Marzo de 1799. Su Catecismo Dogmático
y Moral repite el catecismo de la Diócesis de Dijon, publicado por Mons. D’
Apchon en 1761, lo explica y hace seguir las explicaciones por medio de varias
páginas de “Subpreguntas, que son una explicación corta de la pregunta
principal”. (p. 22, t. I). “Éstas,
son un resumen del gran desarrollo que se ha hecho en el curso de catecismo. Se
les ha hecho aprender con éxito a los niños que tenían más facilidad. Entre las
manos del catequista, pueden ser notas
sumarias que les recordarán los puntos sobre los cuáles él puede extenderse.
Las podrá colocar antes o después de la explicación, o a medida que él la haga,
según lo juzgue más a propósito para animar e interesar su plática con sus
niños, por medio de ese diálogo”. (P. 22 – 23). A título de ejemplo, he aquí
las primeras sub–preguntas previstas
para el curso sobre el Purgatorio (t. I, p. 479):
P-
¿Usted dice que el Purgatorio es un lugar de penas; allí se sufre? –R- Sí, se
sufre allí para acabar de expiar sus pecados.
P-
¿Por qué? –R- Porque nadie manchado puede entrar al cielo.
P-
¿Es verdad que hay un Purgatorio? – R. Es un artículo de fe anunciado en la
Escritura
y decretado por la Iglesia.
P-
¿Es entonces incorrecto decir que el Purgatorio es una invención de los
sacerdotes?- R. Es una impiedad, puesto que la Iglesia ha decretado que hoy un
Purgatorio.
P-
¿Por un pequeño pecado venial se iría entonces al Purgatorio? – R – Sí, si él
no es borrado antes de la muerte.
P-
¿Cuando se ha recibido el perdón de los pecados mortales, hoy aún alguna cosa
qué expiar? – R – Sí, queda aún una penitencia por hacer.
Las
sub–preguntas continúan así en 3 páginas (379 – 382); se terminan por una
recapitulación en 4 puntos y por una oración: “Los mismos cielos no son puros
en tu presencia, ¡Oh Dios de toda santidad! Ecce caeli non sunt mundi ante te….
para terminar con el “De Profundis”.
El
catecismo de Couturier consta de 4 volúmenes
en–12, de los que desgraciadamente yo no paseo más que el primero, en
485 Páginas. Como el anterior, trata del
nombre y de la señal del cristiano, de Dios y de sus perfecciones, de los
misterios de la Trinidad, de la Encarnación y de la Redención, del Símbolo de
los Apóstoles y de los 4 fines últimos: Juicio, Cielo, Infierno, Purgatorio. La
Biblioteca Nacional de París posee 9 reimpresiones, de las cuales 5 se hicieron
bajo la Restauración, más 7 “Resúmenes” o “extractos”.
El
tercer catecismo indicado como fuente de explicación es el “Catecismo de
Montpellier”, que Mons. Colbert (1667–1738) había hecho redactar por el
oratoriano P. Pouget y dado a la diócesis en 1702. De tendencia jansenista,
este catecismo fue corregido por Mons. De Charancy en 1747, y era desde
entonces recomendado a lo largo de todo el S. XVIII en muchas diócesis y aún en
el S. XIX bajo el nombre: “Instrucciones
generales en forma de catecismo
por orden del Messire Berger de Charancy con dos catecismos: Catecismo o
Resumen para uso de los niños ya confirmados (T. V., p. 1ª 111 en la edición de
1831). Yo no paseo este catecismo e
ignoro el número de ediciones que ha tenido.
Esos
3 catecismos servían para explicar el catecismo de la Diócesis. En Loire y el
Rhone, era el “Catecismo impreso por orden de S. E. Monseñor el cardenal Fech,
arzobispo de Lyon, Primado de los Galos, para ser exclusivamente enseñado en su
diócesis”.
Esos
3 catecismos servían para explicar el catecismo de la diócesis. Fue dado en
Lyon, el 6 de octubre de 1814, en ausencia de Monseñor el Cardenal Arzobispo de
Lyon, por los tres Vicarios Generales, Courbon,
Renaud y Bochard. Estaba precedido
de una Carta Pastoral de los Vicarios Generales, de un Reglamento en XXX
artículo de los cuales el XXV° comenzaba así: “Los catequistas evitarán con
cuidado toda parcialidad, toda preferencia injusta por algún niño, concederán
aún más elogios a la aplicación, a la modestia, a la piedad, que a la facilidad
y a la memoria…”. Constaba de 179 páginas, ¡Y aún se imprimían en 1822! Las
oraciones de la mañana y de la tarde,
recitadas en las escuelas, allí se encuentran, pero también las oraciones para
antes y después de la lección de catecismo. Existía también una “Explicación
del Catecismo de la Diócesis de Lyon por un Párroco de esa Diócesis”, aparecido
con Rusand en Lyon en 1833, del que
poseo un ejemplar de 468 páginas
en–12, cada capítulo era seguido de 3 o
4 “Prácticas”.
La
Conducta de 1838 añade: “Para protegerse contra el peligro, que podría hacer
pensar que se sabe instruir a los niños
bastante, sin tanta investigación y aplicación, se debe estar persuadido de que
el estudio de la religión tiene por
objeto el más vasto de todos los conocimientos; aunque se sea algo hábil en
esta ciencia divina, se adquieren siempre nuevas luces, y entre más se aprende,
más se siente la necesidad de instruirse. Es necesario preferir el estudio del
catecismo a todos otros cuidados, convencerse ante Dios de que esta ciencia
debe tener el primer lugar en la adquisición de conocimientos que un hermano
debe poseer, que la escritura, la aritmética, etc. no son más que
complementarios al fin principal de nuestro estado, y que sin descuidarlos,
porque ellos entran en los caminos de la Providencia, es preciso jamás
sacrificar la más estrecha de sus obligaciones, al deseo de llegar a ser buen
escribano o buen matemático… Es esencial preparar cada día el catecismo que se
debe dar, a fin de dominar bien su materia, preveer las prácticas que podrán ser fruto de ella, de manera que
estando todo previsto, no se salga del tema, que se exprese bien y con claridad, sin extenderse
en reflexiones inútiles”. (p. 92 – 93).
El
Bienav. Champagnat compartía todos esos sentimientos: “Acuérdense, decía él,
(Hno. Juan Bautista, Vida…” pp. 505 – 506) que su primer fin es educar
cristianamente a los niños, que hemos aceptado enseñarles las ciencias profanas
únicamente para tener la facilidad de darles catecismo todos los días, y por
eso mismo grabar más profundamente en su
espíritu y en su corazón la ciencia de la salvación. La historia, la
gramática, el dibujo lineal y todos los otros conocimientos de ese género,
deben ser entre sus manos como incentivos, de los cuales se deben servir para atraer
y para conservar a los niños en sus escuelas”… Poco antes, (p. 505) se
expresaba así: “No olviden que la instrucción primaria que ustedes deben dar a
los niños, no es propiamente el fin que nos hemos propuesto al fundar este
Instituto; ella no es más que un medio para llegar más fácilmente y más perfectamente a este fin. El fin de su
vocación es dar la educación cristiana a los niños, es decir, de enseñarles el
catecismo, las oraciones, y de formarlos
en la piedad y en la virtud”.
La
Regla Manuscrita del período anterior a 1823, art. 13 declara con respecto al
catecismo: “Se tendrá cuidado de
preparar siempre el capítulo que
se debe dar”; y la Regla de los Pequeños Hermanos de María de 1837, p.
25 – 26, art. 38 precisa: “Después del oficio, los hermanos estudien el
catecismo hasta las siete. Para captar la
importancia de este estudio, y manifestar a través de él el celo que
conviene a un hermano, según la voluntad de Dios, se puede leer el capítulo de
la Conducta (de los Hermanos de las Escuelas Cristianas; prueba que los
Pequeños Hermanos la seguían) que se refiere al catecismo, o la ciencia sagrada del catecismo de
Boudon”. En esta última obra se trata del padre Henry–Marie Bourdon, Doctor en
Teología y gran Arcediano en Evreux, quien publicó en 1681 su “Ciencia y
Práctica del Cristiano” y en 1678 había hecho imprimir su “Ciencia Sagrada del
Catecismo”, donde se podía leer: “Se tendría aquí que suspirar mucho, cuando se
considera gran número de parroquias cuyas pobres pobladores están en la última
ignorancia (hablamos de lo que sabemos), sin recibir ninguna luz de sus
pastores que se contentan con cumplir sus funciones externas.” ( Cf. Zind: Las
Nuevas Congregaciones de Hermanos Enseñantes, p. 27). Las obras del P. Boudon
eran entonces reimpresas; ellas ejercieron una grande influencia en el
Venerable Juan María de La Mennais y en los Hermanos de la Instrucción
Cristiana de Ploërmel.. (Yo no he
encontrado todavía este libro recomendado por el Bienav. Champagnat).
