Hermano
Sylvestre (1819-1887)
Jean-Félix Tamet, nace el 12 de
enero de 1819, en Saint Etienne (Loira), en el barrio de Valbenoîte.
Entra en el noviciado de Nuestra
Señora del Hermitage el 12 de marzo de 1831 y toma el hábito el 15 de agosto del
mismo año, con el nombre de Sylvestre (Cf. Frère Sylvestre raconte Marcellin
Champagnat, Rome 1992, p. 296). Primeros votos el 8 de septiembre de 1832, por
tres meses. Los renueva el 11 de mayo de 1833 por seis meses. Su carácter
travieso y su juventud explican la cautela del Fundador (Cf. AAFA, pp.
105-108). En 1836, emite los votos por tres años y hace profesión perpetua el
13 de septiembre de 1843 : tiene 24 años.
1833 : es cocinero en Ampuis
durante dos meses.
1835 : da clase en Marlhes, luego
en Vienne y La Côte Saint André, donde recibe una carta del Padre Champagnat
(Carta 158, del 25 de noviembre de 1837). Sufre con éxito las pruebas del
examen del Brevet en Grenoble (1839).
1840 : tentado con abandonar su
vocación, escribe al Padre Champagnat; éste le contesta por medio del hermano
Luis María que venga a encontrarlo en el Hermitage. Llega el viernes 5 de junio
de 1840, hacia el mediodía. El Padre está muy mal : lo acoge sin poder
pronunciar una palabra. El hermano Sylvestre tiene que regresar en seguida a La
Côte Saint André. Al despedirse, el hermano Luis María le declara : “El Padre
Superior, en su lecho de muerte, me ha dicho que le diga que le creía
perfectamente en su vocación” (Frère Sylvestre raconte Marcellin Champagnat,
Rome 1992, pp. 214/215). El hermano Francisco le confirmará más tarde las
palabras del Padre y Sylvestre quedará firme en su vocación.
1843 : en agosto, el hermano Luis
María le escribe que venga pronto al Hermitage para dar clase a los hermanos
que preparan el Brevet en La Grange-Payre, cuyo internado se había cerrado.
Episodio del “Cuadro de Honor”. (Cf. Bulletin de l’Institut; T. XXIII, n° 176,
pp. 667-669).
Sylvestre se encuentra luego en
Saint Genis-Laval, como director de la “Spéciale”. El hermano Avit escribe : “
Aquel año (1881), los ancianos de la casa-madre celebraron las bodas de oro del
hermano Sylvestre con un pequeño “extra” en la comida. Sin más...” Siempre según Avit , “era fumador
empedernido... olía a tabaco a diez metros... Fue un profesor celoso durante
toda su vida, pero su método hubiera podido ser más práctico, más al alcance de
sus alumnos. Le gustaba sobre todo dar catequesis y logró hacerla hasta el
fin.” (Cf. Lettres, Répertoire, p. 478)
Muere en Saint Genis-Laval, el 16
de diciembre de 1887, con 68 años de edad y 56 de comunidad.
En 1886, con motivo de la
introducción de la causa de beatificación del Fundador, el hermano Teófano,
Superior general, pide a todos los
hermanos que tenían recuerdos personales, que los comunicaran, dando su apreciación
sobre la “Vida” escrita por el hermano Juan Bautista. El hermano Sylvestre,
valorando la calidad del escrito del hermano Juan Bautista, escribe también una
vida abreviada indicando las fuentes de los hechos contados. Primero, sus propios recuerdos, habiendo
vivido nueve años bajo la obediencia del venerado Padre. Las charlas con Felipe
Arnaud, sobrino del Padre y carpintero durante años en el Hermitage. Era, dice
Sylvestre, “el confidente del Padre Champagnat en muchos asuntos importantes.
Mis frecuentes contactos con el querido hermano Estanislao, a quien ayudé
durante casi un año... brazo derecho y consolación del venerado Padre...”. De
los escritos del hermano Juan Bautista : “Sé que el Padre Champagnat le
consultaba a menudo porque reconocía su buen criterio... Durante varios años ha
sido mi Asistente y antes de este cargo le ayudaba en el Hermitage para dar
clase a los Hermanos estudiantes”. Del
hermano Francisco “... retirado en el Hermitage, donde yo era profesor,
recuerdo que nos hablaba a cada paso del Padre Champagnat.” Del hermano Luis
María “con quien hice mi noviciado y que fue mi director en La Côte Saint André
durante varios años...”. De hermanos que vivieron muchos años con el Padre
Champagnat y de los cuales más de cuarenta viven todavía. De otras personas
fuera de la Congregación. (Frère Sylvestre raconte, pp.74-75)
Podemos indicar ahora algunos
datos reveladores de la sensibilidad del hermano Sylvestre y que matizan el
rostro del Fundador. Todos están sacados de la obra citada.
