Hermano Furet Jean-Baptiste (1807-1872)

 

Su itinerario

 

• Nace el 24 de septiembre de 1807 en el caserío de Pierre, municipio de Saint-Pal-en-Chalencon, en Alto Loira, diócesis del Puy. Sus padres son agricultores. Es el tercero de los seis hijos. Alumno aprovechado de la escuelita del pueblo dirigida por una “Béate”. De temperamento vivo y travieso, tenía una pasión por los nidos de pájaros (Circ. Vol. IV, p. 272). Su salud delicada (asma) le impide ir a trabajar al campo. Su madre le enseña a hacer encaje, en casa. Esta pequeña industria aseguraba ingresos suplementarios a las familias de la zona. Con una parte del beneficio, Juan Bautista compra imágenes piadosas y un vía crucis que coloca en su cuarto.

 

 

 

• El 27 de marzo de 1822, llega a La Valla, en circunstancias que conocemos. Tiene catorce años y medio. Es la respuesta de Nuestra Señora del Puy a las oraciones del padre Champagnat que pide vocaciones a María. La Reina del cielo hace un regalo precioso a su servidor en la persona de aquel adolescente que será un fiel discípulo de Marcelino y dará al Instituto, amén de su trabajo apostólico, el tesoro de sus libros, que relatan nuestra historia y espiritualidad. La Virgen ya había contestado magníficamente, a mitad de febrero, mandando al joven Claude Fayol, futuro hermano Estanislao, apoyo y confidente del Fundador.

 

 

 

• El 25 de octubre de 1822, viste el hábito religioso en compañía del hermano Estanislao y de Georges Poncet (hermano José).Conserva su nombre de pila. Su formación es muy rápida. Ayuda al hermano Director de Bourg-Argental (Jean-Marie Granjon). Éste se marcha a la trapa de Aiguebelle, dejando solos a sus dos ayudantes. Enfermo de gravedad en febrero de 1823, recibe la visita del Padre Champagnat, acompañado del hermano Estanislao. Al volver a La Valla, se pierden en las nieves (“Acordaos”). En 1824, el hermano Juan-Bautista enseña en Saint-Sauveur-en-Rue. En 1826, abre la escuela de Neuville-sur-Saône, a los diecinueve años escasos. Funda un internado y permanece diez años en Neuville, con una ausencia de un año en 1830.

 

 

 

• El 8 de septiembre de 1828, hace la profesión perpetua. En 1836, sustituye al hermano Luís en Charlieu. Escribe entonces al Fundador: “…Gracias a la protección de nuestra Madre, estoy contento con mi clase y los demás hermanos también. Tenemos ciento cincuenta alumnos en total; por lo que a mi respecta, tengo treinta. La tarea no supera nuestras fuerzas; estamos bien los tres y estamos muy unidos.” El hermano Amphiloque, en un ensayo biográfico sin imprimir, compuesto en 1917 a petición del hermano Superior General (Estratónico), precisa que el hermano Juan Bautista, antes de ir a Neuville, trabajó también en Feurs, Millery, Saint-Symphorien-d’Ozon. (Manuscrito, p. 64, archivos de Roma)

 

 

 

• En 1839, funda la escuela de Saint-Paul-sur-Ternoise, ciudad de casi 4 000 habitantes, en el Norte de Francia, a 700 kilómetros de Nuestra Señora del Hermitage. Permanece poco tiempo en dicha localidad ya que es nombrado Asistente del hermano Francisco, en el Capítulo General del 12 de octubre del mismo año, junto al hermano Luís María. Tenía 32 años.

