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EDICIONES DE FILOSOFIA APLICADA
REVISTA PERUANA DE FILOSOFIA APLICADA # 14
Filosofía
de la Globalización,
el
Neoliberalismo y la Postmodernidad
Dr.
Manuel Góngora Prado*
La
conferencia es sobre globalización, neoliberalismo y post-modernidad.
Esta trilogía formal en el fondo expresa la unidad de la actual
ideología imperial que tiene íntima relación con la
ciencia política y se usa a diario en el planeta. Lo que quiero
explicar es su fundamento filosófico, sin el cual, todo resultaría
un embrollo difícil de entender. De modo que, no es un título
antojadizo, simplemente expresa la exacta y mutua correspondencia de estos
conceptos.
En
este contexto, afirmo categóricamente que la globalización
es el nuevo nombre del viejo imperialismo; el neoliberalismo es el viejo
liberalismo burgués que surge después de la revolución
francesa para luchar contra el proletariado mundial y; la post-modernidad
es la vieja filosofía idealista, metafísica y positivista
que se resucita y se recrea para oponerse al Materialismo Histórico,
este últimoestá vigente como el pensamiento científico
más avanzado de las ciencias sociales que seguirá teniendo
la humanidad, para continuar luchando contra la hegemonía unipolar
que es dirigida y controlada por las grandes transnacionales y oligopolios
que actualmente dominan el mundo.
La
política y su relación con la globalización,
el
neoliberalismo y la post modernidad
Nunca
ha existido ni existe ninguna ciencia sin base filosófica, solamente
el empirismo podría hacerla excluyente. Esta es la razón
por la que se estudia unitariamente la historia de la filosofía
y la historia de las ideas políticas, universalmente.
La
filosofía ya no es “la madre de las ciencias”, ni tampoco “el amor
a la sabiduría”, es la poderosa ciencia que estudia los problemas
más generales y abarca tres aspectos: La teoría científica
del conocimiento; el estudio de la sociedad a partir de las formaciones
económico-sociales en permanente cambio y transformación
mediante la aplicación de las leyes histórico naturales del
desarrollo social y; el desarrollo o transformación permanente de
la naturaleza. Los problemas menos generales, son estudiados por las ciencias
particulares.
La
filosofía permite racionalmente elaborar la clasificación
de las ciencias, a partir de la realidad objetiva y la experiencia histórica
de la humanidad. La filosofía distingue las ciencias en formales
o abstractas, estudiando la matemática y la lógica y; en
ciencias reales o fácticas, estudiando las ciencias sociales y naturales.
En las ciencias sociales se estudia la antropología, sociología,
historia, economía, derecho, educación, etc. y; en las ciencias
naturales se estudia las ciencias físicas, químicas, biológicas,
de la tierra, etc. Ahora, ante la incesante necesidad del desarrollo de
la humanidad, la interpretación de todas las ciencias con el idealismo
y la metafísica quedó para la prehistoria, su estudio científico
ha sido reemplazado definitivamente por la filosofía dialéctica
materialista, sólo así se puede interpretar multidisciplinaria
y simultáneamente la ciencia del pensamiento humano o teoría
científica del conocimiento, las ciencias sociales, y las ciencias
naturales porque éstas al aplicarse se convierten en tecnología
para su uso con profundo sentido humano.
Cuando
la filosofía utiliza la teoría científica del conocimiento,
unifica la ontología o estudio del ser, la gnoseología o
estudio del conocimiento y la epistemología o filosofía de
la ciencia, y cuando se aplica a las ciencias sociales entonces tenemos
una base científica para trabajar la ciencia política, que
en buena cuenta trata sobre los asuntos del Estado o el Poder y sus múltiples
relaciones con el Derecho, la ideología, las clases sociales, las
organizaciones o partidos políticos, la conducta y el rol de sus
cuadros o dirigentes, sus programas, sus tácticas y estrategias,
el modo como resuelven los múltiples problemas de las naciones,
tanto internos como internacionalmente. Todo esto, al estudiarse parcial
y unilateralmente, sólo servirá para hacer difícil
la comprensión de la armoniosa unidad de la filosofía con
la política y no lograremos dotarnos de una teoría científica
para ocuparnos de la política. En el mejor de los casos nos imbuiremos
de un eufórico patriotismo, de “amor al pueblo” y otras linduras
que se las lleva el viento porque nuestros actos serán confusos,
contradictorios y nos conducirán al fracaso.
Existen
filósofos que no concuerdan con este punto de vista, de que la filosofía
es una ciencia, citare a uno, resucitado por la postmodernidad y que está
muy de moda en estos tiempos de neoliberalismo, Wittgenstein y muchos positivistas
lógicos, sostienen que la filosofía no es un saber con contenido
sino un conjunto de actos; no es conocimiento, sino una actividad. La filosofía
sería una “aclaración” y sobre todo una “aclaración
del lenguaje” para el descubrimiento de seudo problemas. Por lo tanto la
misión de la filosofía no consiste en solucionar problemas
sino en despejar falsas obsesiones: En el fondo la filosofía sería
una purificación intelectual.
Cuando
la ciencia de la filosofía se aplica a la política entonces
tenemos el deber de entender y manejar el desarrollo del sistema político
social históricamente concreto, entender la relación mutua
que existe entre la economía y las diferentes formas de la conciencia
social y las instituciones respectivas que el hombre va creando como producto
de sus necesidades. Nadie puede conocer, pensar, ni elaborar ideas de cualquier
tipo si primero no trabaja para comer, vestirse, resolver el problema de
la vivienda para descansar en una cueva o un palacio y tener una adecuada
educación y cultura, para entender el mundo que le rodea y al cual
pertenece. A menos que creamos que la gente vive del aire, claro que en
el Perú como en todas partes del mundo, hay gentes, en este caso
los delincuentes comunes y de cuello y corbata, que viven de lo que no
trabajan... y, a veces, viven coyunturalmente bien, pero saben que están
condenados al fracaso.
Si
está claro que el ser humano tiene que trabajar para satisfacer
sus vitales necesidades, entonces hay que explicarse cómo y en qué
consiste este trabajo, cuál es su forma históricamente concreta
en que elabora y reproduce los bienes materiales de la sociedad, que relaciones
se establecen entre el trabajo y el capital. No hay que ser pitoniso para
afirmar que en la hora actual, la contradicción entre el capital
y el trabajo sigue siendo el problema fundamental de la sociedad peruana
y del mundo, del modo cómo se resuelva dependerá su futuro
destino.
Algunos
intelectuales que desprecian la filosofía, en este caso los positivistas,
creen que la política no debe ser influenciada ni orientada por
ninguna filosofía, porque afirman que sólo sirve para confundir
el entendimiento. Grave error porque es anticientífico, terminan
en el reduccionismo y el idealismo, hacen prevalecer sus antojadizas ideas
elucubradas al margen de la realidad y la vida.
Actualmente
se debe tener en cuenta la corriente del neopositivismo, el cual considera
que los problemas de la filosofía son seudo-problemas, pretende
sustituir el análisis filosófico del desarrollo de los conocimientos
y de la práctica por el análisis del “lenguaje de las ciencias”,
es decir, por el análisis lingüístico-semántico
de las formas externas del pensar, del idioma, de los sistemas de signos
con que se expresa el pensamiento. Con esta elucubración, a la filosofía,
en el fondo, se pretende liquidarla como ciencia. Pero lo más grave
de la corriente del neopositivismo es la novísima versión
que sostiene el norteamericano Rorty que afirma que la verdad no existe
en la realidad, lo que existe es la verdad por conveniencia y ésta
hay que inventarla, aquí radica las raíces filosóficas
de los argumentos políticos queutilizan los halcones del Pentágono,
que no son otra cosa que fundamentalistas de extrema derecha, de esencia
fascista, que a lo largo de la historia provocan y desatan agresiones contra
pueblos ricos en materias primas, como es el caso de Irak.
Cuando
se agudiza, en cualquier época, la crisis de cualquier sociedad
y no se utiliza un filosofía cuyos fundamentos son la ciencia, cobra
mayores vuelos la búsqueda religiosa de la abnegación y la
resignación. De este modo penetra y se difunde una ola de cultos,
doctrinas, y misterios religiosos. La propia filosofía se vuelve
religiosa y, en algunas escuelas, incluso mística.
La
filosofía científica cuando se ocupa del desarrollo social,
utiliza leyes, o sea conocimientos universalmente comprobados y demostrados,
que sólo se aplican en las ciencias sociales y de ningún
modo en las ciencias naturales, porque cada una tiene sus leyes correspondientes.
Por esto se afirma que para entender el sistema político social,
se debe partir por el estudio de las fuerzas productivas, o de los humanos
que intervienen en la producción económica, unos tendrán
el rol de asalariados y otros el rol de dueños del capital, lo que
se produce, que es la mercancía en su conjunto, le llamarán
producto bruto interno y ésta tiene que circular, intercambiarse
y consumirse bajo determinadas relaciones sociales de producción,
que es lo que le llaman el mercado, este mercado no es arbitrario ni inventado
por los seres humanos, sino es el producto de cómo las fuerzas productivas
han alcanzado un determinado desarrollo científico-tecnológico,
este mercado también tiene sus propias leyes, las mismas que en
estos tiempos de neoliberalismo están signadas por la defensa irrestricta
de la propiedad privada y contra la propiedad social sobre los medios de
producción, se basan en la libre competencia, la libre concurrencia,
la inversión extranjera sin controles, para citar algunos.
Este
proceso que en filosofía se llama el comportamiento de la estructura
del aparato productivo de la sociedad, reproduce al mismo tiempo en la
conciencia humana, un sistema de ideas sociales, jurídicas y políticas
así como sus respectivas instituciones, que permiten conducir el
Estado vinculado a la sociedad. Este es el caso de los ministerios, la
universidad, organizaciones religiosas, científicas, etc. A todas
estas formas de la conciencia social se le llama en filosofía, la
superestructura del sistema.
