Hermano Avit, analista del Instituto, (1819-1892)

 

Henri Bilon, en religión hermano Avit, nace en Saint-Didier-sur-Chalaronne (Ain), diócesis de Belley, el 11 de octubre de 1819. Un accidente al nacer le deja una malformación y debilidad en el brazo derecho que le hizo poco hábil para trabajos manuales e incapaz de hacer la señal de la cruz con la mano derecha.

 

Pierde a su madre a los seis años. En la escuela conoce a cinco maestros; cuatro de ellos no eran pozos de ciencia. Le enseñan, sin embargo, el catecismo. En octubre de 1836, el Instituto abre una escuela gratuita en Saint-Didier y Henri asiste a clase durante seis meses. Más tarde, le gustaba decir que, durante estos seis meses, había hecho más progresos que durante diez inviernos en clase de los Magísteres.

 

Su padre, a los cincuenta años, tuvo la idea de aprender a leer y tomó a su hijo Henri como maestro. Éste le daba una lección cada día, después del trabajo, durante la velada. Después de las lecciones de todo un invierno, el Sr. Bilon sabía leer, y los feligreses quedaron estupefactos, cierto domingo, al verlo seguir los oficios en un libro. Los vecinos y conocidos, admirados, declararon a su hijo el más sabio del municipio.

 

Henri hizo su primera comunión en 1831 y fue confirmado, poco después, por Mgr Devie, obispo de la diócesis. El 1° de octubre de 1837 se marcha al Hermitage con los hermanos de Saint-Didier. Llegan media hora antes de la apertura del retiro. Los días se hacen largos para él, en el silencio sólo interrumpido por algunas palabras que le dirigió el padre Champagnat con quien se confesó. Después del retiro, le gana el aburrimiento y vuelve a Saint-Didier.

 

Sin embrago, algunos meses después, deja su casa para ingresar en el noviciado el 9 de marzo de 1838. Toma el hábito religioso el 14 de mayo del mismo año con el nombre de Avit. Se ofrece para ir a las misiones de Oceanía y, más tarde, se ofrecerá de nuevo varias veces. Comienza su apostolado en Pélussin, como maestro de los párvulos. En 1839, lo encontramos en Terrenoire, dando la primera clase. Después del retiro, hace profesión. Le mandan luego à Viriville para dirigir una clase de 65 alumnos.

 

Prepara, durante seis meses, cercenando horas de sueño, el examen del Brevet elemental que obtiene en Grenoble el 9 de marzo de 1840. En mayo, está en Charlieu, responsable de la primera clase. El 15 de agosto del mismo año, le nombran director en Saint-Genest-Malifaux. Casi muere, con dos alumnos monitores, al derrumbarse la campana de la chimenea que protegía sus asientos. Se libró de ello con más miedo que daño, pero dirá, más tarde, que la Buena Madre había puesto su mano.

 

En junio de 1842, el hermano Avit va destinado a Mornant, donde permanece poco tiempo. El párroco pide su cambio porque no lo encuentra bastante flexible, diciendo del hermano, en una carta: “Tengan cuidado con él; tiene suficiente madera para una gran personalidad, pero hay que pulirla” (Anales de la escuela de Mornant)

 

En septiembre de 1843, está en Bougé-Chambalud. Adquiere una reputación tal que, según su misma expresión, “era el amo.” Desde el mes de octubre de 1846, es nombrado director de la escuela de Mondragón (Vaucluse), puesto difícil y temido por los hermanos. Le encargan también que visite las casas de la Provincia de Saint-Paul-trois-Châteaux y de La Bégude.

 

Fue para él como un aprendizaje para el cargo de Visitador que ocupó, en septiembre de 1848, para las Provincias del Centro y del Mediodía. Debe crearlo todo: organizar los concursos de los hermanos y alumnos, redactar las cuentas, los informes de visitas, preparar las nuevas fundaciones, el mobiliario, las condiciones con los fundadores… Permaneció siete años en el cargo de Visitador y prestó grandes servicios. Así, en 1850, obtuvo, con grandes dificultades, que los Rectores de la Drôme y de l’Ardèche, le entregaran los papeles necesarios para eximir a cuarenta hermanos del servicio militar.

 

En 1852, es elegido miembro del Capítulo General y, desde aquella época, no dejó de formar parte de las Asambleas capitulares como secretario durante veinte años. En diciembre de 1855, le mandan a Digoin para dirigir el internado y permitirle un descanso merecido. Pero allí le esperaban muchas pruebas y, en mayo de 1859, termina el curso en Bourbon-Lancy.

 

Desde septiembre de 1859, el hermano Avit es nombrado Visitador de la Provincia de Saint-Genis-Laval. Permanecerá en dicho cargo hasta las vacaciones de 1876. El 25 de agosto de 1876, es elegido Asistente por el Capítulo General. Le confían la Provincia del Bourbonnais, que no tenía casa de noviciado y cuyo número de candidatos era insuficiente para las 59 casas de la Provincia. El hermano Avit tenía entonces 57 años, su salud estaba alterada y su vista muy reducida.