He
aquí ahora el capítulo XVII de la Conducta intitulado: “Del Catecismo”, cuya
lectura era dada por la Regla de 1837
como lectura espiritual y modelo; en su artículo III “De la Manera de dar el Catecismo” p. 93– 97, que nosotros
reproducimos aquí por primera vez, a pesar de ser tan largo, da los consejos
siguientes:
“El
maestro, durante el catecismo, debe permanecer sentado con modestia y gravedad;
y como todo debe hablar en él, es necesario que su aire, sus miradas, su tono
de voz, etc. anuncien (p. 94) la importancia del ejercicio que se hace y cuánto
merece la atención de los escolares”.
“Antes
de comenzar el catecismo, el maestro hará recordar por medio de algunos
escolares el tema del catecismo precedente, y lo que se ha dicho de más
esencial. Habiendo en seguida hecho la señal de la cruz, y todos los escolares
con él, formulará la primera pregunta, la cual debe ser tomada del catecismo de
la diócesis. (Nota 1 – Es de tal manera importante seguir el catecismo de la
diócesis que sería mejor tomarlo en mano, que exponerse a omitir la repetición
(la respuesta) y la explicación de alguna pregunta)”.
“El
niño que se vaya a interrogar se pondrá de pie y responderá a la pregunta que
le será hecha, si es capaz, teniendo en cuenta siempre la pregunta en la
respuesta, si no, (en el caso de que no sepa responder) el maestro la hará
decir a otro, y la hará repetir a aquél que no había podido responder. Si,
después de haber dirigido la misma pregunta a dos o tres alumnos, ninguno puede
dar la respuesta, el maestro la dará él mismo y la hará repetir, como acaba de
ser dicho. El maestro continuará preguntado así a los escolares según el orden
de los bancos; podrá no obstante,
interrumpir este orden, si nota que no están atentos”.
“Cuando
una pregunta necesite explicación, el maestro la desarrollará por sub–
preguntas cortas y precisas, a las cuales los alumnos responderán de la manera
expresada anteriormente. Se explicará así el Catecismo de la Diócesis siguiendo
el orden de las materias, lo (p. 25) que no impedirá regresar alguna vez sobre
los puntos importantes de los que los niños tienen particularmente necesidad de
ser instruidos, sobre todo al aproximarse las primeras comuniones”.
“Las
respuestas a las preguntas y sub–preguntas deben tener las condiciones
siguientes: 1- Ser cortas; 2- Tener un sentido perfecto; 3 – Ser ciertas; 4 –
Estar a la altura de los escolares, no de lo
más inteligentes, sino de los mediocres (medios), de manera que la mayor
parte puedan repetir y comprender su
sentido”.
“Es
conveniente que el maestro haga decir cada respuesta toda (sic) entera y no
palabra por palabra; no obstante, si ocurre que un niño no puede decirla toda
(sic) entera, se la dividirá en varias partes, de la que cada una ofrecerá un
sentido perfecto, o bien se hará repetir
esta respuesta cuatro o cinco veces inmediatamente a un escolar que la sabe
bien, después varias veces al que no sabía, para darle una mayor facilidad para
retenerla”.
“Estará
prohibido a los alumnos responder si no están seguros de saber; pero para hacer
conocer que pueden responder la pregunta propuesta, podrán mostrar la mano, pero sin levantar el
brazo, ni hacer ningún ruido, ni ninguna señal que muestre prisa. El
maestro no permitirá jamás que los escolares rían cuando alguno tenga
dificultad al responder”.
“El
maestro no hablará durante el catecismo, como si predicara, sino que preguntará
casi continuamente por preguntas y (p. 69) por sub–preguntas. El maestro hará
de manera de hacer responder cada día a
todos los escolares, y aún varias veces si es posible, sobre todo a los que
saben menos y a los que les da más trabajo retener bien las instrucciones”.
“Para
atraerse la atención de los niños, el
maestro dará sus instrucciones de una manera interesante y
persuasiva. Verá siempre a los alumnos,
y estará al pendiente de lo que hagan, no aceptando que tengan nada sobre la
mesa o en las manos que pueda distraerlos. Lejos de rechazar a los niños que no
respondan bien, dará de tiempo en tiempo recompensas a los que hubieran estado
más atentos, aún a los escolares que sean menos listos. Finalmente, se servirá de todos los medios que un celo
sabio e iluminado le podrá sugerir para que los niños escuchen con atención sus
instrucciones”.
“Si
algún niño faltara a su deber durante el catecismo, el maestro no lo castigará
durante ese tiempo, pero lo anotará en su catálogo, y al día siguiente le
ordenará la penitencia que juzgue conveniente; podrá no obstante dar algunas
penitencias, como sería juntar las manos
y ponerse de rodillas”. (Sabemos que el Bienav. Champagnat se oponía a esas
penitencias).
El
maestro no dirá nada en el catecismo que no haya leído en algún libro aprobado
o del que se siente seguro; no decidirá
nunca nada como pecado venial o mortal;
podrá solamente decir: Es un pecado al que hay que temer mucho… es un pecado que tiene funestas
consecuencias...es un gran pecado…, cuando él lo juzgue tal (p. 97).
Aunque no pretenda hacer los pecados más
grandes de lo que son, es necesario, no obstante, inspirar hacia ellos un gran
honor, por pequeños que parezcan”.
“Los
maestros tendrán un grande cuidado en la instrucción de todos sus alumnos, de tal forma que no
dejarán uno solo en la ignorancia, y sobre todo, en cosas que un cristiano está
obligado a saber, tanto en la doctrina como en la práctica; y con el fin de que no descuiden un aspecto de
tanta importancia, considerarán
frecuentemente que darán cuenta a Dios
de la ignorancia de los niños que están bajo su cuidado, y de los
pecados que esta ignorancia haya ocasionado, si no se han esforzado con
bastante cuidado en instruirlos”.
“Más
o menos cinco minutos antes del fin del catecismo, el maestro retomará las
principales preguntas que hizo, las hará repetir a algunos escolares, y les
hará hacer ver su importancia. Terminará el catecismo por algunas prácticas, lo
que hará mediante preguntas y respuestas.”
“Durante
el catecismo, los escolares deben tener los brazos cruzados o las manos
juntas y colocadas en el borde de la
mesa, y los ojos modestamente fijos en
el maestro”.
Se encontrarán fácilmente numerosos textos que
completan y comentan el capítulo XVII de la Conducta de los Hermanos de las
Escuelas Cristianas, con sus VII artículos, que cubren las páginas 91 a 104,
particularmente en “Avisos, Lecciones y Sentencias” del Venerable Padre Champagnat, por el Hermano Juan
Bautista, edición de 1868, p. 452 – 463,
capítulo XXXVII: “Lo que es un Catecismo Bien Dado” y en varios capítulos de la
“Vida de José Benito Marcelino Champagnat” (1856) del mismo autor, como en el
capítulo XX “De su Celo por la Gloria de Dios y la Salvación de las Almas”.
El
Bienav. Champagnat se apartaba de la Conducta durante el tiempo consagrado en
clase al catecismo. Tenía lugar dos veces por día entre los Pequeños Hermanos
de María. La Regla de 1837, de acuerdo en eso con la Regla Manuscrita, señala
en la página 19, en el artículo 14: “A las nueve, el catecismo, que debe ser
precedido de un pequeño cántico. Se atenderá mucho a hacer aprender el
catecismo a la letra, y no se entrará en
largas explicaciones”. Duraba una media hora. El entonar un cántico no
era una innovación, pero estaba ya en uso entre los Hermanos de las Escuelas
Cristianas, cuya Conducta en la página 103 declara: “Cada día, inmediatamente
antes de iniciar el catecismo, se hará entonar el cántico de invocación al
Espíritu Santo, designado para este día,
y después de la oración de la tarde, se cantarán igualmente
algunos versos de un cántico que se habrá elegido análogo
(correspondiente) a los tiempos y a las ferias de la Iglesia”.
El
segundo catecismo tenía lugar después de medio día, hacia las 13:45hs. “Art.
30: Después del Rosario y de la oración a San Luis Gonzaga para pedir la
pureza, vienen la corrección (castigos por las faltas de la mañana), el
cántico, la recitación de la Historia
Sagrada y el catecismo, que se debe hacer recitar sobre todo a los niños que no
lo hubieran sabido en la mañana”.
Con
respecto a esos dos catecismos diarios de las escuelas de los Pequeños Hermanos de María, el Hermano
Juan Bautista, en la “Vida…” pp. 516 – 517, reporta: “La Regla prescribe dar el
catecismo dos veces al día. En los inicios (probablemente antes de 1822),
se daba aún tres veces, porque todas las
tardes, a la caída de la noche, los niños del pueblo, trátese de los que
frecuentaban la escuela, trátese los que no asistían a ella, se reunían en el
establecimiento (de los hermanos) y un hermano les daba el catecismo durante
una hora; además, los hermanos iban también particularmente el jueves y el
domingo a dar el catecismo en los caseríos de la parroquia. Más tarde, algunos jóvenes hermanos, habiendo dejado debilitar en ellos este
espíritu de celo del que los antiguos estaban animados, creyeron que bastaba
dar el catecismo una vez al día. Ellos
le hicieron esta proposición al Padre Champagnat y para que la aceptara y estuviera
de acuerdo con ellos, le dijeron que les faltaba tiempo para las otras partes de la enseñanza”.
