Hermano Lorenzo (1793-1851)
El celo por la
enseñanza del catecismo
Juan Claudio Audras nace el 4 de mayo de 1793 en La Valla, caserío del
Péorey, de Juan María, labrador y de Juana María Poyetton, su esposa, ama de
casa.
Tenía nueve años más que su hermano Juan Bautista, hermano Luis, entrado
en el noviciado el 2 de enero de 1817. Juan Claudio ingresa como novicio el 24
diciembre del mismo año en las circunstancias que cuenta el hermano Juan
Bautista. (Cf. Vida, edición de 1989, p. 65-66). Toma el hábito (pantalón negro
y levita negra) el 15 de agosto de 1818. Es el tercer hermano del Instituto. El
cuarto será Antonio Couturier que ingresa el 1° de enero de 1818. El 2 de mayo
del mismo año llega Bartolomé Badard y el 6 de mayo, Gabriel Rivat, futuro
hermano Francisco.
“El bueno hermano Lorenzo pidió durante mucho tiempo el favor de ir a
dar la catequesis al Bessac” escribe el hermano Juan Bautista (Vida, p. 81) y
relata un diálogo entre el Fundador y su discípulo. “Un jueves, como de
costumbre, vino a La Valla a proveerse de alimentos y regresó a Bessac en
compañía del señor Champagnat que tenía que ir a confesar a un enfermo que le
quedaba de camino. Había dos o tres palmos de nieve y los caminos estaban
cubiertos de hielo. El hermano Lorenzo llevaba en un saco un pan grande, queso
y patatas para alimentarse durante la semana. Aunque era fuerte, como los
caminos estaban intransitables, sudaba con el peso que llevaba. El señor
Champagnat, al verlo así, le dijo:
–
Hermano,
qué oficio tan duro el suyo.
–
–
Perdone,
Padre, no es duro, sino agradable.
–
–
No veo qué
gusto puede encontrar en subir estas montañas cada ocho días, pisando nieve y
hielo, con ese peso al hombro y expuesto a caer en un precipicio.
–
–
Tengo la
seguridad de que Dios guía todos mis pasos y recompensará con inmensa gloria
los trabajos y las fatigas soportados por su amor.
–
–
De modo
que está contento de catequizar y dar clase en ese pueblo difícil, llevando,
como un pobre, su pan a cuestas.
–
–
Tan
contento, Padre, que no cambiaría mi empleo por nada del mundo.
–
–
Ya veo que
estima mucho su trabajo. Pero, ¿cree que lo merece?
–
–
No, desde
luego. Estoy convencido de que no soy digno de ir a dar la catequesis a Bessac;
es un privilegio que se me ha concedido por especial bondad de Dios.
–
–
Qué cierto
es cuanto dice. Pero no podrá por menos de admitir que hoy nos ha tocado un día
pésimo.
–
–
No, Padre,
es uno de los más bellos de mi vida.
–
Su rostro brillaba mientras decía estas palabras, y se le nublaron los ojos
de lágrimas de felicidad. El señor Champagnat, emocionado y confortado ante
tanta virtud, pudo, a duras penas, contener las suyas.” (Vida, p. 81-82)
En las “Biografías de algunos hermanos”, en 1868, el mismo hermano Juan
Bautista escribe: “El talante del hermano Lorenzo Audras fue el celo por la
instrucción y santificación de los niños. Ese celo era en él pasión auténtica,
o más bien, virtud noble que no le permitía un momento de descanso. Pasó la
vida entera doctrinando a los niños y enseñándoles a rezar. El jueves era su
día de penitencia, porque no podía dar el catecismo. Repetidas veces confesó
que para él era ese día el más largo de la semana. Cuando le quedaban pocos
meses de vida, abrumado de achaques, aún pedía que le enviaran a recorrer el campo
e inclusive a misiones extranjeras, para instruir a los ignorantes y dar “a
tantos pobres niños”, como él decía, ocasión de conocer, amar y servir a Jesús,
que murió por salvarlos.” (Biografías, p. 44)
En la Vida del Fundador el biógrafo narra un “fioretti”, revelador del
ambiente que reinaba entre Marcelino y sus hermanos.
