El problema con facciones no es que no existen diferencias sustanciales. Los corintios se peleaban por más que palabras y personalidades. Sus divisiones eran reales y iban a requerir unas generaciones para resolverlas. Unos cincuenta años después de las cartas de Pablo, San Clemente, el obispo de Roma, también escribió una carta a los corintios buscando reconciliación. Su carta es uno de los tesoros de la iglesia primitiva.

La dificultad con facciones no es que a veces provocan debate. Ayudaría si debatieramos honestamente nuestras diferencias. Pero facciones no solamente llegan al debate sino al orgullo - la exaltación de "mi grupo" y el desprecio de los otros. Uno puede pensar si solamente gana mi posición, pues, todo va a estar bien. Es una mentira porque cada grupo tiene personas que son dictadores, crueles, flojos, sobrados y corruptos. En otras palabras, todos necesitamos redención. Si vamos a superar el orgullo de partidos, tenemos que concentrar en la necesidad común de arrepentirse y perdonar.

Ví un lindo ejemplo en el mitín pro-vida hace una semana en Olympia, capital de nuestro estado. Cada años miles se reunen ante el edificio legislativo para protestar la decisión de la Corte Suprema quitando la protección legal de los no-nacidos (Roe v. Wade, 1973). El obispo Skylstad de Spokane ofreció una oración y luego escuchamos a diferentes representantes - incluyendo a democratas pro-vida. Pero lo que me llamó la atención era uno pequeño grupo pro-aborto. Llevaban no solamente los estardartes típicos de "pro-choice" sino también unos más provocativos: "Doy Gracias A Dios Por el Aborto" y "Yo Amo el Aborto."

Viendo el grupo pro-aborto, alguien me dio una pequeña muñeca plastica, que representa un bebito a diez semanas de gestación. Ella me dijo, "Padre, puedes dar esto a ellos."

Cobarde que soy, se la di a un padre de Maryknoll a mi lado. "Ernie, ¿Tu quieres darsela?

El Padre Brunelle agarró la el modelo fetal y la llevó a los con estandartes pro-aborto. Pensaba que iba a haber gritos, pero por unos cuarenta minutos el misionero tuvo una conversación tranquila con ellos. Ninguno dejó su estandarte para agarrar una rosa roja (símbolo pro-vida) pero quizás algo más profundo sucedió. Con su combinación de valentía, humildad y respeto, el Padre Ernie les comunicó algo que todos desamos: la misericordia divina.

En el evangelio de hoy, Jesús expresa las primeras palabras de su ministerio público. "Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos." Son palabras bellas, palabras llenas de esperanza. Son para tí y para mí - ahora y en la hora de nuestra muerte. La próxima vez que tenemos una discusión hay que reconocer que es posible ganar el debate y perder el alma - incluyendo la tuya. Acuerdate la palabras de Jesús - y el lindo ejemplo del Padre Ernie. No se puede dividir a Cristo - solo él fue crucificado por nosotros.

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