“Mis
amigos, les respondió el Padre, en nuestro Reglamento, hemos dado a cada
especialidad que ustedes deben enseñar, el tiempo conveniente, y entonces,
aunque ese tiempo resultaría corto para algunas de las ciencias señaladas en su
programa, no es el catecismo el que sería necesario suprimir, porque eso sería
abandonar nuestro fin, y no alguna de
las partes de la enseñanza primaria que son menos esenciales”.
“
Padre, replicó uno de los hermanos, todas me parecen necesarios para el éxito de las escuelas”. –
“Sí, pero el catecismo sirve más que todas las ciencias para la prosperidad de
las escuelas y además, es necesario al niño para su buena conducta, para el
éxito de los asuntos temporales de los cuales él será encargado, y sobre todo,
para el gran negocio de su eternidad”.
“
Padre, permítame que yo le haga observar que los Hermanos de la Doctrina
Cristiana, que sin duda estiman tanto como nosotros el catecismo, no lo dan más
que una vez al día”. -“Eso no prueba de ningún modo que ustedes no lo deban
hacer más que una sola vez”.
1-
Puesto que es muy probable que si el Venerable Padre de la Salle fundara hoy su
Instituto, él prescribiría a sus hermanos dar el catecismo dos veces al día. En
efecto, cuando la Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas fue
fundada hace más de ciento cincuenta años, los padres, que en esta época eran
eminentemente religiosos, se preocupaban ellos mismos de la educación de sus
hijos, y los hermanos no tenían más que completar en sus escuelas las instrucciones recibidas en la
familia. Hoy, las cosas son desgraciadamente muy distintas, la mayor parte de
los padres no conocen ni practican la
religión; ellos están enteramente dedicados al cuidado de sus asuntos
temporales, y no se ocupan de la educación de sus hijos, ellos se apoyan
totalmente en ustedes para ese cuidado. Es pues necesario, en el tiempo que
vivimos, dar más frecuentemente el catecismo en las escuelas como no se hacía
anteriormente”.
2-
Puesto que nosotros no tenemos a los niños el mismo tiempo que los Hermanos de
las Escuelas Cristianas. En las ciudades,
vienen más jóvenes a la escuela, ellos allí asisten por más tiempo y más
asiduamente. Además, son ordinariamente
más inteligentes y estando acostumbrados a hablar francés, comprenden mejor las instrucciones de los
hermanos. Es cuanto a nosotros, nuestras escuelas estando casi todas en el
campo, no tenemos a los niños más que
algunos meses del año, frecuentemente, ellos son ya grandes cuando
nos los envían, y en cuanto
pueden trabajar, se les retira. Es pues necesario que aprovechamos el
poco tiempo que los tenemos, para
instruirlos suficientemente en las verdades de la salvación, y es por eso que
damos el catecismo dos veces al día.
Muy frecuentemente ha sucedido que ha
sido necesario darlo tres veces en el tiempo de una primera comunión, sin esto, los niños no
hubieran sido preparados convenientemente para ella”.
“Por
otra parte, aunque nosotros damos el catecismo dos veces por día, no damos más
tiempo a este ejercicio que los Hermanos de las Escuelas Cristianas, los cuales
le consagran media hora los días ordinarios, una hora las vísperas de asueto y
una hora y media los domingos y días de fiesta, lo que hace cinco horas por
semana. Ahora bien, nosotros no tenemos más tiempo”.
El
Bienav. Champagnat subrayaba entonces la importancia de la oración para hacer
crecer la semilla de la instrucción: “sin humedad, la tierra no produce nada, sin oración nosotros
no podemos hacer nada, ni para nosotros, ni para los otros. Mientras más
defectos tienes ciertos niños, mientras son más difíciles de conducir, de
formar, mientras menos aprovechen ellos sus instrucciones, sus cuidados, más
deben ustedes orar por ellos… Su perseverancia en orar por ellos es el más
grande acto de caridad que pudieran hacer respecto a ellos y el medio más seguro de cambiarlos y de conducirlos por las
sendas de la virtud”. (p. 515).
Al
Catecismo Diocesano, los Pequeños Hermanos de María añadían un catecismo
ocasional sobre la Virgen María, especialmente con ocasión de las fiestas
marianas, como nos lo reporta el Hermano Juan Bautista, en el mismo lugar. Como
un hermano había propuesto dar vacaciones a los alumnos esos días, a fin de
entregarse más al recogimiento y a la oración, el Bienav. Champagnat le
replicó: “Mi querido amigo, usted no puede hacer nada mejor esos días, que estar en medio de
sus niños. Reunir esos pequeños niños con usted, hacerles orar, hacerles
aprender y recitar el Evangelio, darles una pequeña instrucción sobre los
misterios del día, conducirlos a los Oficios, es para usted la más excelente de
todas las oraciones; es un acto de caridad y de celo que será más agradable a
María que si usted estuviera todo el día postrado a los pies de sus altares.
Por otra parte, usted no podrá elegir
una ocasión más favorable para
darle a sus niños un catecismo sobre la Santísima Virgen, y no pienso
que haya un solo hermano que se decidiera a pasar una fiesta de la que es la
Madre, la Patrona, la Modelo y la Primera Superiora de los miembros de este
Instituto, sin hablar de ella a los niños. Porque un verdadero hermano de María
no se contenta con amar y servir a esta Augusta Virgen, él se esfuerza por
hacerla amar y servir por todos sus
alumnos, y toma todos los medios
que le sugieren su celo y su piedad para inspirarles un profundo respeto, una
confianza sin límites y un amor muy filial por esta divina Madre…”
Pero
este catecismo sobre María, en relación de sus fiestas, era en ocasiones
completado por un verdadero catecismo semanal y regular por parte de ciertos
hermanos, como lo hacía el Hermano Luis (J. B. Audras): “Todas las
semanas, daba una plática sobre este
tema, y aprovechaba todas las ocasiones
para volver a hablar de este tema, ” escribe el Hermano Juan Bautista, p. 82 –
88.
Es
por tanto hacerse ilusiones, el pensar que la enseñanza religiosa en clase ,se
reducía a los dos catecismos regulares
todos los días. En realidad, es toda la enseñanza escolar que se convertía en
catecismo. Los escolares se habituaban a
la escritura sobre sentencias bíblicas o espirituales. Las manuales de
lectura ordinaria entre los Pequeños Hermanos de María, eran la “Biblia de Royaumont”, y los “Pensamientos de
Humbert” en 142 capítulos; a falta de poderlos citar todos, doy el título de los diez primeros:
I-
Del fin del Hombre.
II-
De la Salvación
III-
Es Necesario Trabajar en su
Salvación con Cuidado y con gran Empeño,
IV-
Es Necesario Trabajar en su
Salvación sin Descanso
V-
Es Necesario Trabajar en su
Salvación con Temor
VI-
La Ceguera de los que Descuidan su
Salvación.
VII-
Falsos Razonamientos (sic) sobre
la Salvación.
VIII- Del
Buen Empleo del Tiempo (sic).
IX-
Perder el Tiempo (sic) es ser
Insensato.
X-
Todo Pasa Aquí Abajo.
Reflexiones.
Ya
hemos visto que la geografía, la historia, y aún el dibujo lineal, la
geometría, eran fuentes de la enseñanza religiosa, y simples “carnadas” para
enseñar el catecismo, y la neutralidad religiosa en la instrucción profana no
existía. En los textos ya anteriormente citados sobre el fin del
Instituto, particularmente por el Hermano Juan Bautista, t. II, p 317 yo no recordaré aquí más que esta última
palabra del Bienav.. Champagnat: “Muéstrenles (a los alumnos) bellas páginas de
escritura, alábenles el dibujo, la geografía, etc; pero dándoles lecciones
sobre esas especialidades, no olviden la lección de catecismo, y hagan de tal
manera que ella tenga siempre el primer lugar. Además, tengan cuidado de que la
religión destaque de todas las partes de su enseñanza, y que todos los
conocimientos en los cuáles ustedes inician a sus alumnos, sirvan para nutrir
su fe, su piedad, les hagan amar la religión y los lleven a Dios”.
13.
LAS ORACIONES
Lugar
de instrucción y de educación cristiana, la escuela era también en esta época
un lugar de oraciones y en cierta forma, una “iglesia de los niños”. La
Conducta de 1838 consagra todo el capítulo XIX de la 1ª parte, o sea las
páginas 107 a 114, a las oraciones en la
escuela.
El
artículo IV nos informa sobre las
posturas a adoptar en clase; “Durante las oraciones del inicio de la escuela, y
las de la mañana y de la tarde, el maestro permanecerá siempre de pie y
descubierto, ante su sede, con un exterior muy grave, los brazos cruzados y con
una grande modestia”.
“Durante
esas oraciones, los escolares estarán siempre de rodillas, bien formados, con
los brazos cruzados y los ojos bajos. En las clases de escritura, los escolares se pondrán de
rodillas en los bancos, y los de las últimas
mesas, en las mismas mesas, a fin de que el maestro pueda verlos más
fácilmente; en las pequeñas (clases), ellos se pondrán de rodillas en el suelo,
bien alineados a lo largo de los bancos . Se tendrá cuidado de que no cambien
de postura, de que no se apoyen sobre los bancos, que no se sienten sobre los
talones, que no muevan la cabeza, y sobre todo, que no se toquen los unos a los
otros”.
