La Coruña, con "L" de Libertad

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¡GRACIAS PACO VÁZQUEZ, POR DEVOLVER LA L DE LA LIBERTAD A LA CORUÑA!

El pasado 2 de Noviembre de 2004, el Alcalde de La Coruña, Francisco Vázquez, y su corporación, amparándose en la Ley de Grandes Ciudades que otorga la opción de elegir el topónimo a las ciudades que cumplen los requisitos de dicha ley, ha DEVUELTO de forma co-oficial la "L" a La Coruña, entre los berridos de los nazi-onalistas y la cobardía del PP que se abstuvieron en la votación para no "mojarse" con su jefe Fraga, aunque ostentando unas camisetas con una ostentosa "L". Vuelve pues a la oficialidad lo que es una REALIDAD en la calle. Desde el siglo XII que se dice La Coruña, y se seguirá diciendo. No se ha prohibido la forma sin la "L" para que cada uno llame a la ciudad como más le plazca. Eso enoja a los naZi-onalistas, actuales enemigos públicos número 1 de la libertad en España. 

LA LIBERTAD LA DEFIENDEN LOS VALIENTES, NO LOS NAZIS NI LOS COBARDES

(Página antinaZionalista)

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!INTRODUCCIÓN:

Sirva esta página Web para dejar constancia de un hecho que está ocurriendo actualmente en algunos lugares de España, y que no es otra cosa que la privación de la Libertad de Expresión, de educación, y de elegir el idioma en el que cualquier persona quiera expresarse.

También sirva esta página para denunciar el hecho del expolio que se está cometiendo con la ciudad de La Coruña y de su área de influencia. Ciudad en la que nadie es forastero, como reza su lema, ciudad en la que la mentalidad abierta siempre ha sido una característica predominante en su población; abierta a todos y a todo.

Pero en los tiempos que actualmente corren en nuestro país, en los que una serie de grupos de ideología naZionalista pretenden imponer a la fuerza determinadas costumbres, políticas e idiomas, la idiosincrasia de La Coruña no casa bien con estas ideas totalitarias. Curiosamente, el PP en Galicia se comporta como un grupo nazionalista ¿tendrán que quedar bien con alguien?.

La Coruña es una de las pocas ciudades de España en las que para acceder a una vía rápida para salir o entrar, hay que pagar peaje; la autovía gratuíta se construyó a unos cuantos kilómetros de la ciudad, para que no se pueda acceder sin pagar, a no ser que uno quiera meterse en medio de caravanas de coches y camiones, atravesando zonas industriales.

La Coruña es una ciudad en la que su aeropuerto es constantemente marginado y atacado, con supresión de vuelos que van llenos de pasajeros, para favorecer a su vecina Santiago, de forma totalmente descarada. Tampoco tiene acceso fácil al aeropuerto.

La Coruña fue despojada de la capitalidad de Galicia hace ya unos años. El gobierno autónomo la mantiene a pan y agua, y su televisión, la Televisión de Galicia, sólo se acuerda de ella cuando sucede algún tipo de desgracia. Paga los impuestos más elevados de toda Galicia al gobierno autónomo a cambio de aislamiento; su dinero se va para favorecer otras zonas.

Y, finalmente, fue despojada de su toponímico, lo que SIEMPRE se denominó "La Coruña", y ya en el siglo XII aparecen documentos escritos con ese topónimo, topónimo que los habitantes de esta ciudad siempre hemos utilizado (y seguimos), ya que la inmensa mayoría de los coruñeses somos castellanoparlantes, ya que somos castellanopensantes. Y a pesar de que hay dos idiomas oficiales en la Comunidad Autónoma de Galicia, que son el castellano (o español) y el gallego, pues resulta que ahora lo que ocurre es que quieren PISOTEAR los derechos de los castellanoparlantes, cosa que actualmente ocurre en otros lugares de la geografía hispana, impulsados por gentes a las que los derechos individuales les importa un rábano frito. Así surge el tema de que a La Coruña, se le cambia de forma antidemocrática su toponímico por el de "A Coruña"; sin referéndum ni ningún tipo de consulta.

