Un Abismo Inmenso

(Homilia Para el 26o Domingo, Año C)

En su libro A Severe Mercy (Una Misericordia Severa) Sheldon Vanauken describe su conversión a la fe cristiana y el fallecimiento de su esposa Davy. Le escribió a otro cristiano, C.S. Lewis, quien igualmente perdió una esposa muy querida. En su carta se le confió que tanto deseaba ver otra vez a su señora que contemplaba el suicidio.

Lewis le respondió con los argumentos contra el suicidio. Al final le dijo que no hay motivo para creer que aquel tipo de muerte resultaría en la reunión con ella, sino "escavaría un abismo que no tiene puente para cruzar."

En la parábola de Lázaro y el rico, Jesús nos habla de esa separación:

"Además, entre ustedes y nosotros se abre un abismo inmenso que nadie puede cruzar, ni hacia allá ni hacia acá." (Lc 16:26)

En un nivel, esta separación es bien obvia. Considera los oficiales serbos que sistematicamente violaron a mujeres musulmanes y después se reían de ellas. ¿Puede el oficial y la victima comparte la misma comida como si nada hubiera sucedido?

Y los secuestradores del 11 de setiembre. Hay que considerar no solamente la enormidad de sus actos, sino los años de preparación. A pesar del hecho que el abrazo de Dios puede incluir a todos, implica una intimidad que muchos, aparentamente, no podrían aguantar.

Jesús presenta un escenario que no es tan dramático, pero por ser más diario, nos hace reflexionar: un hombre a quien le importa más su mascota que un mendigo hambriento. Al menos el perro recibió las cosas que caían de su mesa. El rico ni vio a Lázaro. Así creó un abismo no solamente entre él y el pobre sino entre él mismo y la comunión de los santos.

La idea que cualquier persona puede estar separado eternamente a Dios es bien horrible. Me gustaría poder decirles que la doctrina es una invención de la Edad Media, pero no es así. Jesús mismo la enseñó.

Es una enseñanza difícil pero la alternativa es peor: decir que la maldad es solamente un punto de vista, que, al final de las cuentas no hay una diferencia entre la Madre Teresa cuidando a un moribundo y un secuestrador chocando su avión a las Torres Gemelas. No estoy negando que los dos mostraron una sinceridad de motivación y la voluntad de dar el último sacrificio. Sin embargo, el hecho que admiramos a la Madre Teresa y condenamos al secuestrador indica, que, en algún nivel, aceptamos la separación radical que Jesús enseña.

Al aceptar la enseñanza de Jesús, se ve que el mal es parásito, existe solamente por devorar lo que es bueno. Y también que la libertad humana en su sentido pleno, quiere decir que el hombre puede decir "no" aun a Dios.

Los acontecimientos del 11 de setiembre deben hacernos repensar el dicho, "creo en la bondad básica de todo ser humano." En cambio lo que debemos decir es, "Sí toda persona tiene un valor inmenso, porque - por medio de la Sangre de Cristo - Dios desea su salvación de todos, incluyendo a los secuestradores. Pero al mismo tiempo Dios honra la libertad de cada persona a tal grado que el hombre puede escoger la separación eterna."

**********

Ver también: El Abismo Entre Cielo e Infierno

Versión Inglés

  • Fotos de la Ordenación del Diácono Armando Perez (Parroquia de la Sagrada Familia, Seattle; 15 de julio de 2001)

    Boletín (San Lorenzo Ruiz)

    De los Archivos (Homilía para Domingo Veintiseis - Año C):

    2007: Por Que Fue Condenado el Rico?
    2004: Banqueteaba Espléndidamente
    2001: Un Abismo Inmenso

    Otras Homilias

    Home