Dentro
de este sistema político social, cobra fundamental importancia el
surgimiento de las psicologías concretas de los seres humanos que
van a reflejar y expresar sus intereses y van a caracterizar su comportamiento
moral, ético y axiológico, han de reflejar el tipo de personalidad
inconfundible que es lo que hace las diferencias entre nosotros. Como consecuencia
final de este proceso, surgirán las distintas ideologías
de la cual cada ser humano es portador, de modo que cuando uno elige pertenecer
a un determinado partido político, no lo hace por simpatía
a tal o cual líder, sino a sus principios, a su programa, a su perspectiva
histórica. Y, obviamente este determinado partido político
tiene como guía rectora sus principios, sus fines, sus objetivos
tácticos y estratégicos, su programa de acción de
corto, mediano y largo plazo, su moral de conducta.
Este
proceso es integral en la interpretación del desarrollo de cada
sociedad, ésta es la filosofía que permite sentar las bases
del ejercicio de una política racional, transparente, consistente
y coherente, así se evita caer en lo que en política se llama
la práctica del oportunismo o lo que el dicho popular califica como
la “política de los chapulines”, tan familiar en nosotros porque
existe la constante presencia de los tránsfugas, no ahora sino desde
mucho tiempo atrás, de esos que cambian sus principios como si fuera
una camiseta o franela, y los vemos cambiarse de un partido distinto a
otro, transformándose radicalmente cuando uno menos piensa.
En
otras palabras, estoy diciendo que el uso de la filosofía es la
base fundamental para entender la política como ciencia y no como
especulación antojadiza y seudo arbitraria que ahora corre por cuenta
de la globalización, el neoliberalismo y la post-modernidad. Existe
la necesidad histórica de volver a articular en su unidad a la filosofía
con la economía, con los problemas sociales, con la ideología,
con la política, con la Teoría del Estado y el Derecho.
En
este contexto, la Política viene a ser la participación en
los asuntos del Estado, define la orientación que se le da, la determinación
de sus formas, de las tareas y del contenido de la actividad estatal. En
última instancia, la relación de la política con el
Estado expresa de un modo concentrado los intereses económicos de
las clases sociales. En la política se definen las cuestiones relativas
a la organización del Estado, al gobierno del país, a diario
se da la lucha o conciliación de partidos conducida por sus líderes
que son la vanguardia más esclarecida de las diferentes clases sociales.
Cuando los líderes no representan definidamente a las clases sociales
que dicen defender, sustituyen los partidos por el grupismo, el amiguismo,
los compadres o la panaca, se forma un entorno que rodea a los caudillos,
los mismos que por carecer de principios y programas de gobierno terminan,
casi siempre, en la confusión, la anarquía y sirviendo a
intereses extranjeros, menos a su pueblo y peor a la nación.
En
la política con fundamento ideológico se definen los intereses
económicos, sociales, religiosos, éticos, morales, axiológicos,
educativos, culturales, científicos y tecnológicos esenciales
de las clases sociales y las relaciones que entre ellas existen. Como se
dice, en política nadie concientemente da puntada sin hilo. Ahora,
está muy de moda y resulta chabacano y carente de todo fundamento
lógico hablar entre politiqueros, con periodistas que les hacen
el coro, de ser miembros de la “clase política”, como si realmente
fuera verdad, pero es falso. No existe tal cosa, así podríamos
afirmar la clase médica, la clase abogada, o la clase filosófica.
Las clases sociales tienen su origen a partir de la producción económica,
y del rol que cada uno ocupa en el aparato productivo de la sociedad, así
tenemos obreros, campesinos, burgueses, etc.
Quienes
participan en la política no hacen otra cosa que expresar los intereses
de estas clases en el campo de las diversas formas de la conciencia social.
Decir la “clase política” es dar a entender como que existiera hombres
dedicados, por encima de la sociedad, a participar exclusivamente en este
campo. O sea que, serían personajes que no responden a los intereses
económicos, sociales y políticos de las clases sociales y
menos de la sociedad, estarían colgados en el aire, sin que nada
produzcan y, serían estos quienes pretenden conducir los destinos
de una nación.
La
política expresa también las relaciones entre las naciones
y entre los Estados, es la política exterior. Pero esta política
no es común para todos, cada gobierno tiene como fundamento el ejercicio
de la política con una singular fundamentación filosófica,
la misma que define una posición ideológica, y esta ideología
permite formular una determinada línea y conducta a seguir cuyos
principios diáfanos y no demagógicos se expresan en un programa
de gobierno, los mismos que garantizan su coherencia cuando toma las decisiones
de largo, mediano y corto plazo. La estrategia y la táctica, tiene
su fundamento en la filosofía política, que también
es usada por los militares y por los mismos políticos. Su unidad
está garantizada en la medida que esa estrategia, es como un sable
de acero fino, sirve para que no se quiebre; lo que se hace con el sable,
conducirlo a la derecha o la izquierda, a un lado o a otro, no es otra
cosa que las tácticas, el sable se puede dirigir a cualquier lado,
pero nunca se rompe, hay consistencia, firmeza.
De
este modo la nave política se conduce a puerto seguro, en medio
de cualquier tormenta, es aquí donde los políticos afirman
que la dirección de un barco en medio de la peor tormenta depende
del timonel para llegar a puerto seguro. O sea que en política nada
es estático, todo evoluciona y se desarrolla en medio de agudas
contradicciones y es aquí donde el dirigente prueba la consecuencia
a sus principios y programa. Cuando se rompe la estrategia de la táctica
nos encontramos ante la traición, ante la capitulación, y
en política es corriente constatar que un revolucionario se vuelva
contrarrevolucionario o al revés, que un burgués se convierta
al proletariado o al revés, que un ateo termine religioso o al revés,
o que un demócrata se vuelva dictador o al revés. Nada tiene
de extraño, es la compleja y fascinante ciencia de la política.
Para
que la política se convierta en una gran fuerza transformadora,
ésta debe reflejar acertadamente las necesidades del desarrollo
de la vida material y espiritual de la sociedad. La política que
no responde a estas exigencias frena el desarrollo ascendente de la sociedad,
pues se estructura a despecho de las necesidades y los intereses del pueblo
que todos dicen defender. La política científicamente conceptuada
debe rechazar todas las manifestaciones de apoliticismo, porque es falso,
en el fondo todos somos portadores de una determinada política que
no necesariamente tiene que ser partidista, la política se convierte
en una necesidad en la lucha sistemática contra la alienación;
la política nacional se debe hallar indisolublemente ligada a su
políticas exterior, cuyo objetivo estriba en asegurar las condiciones
de paz necesarias para la edificación del Estado de Derecho.
En
estos tiempos la filosofía como ciencia surge de la necesidad de
estructurar una concepción general del mundo, de investigar los
principios y las leyes generales del mismo; surge de la exigencia de un
método de pensamiento acerca de la realidad fundada en lo racional,
en la lógica formal y en la lógica dialéctica que
estudia las categorías. Por estas razones la filosofía se
encuentra íntimamente relacionada con el desarrollo de la sociedad.
Se trata de actuar con una concepción del mundo objetivo y del pensar,
y entender el estudio de la filosofía no como ciencia de las formas
externas del pensamiento, sino de las leyes que rigen el desarrollo de
todas las cosas materiales, naturales y espirituales, es decir, comprender
el desarrollo de todo el contenido concreto del mundo y del conocimiento
del mismo, que es la conclusión de la historia del conocimiento.
En
la actualidad el problema de si la filosofía es ciencia o no, sirve
para dos cosas concreta, tener una posición científica o
una posición especulativa. De aquí se parte por entender
los problemas del pensamiento humano, de la sociedad y la naturaleza, esto
da lugar a tener métodos diferentes, o se trabaja con la dialéctica
o se trabaja con el idealismo, el positivismo ahora llamado “neopositivismo”
y la metafísica. No hay alternativa, ni cabida para los agnósticos.
Y esto sirve para entender los problemas del mundo, o desde una posición
científica que utiliza leyes universales, o desde una posición
elucubradora y especuladora, que en política esta última
nos conduce al dogmatismo, al eclecticismo, a las indefiniciones y a ser
demagogos.
Cuando
la filosofía se articula con los problemas del Estado se incursiona
con seriedad en la política, y es inconcebible entender la política
si no se tiene una sólida concepción científica del
mundo, de la vida, del hombre, de la sociedad, de la naturaleza y de la
teoría científica del conocimiento. Esto es parte indispensable
para uno que quiere andar por los complejos y difíciles caminos
de la política, y es así porque la política no es
un estado de ánimo, de entusiasmo, de tener “espíritu de
servicio al pueblo”, que con frecuencia se alardea cuando se candidatea.
La política es una gran ciencia, la más valiosa del planeta,
y decimos esto no porque queramos ensalzarla sino porque es la expresión
concentrada de la economía. No existe Estado sin política
y, el Estado no es una empresa o un mercado, ni menos nuestra casa. El
Estado es el aparato que conduce una nación, en su seno se resuelven
las contradicciones de las clases sociales, en el terreno político,
económico, social, educativo, cultural, artístico, científico,
tecnológico y, espiritual en general.
El
Estado, es siempre poderoso y su destino y conducción está
a cargo de los cuadros más destacados de cada clase social, no puede
estar en manos de improvisados, o porque se hayan ganado la Tinka o encomendado
a un chamán, no se llega al Poder por golpe de suerte, ni por algún
milagro providencial. El Estado quita el sueño a los políticos
porque sencillamente desde su origen, en la etapa de la esclavitud, tiene
instrumentos que lo convierten en poderoso.
El
Estado, universalmente, cuenta con hombres armados, que en estos tiempos
se llaman las fuerzas armadas y auxiliares; posee un sistema de tributación
que hace que se recaude lo que llamamos impuestos, que es fruto del trabajo
de millones de hombres y mujeres de todo tipo; cuenta con un sistema judicial
dotado de leyes y normas legales que regulan el orden establecido; y posee
un sistema carcelario para sancionar a quienes quebrantan su ordenamiento
legal.