Al revés de lo que ocurre en otros lugares, en los que la gente habla el gallego y ya se denominaban de una forma determinada, tales como pudieran ser Rianxo, por ejemplo, La Coruña, siempre se denominó así, no hubo traducción al castellano, porque siempre su toponímico fue en castellano. Es como si ahora en los Estados Unidos, Los Ángeles pasaran a denominarse "The Angels", o San José pasara a "Saint Joseph", etc.

En España, también se han cambiado otros toponímicos por el mismo método, como Lérida que pasó a Lleida, o Gerona, que pasó a Girona, etc. No queremos entra en polémicas con los catalanes, sólo lo ponemos como ejemplo. Curiosamente, en castellano, para obtener el fonema del catalán debería ser "Llirona" (¿se pueden hacer excepciones en un lenguaje a golpe de decreto-ley?).

Es por eso que la gente que amamos la libertad nos negamos a que nos impongan las cosas sin contar con nuestra opinión.

No tenemos nada en contra del idioma gallego, ni de ningún otro idioma, pero sí tenemos en contra de lo que suponga una merma de las libertades. Y tras 40 años de dictadura franquista, ahora los naZionalistas, buenos discípulos del dictador, quieren continuar con la política de imposiciones lingüísticas.

Algunos elegimos el idioma español, o castellano, por sus características de universalidad, y además nos sentimos españoles, y no tenemos razón alguna para despreciar a nuestro país, que es España, y en el que, en algunas zonas coexisten idiomas regionales y que nunca hubo problemas de este tipo.

Pero hay quien confunde el lenguaje con la cultura, y se pone en plan radical a imponer un idioma para defender esa cultura regional; sin darse cuenta de que el idioma en sí NO es la cultura, es sólamente un MEDIO de transmisión de los pensamientos y de comunicación. Es como al que le enseñan la Luna y se queda mirando para el dedo. Evidentemente, se puede tener la cultura gallega, o catalana hablando en español, y se puede ser gallego o andaluz, o vasco, o riojano, o catalán siendo español, ya que una cosa no contradice la otra.
Por eso, ante la ola de abusos naZionalistas, defendamos la L de la Libertad. Libertad de idioma, Libertad de Expresión, Libertad de Pensamiento.

Acciones propuestas:

* A todos, seáis o no coruñeses, en vuestras cartas poned siempre La Coruña, con la L bien grande.

* A los coruñeses:

- Pongamos siempre la L de La Coruña en nuestras tarjetas de presentación, membretes, cartas, sobres, e-mails, etc.

- Exijamos un referéndum.

- No nos acobardemos ante los naZionalistas, son pocos y cobardes. Comienzan por el toponímico y acaban haciendo limpieza étnica (véase Vascongadas), o multando por no poner películas en "su" idioma (véase Cataluña).

¿Qué partidos con representación parlamentaria apoyan ésto? ABSOLUTAMENTE NINGUNO. El PP en Galicia esconde la cabeza como el avestruz, ha hecho un centralismo en Santiago y ha demostrado siempre su desprecio por La Coruña, y del tema de la libertad de idioma hace oidos sordos. El PSOE se ha echado en los brazos de los naZionalistas gallegos e ignora a La Coruña y está en contra de la libertad de idioma ya que tiene que demostrar a sus socios que es más nazionalista que nadie (la excepción es Paco Vázquez, el único político que ha demostrado lucidez mental, que defiende a ultranza las libertades, el único que no comulga con ruedas de molino, y un fuerte baluarte en la defensa de la ciudad). Del Bloque mejor no hablar, porque es un partido que odia la libertad y es la principal fuerza a favor de la imposición lingüística y de la persecución intelectual de los castellanohablantes, firmante de la Declaración de Barcelona, y hasta no hace mucho aliado de Herri Batasuna, el brazo político de la más cruel de las organizaciones mafiosas y fascistas que han asolado y asolan nuestro país: ETA.


