Los Hermanos Casiano
(1788-1858) y Arsenio (1783-1863)
La fidelidad a la
gracia
Los nombres de estos dos hermanos van asociados en una misma biografía.
De hecho, el hermano Juan Bautista, el biógrafo, sólo esboza la figura del
hermano Arsenio. Estos dos hermanos, trabajaron juntos muchos años, antes de
ingresar, en 1832, en el Instituto de los Hermanitos de María.
Su itinerario hacia la vida religiosa pone de manifiesto ciertos
aspectos de la personalidad del padre Champagnat, particularmente su tacto y su
prudencia en el acompañamiento de las personas.
Luis Chomat, que será el hermano Casiano, nace el 2 de septiembre de
1788, en Sorbiers, cerca de Saint-Chamond (Loira). No conoce a su madre y muere
su padre cuando tenía diez años. Es el tiempo del Terror revolucionario y el
párroco de Sorbiers ha prestado juramento a la constitución civil del clero. El
tutor del joven Luis es un cristiano ejemplar que esconde en su casa a un
sacerdote refractario. El niño es catequizado por este sacerdote que le enseña
también la lectura, la escritura, y lo prepara a su primera comunión que hace
el 25 de abril de 1801.
El adolescente vive libremente por un tiempo pero pronto se decide a
llevar una vida cristiana gracias a los consejos de una virtuosa tía que le
anima en consagrarse a la santísima Virgen y le dirige hacia un sabio confesor,
el Sr. Dervieux, párroco de San Pedro en Saint-Chamond. Un jesuita, el padre
Marion, lo recibe en la cofradía del Escapulario. Luis se encuentra bajo la
protección de Nuestra Señora. El Sr. Dervieux le propone un programa de vida en
siete puntos:
1) acordarse de la presencia de Dios;
2) luchar contra el amor propio;
3) nunca volver sobre el pasado perdonado (guerra a los escrúpulos);
4) ser luz ante los hombres;
5) huir del pecado venial, pero quedarse en paz en cuanto a las faltas
cotidianas de debilidad;
6) considerar el ministerio del catequista-maestro como una gracia de
gran precio;
7) no desanimarse frente a las penas de dicho ministerio. Cristo salvó
en mundo por la cruz.
Durante ocho años, de 1812 hasta 1820, Luis Chomat fue acompañado por el
Sr. Dervieux. Con su aviso, abrió la escuela de Sorbiers en 1815. Había pensado
ingresar en el Instituto de los Hermanos de las Escuelas cristianas, pero renunció
por razón de salud. No acepta, por no sentirse llamado a tal obra, la dirección
de los niños del hospicio de la Caridad, en Saint-Chamond, que le propone el
Sr. Dervieux. Esta obra, más tarde, fue confiada a los hermanos maristas.
Después de dos años de frecuentes relaciones con le Sr. Rouchon, párroco
de Valbenoîte en Saint Étienne, que quiere fundar una congregación de hermanos,
Luis Chomat se disponía en trasladar sus muebles para unirse con él, en 1820.
Los habitantes de Sorbiers le obligaron a renunciar y a quedarse con ellos.
No pudiendo dirigir solo sus numerosos alumnos, acepta la oferta de
Cesáreo Farol que quiere compartir su faena. Escribe el hermano Juan Bautista:
“Era providencial el encuentro de estos dos hombres. Parecían haber nacido para
vivir juntos; tenían el mismo carácter y mentalidad, las mismas aficiones.
Conocerse y amarse como hermanos fue un todo.” (Biografías, p.164) Durante casi
veinte años, hicieron bolsa común y vivieron juntos. Todos los chicos de la parroquia
y no pocos jóvenes de los pueblos limítrofes acudían a su escuela.
“Ahora bien, añade el biógrafo, cuando así estaban trabajando por la
gloria de Dios, el padre Champagnat había sentado la base de su Instituto y la
fama de sus virtudes cundió por todas partes. Deseosos de conocer a un hombre
que la opinión pública calificaba de santo, los dos maestros tan religiosos de
Sorbiers fueron a visitarle a La Valla. La impresión de la charla que tuvieron
con él y de cuanto vieron de la vida de los hermanos, fue sencillamente
maravillosa. Con frecuencia, desde entonces, volvieron a consultar al venerado
padre, confesarse con él y, bajo su dirección, hacer le retiro anual.” (Id. p
165). Era en 1822.
