Los Líderes Que Nos Merecemos

(Homilía para el Cuarto Domingo de Pascua)

Hoy celebramos el Domingo del Buen Pastor. Todos queremos líderes que se preocupan por su gente. Desgraciadamente, hemos vistos muchos ejemplos negativos. Los líderes religiosos en el tiempo de Jesús actuaron de miedo e interés propio. Pedro nos dice que son como constructores que rechazaron un bloque de construcción, solamente para descubrir que viene a ser la piedra angular de otra estructura. Jesús hace un contraste entre el buen pastor y el asalariado, que no se preocupa por su rebaño. Todos podemos identificarnos con el salmo que nos dice no poner nuestra confianza en príncipes.

El mundo actual está lleno de líderes que buscan su propio interés. Empresarios han usado sus puestos no solamente para ganar sueldos fabulosos, sino para defraudar a los que invierten en sus compañías. La corrupción política parece más común, mientras oficiales elegidos toman coimas en cambio de favores legislativos. Y desde luego hemos visto la triste falta de liderazgo en nuestra iglesia. ¿De donde viene toda esta corrupción?

En un sentido es natural culpar a los líderes que actúan desde auto-interés y no se preocupan por su rebaño. Pues, ellos aceptaron sus puestos de responsabilidad y serán juzgados por no actuar correctamente. Sin embargo, hay un problema mas profundo. Una vez el obispo Sheen habló de la corrupción en la sociedad americana. Comparó la corrupción a la espuma que vemos en la superficie de un líquido. Lo que muchas veces no notamos es que la espuma es resultado de miles de pequeñas burbujas mas abajo.

Tú y yo compartimos algo de la corrupción de nuestros líderes. Les daré un ejemplo actual. Muchos han oído del reportero en Nueva York que trató de chantajear personas famosas con la amenaza de revelar detalles de sus vidas íntimas. Podía hacer esto solamente porque somos una sociedad de voyeurismo. Queremos saber cosas que realmente no son nuestro asunto – las debilidades morales de personas famosas. Compramos periódicos y vemos programas de televisión que nos estimulan con esos escándalos. El reportero corrupto es la espuma y nosotros las pequeñas burbujas que crean la espuma. Tenemos los líderes que nos merecemos.

Si compartimos algo de la responsabilidad para líderes corruptos, también podemos tener parte en la formación de buenos pastores. En cada misa rezamos por el Santo Padre y nuestros obispos. ¿Es una oración automática o realmente rezamos por los que tienen tan gran responsabilidad? Es fácil criticar los defectos de nuestros lideres, pero ¿tomamos tiempo para alabar las cosas positivas que hacen? Obviamente queremos líderes que muestran integridad y valentía, pero ¿mostramos las mismas calidades en nuestras vidas? Por supuesto, nadie de nosotros tendrá el impacto del Papa Benedicto o un obispo diocesano, pero haremos algo de diferencia, quizás una diferencia crucial. Un buen punto de partir es rechazar el voyeurismo en todas sus formas y concentrar en las áreas donde podemos hacer una diferencia. A pesar de tener un campo de acción pequeña, San Juan indica claramente que tenemos una potencialidad enorme:

Somos hijos de Dios ahora;
Lo que seremos todavía no ha sido revelado.

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De los Archivos:

Homilía Cuarto Domingo de Pascua, Año B 2003: El Cayado del Pastor

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