El Enigma de Jesús

(Homilia Para el Domingo 13, Año C)

Al resumir las lecturas continuas de San Lucas, enfrentamos el gran enigma de Jesús. Por un lado regaña a los discípulos por querer bajar fuego para devorar a los samaritanos. Y luego requiere cosas tan severas que se puede calificar como desaforadas. Al hombre que quiere cumplir su deber filial antes de seguirlo, Jesús le dice, “Deja que los muertos entierren a sus muertos.” (Lc 9:60) Al otro ni le permite despedirse de su familia.

Obviamente el autor del evangelio no hubiera inventado tales palabras. Es más probable que chocaron tanto a sus oyentes que las palabras eran inolvidables. Entonces tenemos que poner la pregunta, “Quien es este hombre Jesús?

Si el arzobispo – o aún el Santo Padre – me dice que ignorara a mi papá o mi familia, pensaría que son locos. Pero Jesús requirió eso, y mucho más, de personas sobre quienes no tenía ninguna autoridad humana. No ocupó ningun oficio. La única autoridad que tenía era su persona. ¿Quien es? Las opciones son drásticas: un lunático or el Señor. Unos dicen que es solamente un maestro de moralidad como Sócrates o el Buda. Pero Jesús ha eliminado esa opción. Nunca quería darnos aquella salida.

Hoy día muchos quieren presentarlo como un modelo de tolerancia y diversidad, usuando como ejemplo sus palabras contra la venganza. Es cierto que nos enseña un camino a la paz interior y la fraternidad. Pero una persona honesta tiene que considerar no solamente lo que Jesús nos ofrece, sino quien realmente es. Para ser budista es suficiente abrazar las enseñanzas de Gautama. Para ser cristianos hay que abrazar a una persona – o para ser más exacta, dejar que el te abrace.

San Pablo indica porque al final de las cuentas tenemos que rendirnos a Dios. Nuestras vidas, dice, son una lucha entre libertad y esclavitud, el Espíritu y la carne. “Carne” (sarx) incluye no solamente las inclinaciones sensuales como lujuria y la gula, sino también los vicios espirituales – ira, avaricia, amargura, etc. San Pablo menciona especificamente el chisme y las facciones. (Gal 5:16) La carne es la tendencia para abajo de nuestra naturaleza humana.

Una aguja, cuando se pone en el agua con cuidado, flotará. A pesar de ser metal, las moléculas de la superficie se unen para mantenerla. Pero cualquier distubio puede destruir la unidad y la aguja se hundirá. Si esta en un lago, irá al fango y se quedará oxidando. Solo una fuerza exterior puede traerla otra vez a la superficie. Nosotros la llamamos la gracia. Significa dejar nuestro cincismo y admitir que no fue equivocado el ideal sino nosotros mismos. En una palabra, es permitir a Jesús abrazarnos con su Espíritu.

Jesús insiste que si ponemos la mano al arado, no miremos para atrás. (Lc 9:62) Lo que al principio parece severo, viene a ser nuestra única esperanza.

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Versión Inglés

De los Archivos (Homilía para Domingo Trece - Año C):

2007: Libertad Verdadera
2004: Dos Acercamientos a Jesús
2001: El Enigma de Jesús

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