La Vida No Es Justa

(Homilia Para el 19o Domingo, Año C)

“La vida no es justa.” Así comentó John Kennedy en marzo de 1962. Miembro de una familia rica y el hombre más joven eligido a la presidencia, parecía que era una persona de muy buena suerte. No obstante, sufría una enfermedad terrible – Addison’s – y dentro de viente meses sería asesinado. La vida realmente no es justa.

La injusticia de la vida parece extender aún a las posibilidades de salvación. Las lecturas bíblicas de hoy decriben como Dios llamó a Abraham y por medio de él formó un pueblo escogido. La historia del pueblo enfoca en una joven por la cual nacería el Mesías. A pesar de tener una misión a todos, solo algunos favorecidos tendrían la oportunidad de conocerlo. ¿Por qué tanta desigualdad?

El evangelio de hoy nos da una respuesta, pero primero tenemos que considerar una pregunta anterior: ¿Por qué la desigualdad nos molesta tanto? El mundo natural en si es injusta. Los fuertes prosperan; los débiles son eliminados. Cuando el león ataca, no busca el más fuerte, sino el débil, el más lento, muchas veces el animal más joven. No acusamos al león – u otro animal – de injusticia. Sin embargo, juzgamos a otros seres humanos por un criterio diferente. ¿De donde viene nuestros principios de justicia?

La injusticia causa a algunas personas sensibles dudar a Dios. Es una reacción normal. Pero la reacción misma da una indicación de su existencia. Como nuestros criterios de justicia no vienen del mundo natural, entonces ¿Por qué son tan fuertes dentro de nosotros?

La pregunta parece como un círculo sin salida. Si Dios existe, ¿Por qué es la vida tan injusta? Pero ¿Cómo podemos reconocer la injusticia si no existe un criterio aparte del mundo natural?

Solo Jesús rompe el dilema. No lo hace por proponer una nueva filosofía, sino por lo que llamamos el Misterio Pacual – es decir, la Cruz. Pero, como Jesús sabe que hacemos preguntas incesantes, no da unas pistas. Vemos a una de ellas en el evangelio de hoy.

Pedro aprecia su gran privilegio: conocer personalmente a Jesús, escuchar su enseñanza, experimentar sus milagros y ser confiado con una misión. Pero el apóstol quiere saber de los que no reciben los mismos favores. “Dices esta parábola solo por nosotros o por todos?” (Lc 12:41) Jesús da esta respuesta:

“El servidor que, conociendo la voluntad de su amo, no haya preparado ni hecho lo que debía, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, haya hecho algo digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le da, se exigirá mucho, Y al que mucho se le confía se le exigirá más.” (vv. 47-48)

Cuando Pedro escuchó de azotes y castigo, tal vez tuvo un segundo pensamiento. Quizás es mejor no saber la voluntad de Dios. Nosotros no tenemos una balanza para medir tales asuntos. Como Pedro, mucho ha sido confiado a nosotros. Dios nos ha dado el don más importante – la fe. Hablando de Abraham, la segunda lectura ofrece esta definición:

La fe es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera y de conocer las realidades que no se ven. (Hb 11:1)

Fe es un don singular. Pero implica una responsibilidad correspondiente. El hecho que algunos aparentemente no reciban la gracia, no disminuye la responsibilidad. Confiados con tanto, más nos será exigido.

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Versión Inglés

De los Archivos (Homilía para Domingo Diecinueve - Año C):

2007: Salvacion y Condenacion
2004: No Hay Prisa
2001: La Vida No Es Justa

Boletín (Testimonio de un "Aborto Fracasado")

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