“Una vez, al terminar la meditación, el Padre le preguntó al hermano
Lorenzo cómo había empleado el tiempo. El buen hermano le respondió con una
encantadora sencillez:
–
Ha acertado
usted, Padre; sin duda, Dios le ha inspirado que me pregunte para castigarme,
pues hoy no he hecho nada, porque me olvidé del tema de la meditación. Sin
embargo, para ocupar provechosamente el tiempo, se me ocurrió imaginarme a san
Juan Francisco Regis postrado noches enteras a la puerta de las iglesias para
adorar a Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento. Me pasé el tiempo,
contemplando al santo en esa actitud. Y me dije; “Ése sí que no olvidaba el
tema de la meditación, pues le ocupaba toda la noche, mientras que yo no tengo
ni para unos minutos.
–
–
Está bien,
hermano Lorenzo – le dijo el Padre – , así debe hacer cada vez que lo olvide.”
(Vida, p. 320-321)
–
El hermano Lorenzo sustituye a su hermano Luis, en la escuela de
Marlhes, en 1820. En los Anales de esta escuela, el hermano Avit escribe: “El
celo del hermano Lorenzo para catequizar a los niños continuó aquí como en
otros sitios; cada domingo, con una campanilla en la mano, iba a congregar a
los niños de los caseríos apartados y ponía todo su gozo en instruirlos en la
religión. Sin embargo, bajo su dirección y a causa de una bondad demasiado
grande, la disciplina se relajó y el número de los niños disminuyó
considerablemente.” (Répertoire de las Cartas, Roma 1987, p.316)
En noviembre de 1822, el padre Champagnat le manda como director de la
escuela de Tarentaise, fundada por el párroco Préher. Allí, nos dice el hermano
Avit, “preparaba él mismo su pobre alimento, dormía en el dormitorio de los
latinistas y daba clase en un hórreo.” Los jueves y domingos, seguía
catequizando en Le Bessat.
En 1823, está en Vanosc (Ardèche). De 1826 a 1838, en Mornant (Ródano),
de director. En 1839, le encontramos en Chavanay. “Allí, escribe el hermano
Avit, hacía la cocina y la clase de los párvulos en la que, según cuentan
algunos ancianos, se dormía a menudo. Lo creemos fácilmente, pues era muy
sanguíneo y la clase le debía resultar penosa.” (Anales de Chavanay) El párroco
Gauché escribe para pedir el cambio del hermano. El hermano Francisco le
contesta en nombre del Fundador.
En 1840, el hermano Lorenzo toma la dirección de Saint
Julien-Molhesabate. El 27 de enero de 1842, escribe al hermano Francisco para
darle algunas noticias: “Desde Navidad, nuestras montañas están cubiertas de
nieve; mis pobres niños no pudieron atender la escuela. Sólo vinieron los
mayores. Los buenos hermanos que están conmigo están bien. Este pobre zopenco
ya no aguanta más. Esos últimos días, creía que me moría, pero desgraciadamente
estoy mejor…” (Répertoire, p.320)
Al final del mismo año, el 26 de diciembre de 1842, vuelve a escribir al
hermano Francisco: “Querido Hermano Superior, Vd. me había dado a esperar que
me dejaría ir a catequizar a los niños de la diócesis de Angoulême. ¡Oh! Le
ruego que me deje ir cuanto antes. Sólo necesito un catecismo y una campanilla.
Me parece oír a esos pobres niños que me dicen: “¡Ah! Si conociéramos a ese
gran Dios que nos ha creado, que ha dado su vida por nosotros, le serviríamos
mejor que nuestros desgraciados padres… Me parece que nuestra buena Madre me
pide este sacrificio. Todo sea para Ella. ¡Ah! Quién pudiera ganar a los niños
para que amen y sirvan a esta Gran Reina, sí, sería ganarlos a Jesús…” (Id.)
El hermano Lorenzo se queda en el Hermitage después del retiro de 1848.
Allí muere, el 8 de febrero de 1851, a los 58 años. El hermano Juan Bautista
escribe: “Antes de morir, decía el hermano Lorenzo al Hermano Superior que se
disponía a salir hacia París para activar los trámites de la autorización: “No
se preocupe; cuando esté arriba con el padre Champagnat, ya verá cómo
arreglamos el asunto entre los dos.” (Vida, p.267) Y añade: “La piedad y la
virtud de aquel buen Hermano eran suficientes como para hacernos pensar que tal
pensamiento le había sido inspirado por Dios para hacernos palpar la protección
evidente que íbamos a recibir de nuestro piadoso Fundador en esta coyuntura.