 

 

 

• En 1842, le nombran responsable (Asistente) de la provincia de Saint-Paul-3-Châteaux, después de la unión de los hermanos del Sr. François Mazelier. Allí impone la Regla y las costumbres del Hermitage “con suave tesón y bondad paterna”. Le ayuda eficazmente el excelente hermano Juan María (Jean-Claude Bonnet), nacido en Saint-Sauveur-en-Rue, el 14 de septiembre de 1807 y entrado en el Hermitage el 2 de septiembre de 1826. (Cf. Répertoire, p. 292/299) El hermano Juan-María vivía en Saint Paul mientras que el hermano Juan-Bautista moraba, de ordinario, en el Hermitage. Este mismo año 1842, lo encontramos de director y cocinero en Bouillargues (departamento del Gard). Durante unos meses recompone su salud alterada y permite al párroco, Sr. Carle, cumplir con lo prometido al gobernador (Préfet) y al obispo, al inaugurar la escuela. (Cf. Nos Supérieurs, p. 28 y Anales del h. Avit, Tomo 2, p. 64/65) Bajo la guía del hermano Juan Bautista, la Provincia de Saint Paul conoce un desarrollo notable. En 1842, cuenta con 40 religiosos, 6 novicios o postulantes y 13 escuelas. En 1860, cuando el hermano Crisógono sustituye al hermano Juan Bautista, hay 80 escuelas y casi 400 hermanos.

 

 

 

• En 1844, le encargan de llevar a cabo también la unión de los hermanos de Viviers (Ardèche) con nuestro Instituto. Tendrá el mismo éxito, en La Bégude como en Saint Paul, par inculcar a los hermanos el espíritu del Hermitage. La Provincia de Aubenas tendrá un desarrollo rápido y de calidad, igual que la de Saint Paul.

 

“El querido hermano Terencio, uno de los pocos sobrevivientes en el año del centenario del Instituto, 1917, tenía trece años cuando llegó a Saint Paul el hermano Juan Bautista, escribe que “este hermano incomparable fue literalmente para el Instituto, sobretodo para las dos provincias del Mediodía, lo que fue San Pablo en el colegio apostólico, para establecer el Reino de Dios entre los Gentiles.” (Amphiloque, p.20)

 

 

 

• En 1855, el 2 de septiembre, el hermano Juan Bautista emite el voto de estabilidad.

 

 

 

• En 1858, el 6 de agosto, la Administración general sale de Nuestra Señora del Hermitage para ir a Saint-Genis-Laval. En 1866, el hermano Amphiloque, en la obra ya citada (Cf. P.55), señala que una sesión de “Tercer año” está organizada bajo la responsabilidad del hermano Juan Bautista. Esta primera experiencia de segundo noviciado no tuvo continuación de inmediato; habrá que esperar 1897 para que se reanude. Durante la guerra de 1870, el hermano Juan Bautista se encuentra en el Hermitage durante algunos meses. Muere en Saint-Genis, el 5 de febrero de 1872. La obra del padre Champagnat, que el hermano Juan Bautista había conocido en sus comienzos, contaba entonces con 2 200 hermanos repartidos en unas 400 escuelas.

 

 

 

Su personalidad

 

 

 

El hermano Juan Bautista tiene una personalidad muy rica. El hermano Luis María, en la Circular del 8 de abril de 1872, titulada “El Hermano Juan Bautista o la vocación ferviente” (Circ. Vol. IV, p. 239), escribe: “En el hermano Juan Bautista dominan la razón, la inteligencia, el tino. Incluso la piedad, que parece más bien dirigirse al corazón, quiere que sea ante todo sólida e ilustrada, fundada en los principios de la fe.”

 

 

 

• Tenía una inteligencia viva como lo muestra la obra llevada a cabo. Sin embargo sólo había ido a la escuelita de su pueblo, y entró en el noviciado a los quince años. Pero tenía la pasión de estudiar como lo escribe a un hermano joven: “Le confieso que me gustaba tanto el estudio, que el venerado padre Champagnat me decía que era un “furor”. Pero… me dediqué apasionadamente sólo por el estudio de la religión y siempre buscando la utilidad para con el prójimo.” (Amphiloque, p. 272)

 

