El Deseo Para Venganza

(Homilía para Décimo Domingo Ordinario, Año A)

Desde la Iliada hasta Hamlet y Moby Dick, mucho de la gran literatura del mundo centra en el deseo para venganza. El tema es popular porque todos nos identificamos con el deseo. Quizás no experimentamos la misma cólera que consume todo como Aquiles, Hamlet o el Capitán Ajab, pero conocemos la emoción bastante bien y ellos no nos parecen como criaturas de otro planeta.

En nuestra cultura, es normal negar piadosamente que uno quiera venganza. “No es gran cosa. Estoy dispuesto a olvidarlos y seguir adelante.” No obstante, las películas populares dan otra impresión. Actores como Arnold Schwarzenegger, Bruce Willis y Clint Eastwood han ganado fortunas haciendo filmes con una formula sencilla: presenta un carácter que comete actos horribles, que se burla de sus victimas y parece intocable; luego tener un héroe que ignora las autoridades impotentes para obtener retribución. He escuchado a audiencias aplaudiendo cuando malvado recibe lo que merece. (No aplaudí, pero solamente por timidez, teniendo el doble de la edad mediana de los otros en el teatro.) Tenemos que admitirlo, nos gusta la formula. ¿Quién no quiere que el sobrado sea bajado públicamente?

La gente de Palestina en el primer siglo esperaba que Jesús iba a ser aquel tipo de héroe = que traería retribución contra gente como los recaudadores de impuestos. Licenciados por los romanos, sacaron lo que la gente trabajaba duro para ganar. Sus antepasados habían luchado hasta la muerte para obtener soberanía contra los griegos. Muchos estaban dispuestos hacer lo mismo contra los romanos. Y ahora en medio de ellos, hubo colaboradores judíos, viviendo como reyes. Si alguien merecía retribución, eran esos traidores.

Entonces ¿Que hizo Jesús? En vez de llamarles la atención a los recaudadores de impuestos, le invita a uno de ellos a seguirlo. En un gesto que les da aprobación, va a sus casas y cena con ellos. Desde luego este chocó, aun hizo furiosos, a gente común y decente. Pero al mismo tiempo debe haber chocado a los recaudadores y prostitutas. Hace varios años (antes de explosionar el escándalo de abuso sexual en la Iglesia) tuve una conversación con un pedófilo. El fue asombrado que yo estaba dispuesto de hablar con él. Para ser honesto, me dio asco y jamás hubiera aceptado una invitación a cenar en su casa. No me habría gustado ser identificado públicamente con él.

Jesús fue mas lejos que yo – o, sin duda Vd. No lo hizo para asegurar a los traidores que todo estaba bien. Recuerden que empezó su ministerio público con la palabra, “¡Arrepiéntanse!” No iba a poner a un lado aquel llamado cuando entraba en la casa de una persona cómoda y bien alimentada. En realidad, usó una táctica diferente que conduciría al mismo fin. Mirando mas allá de su fachada, conoció la miseria profunda de sus corazones. A pesar de su bravuconería, se dieron cuenta que su forma de portarse era mal. A veces una palabra suave puede tener un impacto más fuerte que una condenación tajante.

Jesús cenó con recaudadores de impuestos y prostitutas no solamente para salvar a ellos, sino también a enviar un mensaje a ciudadanos “buenos” como Vd. y yo. Si no hacemos algo sobre nuestro deseo para venganza, seremos perdidos. Ese deseo puede ser perfectamente entendible, pero al guardarlo, traeremos destrucción para nosotros y otros – generalmente no para la persona que nos ha herido. Jamás olvidaré a Madre Angélica diciendo a hombre que seguía deseando nivelar las cuentas, llegaría al infierno. El hombre renqueó, tratando de justificar su cólera. Con una compasión basada en su preocupación por la suerte eterna del hombre, Madre Angélica repitió su munición. La compasión de Jesús excede infinitamente a Madre Angélica. Por aquel motivo, a los que se consideraban personas decentes, les dice:

Vayan, pues, y aprendan lo que significa:
'Yo quiero misericordia y no sacrificios.'
Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.

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English Version

De los Archivos:

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