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CINE

Las nominaciones ante la cineburocracia nacional

En un país normal, la sangría de sus cineastas al extranjero haría reflexionar a la industria local. Pero en México, los causantes del éxodo volverán a estirar la mano para pedir más recursos. Ya lo veremos

ENERO, 2007. Sería tragicómico que, en relación a las recientes nominaciones al Óscar recibidas por siete mexicanos, la burocracia incrustada en el cine nacional alabara aquello como un triunfo propio y exigiera mayores recursos públicos.

Ya lo ha hizo antes, durante en sexenio de Ernesto Zedillo, aunque aquella vez fue la burocracia dedicada a la investigación científica que exigió --y recibió-- un aumento en su partida presupuestal luego de festejar que el químico Mario Molina, quien llevaba más de 20 años fuera de México, obtuviera el Premio Nóbel en esa especialidad (debido a que se había naturalizado en 1986, ese reconocimiento fue recibido por Molina como ciudadano estadounidense).

Ya veremos cómo, en cuanto el presidente Calderón vuelva a instalarse luego de su viaje a Davos, esa comunidad le pedirá, pero ya, un torrente de dinero para producir más bazofia que nadie ve y con argumentos tan pretenciosos como inescrutables. ¿El pretexto? Las recientes nominaciones en los Globos de Oro y el Óscar para tres cineastas mexicanos. "Se fueron de aquí porque no cuentan con la infraestructura y por el abandono en que el Estado tiene a la industria nacional", ya los oímos decir. Y muy probablemente, ante semejante chantaje, el chorro del dinero público aumentará entre aplausos de la actriz María Rojo, ex diputada y ex asambleísta.

Si nuestra burocracia cinematográfica fuera menos cínica, en estos momentos se quedaría en su casa, con toneladas de vergüenza a sus espaldas. Del Toro, González Iñárritu y todos los que hoy ya gozan de reconocimiento en Hollywood y en Europa emigraron, precisamente, porque ya hay estructura y porque, lejos de abandonarlo, el Estado mexicano ha destruido al cine nacional. Tienen razón los tres directores al coincidir en que, para estimular a la industria, es necesario gozar de exenciones fiscales. Pero también urge desparasitar este sector donde abunda gente que no hace nada, jamás ha filmado algo más que un mediocre video casero pero que puntualmente recibe su cheque de la Federación.

Hace un par de años, a iniciativa de Rojo y de actores como Héctor Bonilla y el también nominado Emanuel Lubezki --autor de El señor López, un documental que ruborizaría a los cineastas más lambiscones que había durante el priísmo-- se aprobó una iniciativa que obligaba a las salas a aumentar un peso el precio de entrada, mismo que sería aportado a un fondo que impulsaría al cine mexicano. Cualquiera que echara cuentas de cuánto se ha aportado desde entonces fácilmente entraría en una jaqueca pues estaríamos hablando de millones de millones de pesos. Y si nos diéramos la libertad de formular un par de preguntas simplonas, éstas serían ¿en dónde quedó ese torrente de dinero? ¿Dónde se encuentran esas películas mexicanas que supuestamente iba a ayudar a financiar?

Uno pensaría en el Instituto Mexicano de Cinematografía, Imcine, supuestamente encargado de preparar a esa generación de cineastas que ya ha tardado mucho en llegar, pues los cineastas que hoy triunfan en Hollywood salieron de otras fuentes. Por otro lado, la mayoría de las películas que han logrado filmarse fueron financiadas con capital privado. De nuevo la pregunta ¿a dónde se está yendo, pues, ese financiamiento de un peso por boleto que la burocracia cinematográfica nacional nos arrebata cada vez que vamos al cine?

La nominación de estos cineastas nos muestra, de manera inobjetable, del enorme talento que hay en México para producir cine. Por años el país ha sido uno de los mercados de todo el mundo donde se consume más cine hollywoodense de modo que hoy vemos una reatroalimentación de aquí hacia allá. Cuando todos estos directores, actores, camarógrafos e ingenieros de sonido comenzaron a viajar allá recordamos cómo la burocracia cinematográfica los acusó de dejar "a la deriva" a la industria nacional. Pero hoy que empiezan a ser reconocidos estos funcionaretes se preparan para alzarse el cuello ante el gobierno federal ante el cual extenderán la mano hacia arriba en espera de más dinero para su "causa", cinismo similar al del velador que pide que le paguen más porque alguien se robó los muebles de la casa mientras estaba dormido.

Nuestros cineastas emigrados quizá nunca lo reconozcan, pero si se fueron se debió a su hartazgo frente al mastodonte burocrático creado desde tiempos del gobierno echeverrista, supuestamente "comprometido" a darle un "sentido social" al cine mexicano. Y es que, conviene recalcarlo, la cineburocracia nacional extraña con fervor aquellos tiempos en los que existía no solo uno, sino dos Consejos Nacionales de Cinematografía y donde, dado que el hermano del Señor Presidente era amante del cine, se erogaron millones de pesos a una burocracia que los consumió y de donde salió apenas un par de peliculitas mediocres.

¿Hubieran triunfado de haberse quedado aquí?, tituló el periódico Reforma el pasado sábado en su sección de espectáculos. Tristemente, la respuesta es no. Al igual que los michoacanos, oaxaqueños y nayaritas que se fueron a California donde han logrado abrir un negocio o han prosperado de un modo impensable en sus sitios de origen, los cineastas mexicanos están comprobando (pese a sus tendencias izquierdistas) que nuestro subdesarrollo, no sólo en la manera de hacer películas es consecuencia de nosotros mismos.

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liliana_espinosa escribe: 30.01.07

El cine mexicano ha requerido muchas veces de inversión pública para poder sobrevivir, de lo contrario se habría muerto ante el desinterés de los inversionistas privados. Si en la mayoría de los países de América Latina y Europa el apoyo de sus gobiernos al cine se da sin que nadie se queje no veo porque en México tenga que ser la excepción. Tampoco creo que se debe generalizar y decir quienes trabajan en las burocracias cinematográficas sean todos unos haraganes que apenas y saben hacer peliculitas en video. Hay mucha gente valiosa ahí que ha hecho grandes esfuerzos para evitar que muera una industria que a nadie parece interesarle, sólo a los extranjeros que se aprovechan de esta indiferencia y contratan y se llevan a nuestros cineastas.

dragonball_celeste escribe__30.01.07

No podría estar más de acuerdo con fasenlinea, la burocracia es el peor enemigo del cine. No debemos olvidar que hace unos 20 años existía la cotsa, Compañía Operadora de Teatros y el precio del boleto al cine era parte de la "canasta básica" de modo que estaba controlado, por esto las salas eran de cine en México eran un asco, con los sillones saliendosele los resortes y los edificios cayéndose de viejos. Cuando desapareció costa y se liberó el precio de los boletos comenzamos a tener salas modernas tipo VIP y salas multiplex. Eso ni soñarlo cuando existía Cotsa, un elefante blanco que afortunadamente se mandó liquidar. Lo que ahora falta es incentivar al cine privado, no obligarlo a que emigre a Hollywood.

gerardo_ávila escribe 29.01.07

Veo que la situación es idéntica en todos nuestros países. Aquí en Colombia por muchos años el estado otorgó millones de pesos de nuestros impuestos a esos cineastas "comprometidos" que terminaron entregando películas de pésima calidad que nadie vio pero que a todos nos costaron. Aquí también es muy difícil filmar una película colombiana digna. Saludos a México y a fasenlinea.

 

 

 

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