En
este tiempo de globalización neoliberal y postmoderna, en la mayoría
de países del mundo, el aparato estatal y todos sus resortes que
operan en la sociedad, es controlado, mediante democracias formales o dictaduras
abiertas o disfrazadas, por testaferros nacionales o extranjeros (caso
Fujimori) al servicio de las transnacionales y oligopolios que dominan
el planeta. Estos tienen la consigna de perpetuar el sistema dominante,
controlan férreamente el Poder para mediatizar o eliminar, si es
necesario, el sistema democrático, quebrantar el Estado de Derecho,
violar su Constitución, eliminar los derechos humanos e individuales
y las garantías constitucionales. Su tarea esencial es ejercer la
dictadura a favor de las transnacionales. Lo demás, es cuento y
demagogia.
La
globalización y la post
modernidad
son
las nuevas caretas de la ideología imperial
El
concepto de post-modernidad también denominado “discurso”, en su
esencia es ideología, pero ideología burguesa al servicio
del capital monopolista, inventada para justificar lo injustificable que
es la sobrevivencia “eterna” del inhumano sistema liberal o neoliberal.
Estos cambios lingüísticos se producen para justificar la absurda
y falsa tesis de Francis Fukuyama, quien hace más de dos décadas,
anunció el fin de la historia, el fin de las ideologías y,
como se refería al fin de la ideología marxista, era obvio
que había que defender la ideología antagónica, pero
esta vez ya no se podía seguir llamando ideología y se optó
por “discurso”. Ahora se denomina “discurso de la post modernidad” que
ha ingresado a una definitiva crisis irreversible, por ser falsa.
Esta
ideología, elaborada para desnaturalizar las ciencias sociales y
específicamente la filosofía, la sociología, la cultura,
la educación, la economía y la política, pretende
ocultar el sistemático rechazo mundial que existe contra el modelo
neoliberal y que se expresa en la globalización financiero industrial
de las grandes transnacionales y monopolios que se encargan sistemáticamente
de sembrar desocupación, miseria, pobreza, extrema pobreza, agudización
de la prostitución, pandillaje, etc., generando mayor dependencia
económica, política, social, educativa, científica
y cultural en los países que irremediablemente han ingresado a la
etapa de la recolonización imperial.
Paradójicamente,
el hombre realiza la tercera revolución tecno-científica,
en donde no tiene límites su creatividad y trabajo científico,
sigue descubriendo los secretos de la naturaleza y logra asombrosa tecnología,
que buenamente debería estar al servicio de la sociedad, pero es
acumulada con carácter privado, bajo el modo de producción
capitalista en su fase monopólica y transnacional, generando gran
riqueza para una oligarquía internacional y gran miseria y catástrofes
sociales para países subdesarrollados y atrasados.
Los
globalizadores desarrollan toda suerte de políticas inimaginadas
con el objetivo de culminar la privatización todos las empresas
estatales del aparato productivo en todo el mundo y principalmente en países
atrasados y subdesarrollados. Las naciones subdesarrolladas, a estas alturas
del tiempo, han tomado conciencia real de este saqueo de los recursos naturales
y empresariales de estos países, poniendo en evidencia que la llamada
“inversión extranjera para fomentar el desarrollo” es un mito del
capitalismo, con el que busca ocultar sus formas increíbles de dominación
y explotación en este siglo XXI. La consecuencia de esta política
es concreta: miseria y atraso para países dependientes, incremento
de la desocupación, ruina para los pueblos que ingresan a un proceso,
bajo el modelo neoliberal, de recolonización de los países
dependientes.
Este
fenómeno ocurre a diario a nivel del aparato productivo, en la base
económica del sistema político social. En la superestructura,
ahí donde se desenvuelven todas las formas de la conciencia social,
sucede algo similar, se habla candorosamente de la post-modernidad para
demostrar que siguen vigentes -a pesar del deterioro de la vida y de la
escasa defensa de los derechos humanos y la dignidad humana-, los principios
que caracterizaban la modernidad, y que por lo tanto no han entrado en
crisis, y menos, que estos hayan fracasado.
Sin
embargo, analizando críticamente la post-modernidad, se llega a
la conclusión de Mario Bunge que sostiene: “la post-modernidad,
es un engendro que subvierte la racionalidad elemental de la filosofía
y su historia, por lo tanto, o se desenmascara esta demagogia, o ésta
destruye a la humanidad”.
Los
economistas, cuando hacen uso de las categorías económicas,
no han tenido duda en ver al capitalismo en sus diferentes formas de evolución,
desde su fase mercantil, comercial, bancaria, industrial, financiero industrial,
y ahora monopólica y transnacional. Esta última fase denominada
políticamente como imperialista, ahora es candorosamente llamada
“globalización”, desde luego es un artificio lingüístico
para ocultar la esencia de este tipo de capitalismo depredador de la humanidad.
Este
capitalismo, históricamente en su fase final y en su inexorable
crisis, lo que hace es manejar a nivel macroeconómico las economías
del mundo entero. Las pérdidas producto de su constante crisis,
la reparten de un modo muy desigual y en formas distinta, haciendo que
unos capitales se paralicen, que otros se destruyan, que otros experimenten
una pérdida simplemente relativa o una depreciación puramente
transitoria. Siempre, el equilibrio se restablece mediante la inmovilización
e incluso la destrucción de capital en mayor o menor proporción.
Esto es lo que viene ocurriendo desde la década del 90 del siglo
XX, ahí están los casos de los Tigres Asiáticos, México,
Rusia, Japón, Brasil y recientemente Uruguay y Argentina.
Si,
por un lado, en la estructura económica le sucede estos descalabros
al capital monopolista, algo similar se da en la superestructura, en este
caso con la ideología del capitalismo globalizado, que usa en las
ciencias sociales diferentes formas de encubrir sus mentiras y para ello
recurre a concepciones anticientíficas haciendo uso de la “post
modernidad”. Así, a lo largo de la historia se ha encargado de falsear
la filosofía como ciencia de los problemas generales, y postula
corrientes como el positivismo, el pragmatismo, el utilitarismo, el idealismo
objetivo y subjetivo, la metafísica, etc., con el objetivo de distorsionar
la realidad objetiva y “demostrar” lo indemostrable, como que el espíritu
o la conciencia se encarga de crear la realidad.
El
gran problema de la post-modernidad es que el mundo real es relativizado
a lo absoluto en su abstracción teórica de las diferentes
formas de la conciencia social y desde su origen no se legitima en la humanidad.
O sea que, ya no solamente ocurre esta deformación en el campo filosófico,
sino en todas las ciencias sociales particulares, para esto recurren a
viejas truculencias de filósofos idealistas y especuladores de la
verdad.
Esta
crisis real, se pretende ocultar de diferentes maneras, ahora se sostiene
que como a diario se constata el fracaso del modelo neoliberal, la alternativa
desolución, entreotras, es la sustentada por el oligarca y financista
Jorge Soros, quien admite este fracaso del capitalismo global y plantea
como alternativa las sociedades abiertas, para que no colapse la humanidad.
El hecho concreto y cotidiano es que en el mundo circula diariamente mayor
moneda en las bolsas de valores y bancos que la que debe circular en proporción
a la producción real del aparato productivo.
Esta
realidad, de un proceso irreversible de hundimiento sistemático
del modelo neoliberal, se busca disfrazar por los teóricos de la
post-modernidad, los mismos que llegando a tesis absurdas, como es el negar
la realidad objetiva que es la fuente de todo proceso de investigación
empírica, pretenden ahora plantear que esta realidad objetiva no
existe, y por lo tanto la idea de encontrar la verdad vía la investigación
científica, a través de la formulación de hipótesis,
no tiene sentido, es pérdida de tiempo. Claro, este discurso sólo
vale para los países dependientes y quienes así argumentan
se convierten en sus apologistas.
Así,
se recurre al nuevo argumento que se desprende por deducción lógica:
“no existe la verdad objetiva”, “la verdad es un fruto de la espiritualidad”,
“cada uno formula su verdad basándose en su experiencia primaria”
y, por lo tanto, la verdad debe crearse por conveniencia y de acuerdo a
cada uno. Este maquiavelismo al aplicarse al campo de la axiología,
la ética y la moral tiene como resultado el cinismo de “cada perro
sabe como mata sus pulgas”, “sálvese quien pueda”, la “mejor manera
de vivir es haciéndose el cojudo”.
Semejantes
afirmaciones, dislocan todo intento de racionalidad, no por gusto Mario
Bunge denuncia que esta manera de pensar del pragmatismo y el empirismo,
propio de Rorty, es descabellada y puede terminar con la racionalidad de
la filosofía.
Semejante
argumentación seudo científica, tiene un fin político,
que consiste en argumentar que la globalización no está fracasando
en el mundo real, sino que es un problema de algunos políticos y
filósofos que se han quedado en un campo dogmático y para
burla incluso acusan de haberse quedado en la “pre-historia” y que tal
afirmación es propia de su concepción dogmática, y
de una verdad muy particular de cada uno.
Resultados
de la globalización en América Latina
Los
gobiernos, en particular de América Latina, que siguen aplicando
el modelo neoliberal, depositan sus esperanzas de progreso y superación
del atraso, con la inversión extranjera y el mayor endeudamiento,
lo que inevitablemente los conducirá al fracaso y, a repetir con
peores resultados la catastrófica crisis financiera de Argentina.
Cuando
se plantea la integración económica en el mundo global, si
no existen condiciones de paridad, es un fraude, porque los grandes monopolios
de los países del Primer Mundo, compiten con los países atrasados
y subdesarrollados, como el nuestro y el resto de América Latina,
en condiciones totalmente ventajosas para los primeros, éstos protegen
sus mercados, con tarifas arancelarias especiales y con subsidios de sus
propios Estados. En este contexto se vienen realizando las reuniones bilaterales
para los tratados de libre comercio con los Estados Unidos.
