Auméntanos La Fe

(Homilia Para el 27o Domingo, Año C)

Por la fe, el hombre somete completamente su inteligencia y su voluntad a Dios. Con todo su ser, el hombre da su asentimiento a Dios que revela [Dv 5.]. La Sagrada Escritura llama 'obediencia de la fe' a esta respuesta del hombre a Dios que revela [Rm 1,5 ; 16,26.]. Obedecer ['ob-audire'] en la fe, es someterse libremente a la palabra escuchada, porque su verdad está garantizada por Dios, la Verdad misma. De esta obediencia, Abraham es el modelo que nos propone la Sagrada Escritura. La Virgen María es la realización más perfecta de la misma. (Catecismo 143-144)

Antes de hablar de la fe como una virtud teológica (fe, esperanza y caridad), la consideramos como una parte natural de su vida. Es normal que un niño tenga fe en sus papás. Pero la fe no es solamente una parte de nuestra niñez, sino crece en importancia con los años. La mayor parte de lo que sabemos depende de ella. Por ejemplo, la geografía. No conozco Moscú, pero estoy convencido que existe porque creo (en diferentes grados) a los cartógrafos, los reporteros y los viajeros. Noventa y nueve por ciento de lo que uno sabe no viene de la experiencia directa, sino por fe.

Es igual con los científicos. Pueden examinar la evidencia y duplicar los experimentos, pero mayormente confían en el trabajo de otros científicos. A veces esta confianza resulta ingenua. Durante el último siglo, por cuarenta y cinco años, los científicos creeron que habían descubierto el "eslabón perdido" entre los monos y humanos. Resulta que era la calavera de un humano moderno y la mandíbula de orangután. Pero nadie dijo, "jamás voy a confiar en un reporte científico." No podemos mantenernos sin fe, aun en los campos relativamente restringidas como las ciencias.

Mientras nuestro conocimento común depende de la fe, generalmente no tenemos motivo para dudarlo. Sin embargo, hay un nivel de fe que es mucho más importante, pero menos seguro. El la fe requerida para relaciones humanas. Nuestras interacciones diarias dependen de ella. Desgraciadamente, las otras personas traicionan nuestra confianza, a veces por debilidad momentánea, a veces por decepción pre-meditada. A causa de esas experiencias tristes, perdimos la confianza y como resultado tenemos menos amigos. Pero, si no vamos a llegar a ser completamente aislados, tenemos que cultivar la fe.

En las relaciones humanas, confianza siempre requiere el perdón. No ha papa, esposo, amigo o sacerdote perfecto. Las personas cercanas no han cumplido - y tampoco nosotros. Amargura, a causa de traición, o pena, a causa de nuestros propios fracasos, puedan apoderse de cualquier persona. Sin embargo, ni amargura ni pena puedan destruir totalmente el deseo de confiar. ¿Que significa esa verdad? Estoy convencido que indica que hay alguien que merece nuestra confianza completa.

Los apóstoles pidieron a Jesús, "Auméntanos la fe." Ellos vieron a la fe como puerta a un mundo más amplio. Nosotros, en vez de reconocer nuestros deseos más profundos, tratamos de anestesiarlos - con alcóhol, pornografía, dinero, venganza, etc.

El presidente Bush ha hecho una promesa solemne que va a cazar a los terroristas hasta encontrarlos. Dios también busca al hombre pecador - no para condenar, sino para darle la virtud de la fe. Quizás el terrorista puede tener un refugio para esconderse, pero ¿Que de nosotros?

Hace dieciseis siglos San Agustín ha dicho algo que todavía resuena: "Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en Ti" (Conf. 1,1,1).

Señor, auméntanos la fe, la confianza en tí.

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Versión Inglés

  • Fotos de la Ordenación del Diácono Armando Perez (Parroquia de la Sagrada Familia, Seattle; 15 de julio de 2001)

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