Estructura Militar: Los tercios de Italia

 

  En los primeros años del siglo XVI va a nacer el principal instrumento militar español para mantener el Imperio en los territorios europeos. Se trata de los Tercios españoles, que, creados para guarnecer los dominios en Italia y Flandes, escribirán páginas gloriosas de la historia militar de todos los tiempos. Algunos autores han comparado estos Tercios con las legiones romanas y con la falange macedónica, tal fue su perfección estructural y su capacidad táctica y estratégica, a lo largo de dos siglos.

  El nacimiento de los Tercios se debe a la experiencia adquirida en las campañas de Italia por Gonzalo Fernández de Córdoba, llamado el Gran Capitán, quien a las órdenes del rey Fernando de Aragón consiguió derrotar a los franceses sobre suelo italiano repetidas veces, y logró imponer la hegemonía española sobre los distintos Estados de Italia, incluyendo al propio Papado.

  La superioridad de la técnica militar de los españoles sobre los demás ejércitos de esa época radica en que mientras los suizos, considerados hasta entonces los mejores, forman sus "escuadrones" o bloques de infantería en cuadro compacto, utilizando como principal arma la espada, los españoles colocan por delante de cada lado del cuadro las picas, que impiden acercarse al enemigo, y permiten la salida oportuna de quienes combatían a espada, protegidos por aquéllos. La pica pasa a convertirse en el arma preferida y noble del campo de batalla. Al lado de ésta la partesana o pica rematada por una media luna o un hacha es el arma que manejan los sargentos y soldados más distinguidos, y sirve para evitar la aproximación de los caballos enemigos al escuadrón o cuadro. Éste se mueve en todas direcciones sobre el terreno presentando en cada uno de sus lados idéntica capacidad ofensiva y defensiva. El soldado "pica seca" llevaba además de su arma larga una espada y una daga (llamada por la tropa la "vizcaína"), que le permitía combatir cuerpo a cuerpo en toda ocasión. El entrenamiento de los soldados comprende además de la utilización de la pica, la esgrima de espada y daga a dos manos cuando llega el momento. Su protección es ligera, un morrión o casco de acero rematado por una cresta sobre la que los golpes enemigos resbalan hacia los lados, y un coselete o coraza ligera para proteger el pecho. La espada lleva un guardamano o cazoleta para proteger la mano que la empuña. Generalmente se utilizaban las espadas fabricadas en Toledo, que se apreciaban por su excelente temple, debido tanto a los armeros toledanos como a la virtud que le prestaban las aguas del Tajo al templarlas.

  El reclutamiento se hacía sobre todo entre jóvenes hidalgos que por ser segundones no podían heredar el patrimonio familiar, reservado al hermano mayor (sistema de mayorazgo), lo que les obligaba a buscarse el porvenir en el ejercicio de la carrera militar, en la que podían alcanzar rango y fortuna. Esto daba al soldado de los Tercios una calidad humana extraordinaria, por su procedencia noble, su educación y su sentido del honor y fidelidad al rey (la fidelidad al jefe era una virtud militar que los romanos denominaban devotio, muy admirada por estos en los guerreros ibéricos que formaban en sus tropas auxiliares), cosa que no podía conseguirse en otros ejércitos extranjeros, formados por mercenarios o por levas forzosas de campesinos y menestrales sin amor a la vida militar.

  Una gran parte de los soldados de los Tercios españoles llevaban consigo sus caballos, aunque fueran de Infantería, para sus desplazamientos y paseos, y se hacían acompañar de sirvientes. Aceptaban la disciplina como un honor, pese a ser extremadamente rigurosa. Una tercera parte del efectivo militar iba armada con arcabuces, lo que le permitía, antes de llegar al combate cuerpo a cuerpo, una gran densidad de fuego.

  Los principales puntos de recluta eran Barcelona, Cartagena y Sevilla, lo que indica que aproximadamente la tercera parte de los soldados procedían de Cataluña y Aragón, otra tercera de Castilla, y otra de Andalucía y Extremadura.

  Los soldados recibían su paga del rey, pero se les permitía en la toma de ciudades enemigas practicar el saqueo. Éste no era una forma vandálica y multitudinaria de apoderarse de los bienes de los moradores, sino que se hacía ordenada y metódicamente, valorando los bienes y señalándoles un precio que el propietario había de pagar a manera de contribución de guerra. Esto se hacía incluso con los bienes de los municipios, archivos, almacenes, y a veces incluso con los bienes eclesiásticos, tesoros de las iglesias, etc. El importe del valor obtenido se repartía a los soldados como un complemento de su paga. En ocasiones, si la paga no llegaba, las tropas se amotinaban y los saqueos eran terribles (ver "El saqueo de Roma").

