La Vida Secreta de Un Obispo

(Homilía para el Domingo Duodécimo del Tiempo Ordinario, Año A)

En el evangelio Jesús dice, “No hay nada secreto que no llegue a saberse.” Generalmente asumimos que Jesús refiere a los delitos. Las cosas positivas no venden periódicos. He sido sacerdote por mas de tres décadas y hasta la fecha ningún reportero ha publicado una noticia intitulada, “sacerdote local bautiza a veinte niños,” o “Padre Felipe cumple un año mas de sacerdocio.” No sería gran noticia. Pero supone que yo robara cincuenta mil dólares de la parroquia, fuera a algún casino y juega las tragamonedas hasta estar sin un centavo. Cuando salga, los policías me esperan. Los periódicos locales probablemente tendrán interés en la noticia.

No echo la culpa a la prensa. Enfocar en las maldades de otra gente es parte de nuestra naturaleza humana. Eso cambiará cuando llegue el último día. Sí, todos los pecados y maldades serán descubiertos, pero en dos formas diferentes. Para los que se han alejado de Dios, la revelación les causará de ser defensivos. Al tratar de justificar sus acciones, se endurecerán sus corazones. Al otro lado, los que son destinados para la vida experimentarán una misericordia asombrosa – pero primero tendrán que pasar por un remordimiento profundo. Dios entonces lavará su vergüenza; nada de amargura puede entrar el paraíso. En aquel momento veremos la belleza de los santos. Una parte de la alegría del cielo incluirá la proclamación de sus buenos actos.

Permítanme darles un ejemplo. Es de nuestro nuevo obispo auxiliar, Joseph Tyson. Tuve el privilegio de conocerlo cuando él era seminarista e yo en residencia en Santa María, en la Área Central de Seattle. Una noche regresé a la rectoría y encontré la mesa cubierta de pan, con unos jarros abiertos de mantequilla de maní y mermelada. El seminarista Joe Tyson entró y comenzó a hacer sandwiches. En aquel tiempo el futuro obispo era tan flaco como un palito, pero sabía que aun él no podía comer tantos sándwiches. “¿Qué estás haciendo?” le pregunté. Me explicó que varios hombres dormían bajo un puente y que iba a conversar con ellos, ofreciéndoles algo de comida en caso que tuvieran hambre. Me impresionó, de hecho, me tocó profundamente. Sin embargo, tengo que admitir que no lo acompañé. Tenía sueno.

Nadie habría sabido de este pequeño episodio – excepto que les estoy contando ahora. Pero algún día será gritado desde los techos: no tanto para dar gloria al obispo Tyson sino para alabar a Jesús por su gracia actuando por aquel joven.

El día lunes tuvimos una ceremonia magnifica en la Catedral en la cual el Obispo Tyson, junto con el Obispo Elizondo, fue ordenado al episcopado. Era un momento glorioso – para mi y muchos otros, un día de emociones profundas. No obstante, en el cielo lo que brillará puede ser la noche cuando el Obispo Tyson visitó la gente de la calle.* Algunos de ellos tal vez estarán presentes para contarlo. En el caso del Obispo Tyson creo que habrá otros actos de valor y auto-negación que jamás serán públicos, pero que harán una diferencia enorme en la vida de la Iglesia. Desde luego, cualquier mal paso recibirá amplia circulación en la fabrica de chismes de la arquidiócesis – y quizás aun en la prensa – pero no creo que contarán toda la verdad.

Algo semejante aplica a nuestros papás al celebrar el Día del Padre. Un papa puede haber logrado éxito en el mundo de negocios o haber hecho cirugías que salvaron vidas. Pero estos hechos puede tener poco valor en compasión con la vez que él llegó a la casa completamente cansado y hizo la decisión de pasó tiempo conversando con su hijo. O aquel momento cuando querría gritar a su señor, pero no lo hizo por la presencia de los hijos. Aquel acto de auto-control algún día puede ser proclamado desde los techos. Parecen pequeños ahora, pero en el futuro pueden tener el poder de un maremoto – y por la gracia de Dios llevarán el cargo de vergüenza e inferioridad.

El cielo estará lleno de sorpresas – pero no los que ordinariamente pensamos. Muchas personas dicen, “Nada me sorprende ahora.” Por supuesto, están hablando de cosas malas. Pero cuando estamos transformados, los hechos buenos nos sorprenderán y nos deleitarán. Proveerán ocasiones para glorificar a Dios – y así mostrar porque tenemos más valor que todas las aves del mundo. Por ese motivo, serán proclamados desde los techos.

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*El Arzobispo Brunett probablemente no sabía de la salida noctura del obispo Tyson. Sin embargo, coincide con una cita de San Gregorio Nacianceno que el arzobispo usó en su homilía:

Ni siquiera la noche debe interrumpirles en su tarea de la misericordia… No debe haber retraso entre su intención y el llevar a cabo su buena obra. La compasión y el cuidado por los demás es la única cosa que no pude permitir un retraso… Cuando realizamos un acto de bondad debemos regocijarnos y no estar tristes por ello. Si rompen las cadenas y los hierros de la injusticia, su luz irrumpirá como el amanecer y la sanación vendrá rápidamente.

English Version

De los Archivos (Duodécimo Domingo Ordinario, Año A):

2008: La Verdad Fea
2005: La Vida Secreta de Un Obispo
2002: Revelación de Secretos

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Homilia para Misa de Quinceañera (también Ritual)

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