(Id.)
Sabemos que la autorización legal del Instituto fue otorgada el 20 de
junio de 1851.
El hermano Francisco, en su circular del 3 de julio de 1851 que
anunciaba la muerte del hermano Lorenzo, escribe:
“Ven, queridos Hermanos, que nuestros ancianos se van, los que el padre
Champagnat había formado y que tenían plenamente su espíritu, el espíritu
primitivo de la Sociedad: en menos de un mes hemos perdido a los dos más
ancianos de la comunidad (el hermano Lorenzo y el hermano Antonio Couturier,
muerto el 7 de marzo en Ampuis). Pidamos a Dios que el espíritu de estos buenos
hermanos viva y se perpetúe entre nosotros, su piedad sencilla y sincera, su
celo por la enseñanza del catecismo, su amor a la pobreza y a la sencillez, a
la regla y usanzas del Instituto, su dedicación a todos sus intereses, su
respeto, su sumisión y apego a los que tienen que guiarlo. Es cierto que estas
virtudes brillaron, de modo particular, en los buenos hermanos Lorenzo y
Antonio cuya muerte les anunciamos…
En la casa, el hermano Lorenzo tomaba interés en todo, cuidando de las
cosas más pequeñas; a pesar de sus dolores, no podía quedar ni un rato sin
hacer nada, ni perder los ejercicios comunes… Su espíritu de pobreza era
perfecto, su sencillez admirable, y con esto tenía una piedad suave y amable
que agradaba a todos. Nos gustaba oírle, durante el recreo de la noche,
regocijar a todos los hermanitos reunidos a su lado cantándoles antiguos
cánticos, tan sencillos y tan hermosos, recordando el tiempo de antaño y el
viejo lenguaje, y que cantaba con voz suave, pero temblorosa y cascada. El
querido hermano Lorenzo nos recordaba al buen hermano Damián, al buen hermano
Doroteo y a todos aquellos ancianos que estuvieron al nacimiento de la Sociedad
y que, casi todos, tienen un sello particular de sencillez, de humildad, de
espíritu de mortificación y de pobreza, de entrega al Instituto y de celo por
la enseñanza de la religión. Murió, lleno de calma y de resignación, rezando a
Dios continuamente y dejando de mover los labios al rezar sólo para dejar de
respirar.
Son verdaderos hermanos de María y debemos absolutamente hacerlos vivir
de nuevo en la Sociedad, imitando sus virtudes y conservando su espíritu.
El buen hermano Antonio ha sido, también, uno de los discípulos más
fieles de nuestro piadoso Fundador. Se quedó en la brecha hasta sus últimos
momentos; murió en la escuela de Ampuis que dirigía desde varios años. Su
última enfermedad sólo duró ocho días; ustedes saben que sufría de fuerte
opresión.” (Circ. Vol. II, p. 71-73)
El hermano Juan Bautista, en las Biografías, dice del mismo hermano: “El
hermano Antonio, siempre recatado, siempre sencillo, caminaba hacia Dios por la
senda de la humildad. “Nada puedo – decía – , nada soy; pero toda mi confianza
está en Dios; su gracia puede hacer de mí un buen religioso; ante él me humillo
y lo espero todo de su divina bondad.” (Biografías, p. 44) El biógrafo no da
otros detalles de la vida del hermano Antonio Couturier, cuarto hermano,
entrado en el noviciado de La Valla el 1° de enero de 1818.
Había nacido el 18 de junio de 1800, en el caserío llamado “Le Coin”,
municipio de La Valla.Tomó el hábito el 15 de agosto de 1818, conservando su
nombre de pila. Es compañero del hermano Luis cuando se abre la escuela de
Marlhes en 1818. Allí permanece hasta 1822 cuando el Fundador retira a los
hermanos. En 1826, con el hermano Dominique, sigue al señor Courveille en su
fundación de Saint-Antoine (Isère). Vuelven al Hermitage poco tiempo después.
El hermano Antonio dirige la escuela de Millery entre 1830 y 1840. Tiene éxito
en su labor. En 1840 se traslada a Ampuis donde permanece hasta la muerte. (Cf.
Répertoire, p. 45-46)
Por el H. Alain Delorme