Links interesantes:

Página del R. C. Deportivo de La Coruña (con "L")

Ayuntamiento de La Coruña (con "L")

La Coruña, en español, con "L"

Asociación Gallega para la Libertad de Idioma

Web anti-ETA


ANTE LA IMPOSICIÓN NAZIonalista DE UN TRIBUNAL SUPREMO VENDIDO A LOS TRAPICHEOS POLÍTICOS, PEDIMOS UN TOTAL APOYO A PACO VÁZQUEZ EN SU LUCHA. Echemos un vistazo a un muy buen artículo sobre el tema:

AQUÍ QUÉ LENGUA HABLAMOS

(artículo de José Antonio Vera publicado en "La Razón" el 14/10/2000)


Porque suena mal. Decir, por ejemplo, «vamos a A Coruña» suena mal, y pretenden algunos que lo digamos y nos acostumbremos a decirlo. Menuda se la han organizado a Vázquez. El alcalde herculino tiene más razón que un santo cuando se empeña en emplear el término «La Coruña» en vez del gallego «A Coruña». Pero clama solo en el desierto. En su partido, el psóe, le persiguen y le reprochan su actitud. El pepé-gallego no quiere saber nada de la polémica. Y los del bloque, como no podía ser menos, le atacan y satanizan. En fin, Le tratan como a un vulgar franquista al que hay que combatir, cuando el hombre, que sepamos, lo único que hace es decir en público lo que muchos pensamos en privado. O sea. Que obligarnos a decir «A Coruña» es una insensatez propia de los que la aprobaron en su día en el Parlamento. Preguntas por la calle a los coruñeses y el ochenta por ciento te dice que «no se entiende». Suscitas el debate en la radio o en la tele y la mayoría piensa como Vázquez. Sin embargo, qué casualidad, los políticos dijeron lo contrario.
Claro que, en privado, sin boligrafos ni micrófonos, no hay un sólo diputado del pepé que esté a favor de usar genéricamente la denominación «A Coruña» en vez de «La Coruña». Pero lo justifican con el cuento de que a veces hay que ser más nacionalista que los propios nacionalistas. Más radical que los radicales. Hay que ser más del bloque que los del bloque para evitar que te llamen facha o carcamal, para que no te identifiquen con el pasado y no te señalen por la calle por defender el uso de «La Coruña» en lugar de «A Coruña».
Vázquez es un socialista íntegro de los que quedan pocos. Ha conseguido cinco mayorías absolutas en su ciudad y es, hoy por hoy, el alcalde con mayor apoyo social de la transición. Se supone que Vázquez sabe lo que quiere y que los coruñeses también lo saben cuando le votan cada cuatro años por mayoría. Los vecinos desean que su ciudad se siga Ilamando «La Coruña». El alcalde también. Igual que la mayor parte de los españoles. Entonces, por qué se decide y se aprueba lo contrario.
Algunas decisiones políticas son absurdas y ésta a la que me refiero lo es mucho más. Porque, a ver. Aquí qué lengua hablamos. Si hablamos en castellano, el topónimo a emplear debe ser el propio de la lengua castellana. Nadie dice, por ejemplo, «me voy de vacaciones a London», ni mucho menos «cómo me gusta Deutschland». Si alguien se expresa de esa manera ante nosotros pensamos de inmediato que se trata de un chiflado o de un tipo verdaderamente raro. No es que despreciemos palabras como London o como Moskva. Es que, sencillamente, no son propias de la lengua castellana y, por tanto, no las empleamos cuando hablamos castellano.
En el Estado autonómico en que vivimos, sin embargo, nos quieren hacer tragar con ruedas de este tipo. No basta con que los que hablan gallego empleen el término «A Coruña». Lo tenemos que emplear todos los demás, vivamos en Madrid o en Almería. No basta con que en catalán se emplee el término Girona. Debemos decir Girona y Lleida los que no hablamos catalán y residimos a seiscientos kilómetros de Lleida y de Girona. Para qué sirven entonces las palabras castellanas Lérida y Gerona. Es absurdo, con perdón, que a los que no hablamos catalán nos obliguen a llamar Illes Balears a las Islas Baleares. Como lo es también que nos pretendan imponer la palabra Gasteiz en lugar de Vitoria, y Hondarribia en vez de Fuenterrabía.
Nos hemos dejado llevar por la moda autonómica y si no dices "conseller" o «Govern» o «Parlament" corres el riesgo de ser considerado un individuo arcaico y trasnochado, una especie de carcoma española a la que hay que fumigar.
Es lo que le pasa a Vázquez. El hombre sólo pide que le dejen hablar en castellano y que le permitan, por favor, usar el nombre de su ciudad en castellano. Es decir. Poner en los carteles: «Ayuntamiento de La Coruña, Concello de A Coruña». O sea. En las dos lenguas. En castellano y en gallego. Haciendo gala del bilingüismo que consagra la Constitución y que algunos olvidan.
El auténtico problema, perdona, es que a más de uno le molesta el bilingüismo. Quieren que todo el mundo escriba como ellos escriben. Quieren implantar la lengua única. Quieren imponernos, y lo han conseguido, unos nombres ajenos a la lengua que hablamos y quieren, además, que si no usamos esos nombres nos denigren y señalen como denigran y señalan al alcalde de La Coruña.
Porque si es malo obligar a que digan «La Coruña» los que sólo hablan gallego, igual de malo es obligarnos a decir «A Coruña» a los que sólo hablamos castellano. Hoy ya es difícil encontrar un libro o un mapa o un cartel de carretera en el que se utilice el término «La Coruña». Lo mismo pasa con Lérida y con Gerona. Igual que con decenas de pueblos y ciudades que han perdido su nombre castellano para pasar a denominarse de otra forma por muchos españoles desconocida.
Tan dificil es, pregunto, poner al lado del término gallego o vasco o catalán su equivalente en castellano. Parece que sí, puesto que en las carreteras catalanas, cuando vas en dirección a Zaragoza, sólo pone «Saragossa», y en las gallegas sólo pone A Coruña cuando vas a La Coruña.
No queremos imponer el término La Coruña a nadie. Sólo queremos que se respete a los que, como Paco Vázquez, empleamos el término La Coruña para referirnos a "A Coruña". ¿Hay algo de malo en ello?


