¡Que Cantidad de Trabajo!

(Homilía para el Quinto Domingo Ordinario, Año B)

En pocos versículos, San Marcos describe: la sanación de la suegra de Simon y de muchas otras personas enfermas o poseidas por malos espíritus, una oración nocturna interrumpida por gente buscando a Jesús, y un recorrida de varias sinagogas para predicar y expulsar demonios.

Al leer este pasaje, tuve dos reacciones: Que maravilla ser apóstol de Jesús, pero también ¡que cantidad de trabajo!

Comenzamos con la maravilla. Una vez al celebrar misa en español tuve esta experiencia: Nuestra iglesia que tiene campo para 800, fue llena hasta los bordes. En medio de la confusión de niños escapados de sus papás y jóvenes paseandose, hubo un momento de reverencia, casi silencio. La extrañez me golpeó - yo un gringo criado en los años cincuento delante de una muchedumbre con una cultura muy diferente que la mia. ¿Que me unió tan profundamente con ellos? ¿Que tenía yo que ofrecerles? La respuesta - Cristo.

No es solamente que yo había aprendido algo de su idiomo y su cultura. La parroquia tiene personas que han llegada de culturas que conozco muy poco. No tenemos idioma común. Cuando celebro un sacramento, por ejemplo la unción del enfermo, o doy una bendición, algo sucede en un nivel más profundo que palabras.

Es una maravilla que tantas personas miran al sacerdote para sus necesidades más hondas - como antes miraban a Jesús en Galilea. Cualquier otro trabajo - aun del médico o político o periodista - es pálido por comparación.

Por supuesto el sacerdocio no es un trabajo. No obstante, a pesar de los misterios que manejamos, una cierta rutina, aun aburrimiento, puede entrar. A veces, una persona puede estar contandome cosas que nunca ha revelado a alguien más. Yo escucho con atención y compasión, pero al mismo tiempo estoy tratando de recordar lo que tengo en el refrigerador...

En la primera lectura de hoy, Job describe el aburrimiento que es parte de toda vida humana. Aun los grandes hombres que cambiaron la historia lo experimentaron. Considera gigantes como Julio César, Dwight Eisenhower o el papa Juan Pablo. En sus vidas hubo momentos dramáticos que afectaron a millones, pero también periodos largos de trabajo rutinario, obscuridad y soledad.

Para seguir como apóstoles de Jesús necesitamos la visión que viene de la oración y la paciencia humilde para aceptar el trabajo rutinario.

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2003: ¡Que Cantidad de Trabajo!

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