Una Leccion en Humildad

(Homilia Para el 30o Domingo, Año C)

C.S. Lewis observó que, en el mundo de los animales, los perros son publicanos y los gatos fariseos. "Te doy gracias que no soy como los otros hombres o aun como aquel perro..." El perro, al contrario, siempre sabe que ha hecho algo malo. Tengo que admitir que soy como el perro. Cuando la gente me critica, aun cuando no tengan razon, reflexiono que probablemente he hecho algo para merecerlo. Al mismo tiempo, conozco la trampa del fariseo. Cuando hago bien, es fácil despreciar a alguien que es flojo, sin control de se mismo, sobrado, etc.

Hay que reconocer que el fariseo realmente es un hombre bueno: trabaja duro, no es mujeriego sino honesto, reza, y quizás más importante para el párroco, contribuye diez por ciento de su sueldo. Si tuviera cien de ellos en la parroquia, no tendría ningun problema económico.

Desgraciadamente, el diablo nos permitiría conquistar cualquier vicio, si nos caimos en el más feo - el orgullo. No nos molestará con pensamientos impuros, flojera, rencor, solo que seguimos pensando que somos superiores a otras personas. Los americanos, en general, somos gente buena pero es fácil caer en un sentido de superioridad. No sé si Lewis tiene razon sobre las mascotas, pero es interesante que nuestra favorita de lejos es el gato. En nuestros hogares hay un promedio de tres gatos por cada perro.

Escribo esta homilia en un pais donde hay muchos perros y pocos gatos. Los últimos tres días he ido con los miembros del Centro Mary Bloom para repartir ayuda a una comunidad afectada por el terremoto del 23 de junio. En el camino encontramos a una mujer anciana que vive solo en su choza. En el frio de los Andes, ella pastorea unas pocas alpacas. Su ayudante, y único compañero, es un perro con lo cual ella comparte su comida humilde. Le dimos dos paquetes con arroz, azúcar, atun y fideos. Cuando salimos, le dí una bendición, trazando la cruz en su frente. Ella agarró mi mano y la besó. Aquella mujer sencilla me dio una bendición profunda - y una lección en humildad.

Cuando llegamos a nuestro destino, algunos dirigentes de la comunidad me llevaron a su capilla. En la pared, tuvieron un mensaje sobre la importancia de la solidaridad. Por cierto, nostros, que hemos recibido muchas bendiciones materiales, tenemos que compartir con los pobres. Al mismo tiempo, sabemos que ellos tienen un lugar especial en el corazón de Dios. Como dice Sirácides en la primera lectura:

A pesar de no ser indebidamente parcial a los debiles
él escucha el grito de los oprimidos.
El Señor no está sordo al llanto del huerfano,
ni a la viuda, cuando ella le presenta su queja.

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Versión Inglés

Boletín (Colectas, Viaje al Peru)

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