El hermano Luis María, en la circular ya citada, cuenta una conversación con el hermano Juan Bautista: “El Telémaco, me decía un día, lo califican de obra maestra. Así lo creo, pero me resulta imposible leerlo. No me habléis de fábulas cuando tengo el Evangelio y los Padres;” (p.248) El hermano Aníbal Cañón, en su presentación de la vida del Fundador, tiene razón de admirarse de la gran cultura religiosa del hermano Juan Bautista. (Crónicas Maristas I, p.7/10)

 

 

 

Un buen carácter. “¿Y quién fue más alegre, más abierto, más atractivo, más cautivante que él? (Hno. Luís María, Circ. p.244) El hermano Amphiloque escribe lo que declaran unos testigos: “El hermano Juan Bautista conservó siempre la más suave y amable alegría. Al acercarse a él, se experimentaba el atractivo de su persona y una dicha especial. Las personas le hablaban con soltura y le abrían fácilmente el corazón. Todo ello era el resultado tanto de aquella alegría contagiosa que le hacía tan amable, como de aquella bondad tan acogedora y tan benévola para con todos, de tal modo que cada uno se sentía a sus anchas a su lado.” (p. 112/113) Y también relata unas palabras del mismo hermano Juan Bautista que son todo un programa: “Sólo el hombre de buen carácter hace amar la virtud.” (id. p. 200 bis)

 

 

 

Un corazón tierno y firme. “Nadie se despedía de él sin sentirse rehecho, consolado, animado, fortalecido, alegre.” (id. p. 93) Su bondad y firmeza se traducían por una voluntad de animar a todos. Solía decir: “El demonio se basta para desalentaros; mi misión es animaros siempre.” (id. p. 259) Se encuentra la misma voluntad en su libro “El Superior perfecto”, “resumen admirable de las instrucciones dadas a los hermanos en sus charlas, entrevistas y cartas.” (id. p. 243)

 

 

 

Un gran trabajador. “El mismo día de su muerte corregía las pruebas de sus Meditaciones sobre la Encarnación.” (Circ. Vol. IV, p. 249) “¡Quién podrá decir las preocupaciones y esfuerzos que le costaron sus investigaciones , cuánta aplicación y cuántas vigilias para coordinarlas! Tardó treinta años en recoger, entre los mejores autores, los santos pensamientos, las admirables sentencias, las sólidas máximas que nos deja hoy. Tardó veinte años en redactarlas, reunirlas, sea en los manuscritos ya impresos, sea en los que todavía nos quedan. Y tal trabajo, lo ha continuado sin parar, sólo con algunas interrupciones: primero dando clase y luego a causa de las pesadas obligaciones de Asistente: dieciocho años, sin interrupción, enseñando en las escuelas de Neuville-sur-Saône, Bourg-Argental, Millery, Feurs, Saint-Symphorien-d’Ozon, el Hermitage, Saint-Pol-sur-Ternoise; treinta y dos años como Asistente de las provincias del Mediodía o del Centro.” (id. p. 262/263)

 

Sabemos, por el hermano Avit (Anales) que “a pesar de ser activo y valiente, al hermano Juan Bautista le gustaba mucho dormir.” (Cf. Amphiloque, p. 75)

 

 

 

Su rica personalidad, el hermano Juan Bautista la pone totalmente al servicio de Marcelino y de su obra.

 

Desde su llegada a La Valla, su corazón está cautivado por le padre Champagnat (Cf. Vida, edición de 1989, p.99/102). Se deja formar por él y permanecerá siempre a su entera disposición. Se puede afirmar que el hermano Juan Bautista fue un hijo predilecto del Fundador y que nunca lo decepcionó. Después de la muerte del padre, el hermano va a desempeñar un papel decisivo en el desarrollo y afianzamiento del Instituto por su oficio de Asistente y por los libros que compone. Publicada la “Vida” en 1856, el hermano Francisco, Superior general, escribe: “que la obra hacía revivir al Fundador entre sus hermanos” (Circular del 6 de enero de 1857), y el hermano Luis María: “gracias al espíritu ponderado del hermano Juan Bautista y a su sólida alimentación espiritual, el venerado Padre ha sobrevivido a sí mismo durante treinta y dos años en un Asistente que continuó y perfeccionó su obra…¿No es acaso, para nosotros, como un segundo fundador?” (Circ. Vol. IV, p.250) Y añade, un poco más adelante: “El hermano Juan Bautista tuvo una misión muy especial en el Instituto: la de constituirlo y completarlo.” (id. p. 279)

 

 

 

Sufrimientos físicos y morales.