Las
transnacionales, en este “libre mercado” del neoliberalismo, no contribuyen
al desarrollo del país donde invierten, no contribuyen a la salud,
el trabajo, la educación, la infraestructura industrial de cada
país. El íntegro de sus grandes utilidades retornan a sus
metrópolis. Las empresas extranjeras se llevan rapazmente todas
las ganancias, poniéndose a buen recaudo para un futuro próximo
de inevitables nacionalizaciones de empresas del aparato productivo en
cada país subdesarrollado.
Una
de las alternativas con perspectiva futura consiste en no tener mayores
endeudamientos por parte del Estado y controlar,
vía refinanciación de la deuda externa los futuros préstamos,
que no tienen otro objetivo que programar el continuo saqueo sistemático
de los recursos naturales y los recursos financieros del Estado recolonizado.
La
época actual está signado, lejos de todo subjetivismo, por
la crisis sistemática del sistema capitalista monopolista y financiero
mundial. Este a su vez, cuestiona y reestructura las relaciones de las
clases sociales al interior de cada país, y entre las naciones a
nivel continental y global, determinando recomposiciones en el interior
de cada clase o estrato social y de cada modo de producción nacional,
así como los sistemas de ideas y políticas, y las formas
de organización de cada una de las clases en lucha. Antagonismo
y nuevas alianzas, en todo el mundo, éste es el signo de nuestra
época. Como afirma Risquet Valdés, el capitalismo no puede
resolver su crisis sino sólo puede manejarla para tratar de sobrevivir
y alargar su vigencia como sistema dominante a escala mundial.
La lucha filosófica
como norte
Cuando
se analiza el complejo problema de la globalización, el neoliberalismo
y la post modernidad, que en esencia es una unidad de contenido con una
trilogía formal, precisamente hacemos uso de la filosofía
para integrarla principalmente con la economía, la sociedad, la
política, la ideología, el Estado, el derecho nacional e
internacional, la educación, la cultura, la axiología, la
moral y la ética. Esta
filosofía científica tiene la particularidad de ser diametralmente
opuesta al idealismo, la metafísica y el positivismo, vigentes en
toda la ideología burguesa imperialista.
La
globalización, el neoliberalismo y la postmodernidad, no pueden
explicarse por el simple desarrollo del espíritu humano o la simple
conciencia. Estas relaciones, se explican a partir de sus raíces
que se encuentran en las condiciones de la vida material expresadas en
el modo de producción histórico social concreto en que se
desenvuelve, que es lo mismo que llamó Hegel en el siglo XVIII,
la “sociedad civil”, que ahora en el tiempo contemporáneo se llama
el sistema político social.
Recordemos
que este problema ya se zanjó, todavía a comienzos del siglo
XIX, al quedar clara la fundamentación de Marx en el sentido de
que, en la producción social los hombres contraen relaciones independientes
de su voluntad, necesarias, determinadas. Estas relaciones de producción
corresponden a cierto grado de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales.
La totalidad de esas relaciones forma la estructura económica de
la sociedad, la base real sobre la que se levanta una superestructura jurídica
y política, y a la cual responden formas sociales y determinadas
de conciencia. El modo de producción de la vida material determina,
de una manera general, el proceso social, político e intelectual
de la vida. No es la conciencia del hombre lo que determina su existencia,
sino su existencia social lo que determina su conciencia.
Las
conmociones político-sociales que seguimos viviendo a lo largo de
toda la humanidad, y en particular a comienzos de este siglo XXI, siempre
están agitadas por las condiciones económicas de la producción,
en este caso puntual, por la economía imperial de los grandes monopolios
y transnacionales que ahora lingüísticamente se han cambiado
con el curioso nombre de “globalización”. Estos cambios trascendentales
en la historia vienen modificando las formas jurídicas, políticas,
religiosas, artísticas, filosóficas y todas las formas de
la conciencia social en general, que ahora haciendo uso de las ideologías
nos sirven para tener conciencia de estos conflictos y explicarlos sin
demagogia ni eufemismos.
Podemos
afirmar con exactitud científica que las actuales relaciones de
producción burguesas predominantes en la humanidad no son las del
siglo XIX, de nacimiento y consolidación del capital industrial,
sino son de un capitalismo avanzado, financiero monopólico privado,
transnacional, controlado por las grandes potencias agrupadas en los países
altamente desarrollados y llamados los Siete Grandes del Mundo y su nuevo
aliado Rusia que es la ex URSS.
Las
fuerzas productivas que se desarrollan en este período han creado
en el planeta, al mismo tiempo, las condiciones materiales indispensables
para resolver el gran antagonismo que no es solamente entre la burguesía
financiera mundial y el proletariado, sino entre esta burguesía
financiero industrial y los pueblo del mundo, porque todo el planeta sufre
esta opresión y dominación, no sólo la clase trabajadora,
sino los pueblos enteros que ahora son llamados “subdesarrollados” o simplemente
“atrasados” y más tarde “pre-históricos” dada su argumentación
anticientífica y ajena al análisis histórico-lógico.
De
este conflicto descomunal surgirán, inevitablemente, otras formas
superiores de sociedad que el hombre por necesidad tendrá que crearlas.
O la globalización, el neoliberalismo y su engendro post-moderno
destruyen a la humanidad o la humanidad destruye a este monstruo, no hay
alternativa histórica. Caminamos a nuevas contradicciones superiores
entre la clase de la burguesía financiero industrial y las demás
clases oprimidas del planeta.
El
viejo liberalismo con su nueva cara de neoliberalismo
El
neoliberalismo ¿tiene algo que ver con el liberalismo desde sus
orígenes?, todo, es su cría que ahora aparece con cara de
adolescente pero en el fondo es muy viejo, porque tiene más de dos
siglos de existencia. El neoliberalismo es el viejo liberalismo que surge
en Europa, a principios del siglo XVIII y que tiene como objetivo en la
superestructura de la conciencia social, específicamente en el terreno
filosófico, jurídico, ideológico, político,
educativo y cultural, ayudar a la consolidación de la triunfante
burguesía de esa época que luchó por la captura del
Estado y que se enfrentó, por un lado, contra del régimen
feudal y su expresión política concentrada en la monarquía
y, por el otro, ahora se sigue enfrentando con todas sus fuerzas contra
las grandes masas populares que tiene como vanguardia al proletariado,
que surgió, precisamente, como consecuencia de la revolución
industrial realizada por la burguesía del siglo XVIII.
Un
poco de historia nos ayudará mejor a entender lo que decimos. El
desarrollo de las nuevas relaciones capitalistas significa el triunfo y
afianzamiento de la burguesía, inicialmente en los países
como Inglaterra, Francia, Alemania, este proceso iba aparejado con la ruina
de los trabajadores que sufrían horribles calamidades, arrastraban
una existencia difícil y eran objeto de la más despiadada
explotación, no eran los únicos, también eran las
mujeres y los niños que en ese entonces eran incorporados a la producción
capitalista. Tenían entonces la necesidad de revisar a fondo las
teorías filosóficas, ideológicas, jurídicas
y políticas de la época, surge así el liberalismo
burgués y el positivismo.
Las
contradicciones de la sociedad capitalista para entonces ya habían
adquirido un considerable antagonismo. La lucha entre el proletariado contra
la burguesía iba adquiriendo una mayor envergadura. Esta burguesía,
europea al comienzo, dueña del poder político, no pudo dejar
de ver en el creciente proletariado a un histórico y terrible enemigo
cuyas acciones le atemorizan día a día hasta hoy, y más
hasta el futuro.
En
estas condiciones la burguesía reconstruye su ideología,
comenzando con una resuelta revisión de la teoría jurídico-natural,
de los principios de soberanía popular y de las ideas democráticas
promovidas en vísperas de la revolución burguesa. Los ideólogos
de esta burguesía que lucha denodadamente por el Poder destacan
el principio de la utilidad personal y de la libertad de empresa e impugnan
la legitimidad del gobierno del pueblo sustentado en las luchas de la Comuna
de París en Francia, durante los años de 1789 a 1793.
Haciendo
un viraje de los principios democráticos el liberalismo en el terreno
político, con sus ideólogos de la burguesía defienden,
a la vez, el principio de “no intervención” del Estado en la vida
económica. El objetivo, en ese entonces, era conseguir una libertad
de explotación sin límites ni restricciones y, en consonancia
con ello, promueve la reivindicación abstracta de la independencia
del individuo con respecto al poder del Estado. Desde entonces, estos ideólogos
luchan incesantemente para fundamentar la inmutabilidad del régimen
económico, político y social burgués, y del sistema
capitalista en todas sus etapas.
El
liberalismo tiene más de dos siglos de existencia. Este neoliberalismo
(liberalismo remozado a las actuales circunstancias de esta etapa de desarrollo
del capitalismo) en esencia, viene a ser lo mismo, pero revestido de otras
formas o adornos como “moderno”, “post-moderno” o “post-industrial”, están
emboscados con fraseología demagógica en un vano intento
de crear confusión en los intelectuales tontos y eclécticos,
pero concientes del rol reaccionario que cumplen, para así sembrar
confusión en las grandes masas de trabajadores.
Los
más connotados ideólogos de esta época de la burguesía
como Benjamín Constant, Jeremías Bentham, Juan Stuart Mill,
Guillermo Humboldt, Augusto Comte, Lorenzo Stein, Rodolfo Ihering, Herbert
Spencer, Benjamín Kidd, Gumplowicz, Federico Nietzsche, Treítschke,
Stewart Chamberlain, Franklin Giddings, Luis Woltman, a quienes en mayor
y menor importancia los llamaremos padres del liberalismo, son los que
fundamentaron desde el siglo XVIII y XIX las “novísimas” teorías
del actual neoliberalismo. A todos estos los caracterizaba un profundo
odio a los trabajadores para quienes pedían las peores represiones
y castigos si se atrevían a poner en tela de juicio la sacrosanta
propiedad privada sobre los medios de producción que es la causa
de la explotación y la desigualdad desde el inicio del capitalismo
hasta ahora.