Alegría
: “...El exterior imponente del venerado Padre no le impedía ser
alegre... Durante los recreos, siempre tenía algunos chistes para alegrarnos;
más aún, nos enseñaba juegos inocentes muy agradables...” (p. 17)
Oración
: “...Recuerdo que, en la sala donde se hacía, no había bancos, ni
sillas, ni reclinatorios. Rodeábamos todos al reverendo Padre, quien por su
piedad, su fervor, su mantenimiento grave y recogido, y a veces por su palabra
animada excitaba a la devoción a los más tibios, mantenía despiertos a los que
la tentación del sueño hubiera podido sorprender y calentaba a los que el frío
hubiera podido entorpecer pues, en invierno, durante este santo ejercicio, no
había más fuego que el de una lámpara vacilante... Cuando hacía la oración, tenía
un tono tan respetuoso, tan enérgico, una pronunciación tan acentuada, que uno
se sentía penetrado del todo. Iba más bien de prisa que lentamente, y sólo
hacía las pausas necesarias para dar a entender claramente el sentido del
pensamiento expresado... En una palabra, no leía la oración sino que la decía
con fuego e inteligencia...” (pp. 19-20)
Ayuno
del sábado : “El padre no dispensaba nunca del ayuno del
sábado” (p. 23; p. 268)
Liberalidad
: “Recuerdo que, durante mi noviciado, había dos hermanos ancianos en
cuyo cajón el Padre hacía poner, creo
que en las dos comidas, 1/5 de litro de vino puro, a pesar de la pobreza de la
casa. Daba también un litro de vino puro al panadero los días en que hacía el
pan”. ‘p. 24)
Amor a
la Iglesia : “Cuando hablaba de la Iglesia, la llamaba
siempre nuestra santa Madre Iglesia.”
‘p. 26)
Devoción
al Santísimo Sacramento : “Tuve la dicha de ayudarle a misa varias
veces y debo decir que, a pesar de ser atolondrado y muy ligero, quedaba
sorprendido y estupefacto por su gravedad en la ejecución de las ceremonias.”
(p. 28)
Canto
litúrgico : “Daba tanta importancia a la buena ejecución de los cantos que,
además de la clase que se daba todos los días para ello, exigía de los que
tenían que entonar, que se ejercitasen en particular para no estorbar al coro.
En cuanto a las ceremonias, quería que se hiciesen con toda la perfección
posible; a este fin, había establecido una reunión especial el domingo para que
todos, jóvenes y ancianos, aprendiesen a hacerlas con gusto, soltura y
edificación...” (pp. 28-29)
Armonio
: “A propósito de este instrumento, el querido hermano Francisco, que
tanto poseía el espíritu del Venerado Padre, decía : El unísono, o una armonía
suave y sencilla y sin ruido, es lo que conviene mejor a una comunidad; el
organista debe sostener el coro sin querer dominarlo; a mi entender, añadía, el
armonio, en los casos ordinarios, debe ser un cantor, y un cantor no tiene más
que su voz.” (p. 56)
Prédicas
: “¿Qué predicaba las más de las veces? La confianza en Dios y en su
gran misericordia, o bien Jesucristo recibiendo con los brazos abiertos al hijo
pródigo, y sobre todo la confianza en María, asegurando que la devoción
constante a esta buena Madre es una señal cierta de predestinación, incluso
para los mayores pecadores.” (p. 44)
Bondad
del Padre : El hermano Sylvestre cuenta varios casos personales en que el padre
le manifiesta su comprensión y bondad. Por ejemplo cuando le quita las mil
doscientas líneas dadas por el hermano maestro de novicios. “...Sin decir
palabra, saca una hoja de su cajón, hace gotear lacre, pone su sello, escribe una sola línea, firma la hoja y me la
da, encomendándome ser más silencioso en adelante. ¿Cual era el contenido de esta
línea? Textualmente : “Pago de las mil doscientas líneas”. (Cf. pp. 63-64)
“Su corazón sin rencor y sin hiel
le ganaba el afecto de todos sus hermanos” (p. 64)
El
catecismo : “Al Padre, le gustaba sobre todo oir a los que lo hacían con
preguntas adaptadas, muy claras, sólidas y precisas. Los hermanos predicadores
– así llamaba a los que lo hacían sin preguntar – no tenían generalmente su
aprobación, por más capacitados que fuesen. El tono, aunque animado, debía ser
moderado, los términos sencillos, las comparaciones justas y naturales.” (Cf.
