ESTADIO OLIMPICO:
ESTADO DE LA CUESTION


¿Qué tipo de estadio se va a construir?

Desde hace varios meses, la sucesión continua de noticias sobre el estadio olímpico, que se entrecruzan con los diversos avatares internos de las administraciones implicadas, y con las declaraciones de los dirigentes de los dos clubes de fútbol sevillanos, ha alcanzado una especial virulencia.

Cualquier observador interesado en la cuestión, ya sea como sevillano, como aficionado a alguno de los dos equipos, o sobre todo como ciudadano preocupado por el coste y uso futuro de una obra civil de esta envergadura, se enfrenta a una compleja maraña de declaraciones, donde no se distingue con facilidad quien es quien, que pretende cada cual, y adonde se quiere llegar.

La inexorable fecha del Mundial de Atletismo, ya fijada, obliga a construir un estadio para la ocasión, sin que al parecer se tenga aún muy claro cuál va a ser su coste, quien lo va a pagar, y si va a tener garantizado su uso posterior.

En los últimos días, han empezado a aparecer diversas opiniones discordantes entre los componentes del Consejo de Administración de la sociedad Estadio Olímpico de Sevilla sobre el modelo de estadio a construir. Este simple hecho, en principio sorprendente a la vista de lo escaso del tiempo ya disponible, supone un nuevo motivo de preocupación, pues la indefinición en un proyecto tan trascendental sólo puede conducir al fracaso, o cuando menos, a que los costes de construcción previstos inicialmente crezcan de forma inesperada y abusiva, por las prisas necesarias para finalizar la obra.

En este aspecto concreto, la última polémica ha sido si es cierto o no que se haya discutido y aprobado el costo de las obras en una sesión del Consejo de Administración de la sociedad: para contribuir más a la sensación de descontrol, la controversia se centró en las actas del consejo, sobre las que no se sabía muy bien cuál era su exacto contenido.

En definitiva, una ceremonia de la confusión que si ha de tomarse como reflejo fiel de la gestión del proyecto del Estadio Olímpico, sólo invita a la inquietud. Por ello, es deber de todos estar muy atentos a las informaciones que sobre este asunto vayan publicándose en los diversos medios de comunicación.

Para dar una idea de su importancia, no ya sólo por el propio carácter de la obra, sino por la cuantía de la inversión económica a realizar, y que en principio van a afrontar todas las administraciones, se ha hablado ya de costes cercanos a los quince mil millones de pesetas (15.000.000.000.-), y hay quien ya apunta a que finalmente no se bajará de los veinte mil millones de pesetas.

El papel de los dos clubes de fútbol sevillanos

Teniendo en cuenta las magnitudes de gasto de las que estamos hablando, parece en principio evidente la necesidad de involucrar a los dos clubes de fútbol de la ciudad en el proyecto, y ello por dos razones: en primer lugar, para buscar su contribución económica a la construcción; y segundo, para garantizar un uso futuro de las instalaciones y descargar así a la Administración de los costes de mantenimiento, que se prevé serán de importante cuantía, dando así un sentido más amplio al esfuerzo inversor realizado.

Pero la realidad es que, hasta ahora, ello no ha sido posible. Evidentemente, si por las razones ya expuestas es conveniente que los clubes de fútbol participen en el proyecto, y ambos tienen sus estadios de fútbol propios, hay que ofrecerles a cada uno de ellos una propuesta lo suficientemente sugestiva para sus intereses como para que decidan cambiar.

El problema es que, hasta este momento, no ha llegado esa propuesta, y tampoco se sabe si existe o es posible. Es una asignatura pendiente de los gestores del proyecto, de vital importancia para asegurar la rentabilidad futura.

En el caso del Sevilla F.C., se ha limitado a suscribir una modesta ampliación de capital, para lo cual ha tenido que acudir a un crédito de una conocida entidad de ahorros sevillana, pues carece de fondos propios: su actual situación económica, social y deportiva no le permite ahora otros esfuerzos mayores, y su afición no quiere dejar el Sánchez-Pizjuán, por lo que no parece garantizado el uso futuro del Olímpico por su parte.