Luis Chomat escribía, de vez en cuando, al padre Champagnat para pedir
su aviso y consejos. Al citar algunos extractos de las respuestas del padre, el
biógrafo añade: “El venerado padre, que no solía anticiparse a la gracia y sólo
pretendía fomentar la acción de ésta en las almas de sus dirigidos, instruyó a
aquellos dos jóvenes (sic), les dio orientaciones y los formó en el más alto
grado de virtud durante diez años, sin insinuarles ni una sola vez la solución
de entrar en el instituto, aunque estaba totalmente convencido de que acabarían
por ingresar.” (Id. p 166)
Efectivamente, Luis Chomat pidió entrar en la congregación. Sin embargo,
una cosa le preocupaba: la promesa que había hecho de dar clase durante toda su
vida a los niños de su parroquia. El padre Champagnat le libró fácilmente de su
inquietud diciéndole: “Ya que la divina Providencia le llama a esta
congregación, lo arreglaremos todo para que continúe su labor pedagógica.’ (Id.
p 167)
“Cesáreo Farol – ya lo hemos dicho – compartía todos los sentimientos de
su colega. Así pues, tras larga preparación, que para ellos tuvo lugar de
noviciado, fueron al retiro anual del Hermitage y, al concluirlo, revistieron
el hábito religioso. A Luis Chomat se le dio el nombre de Casiano, y a cesáreo
Farol el de Arsenio. Al reanudarse el curso escolar, el padre les envió dos
hermanos jóvenes y nombró director de la comunidad al hermano Casiano, que
siguió al frente de la escuela como si no hubiese pasado nada.” (Id. p 167)
El texto que sigue puede sorprendernos porque sabemos la estima profunda
de los habitantes de Sorbiers para con Luis Chomat y cómo le habían impedido
trasladarse a Saint Étienne a casa del padre Rouchon. Sin embargo, el hermano
Juan Bautista escribe: “…La gente de Sorbiers criticaba el paso que Luis Chomat
acababa de dar. Las autoridades le negaron la protección y subsidios que venían
concediéndole y no quisieron ya saber nada de su escuela. Las vejaciones
llegaron a tal punto que el padre Champagnat se vio obligado a suprimir el
centro y retirar a los hermanos. (Id. p 168)
Sabemos que esto ocurrió en 1837. El alcalde protestó vivamente contra
la supresión de la escuela. La larga respuesta del hermano Casiano nos permite
comprender mejor la situación. Escribe el hermano: “Señor Alcalde, en su carta
del 18 de octubre, Vd. parece sorprendido de mi intención de dejar el municipio
de Sorbiers… Su sorpresa me extraña. Parece que Vd. se ha olvidado totalmente
de las dificultades de nuestra situación en estos últimos tiempos… Parece que
nadie le ha hablado de nuestras aulas demasiado pequeñas y con techo muy bajo,
en las que maestros y niños respiran continuamente un aire malsano e impuro, en
donde la salud de unos y otros peligra cada día más. Es la pura verdad que este
año no me podía sentar y que para dejar sitio a mis alumnos me veía obligado a
dar clase de pie, apoyado sobre una pequeña cómoda. Quizá Vd. encontrará
algunas personas para decir que hacía falta despedir a los internos.
Pero ¿cómo hubiésemos podido subsistir sin ellos? Lo que pagaban los
niños, sumado con los 200 francos del municipio, difícilmente alcanzaba 600
francos. ¿Se podía, con esto, alimentarnos, mantener el mobiliario, hacer
reparaciones, pagar los impuestos?... Vd. habla de mi dedicación al municipio
de Sorbiers; creo, Señor Alcalde, que lo hace con toda razón. Durante casi treinta
años, no recuerdo haberme echado atrás frente a cualquier sacrificio, haber
temido la fatiga cuando se trataba de ser útil a la gente. Cuando mis fuerzas
empezaron a disminuir, temiendo que la obra no se mantenga, ingresé en una
congregación de maestros para que pudieran llevarla adelante después de mí…”
(Répertoire, p 117/118)
“Al no poder ya entregarse a todas las austeridades y prácticas devotas
que antaño se había impuesto, apréciale que la vida religiosa era menos
perfecta que la suya anterior, cuando estaba completamente libre. La regla se
le hacía excesivamente fácil y muy imperfectos los hermanos.
De viva voz y por escrito, dio a conocer al padre Champagnat las ideas
que cruzaban por su mente y el profundo pesar que sentía. Las respuestas que le
dio son admirables y le consagran definitivamente como experto director de
almas.
