¿Dar Bienvenida a Parejas del Mismo Sexo?

(Homilía para el Domingo Trece del Tiempo Ordinario, Año A)

Hoy escuchamos de los premios para los que dan la bienvenida a otros. Una pareja sin hijos, que dan la bienvenida Eliseo, reciben lo que mas deseaban – un niño, su propio hijo. Jesús dice que el que da “un vaso de agua fría a uno de estos pequeños” recibirá su recompensa.

Hospitalidad, dar la bienvenida a otros, es un valor importante en la Biblia – y en toda cultura humana. Los griegos antiguos, por ejemplo, tanto estimaron la relación de huésped-anfitrión quo la consideraban de ordenación divina. Si alguien lee la Odisea, siempre se ve que cada persona es juzgada en cuanto recibe a Odiseo (Ulises).

Como hospitalidad es un valor humano tan básico puede ser malentendido o abusado. En el boletín de una parroquia local, el párroco escribió sobre la importancia de dar la bienvenida a todos. Entonces mencionó conversaciones que tuvo con dos personas diferentes que tuvieron parejas del mismo sexo. A pesar del rechazo que experimentaron de “la Iglesia grande,” él querría que la gente de su parroquia “trabajara para proclamar el mensaje: ‘todos están bienvenidos aquí.’”

El párroco que mencioné tiene un Corazón grande y ha dado muchos años de servicio sacerdotal. No obstante, en toda humildad, quisiera ir más allá de él. Además de parejas homosexuales quisiera expandir la lista de los a quienes debemos dar la bienvenida. Incluye ladrones de carros, abusadores domesticas, miembros del Ku Klux Klan, abortistas, pedofilos y los que malogran el medio ambiente. Quisiera tener a todos – bajo la misma condición: que se arrepientan y tomen los pasos necesarios para cambiar sus vidas. Voy al altar igual que ellos – un pecador que necesita la misericordia de Dios todos los días.

Como Jesús nos recibe a nosotros, también debemos recibir a cada persona en su nombre. Pero lo hacemos con discreción. Un ejemplo de literatura puede aclarar mi punto. En el Odisea, el joven Telémaco (hijo de Ulises) recibe a su casa una diosa disfrazada como ser mortal. Telémaco da una bienvenida calienta al personaje, pero discretamente toma su lanza y la pone a un lado. Así protege a si mismo y a los otros de la casa de daño potencial.

Como párroco tengo el deber de proteger a los de mi parroquia. Si un ladro quiere ser miembro de la parroquia, haré lo mejor para darle la bienvenida. Sin embargo, antes de invitarlo al carnaval parroquia, quiero algo de aseguranza que ha aprendido una profesión mas honrada. Como Telémaco aliviando el huésped de la lanza, tengo la responsabilidad de proteger a los mi casa. En modo semejante, daría la bienvenida a dos hombres o dos mujeres que comparten la misma casa. No tengo motivo para concluir que nos son solamente dos amigos o dos parientes que tienen el mismo espacio para vivir. Pero, si ellos se declaran como “parejas del mismo sexo” habrá que tener una conversación más amplia. ¡Cuánto me gustaría terminar con estas palabras: “Váyanse en paz. Desde ahora, no pecar mas”!

No estoy promoviendo la política de “No preguntar, no decir. Es cierto tiene cierto valor; puede servir bien en la sociedad civil. El problema es que ser miembros de Cristo requiere algo más – no solamente atención al comportamiento exterior, sino conversión de corazón. Cuando rompimos la ley de Dios es mejor repararla en el confesionario, pero aun nuestros pecados “privados” dañan al cuerpo de Cristo. Nadie sabrá que un miembro de la congregación mira pornografía, pero daña el cuerpo entero. Así es con actos escondidos de rabia, gula y amargura. Los otros no saben, ni deben saber, pero los hechos causan daño a sus compañeros cristianos. Lo mismo aplica a la pareja que practica fornicación, contracepción y actividad homosexual. Los actos escondidos tienen efectos mas allá de las personas involucradas.

El poder de culpabilidad no arrepentida puede hacer que una persona admite públicamente sus acciones escondidas. Si lo hace en el Show de Cristina es una cosa. Es otra cosa si uno abre su vida privada a la comunidad cristiana y pide su aceptación. Nuestra empatía para la persona puede causarnos a desminuir o ignorar las enseñanzas de Jesús.

Me acuerdo un hombre que compartió con un grupo de novios que había obtenido una vasectomía. El hombre había ganado la simpatía de los jóvenes y en todo modo parecía un feligrés sobresaliente. Como consecuencia, las enseñanzas de Jesús sobre esterilización parecían sin valor. Hice lo mejor para hablar sobre la fecundidad como don Dios y mencioné que un porcentaje significante de parejas se arrepienten su ligadura de trompas o vasectomía. Pero, en realidad, había perdido la batalla. Hablé con el hombre después, diciendole que no era justo compartir algo tan íntimo y personal en aquel contexto. Me dijo que captó mi idea.

No todos captan la idea. Al final de las cuentas no pertenecemos solamente a una Iglesia, sino a una persona. A pesar del hecho que Jesús entiende nuestra confusión, angustia y deseo – mejor que nosotros mismos – no se acomoda a ellos. Sabe que somos capaces de cosas que jamás hemos imaginado. Por ese motivo dice, “toma su cruz y me sigue.” No pide perder la vida por causa suya. Sus enseñanzas morales, especialmente en cuanto a la sexualidad, han sido difíciles para la gente de toda época.* Pueden parecer como una muerte diaria, pero al largo plazo, han vida.

Nunca he sido buen atleta, pero cuando estaba joven me gustaba el salto alto – para diversión, no competencia. Un amigo, más alto que yo, siempre elevaba la varilla. Muchas veces no la alcancé, pero finalmente saltar sobre ella era sensación gloriosa. Jesús es como mi amigo. Pone la varilla alta porque sabe que – con su gracia – podemos alcanzar lo que nunca imaginábamos. Tomar su cruz. Síguelo. Si pierde la vida por él, encontrarás su vida verdadera.

**********

*Muchos consideran que la moralidad cristiana es antiguada, pero la realidad es el revés. Antes de la llegada de Cristianismo, los griegos y romanos (como muchas personas hoy) aceptaban la homosexualidad y la pederastia – con bromas y sonrisas nerviosas. Divorcio, contracepción, cohabitación, aborto e infanticidio eran comunes. A pesar de no traer ninguna enseñanza moral nueva (los mandamientos enseñados por Jesús eran bien conocidos en el Antiguo Testamento y por los paganos nobles), el enseñó la santidad del matrimonio y una reverencia profunda para el cuerpo humano. El próximo domingo trataré de decir algo sobre come Cristianismo revolucionó el mundo antiguo y, en aquel sentido, trajo la única moralidad nueva.

English Version

De los Archivos:

Domingo Trece del Tiempo Ordinario, Año A, 2002: El Penitente Más Famoso del Padre Pio

Otras Homilías

Boletín

Home