En el caso del Real Betis Balompié, que ha llegado a proponer el pago íntegro de las instalaciones para después quedarse con el estadio, tiene solvencia económica suficiente para afrontar la obra, pero después de ser rechazadas varias ofertas (adquirir sólo el uso del estadio, entre ellas), y ante la necesidad de contar a cortísimo plazo con unas instalaciones adecuadas por imperativo de una reciente reforma legal al respecto y las pérdidas económicas de pérdida de aforo potencial que le supone su actual estadio, ha decidido construir uno nuevo con sus propios medios. Además, cuenta para ello con unos fondos procedentes de las quinielas que distribuye el Consejo Superior de Deportes para adaptar los estadios españoles a la nueva normativa.

Pero es que además va a contribuir económicamente en igual importe que el Sevilla allegue en los próximos meses para la construcción del Olímpico: tiene para ello de plazo hasta finales del año que viene, pues las aportaciones se harán de modo escalonado por el Sevilla, y la idea del Betis es pagar de una vez y al final todo lo que se haya acumulado, para igualarse. La razón de esta actitud, según los dirigentes verdiblancos, estriba en la actual indefinición conceptual y de costes del proyecto: hasta que no se sepa con cierta exactitud el monto de la obra, prefieren no aportar nada.

Lo que queda claro en ambos equipos es que no van a cambiar su actual situación (propiedad) por otra en principio más desfavorable (uso pagando dinero anualmente, y además compartido con el rival) que les añade un nuevo coste fijo que antes no tenían, sin obtener ninguna ventaja. Es aquí donde se han planteado los posibles "arreglos" urbanísticos, de los que poco ha trascendido hasta ahora por ninguna de las partes, pero que hasta ahora no han aportado ninguna solución clara, aparte de ser otra nueva fuente de discrepancias políticas dentro del ayuntamiento.

Conclusiones: ¿tres estadios en la ciudad?

El resumen, tal y como están las cosas a principios de Diciembre de 1.997, es que lo más probable será que en el año 2.000 haya tres estadios de gran capacidad en Sevilla, dos de ellos además recientemente construídos.

Los clubes de fútbol continuarán usando sus estadios propios para disputar sus partidos, quizá con la excepción de algunos especialmente importantes, o de los que sean de máxima rivalidad.

El Estadio Olímpico no quedaría entonces con un uso concreto, sino para albergar grandes acontecimientos deportivos (mítines de atletismo, finales de fútbol, y poco más) o de otras clases (conciertos musicales, celebraciones, etc.), además de los partidos que los equipos de la ciudad tuvieran a bien celebrar allí. La comparación con el estadio de Montjuich en Barcelona, o con el de La Peineta en Madrid, se hace entonces inevitable, y lleva a pensar que no se han tenido en cuenta estas experiencias anteriores.

Llegados a este punto, es cuando hay que preguntarse si merece la pena afrontar un proyecto tan trascendental para una ciudad, con el gran coste que supone y las energías que emplea, sólo para un Mundial de Atletismo. Esa es la reflexión que cabe hacerse, y que debe llevar a un replanteamiento tanto del modelo de estadio que se va a hacer, como de lo que se está ofreciendo a los dos clubes para que participen.

En nuestra opinión, sólo si los dos clubes, o al menos uno de ellos tiene la propiedad de las instalaciones, quedará asegurada su rentabilidad futura; para ello hay que mejorar las propuestas hechas hasta ahora, observando una rigurosa igualdad con ambos, pero buscando siempre el mínimo costo para el contribuyente (tanto por vía de recuperación de la inversión, como por la eliminación de los costes futuros de mantenimiento), e incluso el beneficio para la ciudad en el aspecto urbanístico mediante la recuperación de espacios y el desahogo de la congestión que el actual uso de los estadios ya existentes supone cada domingo.

Julio Leal

Volver