El padre Champagnat le invitaba, por ejemplo, a descubrir las calidades
de los hermanos jóvenes. Le escribía: “Aun los hermanos jóvenes, que se le
antojan tan imperfectos, tienen casi todos un rico caudal de virtudes. Yo que
los conozco, me quedo a menudo admirado a vista de sus esfuerzos en la lid
contra las pasiones y ante el afán que tienen de vivir el espíritu de su
vocación…” (Id. p 169)
Y el Fundador añadía con un toque de humor: “Por lo demás, hermano mío,
si no encuentra entre nosotros modelos que le den plena satisfacción, mire a la
Virgen y tómela por modelo; su vida y virtudes son la regla principal de los
hermanos.” (Id. p 170) Amén de estas enseñanzas, el padre Champagnat le envió
el hermano Buenaventura, maduro de virtud, aunque todavía no era profeso. Fue
para el hermano Casiano motivo de edificación maravillosa, dándole además
ocasión oportunísima de humillarse. Poco tiempo después, escribía: “La virtud
del hermano Buenaventura me avergüenza y saca a la luz del día mis defectos. No
pudo hallar remedio mejor para cura de mi necia vanidad y del engaño en que
vivía.” (Id.)
“Las enseñanzas del venerado padre produjeron en el hermano Casiano un
efecto maravilloso; hicieron desaparecer sus prejuicios, disiparon todas las
ilusiones de que el demonio le había llenado la cabeza y le curaron para
siempre de tales tentaciones. Por lo demás, era un religioso excelente, de
corazón y fondo naturalmente inclinados a la indulgencia, a la bondad y
compasión ante las flaquezas del prójimo. Siempre y en todos los puestos en que
la Providencia le colocó, se le vio usar para con todos, y especialmente con
los flacos en virtud, de extrema indulgencia.
Al salir de Sorbiers, fue nombrado director del internado de la
Grange-Payre. El hermano Arsenio le acompañó, y como siempre se le habían dado
muy bien los trabajos manuales, quedó al frente de todo lo relativo a la
huerta, al ganado y a las provisiones de la cocina. En este humilde empleo,
fueron notables su amor al trabajo, el orden perfecto que hacía reinar en todas
partes, la modestia y el recogimiento que observaba de continuo; la bondad de
carácter, la amabilidad con los hermanos, la caridad con el prójimo, el afán de
servir y complacer a todos. Los mismos alumnos admiraban su piedad y virtud. Le
tenían tal veneración que sólo le llamaban “el Santo”. (Id. p 172)
Habiendo escrito esta alabanza de la vida del hermano Arsenio, el
biógrafo no vuelve a hablar de él. Por otra parte, sabemos que Cesáreo Farol
había nacido el 10 de noviembre 1783 en Fontanès, municipio de Saint Héand
(Loira), hijo de Claudio y de Claudina Meiller. Después de la Grange-Payre, se
retiró en el Hermitage, luego en Saint-Genis-Laval donde murió el 19 de mayo
1863. (Cf. Répertoire, p 56)
“En la Grange-Payre, igual que en Sorbiers, el hermano Casiano se dio
con todo el ardor de su celo a la instrucción y educación cristiana de los
niños. Bendijo Dios su labor, y la disciplina, el orden, el buen espíritu, la
piedad, florecieron en aquella casa, dándole un matiz y sello religioso que no
había tenido hasta entonces.
El padre Champagnat, que le visitaba con frecuencia, quedó muy
complacido… Le eligió para dirigir el noviciado de Vauban y le acompañó
personalmente para la inauguración de dicha casa, que tuvo lugar el día de la
Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre
de 1839. En la Vida del Fundador, el hermano Juan Bautista cuenta la fundación
de dicho noviciado y cita las palabras del padre al hermano Casiano: “Recuerde,
Hermano, que somos hijos de Belén, Hermanitos de María; conserve cuidadosamente
en su persona los sentimientos que tendrían Jesús y María en e establo de Belén
y en la pobre casita de Nazaret y esfuércese por inspirárselos a los novicias.”
