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Desde un puente romano
Horadando el dolor del alba hasta encontrar el origen de las lágrimas No tengo más remedio que tender la millonaria sed del canto matinal a los pies de un puente romano del siglo XII El Guadalquivir lo cuelgo a los borbotones del miedo como un relicario Amarro el secreto de esta especie emputecida bajo un arco cordobés como San Lorenzo amarró sus perros y soltó los vientos El segador en medio de mí misma va a mis montes en días de lluvia apertrechada a este Salto Collazo en mis Tajos rastreo los senos de tus labios sobre el puente de Toledo Descifro el frescor de este peso mendigo en la conciencia el rostro acortejado al corazón de barro que no ve a la carne que siente y padece
La verdad de los enteros mancha el grueso volumen que traigo de cansancio más estirado que Carmen Sevilla Temo a los elevadores que saltan los números 13 y a tus pasos metidos bajo la puerta mientras escribo occipitales alquimias De madrugada bajo las escaleras a tu dulce aniversario desde el sueño te observo descender la cuesta de Quebradillas y ese túnel montés de Guajataca recibe el vientre alicaído del océano Atlántico como recibe al rayo que no cae dos veces en el mismo sitio No entiendo cómo los párpados se atreven adivinarte en el rumor de pasajes y sombras galopando entre mis dedos Subo escaleras eléctricas en ciudades antiguas Encuentro tan rústico intercambiar fotografías de las calles donde renuncié irrevocablemente a tu cuerpo por el que eché fuego como un dragón ciego sintiéndome surtidor para la fuente
Desde la callosa vigilia renovada de arterias moriscas recibo a Lisboa entre tus manos-redes desgranado el deseo No puedo ver hasta dónde alcanza este pedazo de amor sin la asistencia de los Antonios que zambullen al fondo de la cultura donde convergen las fauces del Pacífico y el Tajo Leo en voz alta el libro para el que nunca tuve tiempo a las puertas de Santiago donde una señora quiso desprenderse de su marido o del calendario con franqueza lo dijo Hay tibiezas en el cucurucho de los tuétanos de Simón, el herrero del mar al empujar la vela de pecados en lengua romance dejados atrás en Fátima Fue allí donde nos despedimos por última vez de los corales enquistados en las paredes de las Cuevas de Albacín como me aconsejo un buen abogado (todavía más al sur del punto europeo más al sur de lo salado donde gustosamente me hubiera filtrado como un hilo de agua por la entraña viva de algún puente en Ronda) Quien me lea con tranquilidad sabrá porque aún uso gafas oscuras tanto de día como de noche.
Belia E. Segarra |
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