“Durante
las otras oraciones que se hacen en diferentes tiempos de la escuela, el
maestro y los niños permanecerán sentados en su lugar, con los brazos cruzados
y un exterior modesto y recogido”.
“El
Recitador dirá las oraciones con un tono alto (alta voz), de una manera
inteligible y lentamente ,observando todas las pausas, a fin de que los otros
puedan escuchar claramente todo lo que diga”.
“Todos
los escolares seguirán al Recitador en las oraciones, con un tono muy moderado,
de suerte que su voz domine siempre;
se detendrán en todas las pausas
que él hará para evitar confusión”.
“Los
escolares se dispondrán a decir las oraciones desde que la campana se lo
anuncie, y el Recitador la comenzará tan pronto como ella deje de tocar. Harán
la señal de la cruz, en cuanto se diga:
In nomine Patris o en el nombre del Padre; harán lo mismo en la bendición,
Padre, Hijo y Espíritu Santo, inclinándose”.
El
maestro no hablará nada con los escolares, ni en particular, ni en general
durante las oraciones, sea para reprenderlos o por cualquier otra razón; si
nota que hacen cualquier cosa que sea reprensible, buscará otro momento para
reprenderlos, contentándose con hacerles señas o anotarlos en su catálogo. Se
abstendrá también de toda lo que pudiera desviar a los escolares de la atención que deben tener a la oración,
como sería cambiar a un escolar de un lugar a otro, etc”.
“El
principal cuidado del maestro, durante las oraciones, debe ser vigilar con gran
cuidado sobre todo lo que pasa en la clase, tanto como sobre él mismo, para no
hacer nada mal a propósito, y sobre todo, para no dejarse llevar por ninguna
ligereza, por temor a dar mal ejemplo a sus escolares”.
¿Cuáles
oraciones hacían los Pequeños Hermanos de María con sus alumnos? “A las siete y
media, los hermanos y los niños entran a la clase, rezando un Ave María antes
de sentarse. Los otros hacen lo mismo a medida que llegan. Una vez que todos
estén reunidos, se estudia el catecismo… “Se persignaban con agua bendita entrando en la clase. (Regla
de 1837, p. 17 – 18 art. 10).
“Art.
11 – A las ocho, los hermanos conducirán a los niños a la Misa, de dos en dos,
con los brazos cruzados, teniendo cuidado para que no vuelvan la cabeza para
ver hacia todos lados, que no hagan jamás ruido al entrar a al iglesia. Los
hermanos harán lo posible para obtener de los Sres. Sacerdotes la Misa a una
hora regular (establecida). (Ibid. P. 18 – 19).
Ocho
horas, es igualmente la hora de la Misa de los escolares según la Conducta de
1838, que proporciona aún otras precisiones:
“Para
ir a la Santa Misa, los escolares saldrán de la escuela por bancos, con orden y
en silencio; caminarán con modestia y discreción sin dejar las filas”.
Este
desfile en las calles de las ciudades y pueblos era muy importante y aseguraba
en parte la propaganda de la escuela. También, la Conducta, p. 83, da los
consejos siguientes:
“Los
maestros velarán mucho sobre sus escolares al conducirlos a la Iglesia, pero no
harán ninguna señal que denote corrección o que demuestre impaciencia. Ellos
indicarán de tiempo en tiempo a sus escolares de qué manera deben caminar en las calles y comportarse en
la Iglesia. Los maestros advertirán a los escolares que serán más estrictos al
castigarlos por las faltas que cometan en la Iglesia, así como en las
calles, que por las que cometan en clase, a causa del escándalo que de ellos
resulta ordinariamente”.
Las
páginas 84 y 85 informan sobre el comportamiento de los hermanos y de sus
alumnos en la iglesia:
“Los
maestros tendrán mucho cuidado de hacer entrar a los escolares en la iglesia,
en silencio, y con una modestia muy
particular. Será conveniente que un maestro entre siempre primero en la
iglesia, y que el que le sigue vigile a los alumnos que estén todavía fuera,
para evitar que hagan algún ruido y para
hacerlos caminar modestamente y con gran orden. El maestro cuya clase entre al
último, nombrará un vigilante para reemplazarlo en esta función cuando entre en la iglesia. Habrá un escolar
encargado de presentar el agua bendita cuando los niños entren en la iglesia y
cuando salgan, así como será dicho en el artículo referente a los Oficiales de
la escuela”.
“A
medida que los escolares lleguen en la iglesia al lugar que les está destinado,
se pondrán de rodillas inmediatamente y se inclinarán modestamente para adorar
a Jesucristo en el Santísimo Sacramento. El maestro tendrá cuidado de que estén
colocados de manera que los de un mismo grupo, tanto de hilera como de frente, estén todos cara a
cara uno del otro y en línea recta. Se les acostumbrará a formarse ellos
mismos, sin que los maestros estén obligados a intervenir; se podrá, no
obstante, servirse de vigilantes para los más pequeños. Cuando haya pilares en
medio del lugar que los niños ocupen, se les colocará de manera que cada
maestro pueda ver fácilmente a todos los escolares y vigilarlos. Se invitará a
los escolares a orar a Dios al entrar a la iglesia, cuando estén en sus
lugares, y después de la misa, al salir, a fin de enseñarles por la práctica,
que la iglesia es verdaderamente un lugar de oración”.
“Algunos
niños de los más sensatos estarán encargados de preparar el lugar que se debe
ocupar y de colocar las sillas o los bancos. Se les indicará comportarse con modestia
y sin hacer ningún ruido; sería bueno que fuesen conducidos por un vigilante”.
“El
maestro de la clase más baja de cada escuela, tendrá cuidado de que el alumno
encargado de los rosarios los lleve a la iglesia todas las veces que se lleve a
los niños. Todos los que tienen un rosario, deben tenerlo de manera que el
maestro pueda ver fácilmente si se
sirven de él para orar a Dios y no para juguetear, lo que les ayudará para
esto, es enseñarlos a rezarlo.”.
“Los
que estén en cuarto orden de lectura (lectura de silabas) y más arriba, tendrán
un libro que contiene las oraciones de la Santa Misa, y se servirán de él
durante ese tiempo. Será útil hacer leer las oraciones de la Santa Misa en
forma de lección a los que están poco avanzados en la lectura”.
“
Todos los maestros tomarán las
precauciones necesarias para que los escolares no hagan el menor ruido al
ponerse de rodillas o al levantarse. Se les indicará también hacer tres veces
la señal de la Santa Cruz con el pulgar, al inicio de cada Evangelio, a saber,
una en la frente, otra en la boca, y la tercera en el pecho”.
“Cuando
se toque para anunciar el momento de la
consagración, todos los que tengan libros los pondrán bajo el brazo, y los que
tengan un rosario pasarán el brazo encima; en seguida, juntarán las manos y se inclinarán
respetuosamente, para adorar a Nuestro Señor presente en el Santísimo
Sacramento del altar, recitando interiormente alguna oración que se tendrá el
cuidado de enseñarles; se les enseñará también una para la comunión espiritual,
y ellos la dirán durante la comunión del sacerdote”.
“los
días ordinarios, los escolares permanecerán de rodillas desde el inicio de la
misa hasta el Evangelio, se podrá hacerles poner de pie desde el Evangelio
hasta el Santo, y de rodillas el resto del tiempo hasta el último Evangelio”.
(La Conducta, p. 85 – 86).
Las
páginas 87 a 89 trazan la conducta de los hermanos durante la misa:
“los
maestros tendrán una continua vigilancia sobre sus escolares durante la Santa
Misa para darse cuenta de qué manera se comportan y las faltas que podrían
cometer, como sería hablar, comunicarse alguna cosa los unos a los otros,
cambiar de libro, empujarse, o algunas otras faltas parecidas, que son bastante
ordinarias a los niños. Los maestros no dejarán su lugar para avisar a los
escolares más que en una grande necesidad; no
los amenazarán jamás en la iglesia”.
“Para
evitar todo lo que pudiera ser contrario al buen orden y a la modestia, se
servirán de los cuatro medios siguientes: el primero será obligar a los alumnos
a tener siempre su libro con las dos manos y seguir el Oficio; el segundo, que
el maestro se coloque en algún sitio donde los pueda ver fácilmente de frente,
en tanto sea posible; el tercero, alejarlos siempre lo más que se pueda unos de otros, según la amplitud y la disposición del
lugar; el cuarto, poner cerca de sí a aquellos cuyo carácter exige una mayor
vigilancia. Se podría también, los días ordinarios enviar dos niños a lo largo
de las filas para ver si hay algunos que no siguen; mientras que esos
inspectores avanzan, el maestro pondrá atención
si los escolares no buscan en otro sitio de su libro, para estar donde
deben, cuando lleguen cerca de ellos”.
Sin
embargo, los maestros no se contentarán con vigilar: “Aunque la principal
ocupación de los maestros, haciendo escuchar la
Misa a sus escolares, debe ser vigilarlos, se esforzarán, no obstante,
por edificarlos por el fervor de sus oraciones, por su aplicación al santo
sacrificio, y por su atención a limitar su vista al lugar que ocupan los escolares.