El
surgimiento del liberalismo se da como consecuencia de la consolidación
del poder político de la burguesía europea, tras la derrota
de las masas populares de Francia. La burguesía empezó a
interpretar a favor de sus propios intereses de clase las consignas de
igualdad y de libertad que fueron proclamados en el siglo XVIII. Pasó
a dilucidar todas las peculiaridades de la prometida revolución
en el reino de la razón y de la justicia que, en la práctica
se fue convirtiendo en el reino de la burguesía.
Uno
de sus representantes mas lúcidos es Benjamín Constant, que
interpreta el programa político de esta burguesía victoriosa
en el transcurso del período post-revolucionario en Francia, enfilando
contra lo que él llama “el terror revolucionario” y contra las asambleas
con plenos poderes, elegidas por el pueblo, como fue la Convención.
Al mismo tiempo temía la perspectiva de la reimplantación
del régimen feudal en caso de triunfar la contrarrevolución.
Por esta razón se manifestaba contrario a los “extremismos”. Temía
la restauración del poder real de la nobleza feudal y la vuelta
a sus prerrogativas. Se pronuncia contra la dictadura revolucionaria de
los jacobinos y contra los “extremismos” de la revolución.
Constant
somete a corrección las consignas de la revolución francesa
y las adecua a las necesidades de la clase que ahora ejerce el poder, la
burguesía mundial, y proclama limitar el principio de la soberanía
del pueblo, sostiene la libertad individual como el derecho inalienable
del individuo, defiende la libertad formal que, en la práctica,
significa el poder del propietario y del que tiene dinero sinrestricción
ni vejamen alguno. Se declara partidario de los principios del liberalismo
y de los “Derechos del Hombre” burgués, y por otro lado le niega
toda participación política al proletariado, en el fondo
se pronuncia contra el contenido democrático de estos derechos.
Defiende tenazmente la “no intervención” del Estado en el terreno
económico, condiciones que aseguran un amplio horizonte ilimitado
para la concurrencia de los empresarios.
El
neoliberalismo ahora toma este mismo principio proclamando la “libertad
del mercado” y ya se sabe que tal libertad es solamente para los monopolios,
el mercado sin la presencia del Estado no sería capaz de regular
nada, de lo que en el fondo se trata es de controlar plenamente el Estado
para esta clase dominante.
Constant
afirma que la libertad como plenitud de poderes en manos del pueblo no
responde a los intereses de la sociedad de su época, o sea el capitalista
en desarrollo, trata de demostrar que esto es “antiguo” y que se debe hablar
de la libertad de los pueblos “modernos”. Argumenta que la libertad antigua
fue una libertad política y radicaba en el derecho de cada ciudadano
a participar en el ejercicio del poder público, en la elaboración
de las leyes, en la administración de la justicia, en la elección
de funcionarios y en la solución de los problemas de la guerra y
la paz. Con esto se agota la libertad de los antiguos. La de los pueblos
modernos, ahora ridículamente acuñado como “discurso de la
modernidad”, es predominantemente una libertad individual, y tiene cierta
independencia de cada persona con respecto al poder público.
Constant
explica cómo entiende esta libertad individual: La inmunidad contra
las detenciones arbitrarias, el derecho a pronunciar la propia opinión,
el de elegir cualquier oficio y dedicarse a él libremente, el de
disponer de su propiedad e incluso abusar de ella, el de desplazarse de
un lugar a otro sin pedir permiso ni dar cuenta a nadie de los motivos
de su desplazamiento, y el derecho de reunirse y de ejercer libremente
el culto.
Con
estas precisiones considera que en los pueblos antiguos el individuo fue
soberano en la solución de los asuntos sociales y esclavo en la
relación con los negocios privados. En los pueblos modernos, por
el contrario, el individuo, libre en su vida privada está limitado
en su condición de soberano, incluso en los Estados más libres
sólo aparenta ser soberano. En el fondo de qué se trata esta
argumentación, los juicios de Constant referente a la libertad de
los pueblos antiguos y modernos se limitan a traducir la reivindicación
de la máxima libertad en la competencia que la burguesía
necesitaba a principios del siglo XIX. Esto es lo que tiene en cuenta al
hablar de la independencia individual, que según dice, constituye
la primera necesidad de los tiempos modernos.
En
la actualidad este argumento es utilizado por los apologistas del capital
monopolista que para no llamar ideología, porque su ideólogo
y mentor Fukuyama “mató” las ideologías, llaman hipócritamente
“discurso de la modernidad y la post modernidad” y ni ellos mismos se convencen
en qué medida existe esta libertad por esto se baten en retirada
y afirman que la modernidad ya murió y ha nacido la post-modernidad
cuya esencia es negar la realidad objetiva, ahora mutan y se convierten
en neokantianos y neoplatónicos.
Constant,
de modo sincero, pone al descubierto el rol que cumplirá la burguesía
en el poder, desde el siglo XVIII, al afirmar que “las personas privadas
son más fuerte que el poder del Estado; la riqueza es una fuerza
que se emplea en todos los casos; es más real y más hábil
que las demás fuerzas; la riqueza inevitablemente domina el Poder;
esto no es ningún peligro para la libertad de los ciudadanos”(1).
La libertad de la que él habla es la de los que tienen riqueza,
dinero. Es exactamente el régimen bajo el cual la riqueza domina
el poder. Sin medias tintas se enfrenta a la democracia del poder del pueblo
al afirmar “si la democracia tiene la intención de inmiscuirse en
la esfera patrimonial, motivo de más para pronunciarse contra ella”(2).
La
burguesía dueña del capitalismo industrial desde hace dos
siglos, así como la actual burguesía del capitalismo financiero
y monopólico siguen abrigando temores acerca del control estatal
y cifran totalmente sus esperanzas en el imperio de la competencia ilimitada.
Por esto temen la influencia política de las masas, la fiscalización
de sus adquisiciones patrimoniales y de poder restringir la libertad de
explotación capitalista. En esencia, el liberalismo remozado de
neoliberalismo es profundamente antidemocrático, en esta etapa de
mayor miseria nunca antes vista en el planeta adquiere características
fascistas, como ya ha ocurrido en la segunda guerra mundial con el hitlerismo
y ahora ocurre con el dominio unilateral del imperialismo y sus agresiones
a distintos países del mundo como en Vietnam, Bosnia, Chile y recientemente
Irak, para citar algunos. Esta es la esencia de la filosofía y política
del neoliberalismo.
Constant
también pregona la necesidad de limitar la soberanía del
poder estatal, considera que en el parlamento sólo los propietarios
son dignos intérpretes de la opinión pública, sólo
los intereses reales de éstos merecen hallar un reflejo en un órgano
especialmente representativo. Sostiene que el parlamento no debe ser la
representación del pueblo en su conjunto, sino solamente de la burguesía,
porque es el portavoz de los intereses de ésta.
El
liberalismo del positivismo se afirma en este concepto idealista de libertad,
porque se asegura contra la restricción del poder del Estado, por
la no intervención de éste en la vida privada de los individuos.
De aquí parte para sostener la “libertad industrial” y se pronuncia
contra los sindicatos y toda forma gremial de organización de los
trabajadores, al que califica como “sistema tan injusto como absurdo”porque
crea dificultades para la concurrencia en las relaciones sociales de producción.
Proclama la libre concurrencia, sin limitaciones, por parte de los empresarios,
y lo que en esencia expresa es la ausencia total de reglamentación
en las relaciones entre el capital y el trabajo, o sea la libertad de explotación
sin límites, tal como ahora ocurre con los mal llamados “servis”
en donde el trabajador, así sea calificado, apenas es contratado
por tiempo específico y sin ningún derecho laboral ni beneficio
social.
Otro
importante teórico liberal es el inglés Jeremías Bentham,
quien traduce cínicamente la ideología de la burguesía
triunfante que conquistó hasta ahora y casi en todo el planeta,
el poder del Estado. En su teoría referente a la moral, al Estado
y el derecho, proclama el principio de la utilidad, se jacta de haber desarrollado
en base a este principio toda la filosofía moral y la ideología
política. Afirma que el hombre, en su actividad, se guía
únicamente por el principio de la utilidad, que busca satisfacciones
y evita sufrimientos, trata de obtener lo útil para sí y
escapa a lo nocivo. En su actividad el hombre, dice, se halla bajo el impulso
de las satisfacciones y de los sufrimientos. A esta relación calificaba
como un axioma. Afirma que la finalidad de todo ser racional radica en
obtener para sí la mayor cantidad de placeres. Es el único
principio por el cual se guían y deben guiarse los hombres. “Todos
los impulsos se reducen a uno solo fundamental, al interés personal,
a la mayor dicha, a la utilidad. Los hombres más corrompidos y los
más virtuosos tienen motivos de acción totalmente iguales;
unos y otros quieren incrementar la suma de su felicidad”(3).
Bentham
logra así la subordinación de todas las relaciones existentes
a la utilidad. Dice que la moral es una suma aritmética, hay que
hacer el balance de cuál es la conducta que brinda los mejores resultados,
la que proporciona más utilidad y felicidad al hombre. Increíblemente,
la utilidad personal y la ventaja personal es promovida al rango de las
relaciones sociales y de criterio de la moral.
También
consideraba que este principio de utilidad no sólo debe llegar a
ser orientador en la vida de los individuos aislados, sino que debe también
orientar la actividad del legislador; no sin antes precisar que el legislador
debe tener presente que la propia promulgación de la ley ocasionará
siempre cierto mal, ya que toda ley, restringe en alguna medida la libertad
del individuo.
Al
igual que Constant, consideraba indeseable y nociva cualquier reglamentación
de la vida económica por los órganos del Estado, teorizaba
a favor de la no intervención, por una concurrencia sin restricciones
de ninguna especie, y quería hacer creer que la libertad de concurrencia
asegura los mejores resultados para la economía nacional. Para esto
la actividad gubernamental debe ser limitada en la mayor medida posible.