 

Sin embargo, pone manos a la obra con valor, lleno de confianza en Dios. No había Casa Provincial. Después de muchos trámites, el hermano Avit consiguió instalar el noviciado en Arfeuilles, en una casa perteneciente al obispado de Moulins. Bajo su dirección, la Provincia del Bourbonnais fundó siete nuevas escuelas: Le Mont-Dore, Pouilly-sur-Loire, Saint-Rémy-sur-Durolle, Graçay, Tramayes, Hérisson, Saint-Léopardin-d’Augy. Al cabo de tres años y medio, el hermano Asistente, al sentirse agotado y notar que su vista bajaba mucho, pidió dimitir de su cargo; el Capítulo General aceptó su dimisión el 12 de marzo de 1880.

 

Bien merecido era su descanso. Pero el hermano Avit no va a perder tiempo. Como que ya no podía prácticamente leer, ni escribir, se hizo cronista. Durante dos o tres meses del año, viajaba por las comarcas que había conocido antes, yendo de une escuela a otra, recogiendo documentos que, añadidos a los recuerdos de su memoria fiel, van a constituir los Anales generales des Instituto y los de 600 casas, incluso las escuelas cerradas. Con su provisión de notas, volvía a encerrarse en su habitación donde, con la ayuda de sus secretarios, lo ponía todo en orden, cumpliendo una labor de redacción asidua, paciente, tesonera. Y esto durante diez años.

 

En la redacción de los Anales, el hermano Avit se revela el hombre de la franqueza, de la rectitud, de la justicia, auténtico Natanael, sin disimulación ni disfraz. A estas cualidades, añade un espíritu dotado de una finura y vivacidad naturales de las que brotan réplicas vivas, ocurrencias picantes, agudezas, a veces cáusticas, con un sello original en el lenguaje, el carácter y los modales. Los Anales que nos dejó tienen el mérito de ser, para el futuro, un manantial de informaciones útiles, a pesar de que la muerte no le dio tiempo para acabarlos.

 

Bajo una rudeza aparente, el hermano Avit tenía un corazón bueno, afectuoso, sensible a la amistad. Y supo hacerse amar.

 

Sus relaciones con Dios están llenas de fe viva, de piedad ardiente. Podemos leer, en un cuaderno que contiene sus apuntes del retiro de 1864, una especie de diálogo con la Santísima Virgen. Escribe el hermano Avit: “Con la gracia de mi Amado y de vuestro socorro permanente, ¡oh, dulce Madre!, avanzaré en el amor a Jesús y a Vos, siguiendo puntualmente la Regla, en compañía y bajo la protección de la Sagrada Familia de Nazaret; lucharé por adquirir particularmente la humildad, el amor a la oración y al silencio, la pureza, la pobreza y la obediencia. Vos seréis mi tesorera, buena Madre…” (15 de agosto de 1864)

 

Viene a continuación el compendio de 35 temas de reflexiones para ocupar su espíritu durante los viajes; luego la lista de los cánticos que cantará o recordará mentalmente al viajar; por fin los títulos de 39 capítulos de la Imitación de Cristo escogidos como lecturas. Se pueden leer, luego, las siguientes líneas: “La lectura de la admirable vida de la Beata Margarita María me ha conmovido fuertemente y comunicado un fuerte atractivo por las virtudes de esta heroica amante del divino Corazón de mi Amado, es decir: su amor ardiente por este amable Corazón, su humildad prodigiosa, su perfecta obediencia, su insaciable amor a los sufrimientos y humillaciones. Desde entonces, he invocado, al menos una vez al día, a esta sublime amante del doliente divino Corazón, y le ruego que me obtenga de su dulce Amante la fuerza de imitarla en sus heroicas virtudes…”

 

El hermano Avit, en todos los retiros que hizo después de 1864 y de los que dejó memoria, revela su alma cautivada por el amor de Dios e inmolada en su servicio. Por ejemplo, en 1882, escribe: “Acepto mi penosa enfermedad y todo lo que Dios quiera enviarme para conformarme con su adorable voluntad, a ejemplo de Jesús, mi Señor. ¡Oh, mi buena Madre!, bendecid mi resolución y obtenedme la gracia de ser siempre fiel a ella. Mantened mi espíritu en Nazaret, o ante el sagrario, o en Belén, o en el calvario.”

 

En diciembre de 1891, como que su estado de debilidad y de sufrimiento exigía cuidados especiales, el hermano Avit, para causar menos molestias, pidió un puesto en la enfermería. Ingresó en ella el 16 de enero de 1892. El 29, el médico le ordenó quedarse en la habitación y luego guardar cama, lo que le dolió mucho.

 

Pidió el sacramento de los enfermos, que recibió con fe y piedad. En presencia de todos los Superiores, el enfermo renueva sus votos, reconoce sus faltas, pide humildemente perdón por la pena que hubiera podido causar…; se recomienda a las oraciones de todos y declara que hace con gusto el sacrificio de su vida, según la voluntad de Dios, especialmente por el éxito del viaje y de los trámites del Hermano Superior General, que estaba en Roma para la introducción de la Causa del venerado Fundador. Era el 1° de febrero. Muere el 7, a las dos de la tarde.

 

Y el biógrafo concluye: “Después de haber pertenecido al número de los Hermanos que conocieron a nuestro piadoso Fundador, tenemos la dulce confianza de que fue a reunirse con los que forman su corona en cielo.” (Notices nécrologiques, T.I, p.1-13)

 

Por el H.  Alain Delorme