p. 65)
Recordando
a algunos hermanos : “El hermano Luis se distinguió por su gran
amor a Nuestro Señor; el hermano Lorenzo por su celo ardiente para dar el
catecismo; el hermano Antonio por su gran modestia; el hermano Bartolomeo por
su cándida sencillez. En cuanto al hermano Francisco, ha sido un modelo
cumplido de regularidad, de silencio y de recogimiento, y puedo hablar de ello
pertinentemente habiendo estado siete años bajo su dirección, cuando había
dimitido de su cargo de general. Menos el hermano Juan-María, he conocido
particularmente a todos los demás y puedo afirmar, en alabanza del Padre
Champagnat, que hasta el fin de su vida han sido siempre para mí modelos
cumplidos de todas las sólidas virtudes que les predicaba el venerado Padre,
más con su ejemplo que con palabras.” (Cf. p. 107)
Hermano
Juan-Bautista : Hablando de él, el hermano Sylvestre declara
que “era un hermano de amplias miradas, muy competente en las ciencias
ascéticas y el principal consejero del venerado Padre en lo que se refería a la
dirección de las clases; además, los tres (Francisco, Luis María y él) eran
amados por los hermanos.” (Cf. p. 196)
El
Fundador, en su última visita a La Côte Saint André : “ A
pesar de su cara demacrada, los alumnos (90 internos) no se cansaban de mirarlo
y admirarlo, porque algo había en él que los atraía. Un gran número de ellos lo
escogieron como confesor.” En aquel entonces, 1839, el hermano Sylvestre se
encontraba en esta casa.
Tentación
contra su vocación : el hermano Sylvestre confiesa humildemente
que pensaba abandonar el Instituto en 1840. Escribe al Padre Champagnat, ya
moribundo. Éste le contesta por mediación del hermano Luis María, convocándole
al Hermitage. “Llego el viernes 5 de junio, a eso del mediodía... me arrodillo
al pie de la cama del Padre, llorando. Me da una señal para que me levante y me
aprieta afectuosamente el antebrazo sin poder pronunciar una sola palabra. Me
arrodillo de nuevo y sigo llorando. Me quedaba como anonadado hasta que me
dieron la señal de salida pues tenía que regresar el mismo día y ya era hora de
marchar. Entonces, el querido hermano Luis María, tomándome aparte, me declaró
: “El Padre Superior, en su lecho de muerte, me dijo que le comunicara que le
creía a Vd. perfectamente en su vocación.”
El hermano hace profesión durante
las siguientes vacaciones, no sin haber dudado otra vez, escribiendo al padre
Colin, quien lo envía al hermano Francisco. Éste le repite las palabras del venerado
Padre. El hermano Sylvestre se consagra definitivamente en septiembre de 1843.
Paciencia
del Fundador : “...Tenía una paciencia incomparable que,
acompañada de la más tierna paternidad, junto con una constante firmeza,
terminó por triunfar de mi carácter ligero, disipado, que parecía poco idóneo a
la vida religiosa.” (Cf. p.241)
Devoción
a la santísima Virgen : “Recuerdo que, en confesión, apretándome el
brazo me repetía a menudo : “Amemos a María, mi querido amigo, amémosla mucho,
amémosla con ardor” y otras expresiones por el estilo...” (Cf. p. 281)
El
postulante admitido como hermano por el Fundador, en su lecho de
muerte, a quien le da la capa en vez de sotana. (Cf. p. 283)
Tercera
Orden : el hermano Sylvestre opina con respecto a la fundación de una
Tercera Orden de los Hermanitos de María y piensa que la idea le viene
inspirada por el padre Champagnat. (Cf. p. 284)
El
“Acordaos” : el hermano Sylvestre parece creer que José,
María y Jesús habían hospedado al padre Champagnat y al hermano Estanislao
perdidos en las nieves en febrero de 1823. Esto puede confirmar su ingenuidad,
ya que la versión de la “Vida” era muy distinta. (Cf. p. 285)
Papel
del hermano Estanislao : recuerda el hermano Sylvestre que “El
venerado Padre había dado secretamente al hermano Estanislao la orden de
acostumbrar al postulante Pierre Alexis Labrosse, futuro hermano Luis María, a
tener gran cuidado de él, a levantarle el ánimo si fuese necesario, animándole
con la visión del bien que podría hacer en la Congregación y dándole a conocer
todo el aprecio que le tenía. Lo que hizo admirablemente el querido hermano
Estanislao.” (Cf p. 300)
Por el H. Alain Delorme