Les Pondré Pastores

(Homilía para el 16o Domingo Ordinario, Año B)

En los años ochenta, cuando explosionaron los primeros escándalos de abuso sexual de niños, el arzobispo Hunthausen asistió a una reunión nacional de obispos. Al regresar, le dijo a su Vicario General, “Tenemos que hacer las cosas completamente diferente.” Despidió a unos sacerdotes, puso a otros bajo restricciones y instituyó entrenamiento para todos que trabajan en la iglesia local.

Desde entonces no hemos tenido un nuevo caso de abuso sexual de un niño o joven por un sacerdote. Sin duda hemos fallado en otras áreas, pero al menos hemos trabajado duro para la protección de niños. Esto debe ser normal en la iglesia.

Dios dirige sus palabras más duras contra pastores que abusan y maltratan el rebaño:

¡Ay de los pastores
que dispersan y dejan perecer a las ovejas de mi rebaño!...
Ustedes han rechazado y dispersado a mis ovejas
Y no los han cuidado.
Yo me encargaré de castigar la maldad de las acciones de ustedes. (Jer 23:1-2)

Al escuchar tales palabras, una persona puede esconderse del papel de pastor. ¿Qué sucedería si yo hago daño a un miembro del rebaño – y tal castigo caiga sobre mí? La respuesta, sin embargo, no es de huir, sino mirar a Jesús.

El evangelio de hoy nos informa que Jesús “se compadeció de ellos porque andaban como ovejas sin pastor.” (Mc 6:34)

El misionero jesuita, Francisco Javier pasó diez años en la India proclamando el Evangelio. Bautizó a miles, pero su corazón dolía por el gran numero que necesitaba instrucción y los sacramentos.* En una de sus cartas escribió:

“He pensado en ir a las universidades de Europa, especialmente Paris, y gritar como un loco, llamando la atención de los que tienen mas sabiduría que caridad, ‘¡Que tragedia! ¡Cuantas almas están cerradas del cielo y están cayendo al infierno, gracias a ustedes!’” (Lib. 4, epist. 5, 1544)

Cuando yo era misionero en el Perú, lo vi de una perspectiva un poco diferente. La gente que yo servía allá al menos sabía los básicos de la fe y sacramentos. Aquí no era el caso. A pesar de gozar de estar en el Perú, hice la decisión de volver. La gente aquí esta hundiéndose cada vez mas profundamente en el secularismo (también conocido como la desesperación) y quieren hallar los demás del mundo con ellos.

A veces quisiera gritar las palabras de San Francisco Javier a los jóvenes aquí. Dejen de huir de tu vocación. Si debes de ser un sacerdote, levanta el teléfono y comenzar el proceso de discernimiento. Si debes de ser papa de una familia, busca una buena muchacha católica (hay muchas). Si debes de ser un soltero comprometido, pues, metete en un apostolado.**

Cierto que ser pastor implica un riesgo – pero mucho peor es huir del desafío. Y en la análisis final, no es obra tuya. El Señor dice, “Les pondré pastores que las apacientan.” (Jer 23:4)

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*Dicen que, en un solo mes, San Francisco Javier bautizó diez mil (pensaba que hacía bien en bautizar a 442 en un año aquí en Sagrada Familia). Parte por limitaciones lingüísticas y parte por estrategia pastoral, concentró en enseñar a los niños a rezar, y enviarlos a rezar por y con sus papás. En una carta dice, “Los niños mayores no me dejan recitar el Oficio o comer o dormir hasta enseñarles una oración u otra.” Cuando murió en 1552, su brazo derecho fue enviado a la iglesia jesuita (Gesu) en Roma, donde se puede ver hasta hoy. Su cuerpo, mayormente incorrupto, yace en la Iglesia de Bom Jesus en Goa.

**Lo digo como ejemplo. Mientras necesitamos a laicos en varios apostolados (educación religiosa, liturgia, obras de caridad como Caballeros de Colón y San Vicente de Paul) su obra principal, más allá de su propia familia, se encuentra en transformar la sociedad. Obtener entrenamiento apropiado, mantenerse al día, hacer bien su trabajo, participación en la política y cultura son aspectos esenciales de pastorear.

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