Los maestros no se servirán de libro durante ese tiempo (excepto los domingos y
las fiestas, durante los oficios, con tal que ellos tengan al mismo tiempo el
catálogo y que no pierdan de vista a sus escolares). No se permitirá que los
escolares lleven nada a la iglesia, que puede serles motivo de distracción”.
“Los
escolares deben siempre ser llevados a la iglesia, colocados de rodillas antes
de que la misa haya comenzado: se tomarán para eso todas las precauciones
necesarias, sea enviando un escolar a la iglesia para saber exactamente la
hora, o pidiendo que se llame un poco antes. Este punto es de gran importancia,
y se debe más bien, en caso necesario, omitir la oración, que faltar a
encontrarse al inicio de la Santa Misa”.
“Para
mover a los niños a orar continuamente durante los Santos Oficios, los maestros
de los grupos inferiores podrían decir
de tiempo en tiempo: Ave María, viendo a los escolares que rezan el rosario y
con respecto a los que tienen libros, les sugerirán los títulos de las oraciones
que deben decir para seguir al sacerdote; pero
lo harán de manera que no sean escuchados más que por sus escolares”.
“Si
llegando a la iglesia, la misa hubiera ya iniciado, se permanecerá algún tiempo
en recogimiento después de que hubiera terminado; pero si fuera un domingo o
fiesta de obligación, será necesario asistir a otra misa”.
La
salida de misa estaba igualmente reglamentada: “Una vez terminada la misa, se
permanecerá en acción de gracias el espacio de un Pater, en seguida, el maestro
cuya clase saldrá primero hará la señal ordinaria, y todos sus escolares se levantarán, harán una inclinación o una
genuflexión según sea la costumbre en la parroquia y saldrán en seguida de su
lugar por orden de fila, para salir de dos en dos; lo mismo se hará para hacer
salir a los alumnos de otras clases. Se tendrá cuidado de que los escolares no
sacudan en la iglesia el polvo de sus rodillas, que no arrojen ni papeles ni
otra cosa que puedan ensuciarla”. (La Conducta, p. 89 – 90).
Si
por una razón u otra, los escolares no pudieran ir a la misa, la Regla de 1837,
p. 19, art. 112 estipula: “Todas las veces que no se pueda llevar a los niños a
la misa, la clase comenzará a las ocho horas, y se les dará un cuarto de hora
más al Catecismo, a la Lectura y a la Gramática”.
Regresando
de la misa, son la 8.45 hs. La Regla Manuscrita (anterior a 1823), art. 12 y la
Regla de 1837 piden la “Oración de la
Diócesis” que es la oración oficial de la mañana. Era larga y era además
recitada en las clases primarias de los hermanos en Francia a mediados del S.
XX. Al menos hasta 1955. Después de la señal de la cruz, se decía con el
Recitador de las oraciones de la mañana:
“Dios
eterno y todo poderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, un solo Dios en tres
personas, yo creo en ti, yo espero en ti, yo te adoro, y yo te amo con todo mi
corazón”.
“Yo
te agradezco, mi Dios, los bienes innumerables que he recibido de ti,
principalmente por haberme creado, por haberme rescatado por tu muy querido
Hijo, por haberme hecho hijo de tu Iglesia, y por haberme conservado esta
noche”.
“Mi Dios, yo te pido muy humildemente perdón por
las faltas que he cometido desde ayer
por la tarde”.
“Yo
te ofrezco mis pensamientos, mis palabras, mis acciones, mi trabajo y todos mis
sufrimientos, en unión a los actos y a los sufrimientos de Jesucristo, y en penitencia de mis
faltas; presérvame, Señor, de todo
pecado; dispón de mí y de todo lo que me pertenece; y concédeme la gracia de cumplir
con amor tu santísima voluntad”.
“Mi
salvador Jesús, Hijo único de Dios, yo te adoro, y te agradezco por haberte
hecho hombre. Y por haber muerto por mí; yo me doy a ti de todo corazón, como a
mi legítimo Señor; concédeme la gracia de vivir como verdadero cristiano, y tan
santamente, que mi vida pueda honrar e imitar aquélla que tú has llevado sobre
la tierra”.
Seguían
en latín, el Pater, el Ave María, el Credo (símbolo de los Apóstoles y no el de
la misa), el Confíteor. Después en francés venían los Mandamientos de Dios y de
la Iglesia con como 6° mandamiento de la Iglesia:
“Viernes
carne no comerás
Ni
tampoco el sábado”.
La
oración de la mañana proseguía por las fórmulas siguientes:
“Señor,
escucha nuestras oraciones por nuestro Santo Padre el Papa, Monseñor nuestro
arzobispo. Señor, ten piedad de toda tu Iglesia, de Francia, de esta diócesis,
de esta parroquia, de esta casa, de nuestros padres, de nuestros amigos y
enemigos, y de todo aquellos que nos hacen el bien”.
”Señor,
haz perseverar a los justos, convierte a los pecadores, consuela a los
afligidos, alivia a los enfermos, socorre a los pobres, danos un tiempo
favorable para los frutos de la tierra, y derrama sobre ellos tus bendiciones.
Señor, ten misericordia de las almas de los fieles difuntos”.
“Santísima
Madre de Dios, recíbenos bajo tu protección. Nuestros santos Ángeles, nuestros
santos patronos, todos los santos y santas apóstoles, asístanos; rueguen al
Señor para que establezca nuestros días en su paz, que nos preserve de todo
mal, y nos conduzca a la vida eterna. Así Sea”.
Venían entonces las “Letanías del Santo nombre de Jesús”.
Esta
Oración de la Mañana de la Diócesis de Lyon
(Loire y Rhone) era aprendida de memoria, completa, por los alumnos y
formaba parte del 4° Orden de las oraciones.
Era frecuentemente seguida de las consideraciones siguientes:
“Consideremos,
cada uno en particular, que este día nos es dado por Dios a fin de trabajar por
nuestra salvación; que nos interesa en gran medida emplearlo bien. Que puede ser el último de
nuestra vida. Que a la hora de la muerte, nosotros quisiéramos haber vivido
como santos. Que es una extrema ingratitud no vivir por aquél que ha dado su
vida por nosotros. Pensemos en las faltas en las que caemos más ordinariamente,
y tomemos la resolución de evitarlas. Preveamos lo que debemos hacer cada uno
según nuestro estado y condición, a fin de hacerlo santamente”, (El hermano
desarrolla aquí una “reflexión” como se verá después).
Después
de la misa y de la oración de la mañana, el maestro llamaba a sus alumnos e
imponía las correcciones y penitencias merecidas la víspera por la tarde. Se
entonaba en seguida un cántico y el catecismo se iniciaba. A las 9:30 hs.
comenzaban las instrucciones profanas, como la lectura y la escritura, pero
todas imbuidas de religión y de devoción.
La
clase termina a 11:30 hs. por la oración:
“Mi
Dios, yo te agradezco las santos instrucciones que acabas de darme; haz que yo
las conserve, y que ellas sean siempre la regla de mi conducta. Yo continuaré,
oh, mi Dios, haciendo todos mis acciones por amor a ti”. O: “Mi Dios, yo te
agradezco por todas las instrucciones que tú me has dado hoy en la escuela;
concédeme la gracia de aprovechar de ellas y de ser fiel para ponerlas en
práctica. Yo continuaré, oh, mi Dios,
haciendo todas mis acciones por
el amor a ti”.Según la Regla de 1837, esta oración era seguida “de una visita
al Santísimo Sacramento si el señor cura los considera oportuno. Si no se va a
la Iglesia, se hacen las oraciones de la visita en clase. Esas oraciones son:
el acto para la comunión espiritual, los actos de las virtudes Teologales (de
Fe, de Esperanza, y de Caridad), la oración “Yo te saludo dulcísimo
Virgen María”, y el Ángelus”. (p. 20 – 21, art. 19).
“El
“Dios te salve dulcísima Virgen María” es probablemente la “Oración llena de
confianza de Sn. Francisco de Sales a la Bienaventurada María”, que en Francia
se decía aún, pero en plural, en la visita al Santísimo Sacramento antes de
cenar, hasta casi 1968. Trayéndola a la
primera persona del singular, eso da:
“Yo
te saludo, dulcísima Virgen María, Madre de Dios, y yo te elijo por mi
amadísima madre; y te ruego aceptarme por tu hijo y servidor; yo no quiero
tener otra madre ni maestra que tú. Yo te pido pues, mi buena, graciosa y dulce
madre que te agrade recordar que yo soy tu hijo, y que tú eres poderosísima y
que yo soy una pobre criatura vil y débil. Yo te suplico también, dulcísima y
querida madre, guíame y defiéndeme en todos mis acciones; porque
¡Desgraciadamente! soy un pobre necesitado y mendigo que tiene necesidad de tu ayuda y protección. Y bien pues,
santísima Virgen, mi buena madre, por tu gracia, hazme partícipe de tus bienes
y de tus virtudes, principalmente de tu santa humildad, de tu excelente pureza
y ferviente caridad; pero concédeme sobre todo…”.