La legislación debe circunscribirse a la preocupación por
la “seguridad” de los ciudadanos, a la protección de su persona
y de la propiedad. Salvaguardar la propiedad, afirmaba, es la misión
principal de dicha seguridad; porque la ley y la propiedad son indisolubles,
nacieron y morirán juntas. Asegura que “la privación de la
propiedad, causa el más horrible sufrimiento, porque la propiedad
puede convertirse y se convierte efectivamente en una parte de nosotros
mismos”(4).
En
su pedantería burguesa, Bentham sostiene que la pobreza es un estado
primario de la humanidad, que en la sociedad deben existir siempre pobres.
Trataba de hacer creer que los pobres salen ganando del incremento de las
empresas y de la existencia de los hombres acaudalados dentro de la sociedad.
Con descaro recomienda dos medidas para combatir la pobreza: el ahorro
y la filantropía. Como demuestra la historia, ambos son completamente
inútiles y lo único que evidencia es la esencia filistea
de la burguesía.
Con
cinismo carente de humanidad propone una organización especial de
vigilancia por parte del Estado, para observar simultáneamente al
mayor número de personas en cualquier momento y con facilidad. Elaboró
este mismo sistema para aplicarlo en las cárceles y proyectaba hacerlo
extensivo a todos los demás lugares donde se concentre un gran número
de trabajadores, en las fábricas, talleres, escuelas y viviendas
obreras. Es el plan llamado “panopticum”. Este era un edificio redondo
con un patio interno, en el centro del cual hay una torre; por el lado
interno, las celdas no deben tener paredes, sino solamente rejas, de modo
que el guardia pueda ver simultáneamente todo lo que ocurre en el
interior de cada celda. Este proyecto inhumano y reaccionario cobró
vida en los mejores tiempos dela oligarquía peruana, cuando fue
creado la cárcel de El Sexto.
Otro
importante teórico del liberalismo económico y político
es Juan Stuart Mill, escribe sus obras a finales del siglo XVIII, entre
las más importantes figuran Gobierno representativo, Principios
de economía política y el Utilitarismo. Era partidario
del principio de libertad de comercio; teorizaba a favor de la plena libertad
del productor y comprador para fijar el precio de sus mercancías
y de su producción, es decir, por la libre concurrencia. Era contrario
a la intromisión oficial en la actividad industrial y declara que
la libertad y todas las instituciones libres desaparecerían si las
carreteras, los bancos, los seguros y las grandes empresas fueran un asunto
oficial.
Como
enemigo de la actividad política de los trabajadores, teorizaba
dos principios que a su juicio deben servir de criterio para la mejor forma
de gobierno. Son el “orden” y “progreso”, está claro que se trata
de mantener el orden impuesto por la burguesía para el progreso
de esta clase. Para Stuart el orden significa la obediencia, la tranquilidad
social no perturbada por ninguna violencia. El progreso es el movimiento
de avance, el incremento del bienestar y del desarrollo de las cualidades
intelectuales y morales de la población.
Como
sus intereses quiere ampliarlos a toda la población, formula una
reserva sustancial en el sentido de que cuanto menos desarrollado es un
pueblo, tanto menos adecuado resulta para él un gobierno representativo,
teme que el parlamento adquiera demasiada influencia en el Estado y se
inmiscuya en los asuntos del gobierno, en lugar de circunscribirse en el
terreno de la crítica y la fiscalización. También
temía que a los hombres pobres, si se les concede derechos políticos,y
que hagan recaer sobre los ricos una parte considerable e incluso todo
el peso de los impuestos.
Entre
otros teóricos de la burguesía, caracterizados por su temor
y odio al pueblo, figura el alemán Guillermo Humbolt, que surge
a mediados del siglo XVIII con su libro: Ideas sobre el experimento
de fijar los límites de la actividad del Estado. Luchaba contra
la tutela oficial y contra la reglamentación que el Estado llevaba
a cabo. Sostenía que la burguesía representa la reivindicación
de la no intervención del Estado en la vida económica, tendiente
a llevar a cabo la libre concurrencia, así como la explotación
capitalista. La salvaguarda de la tranquilidad debe ser, afirmaba, la única
finalidad del Estado y el único contenido de su actividad.
Como
definido enemigo de los pobres, se pronuncia en contra de la creación
de instituciones para la ayuda a los pobres, contra el fomento a la agricultura,
de la industria y del comercio, contra las medidas orientadas al aumento
de la población y a asegurarle los artículos alimenticios,
e incluso contra la creación de instituciones para hacer frente
a los daños causados por las
fuerzas de la naturaleza. Según
él, también la educación debe estar al margen de la
actividad oficial. Afirma que no se debe influir ni directa ni indirectamente
sobre los hábitos y el carácter de la nación.
Cerrando
los ojos ante las calamidades de los trabajadores provocados por la explotación
capitalista, Humbolt defendía el régimen social del capitalismo,
basado en la libre concurrencia de los propietarios, como el régimen
ideal que asegura la “libertad” y la “felicidad” de los ciudadanos. “La
felicidad referida a un hombre, puede ser conquistada solamente por sus
propias fuerzas. Es la libertad sin restricciones, de desarrollarse por
sí mismo con todas las peculiaridades propias del individuo”(5).
Astutamente
guarda silencio sobre el hecho indudable, en cuanto se refiere a los trabajadores,
o sea, la inmensa mayoría de la población, de que el modo
capitalista de producción, con su “libertad” idealista y formal,
no sólo no les asegura el “desarrollo superior” de las facultades,
sino que, todo lo contrario, ahoga y aplasta el desarrollo natural de sus
fuerzas físicas y espirituales. Lo que para la burguesía
es la “libertad y felicidad”, para los obreros significa opresión
y explotación despiadada. Es este enfoque antihistórico del
problema, Humbolt demuestra su actitud apologista del Estado burgués,
en el período del capitalismo industrial y lo mismo sucede ahora
con el capitalismo global.
En
estos fundamentos descansa el nuevo neoliberalismo, es copia disfrazada
y mejorada, para peor, del viejo liberalismo en los tiempos actuales, ésta
es la ideología burguesa de todos los tiempos del capitalismo desde
hace más de dos siglos.Engels desnudaba esta ideología afirmando
que “la libre concurrencia no admite ninguna restricción, ni está
sometida a ningún control por parte del Estado, todo Estado es para
ella una carga. Para la libre concurrencia sería mejor la falta
de toda organización estatal, un Estado en el que cada uno podría
explotar al otro cuanto le plazca. Pero, dado que la burguesía tiene
necesidad del Estado, aunque no fuera más que para mantener sumiso
al proletariado de quien necesita, se vale del Estado en contra de los
proletarios y, en la medida de lo posible, no permite al Estado inmiscuirse
en sus negocios”(6).
Esta
esencia del liberalismo y del neoliberalismo, es candorosamente definida
por el diccionario ideológico de la lengua española de la
Real Academia Española, al afirmar que el liberalismo es el “orden
de ideas que profesan los partidarios del sistema liberal. Es el sistema
que proclama la absoluta independencia del Estado en su organización
y funciones, de todas las religiones positivas”(7).
La
libertad como conciencia de la necesidad
El
Diccionario de la Real Academia Española (7), idealistamente define
la libertad como “la facultad natural de la voluntad humana para determinar
espontáneamente sus actos. Estado y condición del que no
es esclavo. Falta de sujeción y subordinación. Independencia.
Facultad de decir y hacer cuanto no se oponga a las leyes ni a las buenas
costumbres. Desenfrenada inmoralidad. Licencia, atrevimiento o excesiva
confianza. Libertad de comercio: Facultad de comprar y vender sin ningún
estorbo. Libertad de conciencia: Facultad de profesar cualquier religión,
sin ser inquietado por la autoridad pública. Libertad de espíritu:
Entereza, señoría del ánimo sobre las pasiones”.
Cuando
se analiza la libertad en el terreno filosófico, nadie puede eludir
su orientación filosófica, ideológica y principista,
porque este problema encierra una concepción del mundo, de la vida
y del hombre.
Así,
ahí donde se dice que imperan la voluntad personal y los deseos
subjetivos del hombre se le ha llamado libertad. El principio que rige
está basado en que, si soy libre “yo hago lo que quiero, mi conducta
es fruto de mi libre voluntad”, y por esto acotan que al hombre le pertenece
el libre albedrío como facultad distintiva. Es una concepción
del idealismo.
El
determinismo mecanicista, contrariamente a la libertad, se basa en la necesidad,
es decir en el campo y el dominio en el que imperan las leyes que no dependen
del querer del hombre.
Esta
es una controversia de hace siglos, entre el determinismo y el libre albedrío,
es decir entre la categoría de necesidad y libertad. Hegel, terminando
con las especulaciones, sustenta que la libertad es el conocimiento de
la necesidad. Las condiciones objetivas –naturales y sociales- producen
las necesidades y deseos de los hombres, los que al tomar conciencia de
las posibilidades reales en una situación dada, establecen el curso
de acción apropiada para hacer realidad tales posibilidades. La
intervención de la conciencia humana en los hechos sociales, hace
que éstos se diferencien radicalmente de los procesos naturales
(físicos, químicos, biológicos, etc.). Pero, los procesos
de transformación social son, además y al mismo tiempo, procesos
de transformación psicológica, ideológica y política.
Los seres humanos, socialmente condicionados se hacen aptos por medio de
la actividad, para cambiar la situación social en que viven, al
mismo tiempo que a sí mismos.
Como
el hombre no es sólo un animal político, como decía
Aristóteles, tampoco es un simple “productor de mercancías”
como afirman los liberales, es todo esto pero mucho más. Cuando
toma conciencia del mundo que lo rodea, en este caso cuando toma conciencia
de la explotación a que es sometido, se convierte en una hombre
que realiza revoluciones. En una palabra, el hombre hace la historia, y
a esto le teme la burguesía, de ahí que luche tenazmente
en el plano ideológico, cultural, educativo y en todas las formas
de la conciencia social para alienarlo sistemáticamente, para ilusionarlo
con la “libertad absoluta”.