A continuación, unos interesantes artículos:

La lengua propia de Galicia
Roberto Rey Serrallé
El Correo Gallego, Domingo, 13 de Mayo de 1990
La enunciación de un principio que va a considerarse básico es algo que debiera realizarse con sumo cuidado, primero, por las consecuencias ideológicas de tal enunciación; y segundo, para que los discrepantes no puedan derribarlo fácilmente.

Normalmente, una vez el principio en marcha, la superestructura ideológica, la malla conceptual que puede desarrollarse en torno a él, es probable que llegue a adquirir proporciones gigantescas, especialmente cuando existen fuertes intereses en que así ocurra, y en ocasiones se llega, si es preciso, a altas cotas de irracionalidad.

Un principio muy especial corre por estos pagos. Tiene carácter sagrado, y se considera un axioma. ¡Ay de los discrepantes! ¡Pobres los heterodoxos!. Tal es aquello de "el gallego es la lengua propia de Galicia".

Al que está convencido de ello, o pretende convencer a los demás, se le llena la boca de patriotismo e iluminación extática, cual si le hubiese sido revelado en el Picro Sacro o en el Pindo, toda vez que el Sinaí cae lejos y está para otros usos.

"-El gallego es la lengua propia de Galicia". Pero, ¿qué es Galicia?. Sin entrar en academicismos, podemos definir a Galicia como la porción Noroeste de la Península Ibérica, con unas características singulares en cuanto a orografía, hidrografía, vegetación, clima, fauna, y una cierta población humana.

De todos estos elementos, y los que pudieran tornarse en consideración para completar la descripción, resulta evidente que solamente hablan los humanos. Creo que la cosa no admite réplica. Por lo tanto, el principio básico quedaría expresado de la siguiente forma: "El gallego es la lengua propia de los habitantes de Galicia".

Esta exactitud ha sido, creo, deliberadamente evitada, porque entonces chocaría inmediatamente con el hecho tangible y real de que no todos los gallegos hablan gallego.

Hay un tercio de la población, aproximadamente, que se expresa en castellano. Un milloncejo de personas, más o menos. Incluso, podríamos rebajarlo a seiscientos mil, en caso de atenernos a las estadísticas esotéricas de algún exdirector general de Política Lingüística.

Suficientes como para tener que modificar el enunciado del principio básico sagrado y ponerlo más o menos así. "El gallego y el castellano son las lenguas propias de los habitantes de Galicia".

El castellano se habla en Galicia desde hace unos ciento cincuenta años, según opiniones muy autorizadas. Otros dicen que desde el siglo XIV. En cualquier caso, existe desde hace generaciones. Su legitimidad está fuera de toda duda. Y por otra parte, es bien sabido que ambas lenguas tienen como origen común el latín, lengua de los 'imperialistas romanos' según doctrina de los ultranacionalistas galaicos. Por lo tanto, no se es ni más ni menos gallego por expresarse en alguno de ambos idiomas. Al menos, esto es lo que indica el sentido común.