“No
me digas Virgen llena de gracia, que tú
no puedes, porque , tu amadísimo Hijo te
ha dado todo poder tanto en el cielo como en la tierra. Tú no me pretextarás
jamás que no debes, porque eres la madre
común de todos los pobres hijos de Adán y particularmente la mía. Entonces,
dulcísima Virgen, si tú eres mi madre y si
eres tan poderosa, ¿qué podría disculpar si tú no me brindaras tu
asistencia? Ve, mi madre, ve que estás obligada a concederme lo que yo te pido
y escuchar mis gemidos. Seas pues
exaltada bajo los cielos y, por tu intercesión concédeme todos los bienes y todas las gracias que agradan a la
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, objeto de todo mi amor para el tiempo
presente y para la gran eternidad”.
Pero
en el origen de la Congregación, según la parte de las Regla Manuscrita
anterior a 1823, la clase de la mañana no se terminaba por la oración: “Mi
Dios, yo te agradezco…”, sino por un cántico. En efecto, el artículo 17
declara: “A las once y cuarto, la clase se terminará por un cántico, después
que se haga una visita al Santísimo Sacramento, si el señor cura lo considera
oportuno”. Un cántico era entonces entonado ,probablemente durante todo el
período de la Restauración, antes de dejar la escuela.
“Los
días en que los niños (de la pequeña clase) no van a la misa”, la Regla de 1837
(p. 21, art. 22) pide consagrar “una media hora de más al catecismo y un cuarto
de hora a aprender las oraciones”.
La
tarde está igualmente bien provista de oraciones, comenzando por el Rosario
completo, y eso desde los orígenes, como lo demuestra la parte de las Reglas
Manuscritas anteriores a 1823, art. 20, artículo recuperado con variantes de
redacción por la Regla de 1837, p. 23 art. 29 y 30. El primero de esos dos
artículos precisa: “art. 29 – A la una y media se dice el Rosario, indicando
los misterios, así como están señalados en el cántico. Se tendrá cuidado de que
los niños lo reciten por turno, pausadamente y lentamente; y los hermanos, los
recitarán con ellos, dándoles ejemplo”.
Sobre
ese punto, los Pequeños Hermanos de María se apartaban muy notoriamente de la
Conducta de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Estos últimos, en efecto,
tenían un rosario continuo durante las lecciones profanas: “En la mañana, desde
las 9 , hasta las 10 y media, habrá
siempre otro tanto de escolares como hay de clases que dirán juntos, durante un
cuarto de hora, el rosario, en el lugar de la clase destinado a este fin; lo
dirán unos después de los otros según el orden del “Catálogo de Llamado”. Pero
el capítulo del 16 de junio al 2 de julio de 1853 suprimió ese rosario: “XIX –
El Capítulo, considerando los inconvenientes a los cuales da lugar la
recitación sucesiva del rosario por diversos alumnos durante la duración de la clase, decide que esta
práctica fuera remplazada por una decena de rosario, que todos los alumnos
recitarán juntos al fin de las clases de la mañana”. (Capítulos Generales de
las HEC, 1902, p.. 100).
El
rosario se decía entonces en latín, como nos lo explica la Conducta de 1838, p.
29: “(Ellos) harán junto la señal de la
Cruz, dirán el verseto Dignare (me laudare te, Virgo, sacrata. Da mihi virtutem
contra hostes tuos), en seguida el Credo, etc. (el de los Hechos de los
Apóstoles); después uno de ellos dirá el
Pater etc: (los otros responderán) Panem nostrum, etc”. La decena se terminaba
por: “Maria mater gratiae, Dulcis parens clementiae, Tu nos ab hoste protege,
Et mortis hora Sucipe” en lugar del Gloria Patri.
Es
evidente, que la decena comprendía las 10 Ave Marías, y el rosario 5 decenas,
con el anuncio de los Misterios tradicionales.
El
art. 30, p. 23 de las Reglas de 1837 continúa en seguida el rosario de la manera
siguiente:“Después del rosario y la oración a san Luis Gonzaga, para pedir la
pureza (Oh san Luis Gonzaga, verdadero espejo de virtudes angélicas…)”.
Esta oración a Sn. Luis Gonzaga es
igualmente antigua y figura en la parte de las Reglas Manuscritas anterior a
1823, pero su artículo 20 señala al mismo tiempo que el rosario era
inmediatamente seguido de las “letanías de la Santísima Virgen”, y la oración a
Sn. Luis Gonzaga no venía sino después.
Se
encadenaban en seguida el Llamado, la corrección de las faltas y de las
penitencias de la mañana, la entonación de un cántico, la recitación de la
Historia Sagrada “y el catecismo que se debe hacer recitar sobre todo a los
niños que les hubiera faltado en la
mañana”. El sábado, la Regla Manuscrita (parte de antes de 1823, art. 23)
declara: “A las tres horas (15)… el sábado se hará leer la Epístola del domingo
y recitar el Evangelio. Los días en que la Epístola sea demasiado corta, se
hará leer la Epístola de las fiestas que
se encontrarán en la semana, o se leerá todo el oficio del día”. Pero la Regla
de 1837 substituía en la lectura de la epístola, la de todo el oficio del
domingo, y mantenía la recitación del
Evangelio. (p. 24, art. 32).
La
oración de la tarde tenía lugar a las 16.30 h, y de fines de noviembre a fin de
enero a las 16.15 h. En la Diócesis de Lyon,
comenzaba por la señal de la Cruz y “mi Dios, yo me presento ante ti, al
fin de este día, para adorarte, por Jesucristo tu muy querido Hijo y
agradecerte en su nombre por todas las gracias que yo he recibido de ti”.La
oración era dicha en alta voz por el 2° Recitador de las Oraciones, diferente
del de la Oración de la Mañana; los otros escolares seguían en su catecismo o
ya la sabían de memoria. El Padre
Nuestro y el Ave María eran alternados, esta vez en francés y no en latín, como en la mañana. El Símbolo de los
Apóstoles era también recitado en francés: “Yo
creo en Dios, el Padre todo poderoso…” Después, “Mi Dios, soberano Juez,
de los hombres, que por una misericordia infinita, no quieres que el pecador
perezca, sino que evite por la penitencia
tus temibles juicios, yo me presento humildemente a ti para darte cuenta
de este día. Dame, Señor, las luces de las que tengo necesidad para conocer mis
faltas y el dolor necesario para detestarlas”. Algunos minutos de silencio y de
reflexión del hermano permitían entonces examinar su conciencia sobre los pecados,
las faltas a sus obligaciones de estado y prever una resolución. El pesar de
sus faltas se expresaba así:
“Mi
Dios, que ves mis pecados, ve también el dolor de mi corazón. Yo tengo un
extremo dolor por haberte ofendido, porque tú eres infinitamente bueno y porque
el pecado te disgusta. Perdóname por los méritos de la pasión y de la muerte de
tu muy querido Hijo; concédeme la gracia de cumplir la resolución que yo hago
ahora de hacer penitencia y de no ofenderte jamás”. Esta contribución se completaba por el “Yo confieso a Dios” siempre en
francés, contrariamente a la mañana. Seguían las oraciones por la Iglesia: “Señor, escucha nuestras
oraciones por nuestro Santo Padre, el
Papa, Monseñor Nuestro Arzobispo y los que nos gobiernan. Señor, ten piedad de toda tu Iglesia, de este
Estado, de esta Diócesis, de esta parroquia, de esta familia, de mis padres
amigos y enemigos, y de todos las que me
hacen bien. Señor, convierte a los pecadores, y haz perseverar a los justos”.
“Señor,
ten misericordia de las almas de los fieles difuntos. Mi Dios, yo te ofrezco el
descanso que voy a tomar. Vela sobre mí durante esta noche, para conservarme en
paz, presérvame del pecado, de muerte
súbita y de todo accidente”.
“Santísima
Madre de Dios, santos Ángeles guardianes ,santos patronos, todos los
santos y santas, recíbanme bajo su protección; obténganme una
noche tranquila, y la gracia de una
santa y feliz muerte. Así sea”:
Si
las “Letanías de la Santísima Virgen” no eran recitadas después del rosario
como en las Reglas Manuscritas de los orígenes, se les recitaba en ese momento.
Los
Hermanos de las Escuelas Cristianas tenían la costumbre de interrumpir el
trabajo escolar cada media hora para ponerse en presencia de Dios. La Conducta
de 1838, p. 107, estipula: “Cada media hora, cuando no haya oraciones señaladas
por el libro de Ejercicios, un escolar dirá en voz alta: “Recordemos que
estamos en la santa presencia de Dios”. Al instante se suspenderá el ejercicio,
y los escolares, así como el maestro, se recogerán el tiempo de un Ave María,
sin descubrirse, ni hacer la señal de la Cruz. Se invitará a los escolares a
hacer durante ese tiempo, algunas oraciones jaculatorias, que se tendrá el
cuidado de enseñarles y el maestro podrá extraordinariamente preguntárselas a
algunos para asegurarse de que las sepan. Esas oraciones servirán a los
maestros para renovar su atención sobre ellos mismos, y en la presencia de
Dios, y a los escolares, para habituarlos a pensar en Dios de tiempo en tiempo
durante el día”.