¿Necesidad
y libertad existen independientemente o constituyen una unidad de contrarios,
estrechamente ligados entre sí, que se truecan en uno y otro?, ya
Hegel, decíamos, dio la solución correcta, dialécticamente.
El punto de vista de los que afirman que la voluntad humana es totalmente
independiente y libre, ajena a toda causa, equivale a la negación
absoluta de las leyes que rigen el mundo objetivo en la naturaleza y en
la sociedad. El dominio que ejercemos sobre nosotros mismos, y sobre el
mundo exterior, dominio fundado en el conocimiento cabal de la necesidad,
viene a constituir la verdadera libertad, producto del desarrollo histórico.
Una libertad que no es condicionada por nada y que no depende de nada,
es una libertad ilusoria, una falsa libertad, es simplemente un sueño.
La
única libertad posible, la que no es una bella y simple imaginación,
tiene que apoyarse en las leyes naturales y sociales, en el mundo exterior
que no depende de la conciencia humana. A los desheredados de la tierra
no les importa para nada que el neoliberalismo considere idealistamente
ser libre del mundo objetivo, he aquí su ceguera, porque encantado
por un triunfalismo unilateral y coyuntural sigue cavando aceleradamente
su propia tumba histórica. De muy poco le sirve buscar denodadamente
nuevas astucias para parchar la sobreexplotación y la ruina a que
condena a la humanidad el capitalismo monopólico, que dicho sea,
es la última etapa de su desarrollo. Los hombres que no conocen
las leyes objetivas de la naturaleza, o que, en principio se proclaman
libres de toda necesidad objetiva, se parecen a los ciegos que andan a
tientas por el camino, sin ninguna seguridad de haber elegido el camino
justo, y los múltiples obstáculos con que tropiezan, les
obliga sin cesar a cambiar de rumbo. Son, como dice Kant, “perros sin dueño”,
al final no saben lo que quieren ni a donde van.
El
neoliberalismo al postular una libertad fruto sólo de la conciencia,
pretende olvidar, pragmáticamente, que en la conciencia social existen
formas distintas, que aparecen y cambian en el curso del desarrollo histórico
de la sociedad. Las concepciones políticas y jurídicas, éticas
y religiosas, científicas y filosóficas, constituyen las
diversas modalidades que toma la conciencia social, y todas éstas
son reflejos del ser social, posee sus rasgos específicos y cumple
su especial función en la vida social, en el desarrollo de la sociedad,
y en la lucha de clases por la que tanto se esmeran en todos los idiomas
para negarla, a cambio de la conciliación de las clases antagónicas,
que científicamente son una ilusión.
¿Qué
de nuevo tiene el neoliberalismo? y la ¿post-modernidad?, nada,
absolutamente nada, todo es viejo porque corresponden a las ideas burguesas
del capitalismo en desarrollo del siglo XIX. Ahora usanestos conceptos
para intentar “enterrar” lo más avanzado del pensamiento contemporáneo
del siglo XX y XXI, las verdaderas ideas científicas del desarrollo
económico, político, social, que son interpretadas con las
leyes histórico naturales del desarrollo social, las mismas que
sólo puedan explicarse a partir de la arquitectura de la producción
economía que reproduce todas las formas de la conciencia social
en la superestructura.
Resulta
claro que la post-modernidad es un híbrido conformado por el neoplatonismo,
el neokantismo y el positivismo, es decir, han realizado una cirugía
para reacomodar a favor de los intereses de las burguesía imperial
todo el pensamiento de estas corrientes filosóficas y depurarlos,
extirpando todo posible materialismo de estos por muy empírico que
sea, para luego reforzar toda la concepción idealista sobre la libertad,
la política, el Estado, la democracia, la economía, la educación,
la cultura y en última instancia, la ideología.
“La
tradición y la post modernidad”
Todavía
en setiembre del año 1998 y en plena dictadura, el antropólogo
sanmarquino, Dr. Fernando Fuenzalida, disertó ante la Comisión
de Educación y Cultura del Congreso de la República sobre
“La tradición y post modernidad en el Perú”. En esta conferencia
afirmó que: “el proceso mundial de globalización, lejos de
crear nuevas condiciones de entendimiento y unidad entre las naciones,
ha provocado una ola de iglesias marginales urbanas, sectas religiosas,
científicos contestatarios, segregacionismos étnicos y mesianismos
nazis que batallan con euforia por ganar terreno y llenar el vacío
dejado por el progresivo derrumbe de la civilización cristiana”.
Existen
peligros que provienen de la globalización y sus propias contradicciones
porque “la crisis occidental ya ha provocado la muerte y las ideologías
del racionalismo cartesiano y del trasnochado positivismo, ceden su lugar
a la emergente barbarie de la cultura de masas”. Por esto afirmamos que
frente a esta realidad mundial y concreta, que camina a un proceso de recolonización,
sólo cabe trabajar por la multipolaridad, buscando nuestra identidad
en nuestras raíces; trabajar por la unidad continental y mundial
de los desheredados de la tierra, respetando de la diversidad; aprender
concientemente a unirnos, en todo el planeta, contra este monstruo globalizador,
neoliberal y postmoderno.
Y
por si fuera poco el peligro, Fuenzalida remarca en su último libro
“Tierra baldía”, que “el planeta es la tierra abandonada, la tierra
de nadie, el desierto árido donde el hombre postmoderno vaga sin
rumbo y donde se encuentra la higuera estéril del evangelio, símbolo
del drama de una civilización que ha transgredido y violado el suelo
sagrado de su tradición. La sequedad de la tierra corresponde a
una herida psíquica impresa en el hombre moderno, una herida que
no cierra y que lo compromete en una búsqueda desesperada de identidad
dentro de un círculo sin centro”.
Por
estas afirmaciones pareciera que Fuenzalida al definir sus conceptos sobre
la globalización hiciera predicciones catastrofistas, pero hace
énfasis en señalar que “la globalización es un proceso
gradual de transferencia de las soberanías económicas, políticas,
militares y culturales desde la esfera política del Estado Nación
en la que estuvieron ancladas hasta tiempos muy recientes, hacia un sistema
de agencias, organismos e instituciones internacionales de diversos órdenes
que asumen la tarea de una construcción de orden planetario, la
de un nuevo orden o poder mundial. Así, su tendencia dominante es
la institucionalización y legitimación de un nuevo Estado
de subordinación y dependencia de los poderes nacionales en relación
a un sistema de ordenamiento y objetivos de carácter supranacional.
En este sistema, las relaciones entre los Estados que van siendo incorporados
no son igualitarias, de tal modo que la capacidad para influir las decisiones
de las agencias y de las instituciones que asumen el control se encuentran
notoriamente jerarquizadas en la formas de un nuevo sistema de hegemonías
que se legitima por el orden emergente y que busca, en consecuencia, una
condición final de unipolaridad”.
Para
explicitar de modo inequívoco estos argumentos, sostiene que esta
globalización en que se inscribe este proceso, concibe la evolución
de la historia universal como la marcha inexorable hacia un gran mercado
mundial único, integrado y autorregulador, el principio que rige
ese proceso es el de la libre competencia no sometida a regla alguna. La
apertura hacia un Estado de libre competencia, implica la aplicación
de medidas orientadas hacia un triple fin. En primer lugar, la desregulación
de las economías nacionales; en segundo lugar, la privatización
total y; en tercer lugar, la liberalización total de los mercados.
Como
se puede comprender los hechos son más elocuentes que las predicciones
teóricas, y ya se ven las consecuencias inmediatas que despiertan
más alarmas y se encuentran, sin lugar a dudas, en la crónica
inestabilidad de los mercados, el desplazamiento persistente de los capitales
desde el ámbito de las inversiones productivas al ámbito
de la inversión especulativa, la marquetización de la educación,
la reconcentración mundial de la riqueza y el empobrecimiento acelerado
de las grandes mayorías, el imparable crecimiento de la sub-ocupación
y el desempleo y el deterioro de la calidad de vida de millones de personas.
Ante
la fundamentación teórica de este sistema que se viene construyendo,
los críticos coinciden en que cualesquiera que sean las pretensiones
de objetividad del neoliberalismo, vector de la cultura postmoderna y de
la globalización, se revela como la absolutización de las
leyes del mercado como destino inexorable, en detrimento de la razón
filosófica, la voluntad colectiva, la raza o las leyes de la historia.
Explica
Fuenzalida que, la aplicación de esta teoría culmina en un
proceso de inversión total de los valores en el que el hombre termina
apareciendo como instrumento, no ya de una razón abstracta encarnada
en el Estado, no ya de la raza o de la historia, sino como instrumento
del mercado y en la que la sociedad humana se destina al servicio de una
economía que no tiene otro objetivo impersonal que el de su propio
crecimiento, a diferencia del liberalismo clásico que pone todavía
sus objetivos en el hombre. El neoliberalismo como nueva ideología
se evidencia con estas críticas como un antihumanismo radical que
devalúa tanto al individuo como a la colectividad, atacando en forma
directa al principio de solidaridad social y justificando la guerra de
todos contra todos.
El
postmodernismo fruto de esta globalización interviene como un sistema
de cultura que impone esta visión del mundo, cultura artefacto o
artificio más que cultura orgánica, bricolaje hecho con piezas
de procedencia múltiple, en el desarraigo de la metrópoli
moderna.
Este
postmodernismo se ofrece compulsivamente a través del sistema de
comunicación de masas ya globalizado, como un ropaje externo de
aspecto abigarrado, que sirve de vehículo a los dogmas, los valores
y las directivas de conducta del nuevo sistema mundial, que se impone a
través de las instituciones educativas y de los medios de comunicación
que el Estado facilitador avala y que tienden a estandarizar sus contenidos
y sus formas, mundialmente se imponen -tras la aparente libre variedad
de las formas exteriores- una tónica de conformismo y aceptación
universales frente a núcleos antihumanistas que contiene.