Pues bien, resulta que hay unos sectores sociales, cuyo máximo exponente es el 'nacionalismo' exaltado' (definición de M. Jardón), que están empeñados en que la única lengua legítima es el gallego, idioma que al parecer deberíamos hablar todos, queramos o no. Ahora, por lo visto, no son las lenguas para el hombre, sino al contrario. Así, al castellanohablante de nacimiento, que en el ejercicio de su libertad de opción lingüística asume voluntariamente el gallego como su lengua de expresión habitual, se le ensalza y felicita por contribuir a la recuperación de la "identidade propia do noso pobo".

Sin embargo, para el galego-falante que también usa su libertad de opción para intentar expresarse y educar a sus hijos en otra lengua cooficial, se le denigra "por su bien" diciendo que es presa de "auto-odio", en exhibición esperpéntica de las dos varas de medir que usan los ayato1as del fundamentalismo lingüístico, dispensadores de certificados de galleguidad, para corregir las desviaciones de la ortodoxia idiomática que ellos han creado, en virtud del poder doctrinal y de representatividad con que les debió de ungir Breogán, porque lo que sí está claro es que no han sido los gallegos de la urnas.

La realidad socio-lingüística de Galicia, pese a quien pese, está muy clara. Aquí se hablan dos idiomas, gallego y castellano, y la legislación vigente, además, refuerza esta realidad a través de la Constitución, doctrina del Tribunal Constitucional, Estatuto de Autonomía, Ley de Normalización Lingüística y Ley General del Sentido Común. Pese a ello, estamos asistiendo pasmados a unos abusos increíbles en un Estado que se dice de Derecho: miles de jóvenes gallegos y no gallegos se obligados por una Orden no parece respetar el ordenamiento jurídico constitucional a estudiar en una lengua no es la suya propia, y que asumen voluntariamente: todos los gallegos, de grado o por fuerza, estamos siendo objeto de una galleguización "a fortiori" que viene de arriba abajo, que no responde a demanda social, y que se subvenciona con fondos públicos aportados por todos.

Las rotulaciones en centros públicos, los impresos y la formación proveniente de Administración autónoma viene solamente en gallego. En los libros de texto oficial se destila ideología anti-española y anti-castellana. ¿Por qué todo esto? ¿Por qué el Gobierno central recurre primera Orden anticonstitucional, y no la segunda, prácticamente igual? ¿Por qué el Gobierno autonómico dicta tales órdenes contra lo dispuesto en la Constitución? ¿Quién tiene interés, y por qué, en la galleguización total de nuestra Comunidad Autónoma? ¿Porqué unos grupos minoritarios y vociferantes imponen sus criterios irracionales a toda población gallega (y transeúnte), con inhibición de los poderes públicos, representantes de la mayoría de la población?.

Todas estas preguntas tienen sus respuestas claras contundentes. Quien no as vea, que no se preocupe, las sentirá en su propio cuerpo si algún día se llega a concretar el diferencialismo que se busca.

Roberto Rey Serrallé, Presidente la Asociación Gallega para la Libertad de Idioma.



La exención de la lengua gallega
Por Roberto Rey Serrallé,
La Voz de Galicia, 10 Julio 1990

El reciente decreto sobre la exención del estudio de la lengua gallega durante tres años, prorrogables a cuatro, para aquellos que no son oriundos de nuestra comunidad autónoma ha desatado auténticos vendavales, cuya contemplación dejaría estupefacto a cualquier observador imparcial, toda vez que el tal decreto, tremendamente moderado, se limita a ampliar la anterior disposición, que era exención por dos años, e incluye a los niños sordos con la loable intención de rebajar su nivel de dificultad en el aprendizaje de la lengua que han de utilizar para su expresión personal. Obsérvese que tal exención es voluntaria, y el niño sordo gallego hablante puede, sin embargo, pedir la exención de la lengua castellana, según aclaración del conselleiro de Educación. Por lo tanto, no existe perjuicio para nadie, y el acierto de tal medida resulta evidente, a juzgar por las cartas que algunos representantes de asociaciones de padres de niños con deficiencias auditivas publicaron en los periódicos gallegos.

