La Esperanza Alegre

(Homilia Para Tercer Domingo de Adviento, Año A)

El tiempo antes de Navidad ha sido medio raro. Normalmente, nadie tiene que animarnos para hacer compras, pero este año ha sido diferente. A causa de los problemas económicos, con muchas personas desempleadas, los políticos nos dicen que hacer compras es nuestro deber patriótico.

Quizás tiene algo de buen razón. Unos filigreses han perdido sus trabajos en restaurantes y hoteles. Es bien triste, especialmente cuando una familia entera depende del sueldo. Todos rezamos que pronto tendrán un nuevo empleo. Sin embargo, este domingo quisiera sugerir otra forma de fortalecer nuestra sociedad: dar directatmente para ayudar a los con mala suerte. Un buen ejemplo es "Catholic Charities" que ayuda a gente de la calle, victimas de violencia doméstica y otros en situaciones dificiles.

También como párroco de Holy Family, me gustaría estimular la economía empleando algunos para reparar nuestro techo. Si quieren ayudar a crear fuentes de trabajo, no es necesario ir a Southcenter Mall. Se puede dar aquí en la parroquia.

Yo sé que algunos son desanimados porque tenemos tantos problemas en la parroquia. A veces yo igualmente me desanimo. En el evangelio de hoy escuchamos de un hombre que había perdido su esperanza. Comenzo su ministerio con tanto entusiasmo y la muchedumbre fue al desierto para oirlo. Parecía que iba a cambiar el mundo. Pero ahora está en la carcel, preguntandose como las cosas han podido salir tan mal. Envia sus discipulos a un hombre que él bautizó y ellos regresan con este reporte:

"Vayan y cuéntenle a Juan lo que están viendo y oyendo: Los ciegos ven, los cojos andan, los que tienen lepra son sanados, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncian las buenas nuevas. Dichoso el que no tropieza por causa mía." (Mt 11:4-6)

Jesús siempre nos da motivo para levantarnos la cabeza.

Un sacerdote joven dio un lindo testimonio sobre esto. Durante sus dias de universidad, pasó por un tiempo duro. Estaba viajando y una noche se encontró solo en un hotel. Hizo lo que los hombres suelen hacer cuando se sienten solos. Agarró el "remote" y empezó cambiar los canales de televisión. De repente, vio la imagen de una monja. Era la Madre Angélica y hablaba por teléfono con alguien que le contaba las cosas horribles pasando en su vida. Ella lo miró directamente y le dijo, "Mister, tienes que confesarte." El joven se dio cuenta que Dios le hablaba por medio de la hermana. Se confesó y cuando terminó la universidad, entró en el seminario. Ahora es uno de los mejores sacerdotes de nuestra diocesis.

Con Jesús siempre hay esperanza. Nos ayuda a poner las cosas en su lugar correcto. Pero es tiempo de dejar de culpar a otras personas. A veces, alguien me dice, "Oh padre, si mi esposa no estuviera tan cruel... o si mi patron me reconociera." Algunos dicen, "Si tuvieramos un parroco diferente." Y yo respondo, "Si tuvieran filigreses diferentes." ¡Mentiras! Jesús nos dice que si queremos, podemos tener una nueva vida.

Este domingo prendemos la tercera vela de nuestra corona de adviento. Es de color rosada que significa, "Alegría." En latín se llama Guadete o sea, Alégrense. Unos están pensando, "Pues, padre, no me siento tan alegre." Tampoco Juan el Bautista en su celula de prisión. La alegría bíblica no es tanto una emoción sino una convicción.

Santiago nos dice que seamos pacientes - aun con nosotros mismos. Cuando el agricultro siembra, no sale el próximo día esperando la cosecha. Igual con nosotros. Esta semana cumplo trienta años como sacerdote. He hecho mucho errores (y he cometido pecados que me dan verguenza para recordar), pero Dios también me ha dado miradas de las semillas que he plantado, ya dando su fruto. Santiago nos dice que dejemos las quejas y juicios. Que más bien guardar la esperanza alegre de la venida del Señor.

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