Esta
“nueva” ideología encubre una creciente intolerancia frente a las
discrepancias de principios, y esto es particularmente significativo en
lo que atañe a los diversos intereses nacionales, la nueva ideología
y la cultura postmoderna que la encarna, se ponen en una directa oposición
y antagonismo a toda ideología y tradición que las haya precedido
y, no solamente las políticas sino también las religiosas,
las filosóficas y las étnicas.
Advierte
también que, neoliberalismo, globalización y post modernidad
son realidades, en las cuales y con las cuales nos toca inevitablemente
vivir en este siglo, que no podemos evitar, y son realidades de naturaleza
temible en sus implicaciones que por muchos todavía no han sido
bien medidas y entendidas.
Nos
enfrentamos ahora, por primera vez, con una ideología y un sistema
que parecen haber alcanzado ese dominio y si los críticos de esta
ideología aciertan en la caracterización de su sistema de
valores, este dominio y ésta ideología representan, entre
todas las demás, la más subversiva y corrosiva de las fuerzas
que en el último curso de los últimos cien años se
haya venido disputando el poder total.
Si
decidimos rechazarla y combatirla y afirmar nuestra presencia en este verdadero
armagedón de las naciones, no vamos a poder hacerlo con legitimidad,
a menos que podamos apoyarnos en una conciencia renovada de nuestra propia
identidad, de nuestro propio destino y de la propia historia de cada uno
de nuestros pueblos y naciones. Una renovación tal de la conciencia
nacional demanda en esta época, todavía más que en
épocas pasadas, del aporte reflexivo de nuestros intelectuales y
humanistas.
Fuenzalida
invoca que, la respuesta tendrá que ser dada necesariamente por
políticos y por empresarios, por trabajadores y por campesinos,
por civiles y militares; pero compite la tarea también, desde el
primer momento, a nuestros intelectuales y a nuestros educadores y al pleno
compromiso que éstos deben al futuro y al destino nacional.
El
transfuguismo intelectual peruano
“modernos”,
“pre-modernos” y “post-modernos”
El
retrato teórico, vivo y cotidiano, de la sociedad peruana se estudia
y practica en las universidades, como siempre cuna de intelectuales oficiales,
que ahora para disfrazarse usan una jerga “académica” pero hacen
lo mismo que Kouri y demás tránsfugas.
En
la década del 70 eran valientes antiimperialistas y escribían
a favor del pueblo, se afanaban atolondrados de usar el marxismo para entender
la realidad nacional y mundial y situarse en la vanguardia política
y social.
En
estas últimas décadas de globalización y descarnado
neoliberalismo en el Perú, afloraron sus conciencias y mostraron
su esencia dictatorial y se pasaron al fuji-montesinismo con el cuento
de la “modernidad”, para servir a diario al imperio de las transnacionales,
se ufanan de dictar conferencias internacionales y una gran mayoría
sirven a las ONGs, que pagan jugosos sueldos por su papel de informantes
de la realidad nacional.
Unos
lo hacen a hurtadillas y otros más cínicos vociferan, como
un Ministro del Interior fusible de apellido Rospigliosi “era de izquierda,
ahora soy de derecha ¿y qué les importa?”. Otro, que luchaba
en su juventud al lado de los maestros, ahora convertido en Ministro de
Educación también fusible, de apellido Linch, calumnia “los
maestros son terroristas”. Otro, inventor de la “teoría pendular”
de la historia, porque sostenía que el Perú transita de democracias
a dictaduras y viceversa, y que se precia de ser el mejor historiador,
afirma ahora “en el mundo no existen las democracias, todo es dictadura”,
para así justificar su baile del chinito en la plataforma de un
camión electorero en los pueblos jóvenes. Otro, que sin importarle
la historia de la gran universidad sanmarquina que es fundada antes que
la República, le cambia el logotipo y la fecha de fundación
de esta casa de estudios y ahora ya no es Decana de América, sino
“abierta al futuro” ¿de qué?, no cabe duda que en el cerebro
de este personaje, que es rector, funciona el marqueting educativo de viejo
cuño fordiano y tayloriano, al servicio de lo más oscuro
del capitalismo global.
Ahora
conquistada una vez más la democracia representativa por el pueblo
se visten de demócratas, ya no discursan sobre el “borrón
y cuenta nueva” de la vieja oligarquía, ahora declaran a voz en
cuello “no recordemos el pasado, miremos al futuro”.
Con
Fujimori y Toledo llegaron el poder y ahí donde tienen influencia
practican la “pre-modernidad” son verticalistas, autoritarios disfrazados
de demócratas, hacen lo que les da la gana con el país, para
estos no existe el Estado de Derecho, en esencia son fundamentalistas de
extrema derecha, camaleónicamente se han vuelto chacaneros y panaqueros,
son ex izquierdistas coca colas, caviar o light, trabajan sólo para
sus grupúsculos y nunca para los altos intereses de la patria.
Junto
con Toledo, ilusoria y temporalmente, se adueñan del país
como si fuera una mercancía, ahí donde pueden se reparten
algo de la torta. Sus novísimas “teorías” sobre la realidad
mundial y nacional son inconsistentes, plagadas de ambigüedades y
eclecticismos, viven para el oportunismo político, son coyunturalistas
y en su bancarrota se conducen con la monserga de la “post-modernidad”,
tienen como consigna “la verdad no existe, ésta se inventa... y,
por conveniencia”. Con esta irracionalidad viven fuera de la realidad objetiva.
Su
intelectualismo es inconfundible, siempre actúan aislados de las
grandes masas y quieren, pese a esto, manejarlas para postrarlas en el
atropello y la injusticia cotidiana.
Esta
es la esencia del puñado de intelectuales ex izquierdistas que desarrollan
la violencia política teórica representando a los globalizadores,
se han adueñado de casi todos los medios de comunicación,
representan al Estado de turno para lanzar todos los venenos a quienes
se oponen a la despiadada globalización neoliberal y postmoderna,
fungen ser grandes intelectuales pero se han convertido en mafias que controlan
cada espacio intelectual de la sociedad. Lo peligroso es que han penetrado
en todos los poros de la conciencia social peruana, es un cáncer,
un sida intelectual que al Perú le costará duro desenmascararlos.
Colofón
No
les falta razón a mucha gente que afirma empíricamente que
“los pueblos tienen los gobiernos que se merecen”. Y es obvio que esta
afirmación tiene su fundamento filosófico en algo que le
antecede, hay gobiernos que ex profesamente luchan por mantener al pueblo
en la ignorancia y la alineación, porque saben que cuanto más
ignorante sea, sólo así podrán manipularlo a su antojo;
en tanto que un pueblo culto, ante las injusticias que se cometen, no le
quedará otro camino que luchar por sus derechos y contra la alineación,
es lo que ahora entendemos el por qué de la lucha por las justicia
social. Para luchar contra la alineación existe la filosofía
de la educación, la misma que sustenta los fundamentos científicos
de una educación Nacional, Científica y Democrática.
En
estos tiempos, podemos hablar juntos con Gabriel García Márquez:
“Creemos que las condiciones están dadas, como nunca, para el cambio
social y la educación será su órgano maestro”. Este
concepto tiene su fundamento filosófico en la ley histórico
natural que sostiene que existe relativa independencia de la superestructura
del sistema político social con respecto a su base económica.
En estos tiempos, del Tercer Milenio, llamado la Era del conocimiento,
la educación y la cultura contribuyen decididamente al cambio de
la sociedad en su conjunto, y nada tiene de contradictorio con la otra
ley filosófica, histórico natural que sostiene que en primer
lugar está la base económica que determina el desarrollo
de la sociedad.
Los
apasionantes problemas de la política, relacionados con la globalización,
el neoliberalismo y la post modernidad, encuentran su explicación
racional si se estudia con la filosofía científica y se relacionan
en su unidad con los problemas ideológicos, sociales, económicos
y políticos. Lo complejo tiende hoy a hacerse simple, porque nos
ayuda a entender la unidad en el contexto de la diversidad.
De
manera que, la filosofía existirá mientras la sociedad y
el hombre existan, la filosofía sigue siendo un instrumento para
entender la realidad y transformar la sociedad con arreglo a leyes, cuanto
más entendamos la filosofía mejor será el trabajo
político. Y esto sólo puede tener una conclusión:
Cuanto más amamos al ser humano más amamos la filosofía
y su aplicación a la política, de modo que podemos decir
con Mario Bunge, que “los filósofos tenemos trabajo para rato, ocupación
asegurada, siempre y cuando seamos útiles en lugar de complicar
innecesariamente la existencia”.
NOTAS:
(1)Constant,
B., Principios de Política, París, 1872, Cap. VI, Curso de
Política Constitucional, pág. 54.
(2)Ibíd.
(3)Bentham,
J.,Deontología, tomo II, Cap. III.
(4)Bentham,
J., Obras, Londres, 1867, tomo I.
(5)Ideas
sobre el experimento de fijar los límites de la actividad del Estado,
Cap. III.
(6)Marx,
C. Y Engels, F., Obras Completas, tomo III, pág. 555, Edit. Cartago,
Argentina.
(7)Real
Academia Española, Diccionario ideológico de la lengua española,
Edit. Gustavo Gili, Barcelona, 1979.
· El
Dr. Manuel Góngora Prado es Profesor Principal de la UNMSM. Autor
de los libros: Políticas Globales de la Educación Superior
(Lima: ESPAG, 2004); Corrientes Contemporáneas de la Educación
Superior (Lima: ESPAG, 2004) y compilador del libro Pensamiento
filosófico en el Perú. Seminario Viernes filosófico (Lima:
UNMSM, 1994).
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REVISTA PERUANA DE FILOSOFIA APLICADA # 14