Pero
en Lyon, al menos desde el S. XVII existía la costumbre de la “Oración de la
Hora”, ya normal en las escuelas de Charles Démia. Esta costumbre existía en Nuestra Señora de L’Hermitage y es
precisamente en el momento de su construcción en 1824 que el Hermano Juan
Bautista hizo por primera vez mención de ella: “A cada hora del día, un hermano
que estaba encargado , tocaba una pequeña campana; entonces se suspendía el
trabajo, cada uno se recogía, y
recitaban juntos el “Gloria al Padre” el “Ave María” y una invocación a
“Jesús, María, José”. Si las Reglas Manuscritas no dicen nada sobre la oración
de la hora, en cambio, la Regla de 1837, p. 37,
art. 12, declara: “Se recitan durante la clase las oraciones de la hora
como en la Casa Madre, los niños permanecen sentados”.
El
capítulo XI “Orígenes y razones de diversos practicas en uso en el Instituto”,
de “Avisos, Lecciones y Sentencias del Venerado P. Champagnat” refiere que Sn.
Francisco de Sales había encargado a una visitandina de recordar a su hermanas
de tiempo en tiempo la presencia de Dios. “Nuestro Venerado Padre alababa mucho
esta regla, pero él decía con razón: la
campana será más exacta que un hermano para cumplir este oficio. Él estableció
pues, que sería hecha una corta oración
cada hora, para acordarse de la presencia de Dios, ofrecerle nuestras acciones,
pedirle su socorro y alimentar el espíritu de fervor” (p. 116, ed. 1868).
Más
adelante en la página 121, el Hermano Juan Bautista explicaba la razón de la
elección del “Gloria al Padre”: “Es para imitar a los primeros cristianos y
conformarse con el espíritu de la Iglesia, que el Padre Champagnat quiso que el
Gloria al Padre fuera la oración jaculatoria de los hermanos, y se convirtió
(¡parcialmente!) en la oración de la hora”. La Iglesia, nos dice él, eleva sin
cesar un concierto de alabanzas a Dios,
y hace escuchar en todas partes el acento de reconocimiento repitiendo y
cantando a toda hora: “¡Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo!”, ¿Qué
oración puede ser más agradable a Dios que aquélla que le ofrece la santa
Iglesia? El Gloria al Padre será pues nuestra oración jaculatoria de cada hora,
y por ella, imitaremos no solamente a la Iglesia Militante, sino también a la
Iglesia Triunfante, a los ángeles, y a los santos que cantan eternamente el
Gloria al Padre…”
En
la página 123 de “Avisos, Lecciones y
Sentencias” el Hermano Juan Bautista nos señala que el “Gloria al Padre” no fue
adoptado sin objeción: “Cuando el Padre Champagnat determinó, con los principales hermanos, que
el Gloria al Padre sería siempre parte de la
oración de la hora, uno de los hermanos le dijo:“¿No sería mejor, Padre,
hacer un acto del caridad? – Mi hermano, respondió el Padre, el reconocimiento
es un acto de amor; nosotros agradecemos a Dios, porque lo amamos, porque sus
bondades hacia nosotros nos conmueven, nos sorprenden y nos ganan para él…
ahora bien, si la acción de gracias es un acto de amor, es cierto que es el
medio más propio para hacernos avanzar en la perfección”.
Pero
las oraciones con los escolares no se limitaban a esas numerosas oraciones
“oficiales” de Regla; los hábitos de las localidades y las costumbres, daban
ocasión a otros ejercicios de piedad. En muchos lugares se comenzaba la clase o el estudio por la recitación muy común
entonces del “Veni Sancte Spiritus”; antes de la lectura el escolar decía: “Mi
Dios, yo voy a decir mi lección (Lectura) por amor a ti dame por favor, tu
santa bendición – Yo seguiré, Oh mi Dios, haciendo toda mis acciones por amor a
ti”: y cuando el maestro daba la señal del fin de la lectura, el lector
deteniéndose exclamaba: “¡Alabado sea Dios!” a lo que la clase respondía:
“¡Para siempre!”.
Forman
parte aún de los Ejercicios de piedad de la escuela, las exhortaciones
previstas por la Regla de 1837, p. 37 art. 15: “Antes de las letanías del Santo Nombre de Jesús en la oración de la
mañana, y en el examen de la oración de la tarde, cada hermano en su clase hará
una exhortación, según el alcance de sus escolares, sobre el punto de la reflexión
o del examen del día, como está señalado en la Conducta de los Hermanos de las
Escuelas Cristianas, que servía entonces de libro pedagógico a los Pequeños
Hermanos de María. Es la segunda mención y no la última que nosotros
encontramos en la Conducta. El Bienav.. Champagnat nos remite aquí a la página
109 y 110 del artículo IV “De las reflexiones de la Oración de la mañana y del
examen de la Oración de la Tarde”. ¿Qué dicen estas dos páginas?
“El
libro de los Ejercicios de Piedad para el uso de las Escuelas Cristianas
contiene una serie de reflexiones sobre las principales obligaciones del
cristiano; ellas están divididos en cinco artículos, para servir de tema de
exhortaciones durante un mes; cada artículo contiene cinco reflexiones, una por
cada día delas clases de las semana. Todos los días, en la oración de la
mañana, se leerá la reflexión que corresponde a ese día, y el maestro la
explicará durante el espacio de un buen Miserere, haciendo conocer a los niños
sus obligaciones a ese sujeto, sugiriéndoles los medios y las resoluciones que
ellos deben tomar para cumplirlas fielmente”.
Esas
reflexiones comprendían la primera semana del mes: “Es preciso considerar que
este día no nos ha sido dado solamente para trabajar en nuestra salvación”. La
segunda semana: “Es necesario poner atención a que este día será posiblemente
el último de nuestra vida”. La tercera semana: “Es preciso tomar una fuerte
resolución de emplear todo este día en servir bien a Dios, a fin de ganar la
vida eterna”. La cuarta semana: “Es mejor disponernos a morir mejor hoy, que
ofender a Dios”. La quinta semana del mes: “Es preciso pensar en las faltas que
cometemos más ordinariamente, es preciso prever las ocasiones que nos hacen
caer en ellas, y buscar los medios de evitarlas”. Yo he tenido en otro tiempo
entre las manos el libro de las Reflexiones por semana y por día, pero no lo he
podido encontrar. Tomo, pues, esas cinco
reflexiones de la edición de 1760 de los “Ejercicios de Piedad que se hacen
durante el día en las Escuelas Cristianas”.
Tienen la ventaja de indicar el tipo de temas de meditación propuestas a
los escolares, cada mañana.
La
página 109 de la Conducta prosigue: “Hay también por la tarde, un parecido número de artículos y de reflexiones
que se leerán de la misma manera; ellos tienen un cierto contenido análogo a
las que les corresponden por la mañana,
referentes al tema propuesto. Por este medio, cada mes se presentará a los
niños sus principales obligaciones, y se les hará notar las faltas más
ordinarias en esta edad, lo que podrá serles muy saludable, sobre todo si se
puede prevenir a hacerles contraer la sana costumbre de prever cada mañana las
faltas a las cuáles están más expuestos durante
el día, y examinarse en la tarde sobre las resoluciones que ellos hubieran
tomado. Es en esas cortas exhortaciones que un maestro que conoce el precio
inestimable de un alma, debe hacer surgir su celo para ganar para Dios a los
que le son confiados; él no dejará nunca de preparar con anticipación lo que
debe decir, a fin de que estando penetrado él mismo, se exprese con más unción
y de una manera más persuasiva”.
A
falta del libro de piedad de las Escuelas Cristianas en el tiempo del Bienav.
Champagnat, he aquí los 4 artículos del Libro de Ejercicios de Piedad de 1760,
p. 30 a 33:
1er
artículo (1ª semana)
1°
punto (Lunes) - ¿He tenido cuidado hoy, en cuanto me he despertado, de hacer la
señal de la santa Cruz, de adorar a Dios, y de darle mi corazón, de ofrecerle
todos mis pensamientos, mis palabras y mis acciones?
2°
punto (Martes) - ¿No he sido perezoso en
levantarme y lento en vestirme? ¿No he aparecido ante alguien antes de estar
honestamente vestido?
3°
punto – (Miércoles) - ¿Antes de acostarme, y tan pronto como me he levantado y
vestido, me he puesto de rodillas para orar a Dios? ¿He orado a Dios con
atención, modestia y devoción?
4°
punto (viernes) - ¿He pensado en Dios, de tiempo en tiempo, durante el día? ¿He
ofrecido mi trabajo y todas mis acciones a Dios antes de comenzarlas?
5°
punto (sábado) - ¿No he jurado nada, quizá aún contra la verdad, quizá contra
el santo nombre de Dios? Finalmente, ¿No he cometido algún otro pecado de
pensamiento, de palabra, de acción o de omisión?
2°
Artículo (2ª semana)
1er
punto (Lunes)- ¿En qué he empleado los domingos y los días de fiesta? ¿He
asistido a la parroquia a la Misa Mayor, a los Oficios y a las instrucciones
que allí se dan? ¿No he empleado esos santos días en jugar, pasearme o
divertirme?