 

 

 

La salud del hermano Juan Bautista nunca fue buena. Se vio obligado a seguir un régimen muy estricto: “Por la mañana, un poco de chocolate, sin pan ni nada más; durante el día, unos caldos de hierbas, siempre sin pan; y, por la tarde, a las cuatro y media, una especie de cena en que, cualquiera que sea el plato servido, no tomaba ni siquiera la mitad, y, en los últimos años, la cuarta parte de la comida ordinaria de un hermano.” (id. p. 281) Y el hermano Luis María cita largamente una carta del hermano Asistente, escrita desde el Hermitage el 2 de enero de 1871, donde leemos: “No voy a esconderle que, frecuentemente, y puedo decir cotidianamente, me hice fuertes reproches sobre este punto capital: el aburguesamiento de las comunidades. Mis enfermedades me forzaron a seguir un régimen que, a pesar de lo triste y duro que es para mí, no es de buena edificación para los demás… Según el buen deseo que tuve muchas veces, hubiera tenido que presentar mi dimisión y condenarme a la enfermería, hace veinticinco años. Llevaré hasta la muerte el pesar de no haberlo hecho…” (id. p.280/283) “Muy a menudo, escribe le hermano Luis María, el hermano Francisco y yo tuvimos que rechazar este mismo pensamiento que nos expresaba de viva voz, y repetirle que tenía la obligación de seguir, y nosotros de obligarle, el único régimen que le permitía vivir y realizar una labor indispensable para el Instituto: labor que sólo él, sólo él, podía hacer.” (id. p. 280)

 

“Sí, queridos hermanos, he tenido a bien revelarles aquellos misteriosos sufrimientos del hermano Asistente; sin eso, no sería bien conocido; aquí tenemos, se puede decir, el aspecto más hermoso y meritorio de su vida.” (id. p. 283)

 

 

 

Al servicio del Instituto.

 

 

 

El rápido desarrollo del Instituto a partir de los años 1850-1860, no se realizaba sin traer problemas serios de formación de los hermanos. Después de un año de noviciado, a veces menos, el joven profeso era destinado a una escuela para continuar formándose bajo la guía del hermano director, haciendo al mismo tiempo la cocina comunitaria. Se comprende la importancia del acompañamiento de los hermanos jóvenes y de los directores. El hermano Juan Bautista escribió centenares de cartas a estos destinatarios privilegiados, a menudo contestando sus propias cartas ya que dichos hermanos debían escribir regularmente – cada dos meses – al Asistente. Tarea inmensa y abrumadora que cumplió con gran fidelidad. En un texto poco conocido “Principios del hermano Juan Bautista”, leemos como trigésimo y último principio: “Cuando se han escrito ocho o diez cartas en un día, hay que parar, porque no se haría entonces sino repetirse y no se haría nada bueno. Hay que abandonar esa ocupación y volver a proveerse en los estudios o la meditación.”