Resulta de evidente sentido común tal exención, que debería ser indefinida, ya que los escolares que por razones familiares deben cambiar de residencia frecuentemente llegarán a ser poliglotas o fracasar en el intento. De aceptar los planteamientos nacionalistas, determinados grupos de jóvenes acabarían estudiando catalán, valenciano, vasco, bable, aranés, caló y gallego, lo que les resultaría utilísimo para viajar por toda España, aunque no encontrarían muchos libros de Física, Química, Matemáticas, Biología, Medicina, Historia, Ingeniería, Electrónica, Informática, etcétera, escritos en tales idiomas.

Derechos constitucionales

A pesar de lo maravilloso que resultaría tal dominio lingüístico, en realidad no parece estrictamente necesario, pues según la Constitución y la doctrina del Tribunal Constitucional, la única lengua oficial de España es el castellano o español, que existe obligación de conocer y derecho a usar, mientras que del resto, lo único que legalmente existe en la actualidad es el derecho a usar tales lenguas, que, además, serán cooficiales en las respectivas autonomías: De esta suerte, se garantizan varios derechos constitucionales, tales como el de libre fijación de residencia en cualquier punto de la geografía nacional española, y el de la educación. Y en principio, no debería existir problema alguno para el que únicamente sepa expresarse en castellano o español. Sin embargo, la realidad es muy otra, y asistimos con tristeza e indignación al pisoteamiemo de derechos amparados por la Constitución con la inhibición de aquellos que más deberían defenderla y hacerla cumplir.

Pero si nos preguntamos el porqué de tanta algarada por un decreto que afecta a pocas personas, y no obliga a nadie, por esta disposición tan moderada que trata de respetar ciertas opciones de libertades personales, no resulta fácil encontrar una respuesta a tanta irracionalidad. Hay, que escarbar un poco para descubrir las intenciones subterráneas que motivan tales conducías irracionales y aparatosamente desproporcionadas de los "demócratas" nacionalistas, que han amenazado, una vez más, con "medidas contundentes de presión" para persistir en su intento de imposición lingüística, en un alarde de cómo se entiende la democracia desde ciertos sectores ultranacionalistas.

¿Cuáles son, pues, los fines que se persiguen, y por qué se utilizan tales métodos? En un análisis de urgencia, resulta claro que se intenta amedrentar. Algo así como si se advirtiera: "si por esta pijada armamos esto, imaginaos lo que haríamos si intentaseis derogar la Orden anticonstitucional que obliga a estudiar varias asignaturas en gallego". Porque éste es el quid de la cuestión, y expresa realmente el temor que se detecta en los ambientes «galeguistas».

Arreglar la "desfeita"

El Gobierno de Fraga parece dar algunos leves síntomas de querer arreglar la "desfeita" constitucional del Gobierno de Fernández Albor. No resulta descabellado pensar que uno de los padres de la Constitución, con mayoría y poder suficientes para hacerlo, dado el puesto que ocupa actualmente, pudiese dar un puñetazo en la mesa y corregir las aberraciones imperantes en materia lingüística. Además, hace poco los gallegos han evidenciado una intención de voto favorable a
Fraga, que hoy por hoy, y, guste o no guste, es adorado, apreciado y admirado por más de la mitad de los gallegos. Y por otra parte, tal acción sería plenamente coherente con su trayectoria personal, con su fuerte carácter y su enérgico proceder. Y restauraría la legalidad constitucional en materia lingüística.

Pero no parece que el señor presidente de la Xunta vaya a hacer tal cosa. Quizás el viejo león de Villalba tenga las uñas gastadas y prefiera «laissez faire, laissez passer" y evitar que termine su vida política demostrando aquello de «genio y figura..". A mi modo de ver, resulta lamentable esta situación, cuando podría rectificar el daño causado durante el gobierno de Fernández Albor y apuntarse el tanto final de hacer respetar la Constitución, a lo que está más obligado que nadie, antes de que dicte sentencia el Tribunal Constitucional.

Los partidarios de la imposición lingüística de momento están de enhorabuena. Esperemos que sea por poco tiempo.

Roberto Rey Serrallé es presidente de la Asociación Gallega para la Libertad de Idioma.


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