¿ Alimentos o Drogas ?

Por DR. M. A. BARET DANIEL

    Gracias al consagrado estudio de científicos alrededor del mundo, hoy no es un secreto exclusivo de los nutricionistas que no es suficiente que los alimentos posean nutrientes para ser considerados como tales. El mundo animado es rico en sustancias nutritivas, sin embargo, ello no significa que, sobre la única base de que posee nutrientes, sea en su totalidad usable por nuestro organismo.

    Por años hemos estado tan fascinados con el mundo de la microbiología que, al estudiar la naturaleza como el gran almacén de provisiones del Creador para sus criaturas, hemos pasado por alto verdades científicas fundamentales con respecto a las necesidades y demandas biológicas del ser humano y el rol que la naturaleza juega en suplirlas.

    Por ejemplo, se resaltan mucho las supuestas virtudes nutricionales de ciertos "alimentos", como prueba de su alto valor alimenticio, al tiempo que se descuida el "valor integral" de los mismos. Desde ese punto de vista corremos el riesgo de estar introduciendo en nuestros organismos "gato por liebre"; es decir, es posible que hayamos aceptado algunos artículos de consumo generalizado como verdaderos "alimentos"    cuando en la realidad están muy lejos de serlo.

    Por ejemplo el caso de las carnes y sus derivados, por citar los más obvios, durante años se nos ha inculcado la importancia y relevancia del consumo de carnes y leche para una buena nutrición. "Come carne para aumentar tu musculatura", "si comes carne no tendrás problema de anemia", "la carne aumenta la virilidad", son los slogans con los que nos hemos familiarizado desde niños. Pero un estudio más objetivo del tema permite descubrir que estos conceptos, lejos de ser verdad, son manipulados adrede por quienes invierten sumas millonarias en las industrias alimentarias.

    La presencia de determinados nutrientes- vitamina A, vitaminas del complejo B, hierro, calcio, etc.- en las carnes y sus derivados no los convierte, necesariamente, en "alimentos". La mayoría de los nutrientes presentes en estos productos no son asimilables adecuadamente por nuestro organismo, y algunos de ellos pueden, incluso, resultar tóxicos para el cuerpo humano. En un artículo anterior mencionamos el fenómeno de la incompatibilidad química de los productos cárneos con la bioquímica del cuerpo humano.

    Además las carnes representan un verdadero peligro público para los consumidores. En ellas abundan substancias químicas altamente tóxicas usadas en el proceso de crecimiento y engorde del animal de origen; además de antibióticos, herbicidas y pesticidas presentes en el pasto del cual se fabrican los alimentos para estos desafortunados animales, sumado a la hueste de sustancias que ocurren naturalmente en el tejido animal—purina, creatina, creatinina, úrea, ácido úrico, ácido pirúvico, ácido oxálico, ácido cadavérico, entre otras—, y que constituyen una verdadera amenaza para la salud del género humano.

Por ejemplo, el ácido oxálico previene la asimilación de calcio en las células óseas y en el hígado, mientras afecta también la producción de estrógenos. De la purina existen numerosos estudios que demuestran su efecto irritante sobre el sistema límbico del cerebro, afectando la personalidad y la conducta humana mediante alteraciones de la disposición anímica y la respuesta agresiva del individuo. Además el ácido cadavérico que se forma, en el estado post-mortem, en el tejido animal, inhibe la utilización del silicio, mineral importantísimo en la definición macro-estructural de los tejidos del cuerpo.

    La información que existe en la actualidad acerca de los innumerables daños orgánicos y enfermedades    ligados al consumo de carnes y sus derivados es bastante abultada. Podríamos considerar, por ejemplo, la relación entre la ingesta de carnes con la producción de radicales libres y sustancias carcinógenas; o referirnos a la impresionante lista de enfermedades degenerativas generadas mayormente por los productos cárneos, como las enfermedades cardíacas, seborrea, obesidad, dermatitis, acné, estreñimiento, y otras, que aparecen citadas en el libro Prescription For Cooking & Dietary Wellness, del Dr. James F. Balch.

    Pero no es sino el efecto fármaco-activo de algunas sustancias presentes en la carne lo que más me ha impactado, personalmente. Sustancias como la purina, la lactina, la cadaverina, la creatina y la creatinina (todas presentes en las carnes y, algunas, en la leche) se comportan como narcóticos generando estados bio-depresivos del sistema nervioso. Esa bio-depresión ha sido estudiada por doctores como el Dr. Alan Smith, psiquiatra reconocido de Ontario, Canadá, y el Dr. Edward Kingsley del Westfied Psychiatric Hospital de Kingston, Jamaica. Ambos han participado en estudios y experimentos que confirman la actividad narcótica de sustancias presentes en "alimentos" de consumo regular por parte de la población mundial. Y, aunque mucho se ha discutido sobre qué tanto pueden afectar la fisiología cerebral, no dejan de preocupar a muchos biólogos y médicos, los posibles riesgos a la salud que pueden derivarse de una exposición contínua del organismo a esas sustancias. Es por esa razón que el Physician's Committee for Responsible Medicine in Washington, D.C., está tratando de remover la carne, y los productos lácteos, de los cuatro grupos básicos alimenticios, que han sido, por largo tiempo, incluidos en la lista de alimentos saludables.

    En futuros artículos procuraré enfocar los aspectos científicos pertinentes a cada caso, en un intento de arrojar luz sobre los principios que sustentan y avalan una verdadera alimentación natural.

                         ¿Está el sistema de
                                              desintoxicación de su cuerpo
                                                                                  funcionando adecuadamente?

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