  El enganche se efectuaba en lugares señalados en las ciudades mentadas, colgando un tambor en la fachada para indicar que era lugar de recluta, y como el tambor se llama "caja" quedó hasta nuestros días el nombre de "Caja de Recluta" para los centros de reclutamiento o enganche militar.

  También se podía efectuar la recluta por otro sistema: un soldado distinguido que hubiera acreditado durante varios años su valor y eficiencia, y que hubiera ostentado los grados de sargento y alférez, provisto de certificados satisfactorios de sus jefes, solicitaba del rey licencia para "levantar" una compañía, y provisto de ella quedaba convertido en capitán de la gente que reclutase, a cuyo efecto recorría pueblos y ciudades, consiguiendo reunir los hombres necesarios, con los cuales se dirigía a uno de los puertos reseñados, para desde allí ser enviado con su gente a unirse a un tercio en Italia, Flandes y otros lugares en donde éstos tenían sus acuartelamientos y guarnición.

  La instrucción o preparación se hacía preferentemente en Milán y una vez preparado el personal se le destinaba a otros puntos de acuartelamiento. Al principio los Tercios tenían cada uno 6.200 hombres, pero después se fue disminuyendo este efectivo porque la experiencia demostró que eran mejores las unidades con menos gente, tanto por su movilidad en el combate, como por la mayor facilidad en aprovisionarla de víveres, armas y pólvora, con lo que el Tercio vino a quedar reducido a la mitad de hombres. Equivalían a los regimientos actuales:

El Tercio de Nápoles, fue el primero que se constituyó, por esto se llamó "Tercio Viejo de Nápoles". Éste tenía a su cargo las guarniciones de la Campania, con las provincias de Avellino, Benevento, Caserta, Salerno y Nápoles. Su cabecera de Tercio estaba en Nápoles, capital, y las compañías guarnecían los castillos de Castel de Oro y Castelnuovo a la entrada de Nápoles, con destacamentos en las islas de Capri, Ischia y Procide. Otras compañías guarnecían el castillo de Rocasecca junto a Montecasino, y la plaza fuerte de Gaeta.

El tercio de Sicilia además de guarnecer la isla tenía tropas destacadas en la calabria, en la Marina de Catanzaro.

El tercio de Cerdeña guarnecía la isla con sus plazas de Cagliari, Nuoro y Sassari.

El tercio de Lombardía o del Milanesado guarnecía Milán, Cremona, Mantua, Sondrio, Varese, Pavía, Brescia, Bérgamo y Como, siendo sus plazas fuertes Castiglione, en Mantua, y San Germano en el Piamonte.

  Tercios de Mar

El tercio de la Liga se formó posteriormente, destinándose a proteger la costa suroriental de Italia, el Ducado de Apulia con las provincias de Foggia, Bari, Brindisi, Lecce, Potenza y Tarento, contra los ataques de los turcos. Sus plazas fuertes eran Nola en Bari, Andria en Bari, Canosa en Foggia, Ceriñola, Otranto en Lecce, Malfi en Potenza, Ruvo y Barletta en Bari. Éste era un tercio principalmente destinado a guarnecer las galeras, o sea un tercio embarcado en los barcos que patrullaban frente a la costa, aunque también como tropa de guarnición en los lugares antes indicados. El tercio de Mar estaba formado con efectivos triples de lo normal y sus tropas formaban la Infantería de Marina del Imperio. De estos tres ya hemos citado el de la Liga, pero además estaban:

El Tercio de las galeras de Sicilia

El Tercio Nuevo de Nápoles.

 

  Además de los Tercios existían en Italia, por cuenta de la Corona de España, varias milicias locales, y algunas tropas particulares de algunos grandes señores, como el duque de Medinaceli, en servicio del rey, pero con autonomía organizativa, y sueldo a cuenta de sus organizadores.

  La situación de los soldados españoles en Italia, reflejada en numerosas obras literarias del Siglo de Oro, era de una comodidad y bienestar extremados, a lo que contribuía la dulzura del clima, la belleza de las ciudades, la facilidad del idioma, la riqueza del territorio, la identidad religiosa. Por ello la recluta para los Tercios de Italia era siempre fácil. Todo ello aparece reflejado en unos versos o copla popularizada entonces, que dice:

 España, mi natura,

Italia mi ventura,

Flandes mi sepultura.

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