 

En su extensa correspondencia, el hermano Juan Bautista se muestra siempre comprensivo y bueno a la par que firme y exigente cuando hace falta. Uno de sus pensamientos expresa cómo imaginaba su delicada tarea. Escribe: “La conducta de las almas es un asunto de prudencia, de moderación, de sabios miramientos, de delicadas precauciones, de atenciones benévolas y honrados procedimientos.” (Amphiloque, p. 89)

 

El estilo de sus cartas es, muchas veces, lleno de imágenes y pintoresco. He aquí un extracto de carta a un joven de Saint Paul: “…Si los santos no han sido siempre geniales, todos fueron hombres de gran sentido práctico, hombres de “cabeza cuadrada”, calmosos; hombres de carácter, de voluntad… Como votos de feliz año nuevo (para felicitarle el Año nuevo), le deseo, querido hermano, una “cabeza cuadrada” y de piedra, no de San Restitut, sino de granito…” Y el hermano Amphiloque explica: “La piedra de San Restitut, de las canteras de Saint-Paul-3-Châteaux, es una piedra blanca y muy tierna que se deshace fácilmente.” (id. p. 60)

 

El mismo hermano Amphiloque transcribe la carta del hermano Fuscien, animado por el hermano Asistente, a pesar de su malformación (era jorobado), y que prestó buenos servicios a la Provincia de St Paul, de 1856 a 1912. También saca copia de la carta del hermano Térence, que presenció la fusión de 1842: “…Por falta de candidatos, el Señor Mazelier no había podido establecer convenientemente un noviciado de formación, lo que hizo más pesada la tarea del querido hermano Juan Bautista para formarnos… Para la historia, doy mi caso como ejemplo del estado de las cosas en aquel tiempo. Me presento en Saint Paul en 1842, año de la fusión. Tenía trece años y medio; el personal era muy reducido en número y heterogéneo. Éramos seis novicios, jóvenes hermanos o postulantes, confiados a un profesor encargado de hacernos recitar la lección de catecismo, el Evangelio de la semana, y de darnos clase de ortografía y cálculo, mientras que el hermano Juan María, Director, encargado de transformar en Maristas todos los hijos del Señor Mazelier, bregaba como podía para arreglar las cosas. Nos veía de vez en cuando en particular, vigilando e instruyendo a su comunidad religiosa.

 

Cuatro meses después de mi toma de hábito, es decir con once meses de preparación, fui destinado a  una escuela, encargado de la cocina y luego de la clase de párvulos. Después, fui responsable de la primera clase, cuya preparación me capacitó para aprobar el examen del Brevet elemental. Todo ello originó mi nombramiento para las temibles funciones de Director, cuando sólo tenía dieciocho años y once meses de preparación!...

 

Así es como caí en las manos del querido hermano Juan Bautista. A partir de esta época comenzó la serie de mis cartas con él, hasta el fin de su vida… En las condiciones en que nos encontrábamos entonces en el Mediodía, ¡cuánta paciencia, atención y prudencia necesitó el querido hermano Juan Bautista en sus cartas para moldear, instruir, animar a candidatos de tan escasa formación! Y ¡qué admirable ha sido en una tarea tan dura y difícil! ¡Qué maestría, qué tacto para tratar con tino a todos, sin dejar de cortar en carne viva pero sin herir, sabiendo disimular cuando era necesario para reavivar la mecha humeante!...Había llegado a adueñarse de los corazones, teniendo sobre nosotros un ascendiente del que nos gloriábamos…” (id. p. 81/83)

 

Otros testigos confirman: “Tenía el don maravilloso de consolar, animar, levantar, fortalecer…Nadie salía de su habitación, escribe el hermano Anatole, sin salir animado, gozoso y con nuevas ganas de mejorar.” (id. p. 88)

 

La siguiente cita del hermano Amphiloque traduce su admiración de la obra del hermano Juan Bautista: “Por sus cartas, tan numerosas, tan variadas, a menudo tan originales, tan llenas de imágenes, siempre tan sensatas, tan tiernas, tan afectuosas, tan francas, tan paternas y, a veces, cuando era necesario, tan fuertes, tan amenazadoras, tan terribles, consiguió formar e instruir a los hermanos, encariñarles con su vocación, transmitirles el espíritu del Instituto y, por fin, hacerles hombres y santos.” (id. p. 89)

 

