Dependencia y Libertad

(Homilía para el Quinto Domingo de Pascua)

La parábola de la vid y los sarmientos conecta bien con el Día de la Madre. La relación de una madre y su hijo no-nacido es de dependencia total. Aun después del nacimiento, un niño humano depende de su mamá para alimentación, cuidado y educación.

Jesús nos dice que algo semejante aplica a nuestra relación con él: somos los sarmientos; él es la vida. Mientras estamos unidos a él, vamos a desarrollar y producir algo de gran valor. Si un cristiano se separa de Jesús se secará y morirá.

Es una parábola difícil para nosotros a causa de nuestra idea moderna de la libertad. Como el Papa Juan Pablo señalaba, el hombre moderno considera que la libertad significa independencia - la habilidad de hacer lo que le da las ganas - sin ninguna restricción exterior. Desde luego, hay algo de verdad en esta idea de la libertad: ninguno de nosotros debe imponer restricciones innecesarias sobre otros. Sin embargo, esta idea de libertad no llega al corazón de la persona humana. Para nosotros como cristianos, libertad significa llegar a ser la persona que fui destinada de ser.

Un hombre puede decir, "He ganado mi dinero y lo voy a gastar en la forma que deseo. Si quiero ir a los casinos, estoy libre para hacerlo. Si quisiera tomar drogas o mirar pornografía, lo haré." Ese hombre no está libre; es un esclavo.

Recién tuve una conversación con una pareja joven. El esposo había logrado tres meses de sobriedad. El primer paso para él fue reconocer que estaba sin poder ante el alcohol y que necesitaba la ayuda de un poder superior. Su señora por supuesto estaba feliz, pero no era completamente fácil para ella. Antes de lograr sobriedad su esposo era como un niño más. Ahora ella tenía que tomar un paso atrás y dejar que él asumiera mayor responsabilidad para la familia. Al-Anon le ayudó mucho. Ella descubrió su propia libertad verdadera con relación a un esposo que venía a ser más responsable.

C.S. Lewis dijo: "No estamos hechos por igualdad. Estamos hechos para la obediencia y la adoración." Un sarmiento no es igual a la vida a pesar de ser parte del mismo organismo. Un niño antes - y después - del nacimiento no es igual a su madre, a pesar de compartir la misma naturaleza humana. Es verdad que mientras maduremos, logramos un cierto grado de independencia. No obstante, jamás estamos totalmente independientes. La ilusión de independencia desaparece rápido si sufrimos una enfermedad o desgracia. La verdad es que mientras nos realizamos nuestro ser verdadera, reconocemos una dependencia mas profunda - de otros seres humanos y de Cristo.

Él es la vid; nosotros los sarmientos. Si nos quedamos unidos a el, produciremos fruto abundante.

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Homilía Quinto Domingo de Pascua, Año B 2003: Pide Lo Que Quieres

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