Vayan a Presentarse a Los Sacerdotes

(Homilia Para el 28o Domingo, Año C)

Al comenzar el siglo veinte uno, nos encontramos en un nuevo tipo de guerra. Su objetivo no es conquistar territorio, sino los corazones humanos. No voy a hacer un análisis político. Mas bien quisiera, considerando el evangelio dominical, enfocar en una arma poderosa que no hemos utilizado suficiente.

En sus libro magnífico Priests For The Third Millennium (Sacerdotes para el Nuevo Milenio) Monseñor Timothy Dolan tiene un capítulo sobre el sacramento de reconcilación. Dice: "Estoy convencido que el Señor está llamandonos, los sacerdotes del nuevo milenio, no solamente a ser buenos confesores, sino apóstoles de este sacramento."

El evangelio de hoy nos ofrece una imagen fuerte para el sacramento. Diez leprosos se acercan a Jesús, buscando limpieza. La enfermedad no solamente consume su carne, sino los separa del culto de la comunidad. A diferencia a los otros milagros, Jesús no los sana inmediatamente. Da un mandato, que, como vamos a ver, tenía una trayectoría más allá de Palestina del primer siglo. Pero, primero, hay que aclarar un mal entendimiento.

Como la conclusión enfoca en la gratitud del leproso samaritano, es fácil no ver la valentía de los otros nueve. Con la palabra de Jesús tomaron un paso de fe. Y tuvieron un mandato concreto: "Vayan a presentarse a los sacerdotes." (Lc 17:14)

Los padres de la iglesia vieron una aplicación específica. La reconcilicación plena requiere la participación de los representantes ordenados. Los pecados públicos (apostasía, matanza y adulterio) requerían una penitencia pública ante el cuerpo entero de la iglesia, encabezada por el obispo. Pero el perdón de otros pecados fue manejado con más discreción. En cuanto al perdón, los padres citaron muchas veces el mandato a los diez leprosos. No eran los monjes irlandeses que inventaron la confesión, como algunos mantienen. Los estudios más al día indican que ellos se basaron en una tradición más antigua con raices en le Nuevo Testamento. (cf. Jn 20:23; Mt 18:18; Sant 5:16)

A parte de su historia, confesión es un gran don. El Monseñor Dolan menciona una conversación con un siquiatra judio. Le preguntó si es verdad que la práctica había bajado. El Monseñor admitió que era cierto. El siquiatra respondió;

"Pues, es bueno para mi negocio. Si todos lo aprovechan, yo no tendría mi trabajo. La gente me pagan bien para hacer lo que Uds. hacen en la confesión, y yo ni siquiera puedo perdonar sus pecados, solo ayudarlos a vivir con sus consequencias."

Mientras tratamos de entender lo que está pasando en nuestro mundo - y poner orden en nuestras propias vidas - quizás podemos preguntarnos si el mandato de Jesús a los leprosos también nos aplica a nosotros.

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