Unas páginas antes, nombra a los hermanos formados por el hermano Juan Bautista: Urbano, Ribero, Niceto, Eliseo, Nivardo, Nestor, Félicité, etc…” (id. p. 77)

 

 

 

También declara: “La paternal solicitud del querido hermano Juan Bautista para con los hermanos jóvenes estuvo siempre viva. Se obligaba a defenderlos, incluso contra sus directores, cuando la justicia y la razón lo pedían.” (id. p. 210)

 

Tal cita da a entender que algunos directores no cumplían correctamente con su deber de formadores de los hermanos jóvenes. El hermano Juan Bautista sabía entonces llamarlos al orden con firmeza. He aquí lo que contestaba a un director que le pedía el cambio de sus dos hermanos jóvenes: “…Quitarlos, quitarlos, es fácil de decir. Pero si cada vez que una cabeza “canta” se la cambia de sitio, al final del año habrá molestado a veinte escuelas. Y cinco o seis cabezas de esta índole bastarían para poner a la Provincia en “ebullición” y movimiento perpetuo. Hay que ir, pues, lentamente en tales asuntos. Tengamos paciencia los dos. Trabajemos de común acuerdo para que estas cabezas que ahora son “redondas” se vuelvan “cuadradas”; será mejor que cambiarlas. Usted ya no es un joven; debe comprender hoy que se necesita formar a los candidatos y no hacerles viajar. Haga, por su parte, lo que pueda hacer un buen Director y yo haré, por la mía, lo que convenga. Si hemos de llegar a un cambio, tendremos por lo menos la satisfacción de haber cumplido con nuestro deber…” (id. p. 252)

 

Escribía a otro que también tenía a dos jóvenes hermanos en su comunidad: “Sea su madre veintitrés horas al día y una hora su padre.” (id. p. 257)

 

El joven hermano Nestor, futuro Superior general, al salir del noviciado, en 1854, fue enviado a Saint-Victor-la-Coste, en el Gard, para hacer la cocina. Su Director se quejó amargamente al hermano Asistente de que el hermanito cantaba mientras trabajaba. El hermano Juan Bautista mandó al “delincuente” una imagen muy bonita, invitándole a cantar más aún, para que nunca la tristeza le ganase el corazón. (Nos Supérieurs, p. 51)

 

El cuidado de la formación de los hermanos directores era una gran preocupación para el hermano Juan Bautista como para el padre Champagnat. Recordemos el sueño del Fundador, contado en la introducción del libro “El Superior perfecto”, y la interpretación del mismo hermano Juan Bautista a petición del Fundador. (Le Bon Supérieur, 1869, pp. V a IX)

 

Una nota del hermano Amphiloque puede aclarar la situación del Instituto en aquel tiempo. “Antes de las Constituciones de 1903, se podía aplazar indefinidamente la profesión perpetua y quedarse, sin límites precisos, con el voto de obediencia que mantenía en la vocación hasta la profesión o hasta que los Superiores se pronunciaran frente a dicha vocación. La mayoría de los hermanos pronunciaban sus votos al quinto año de emitir el voto de obediencia. Otros, sea por escrúpulos, sea por otros motivos más o menos loables, aplazaban indefinidamente la profesión perpetua, con gran daño para la edificación del público y para la vida espiritual del hermano.” (id. p. 276)

 

Me gusta, al terminar, citar dos expresiones pintorescas del hermano Juan Bautista. No quería para él ni para los demás unas “oraciones farfulladas, precipitadas, hechas al vapor.” (id. p. 142) “…Vous frouillez le bon Dieu, cada vez que hacen mal sus oraciones.” (id. p. 132)

 

 

 

La memoria viva del Fundador.

