Rezar Sin Perder el Animo

(Homilia Para el 29o Domingo, Año C)

Hace unos años mi amigo, el Padre Pete Peterson, escribió una “descripción de trabajo” para el sacerdote. Lo que el puso como punto número uno sorprendió a algunos. No era la administración, ni la juventud, ni la solidaridad con los pobres. Todas estas cosas son importantes, pero esto es lo que él notó primero: rezar por la gente.

Para un cristiano, especialmente un sacerdote, se asume la oración. Sin embargo, a veces es bueno tener una llamada de atención. Hoy Jesús nos cuenta una parábola sobre la necesidad de rezar siempre sin perder el ánimo. (Lc 18:1) Usa el ejemplo de una señora que no tiene ventajas típicas: belleza, dinero, poder, un marido. El único recurso que tiene es persistencia. Jesús dice, cuando rezamos, imitar a ella.

Para el sacerdote o diácono la oración constante es una obligación solemne. Al ser ordenados, nos comprometemos a rezar la Liturgia de la Horas. La idea es dedicar cada parte del día a Dios, orando ciertos salmos y meditando sobre unos versículos bíblicos.

Muchas veces la gente nos pide, “Padre, favor de rezar por mí.” Y prometemos de hacerlo. Quizás no es posible recordar cada petición, pero cuando rezamos el oficio de la Iglesia, incluimos todas.

Algunos preguntan por que molestar tanto a Dios si él ya sabe lo que necesitamos. Hay dos respuestas. La primera es que Jesús no ha ordenado hacerlo: “Pidan y se les dará. Toquen y se les abrirá.” La viuda en la parábola de hoy es una persona que hace volver loco a un oficial pública con su persistencia. Aparentemente Dios tiene un lugar tierno en su corazón para tales almas.

Hay un motivo más misterioso. En un sentido, la oración es solamente una forma más que Dios nos ha dado para afectar al mundo creado. Uno puede decir, “No necesito poner sal en mi sopa porque Dios ya sabe la cantidad exacta para mí.” Pero nadie lo dice. Sabemos que nuestra participación es esencial para obtener los resultados que deseamos. A pesar de no siempre verlo directamente (sería magia si fuera así) lo mismo aplica a la oración. Dios ha ordenado el mundo en tal forma que lo que importa más, depende de nuestras plegarias.

Por eso debemos rezar sin perder el ánimo. Tenemos que comer todos los días para mantener nuestra esfuerza. Nadie respira profundamente diez veces y dice, “Bien, ya no tengo que respirar por una horas.” La oración para nosotros es como respirar o comer.

Concluyo con unas palabras de Abraham Joshua Heschel:

“El alma sin oración constante es un alma sin hogar. Decaida, llorando, el alma anda por un mundo sin sentido, lleno de mentiras y cosas absurdas. Finalmente busca un momento para unir su vida desparramada...un momento cuando puede pedir ayuda sin ser cobarde. Tal hogar es la oración.”

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Versión Inglés

De los Archivos (Homilía para Domingo Veintinueve - Año C):

2007: La Obra Varonil de Intercesion
2004: Un Frente de Batalla Significante
2001: Rezar Sin Perder el Animo

Boletín (Colectas, Viaje al Peru)

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