(Vida, p 230, edición de 1989)
La quincena de páginas que terminan la biografía recuerdan las virtudes
que brillaron en la vida del hermano Casiano. Su fidelidad a la regla, aun en
las cosas menudas, comprendía:
1)
Evitar las
faltas leves y las mismas imperfecciones…
2)
3)
Fidelidad
a los detalles de la regla…
4)
5)
Puntualidad…
6)
7)
Amor a
Jesús. Un alumno da su testimonio: “Estaba él en Sorbiers cuando ingresé allí
de interno; tenía yo entonces ocho años y medio. Éramos unos veinte pupilos en
la casa y asistíamos a clase con los demás rapaces de la villa. Soy testigo de
que le teníamos todos, igual que al hermano Arsenio, digno colega suyo, la
mayor estima. Los teníamos por santos. Era imposible que los internos, testigos
de todas sus acciones, hubieran podido pensar de otro modo.” (Biografías, p
174)
8)
9)
Agradecimiento…
Aseguraba que el recuerdo de los beneficios de Dios era lo que más le
conmovía…(Id. p 177)
10)
A continuación, el hermano Juan Bautista transcribe una nota personal de
retiro donde el hermano Casiano escribía el memorial de las gracias insignes
recibidas del Señor:
• su bautismo, el 2 de septiembre de 1788;
• el abandono de la iglesia cismática para ingresar en la iglesia
católica, el 15 de diciembre de 1800;
• su primera comunión, el 25 de abril de 1801;
• su “conversión total”, por la influencia de su virtuosa tía;
• la imposición del santo escapulario, el 15 de mayo de 1814;
• la llegada de Cesáreo Farol, su colega, el 15 de noviembre de 1815;
• su confirmación en la parroquia de San Pedro en Saint-Chamond, el 17
de julio de 1816, conferida por monseñor Dubourg, obispo de la Nueva Orleáns;
• su ingreso en la congregación de los hermanos maristas en la fiesta
del Rosario (1832). “Había pedido el nombre de Casiano para tomar de modelo y
protector al mártir san Casiano, muerto por sus propios alumnos…”;
• su profesión religiosa, en 1834, también el la fiesta del Rosario;
• “La décima gracia insigne es múltiple: comprende varios favores
especiales y algunos casos de visible protección de la Providencia divina…
Finalmente, puedo afirmar con san Bernardo que Dios me colma de beneficios. El
agradecimiento, por consiguiente, es para mí deber sagrado, dulcísimo
obligación, pues no hay oraciones ni sentimientos que me consuelen más que la
acción de gracias.” (Id. p 179)
6) Caridad con el prójimo. “Me gusta ser maestro – decía – porque ese
oficio supone caridad: uno está en él ocupado de continuo en servir y ayudar al
prójimo. Después de ese oficio, el que me gusta más es el de enfermero, porque
también aquí uno se entrega al prójimo.” (Id. p 180) Y añade el biógrafo:
“Sacrificó gran parte de su vida en esos dos empleos. En Sorbiers y en la
Grange-Payre, aunque tenía clase, cuidaba de los alumnos enfermos; si era
preciso, pasaba la noche a su cabecera, y preparaba los medicamentos que el
doctor había recetado. En Vauban tomó en exclusiva las funciones de enfermero.”
El hermano Juan Bautista transcribe a continuación unas notas
espirituales del hermano Casiano: “Las doce reglas de la caridad sacadas de la
Biblia.” Dos proceden del Antiguo Testamento y diez del Nuevo. (Id. p 180-183)
7) Mortificación. “Su espíritu de mortificación lo abarcaba todo… Antes
de profesar, se despojó de todo sin la menor reserva. Con sus ahorros de
veinticinco años, había conseguido acumular una fortuna de veinte mil francos.
Los entregó incondicionalmente al instituto.”
En Saint-Genis-Laval, sus últimos días fueron de sufrimientos horribles,
pero los soportó con resignación y paciencia aún mayores. Dejó tal perfume de
santidad, que diez años después, el médico de cabecera decía: “He visto en ese
hermano virtud tan heroica y ejemplos tan sublimes que, en mi opinión,
bastarían para canonizarle.”
A los setenta años de edad, el 18 de febrero de 1858, durmióse en el
Señor, con la invocación del dulce nombre de Jesús y de María en los labios.
N.B. En tres cartas del padre Champagnat al hermano Francisco, el
hermano Casiano va nombrado con la función de Visitador, en Millery (C. 169),
en Valbenoîte y en Neuville-sur-Saône (C. 172). En la carta del 24 de febrero
de 1838, el Fundador escribe: “Apruebo sin reservas los viajes del Hno.
Cassien. Que Dios le dé el valor y la salud necesarios para tan buena obra.”
(C. 174)
Por el H. Alain Delorme