 

Además de su papel de Asistente de las Provincias del mediodía durante 16 años y de Saint-Genis durante 12 años, de su trabajo como formador de los hermanos, especialmente los jóvenes y los directores, el hermano Juan Bautista fue la memoria viva de la obra del Fundador por los libros que compuso. Como él mismo lo recuerda al final del prefacio des las “Biografías”, el padre Champagnat le había pedido ser el cronista del Instituto: “…Le encargó que tomara apuntes de todo lo que pudiera edificar a los hermanos o servirles de regla más tarde.” (p. XX)

 

El hermano Luis María, en la Circular ya citada, enumera los libros del difunto : La vida del padre Champagnat (1856), el Directorio de la Sólida Piedad, los Principios de perfección (1865), El Superior Perfecto (1869), Las Meditaciones (sobre la Encarnación, la Eucaristía, la Pasión), las Biografías (1868), Las enseñanzas espirituales (Avis, Leçons, Sentences) (1868), los documentos del Capítulo general en que participó: las Reglas Comunes (1852), las Constituciones (1853), la Guía de las escuelas (1854). Doce volúmenes por lo menos cuando todo se imprima, escribe el hermano Superior general. (Circ. Vol. IV, p. 256)

 

Hablando de su libro de Meditaciones, el hermano Juan Bautista decía a menudo al hermano Luis María: “Quiero que los hermanos conozcan a Nuestro Señor…” (id. p. 258)

 

Además de los libros que han podido ser impresos, el hermano Juan Bautista preparaba otros que quedaron sin terminar. Tenemos de él un “Tratado sobre la educación” que la casa general de Roma publicó en 1997 bajo el título “Apostolado de un Hermano Marista”. Una serie de meditaciones sobre las grandes verdades y postrimerías, otra serie de exámenes particulares sobre los principales deberes de un buen religioso. Un corto tratado sobre la devoción a la Santísima Virgen que se utilizó en la preparación del libro “María enseñada a la juventud”. Un tratado de cortesía, numerosas conferencias, notas sobre temas religiosos. El conjunto de los manuscritos forma unos cuantos cuadernos cuyo sumario de los capítulos llena 34 páginas de gran tamaño. (Nos Supérieurs, p. 41/42)

 

El hermano Avit admiraba la gran capacidad de trabajo del hermano Juan Bautista quien “a pesar de sus enfermedades, sobre todo en sus últimos años, podía permanecer aún doce horas diarias en su despacho.” (id. p. 43)

 

 

 

El hermano Luis María, en la circular en la que anuncia la muerte del hermano Juan Bautista, pide, al terminar, a todos los hermanos que conocieron al difunto, especialmente a los del Mediodía “pues sólo ellos tuvieron al hermano Asistente en la plenitud de su fuerza”, que redacten “un buen trabajo” y que se lo envíen a él mismo o al hermano Asistente de su provincia, con motivo del próximo retiro, en vista de redactar una biografía más completa del difunto. “Así que, queridos hermanos, cartas, conferencias, avisos públicos, avisos particulares, buenos pensamientos, buenas máximas, chistes, todo lo que tengan del querido hermano Asistente, apúntenlo, apúntenlo con cuidado, aunque que les parezca una cosa mínima. Llegará un día en que se sacará buen partido de todo ello para el bien de todos.” (p. 273/274)

 

Ignoramos en qué medida los hermanos contestaron a dicha llamada y a dónde fueron a parar los documentos enviados. No se puede dudar de que, dada la influencia de la excepcional personalidad del hermano Juan Bautista y la estima de que gozaba, muchos hermanos dieran su testimonio. Probablemente el hermano Amphiloque se sirvió de aquellos testimonios para redactar una biografía, en 1917, primer centenario del Instituto, trabajo pedido, probablemente, por el hermano Stratonique, entonces Superior general. Dicho texto no se publicó, pero hemos podido utilizarlo para ilustrar algunas páginas de esta breve presentación de la vida del hermano Juan Bautista.

 

• En los dos primeros “Cuadernos maristas” (1990-1991), el hermano Paul Sester publicó un trabajo sobre “Jean-Baptiste Furet, biographe de Marcellin Champagnat”.

 

Por el H.  Alain Delorme