2°
punto (Martes)- ¿He escuchado la santa misa toda entera los domingos y las
fiestas? ¿No he descuidado escucharla los otros días? ¿He tenido la atención,
la piedad y la religión que son debidas a este santo Sacrificio? ¿He orado a
Dios durante todo el tiempo de la santa Misa? ¿Durante ella no he platicado o
bromeado?
3°
Punto (miércoles) - ¿No he faltado al respeto en la iglesia? ¿Allí no he
corrido o caminado demasiado rápido? ¿No he tenido posturas inmodestas? ¿No he
vuelto la cabeza y mirado para todas partes?
4°
punto (viernes) ¿He tenido respeto y obedecido gustosamente a mis padres, a mis
maestros y maestras, y a las otras personas a quien debo respecto y obediencia?
5°
punto (sábado)- ¿He amado a toda clase de personas, aún a las que me han hecho
o querido hacer mal? ¿He amado particularmente a mis hermanos, mis hermanas y
todos mis compañeros? Finalmente, ¿No he…?
3er
Artículo (3ª semana)
1°
punto (lunes)- ¿No he tenido odio, o aversión contra nadie? ¿No he dicho
injurias?
2°
punto (Martes) - ¿No he hecho o querido hacer acciones malas, vergonzosas y
contrarias a la pureza? ¿No he tenido pensamiento o dicho palabras, o lanzado
miradas, o leído libros, o cantado canciones deshonestas?
3°
punto (miércoles)- ¿No he faltado de orar a Dios antes y después de mis
comidas? ¿No he comido o bebida en exceso, con avidez o sensualidad, fuera de
las comidas, por glotonería?
4°
punto (viernes)- ¿No he robado nada o querido robar a nadie? ¿No he tomado nada
a mis padres en secreto o sin su permiso, o aún contra su voluntad?
5°
punto (sábado)- ¿No he hablado mal de mi
prójimo? ¿No he mentido, sea hablando seriamente, o de broma, para excusarme o
para agradar a otros? Finalmente, ¿No he…?
4°
Artículo (4ª semana)
1er
punto (Lunes)- ¿No me he ausentado de la escuela sin permiso, contra la
voluntad de mis padres o por libertinaje?
2°
punto (martes) ¿Me he esforzado en la escuela para estudiar mis lecciones? ¿No
he platicado o bromeado? ¿He escuchado con atención, estudiado y practicado las
enseñanzas que allí se me han dado?
3er
punto (miércoles)- ¿No he jugado, o no me he divertido antes que venir a la
escuela? ¿No he jugado cerca de las iglesias, o aún en las iglesias? ¿No he
jugado alguna vez durante el servicio divino?
4°
punto (viernes)- ¿No he perdido mucho tiempo en jugar? ¿No he tenido apego al
juego? ¿No he realizado juegos prohibidos? ¿En ellos, no me he engañado o
querido engañar a los otros?
5°
punto (sábado)- ¿no he sido causa de que otros hayan jurado; atacado, o robado,
o mentido, o estado ausentes de la escuela o de la santa Misa, o de que hayan
cometido algún pecado? Finalmente, ¿No he yo…?
He
aquí como, después de 1760, los Hermanos de las Escuelas Cristianas formaban la
conciencia de los niños; yo lamento no poder citar los exámenes de conciencias 60 años más tarde, pero ellos
muestran en qué consistía este examen de conciencia en las escuelas de los Pequeños Hermanos de María en
el tiempo del Bienav. Fundador.
14-
SALIDA DE LA ESCUELA PARA VOLVER A CASA.
La
Regla Manuscrita no hace ninguna alusión
directa al regreso de los niños a su familia. Se puede pensar que en el origen, los Pequeños
Hermanos de María imitaban también en eso a los Hermanos de las Escuelas
Cristinas. La “Conducta” de 1838 explica respecto a este tema: “Los escolares
de las clases de los más pequeños serán los primeros en salir; si no hay más
que dos clases, los de la pequeña, saldrán… en la tarde después del cántico que
cantarán al mismo tiempo que los de la clase de los mayores…”.Ahora bien, la
Regla Manuscrita, en la parte anterior a1823, art. 17 precisaba para el fin de
la mañana: “A las once horas y cuarto, la clase se terminará por un cántico…”
En ausencia de informaciones particulares, se puede pues suponer la misma cosa
en la tarde. Hemos ya constatado que ese cántico del fin de la mañana había
sido suprimido en la Regla de 1837, y no se hace mención de él en el art. 36,
p. 25 para la salida de la tarde:
“Terminada la clase, los niños se vuelven con sus padres, de dos en dos y en
silencio”.
La
“Conducta” de 1838 nos da los detalles sobre entendidos por la Regla de 1837,
p. 115: “Para hacer salir a los escolares, el maestro señalará a los de un banco , quienes partirán
de su lugar, descubiertos y en silencio,
los unos detrás de los otros. Harán una inclinación al Crucifijo, saludarán al
maestro e irán a formarse al lugar que será asignado a la fila de cada barrio
(o caserío) observando siempre un
profundo silencio. Cuando todos estén
bien formados, el maestro dará un aplauso para indicarles descubrirse; al
segundo golpe, saludarán; al tercero, avanzarán con un grandísimo orden. Los
maestros tendrán cuidado de que los escolares caminen por las calles de dos en
dos, los unos detrás de los otros, y alrededor de dos pasos de distancia, con
modestia; no obstante, sin coacción, ni
afectación en el porte, que no lancen nunca piedras, que no corran ni griten , que no causen daño a nadie, en una
palabra, que se comporten con orden y
discreción .Inclusive, se les
invitará a rezar el rosario cada quien en particular, pero sin
ostentación. Si encontraran a un sacerdotes llevando el Santo Viático, se
pondrán de rodillas para adorar a Jesucristo en el Santísimo Sacramento”.
“Como
no se puede ver de qué manera se
comportan los escolares en las calles, el Hermano Director, conjuntamente con
los maestros, dará orden a algunos escolares de vigilar sobre lo que allí
ocurra, y de reportar fielmente lo que ellos hubieran notado. Los maestros
tendrán cuidado de recompensar cada día a algunos de los niños que se hubieran
comportado mejor en su fila y de infligir alguna penitencia a los que hubieran
causado desorden.
Todavía en la página 117 se lee: “Uno de los maestros hará guardia a la salida
de los escolares, y otro vigilará sobre
los que ya están fuera…En la tarde, todos harán un pequeño examen sobre su
conducta en la escuela”.
Para
presentar la Didáctica de los Pequeños Hermanos de María en tiempo del Bienav..
Fundador Marcelino Champagnat,
hemos recurrido mucho a la
“Conducta” de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, puesto que ella contenía
precisamente lo que era callado en
nuestros primeros libros de la Congregación. En eso, el mismo Bienav..
Champagnat nos ha indicado el camino señalando en su Regla de 1837., p. 46:
Art.
32: “Los hermanos considerarán el estudio y la práctica de la “CONDUCTA”, como
uno de los más seguros medios para tener
éxito en su empleo; allí leerán, pues,
frecuentemente lo que les conviene, con el fin de poseerla perfectamente y observarla con
fidelidad”. ¡El padre Champagnat no podía ser más formal!
“¿La
Escuela Parroquial” de 1654 no tenía razón al escribir: “las pequeñas escuelas
son el seminario del cristianismo”? y el
canónigo Blain, en su biografía de Juan Bautista de la Salle: “Ellas (las escuelas) son como
las Iglesias de los niños (sic) porque ellos allí adoran a Dios,… y cantan sus
alabanzas, aprenden a amarlo y a servirlo: se les enseña a practicar la virtud,
huir del vicio, a seguir las costumbres cristianas…” (1733, p. 36). Y el Padre
Bourdoise, había escrito al Sr. Olier
con razón: “Yo considero que si Sn. Pablo y Sn. Daniel volvieran al presente a
Francia, ellos tomarían la profesión de maestros de escuelas, con preferencia a
todas las otras. La escuela es el noviciado del cristianismo”.
Yo
dejo al Bienav. Champagnat la palabra final:
“Un
hermano, es una cosa muy grande; es un alma predestinada a una alta virtud y
sobre la cual Dios tiene designios particulares de misericordia! ¡Es un hombre para quien el
mundo no es bastante amplio y a quien sólo la posesión del cielo puede satisfacer!... Hacerse hermano, es
comprometerse a hacerse santo. Es por el futuro que ellos deben trabajar toda
su vida y con todas sus fuerzas… ¡Si
supiéramos cuánto ama Jesús a los niños con qué ardor él desea su
salvación! ¡Lejos de encontrar la clase penosa y quejarnos de las dificultades
de nuestro estado, estaríamos listos a sacrificar nuestra vida para procurar a
esos tiernos niños el beneficio de la educación cristiana! “(H. Juan Bautista,
“Vida” p. 476 y 287).
“Yo
tengo la confianza que María no dejará parecer a ninguno de las que perseveren
hasta la muerte en su vocación y que dejen la tierra revestidos con su hábito”
(id. Ibid. P. 344 ).
( Firma)
Hno.Pierre ZIND fms.
Sábado 5 de Septiembre de 1987, a las 21 h.