Un Océano de Misericordia

(Homilia Para el 31o Domingo, Año C)

Cuando llevabamos ayuda para los damnificados del terremoto, llegamos a nuestro destino a las 10:30 p.m. Sin electricidad, la comunidad de Sacuaya estaba completamente oscura. Mientras tocabamos puertas para ubicar la familia anfitrión, levanté mi mirada al cielo. La luna ya se había puesto y el cielo estaba casí blanco con tantas estrellas. Reflexioné que fue así que la gente antigua vió los cielos.

Algunos dicen que la gente del pasado podía creer en Dios porque no sabía la inmensidad del universo. Sin embargo, a pesar de no tener los mismos datos como astrónomos modernos, se dieron cuenta que es enorme. La Biblia, por ejemplo, dice que los descendientes de Abraham serían "númerosos como las estrellas en el cielo y la arena de la orilla del mar." (Gen. 22:17) Ptolomeo en su Almagest (un texto básico de las universidades de la Edad Media) dice: "La tierra en relación a las estrellas lejanas no tiene tamaño apreciable y tiene que ser tratado como un punto matemático." (Almagest, libro I, cap. v)

Nuestros antepasados sabían que el universo es incalculablemente enorme, pero también reconocieron a algo mayor. La primera lectura de hoy declara:

Ante el Señor el universo entero es como un granito en la balanza
o una gota del rocio que cayó al suelo de madrugada. (Sabiduría 11:22)

En el versículo siguiente el autor saca una conclusión significativa: Si Dios creó todo que existe, ¿no tendrá compasión sobre sus creaturas? La enormidad del universo significa la misericordia de Dios sin límites.

Es difícil concebir tal misericordia. A veces personas me dicen que han hecho cosas que nunca puedan confesar. No es un caso de "culpa católica." Evangélicos, y aún no creyentes, me han dicho que dudan que serán perdonados. En el evangelio de hoy encontramos un hombre cargando una desesperación semejante.

Zaqueo realmente era una persona despreciable. Había traiconado a sus paisanos tomando un puesto de recoger tributo para los romanos. Usaba su puesto para abusar y sacar lo que podía de ellos. Judios honestos odiaban al enano - y con buen razón. Que Jesús lo abrazara y cenara con él fue muy repulsivo.

La Madre Angélica cuenta de una mujer cuyo esposo hizo miserable su vida. Al final tuvo un cambio de corazón. "La rata fue bautizada en el último momento," le dijo a Madre Angélica. La gente sentía algo semejante sobre Zaqueo, al menos hasta empezaba a hablar de restituir lo que había robado.

El astrónomo Carl Sagan se maravillaba a los miles de millones de galaxias. Pero hay algo más inmenso y maravilloso de lo que vemos en el cielo de noche: la misericordia divina. Quizás la inmensidad del universo existe para darnos una imagen de ella.

Cuando algunas personas me dicen que nunca pueden confesarse a un sacerdote, les digo que no se preocupen. Empieza con una admisión directa y plena a Jesús. Permite que su océano de misericordia fluya sobre tí. Confesión y reparación seguirán, como sucedió con Zaqueo.

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Versión Inglés

Boletín (Colectas, Viaje al Peru)

De los Archivos (Homilía para Domingo Treintiuno - Año C):

2007: Un Hombre Pequeno con Mucho Para Ensenar
2004: Gratitud Asombrada
2001: Un Océano de Misericordia

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