Basta Que Tengas Fe

(2 de julio de 2006)

A veces personas me preguntan cual es la cosa más difícil para un sacerdote. Yo respondería: oficiar al funeral de un niño. Palabras pierden sentido cuando sucede. Decir, "yo sé como te sientes," es obviamente falso. Aun el sacerdote más ingenuo no diría a los papás, "Todo está bien. Su hijo está en un lugar mejor." Y espero que resistiría la tentación de hablar sobre la prevención de tragedias futuras. Los papás han perdido lo que es más precioso. Si son creyentes, preguntarán por que Dios lo ha permitido pasar. ¿Por qué ha sacado su hijo lindo de ellos?

Recién un amigo tuvo el funeral de un muchacho de catorce años que murió en un acidente. Su primera preocupación fue de pasar tiempo con ellos, a pesar de requerir unos cambios significantes en su agenda. Canceló un número de citas (incluyendo con el arzobispo) y por supuesto, ellos entendieron. Todos tienen el sentido que lo más importante para un sacerdote es de estar presente en un tiempo de tragedia. Aunque no les dio ninguna explicación adecuada, les ofreció lo que más necesitaban: una oportunidad de encontrar a Jesús en su Palabra y en la Eucaristía.

El evangelio de hoy cuenta de personas en situaciones trágicas: Una señora adolorida que sufrió doce años de una condición humillante. Su historia está en medio de una narración sobre un jefe de la sinagoga, desesperada a causa de la enfermedad y fallecimiento de su hijita. ¿Por qué permite Dios que la gente sufra cosas tan horribles? Al final, hay una sola respuesta - que vinieran a Jesús. Conocer a Jesús es el mayor bien que el Padre puede ofrecernos. Aparentemente valdría doce años, aun doce mil años, de sufrir solamente para tocar el manto de Jesús. Para el jefe de la sinagoga, su angustia terrible desapareció como la neblina cuando oyó esas palabras, "¡Talitá kum!" o sea, "Oyeme, niña, levántate!"

Una vez miré un video de Blanca Nieve con una niña peruana de cuatro años y su mamá. En un momento, me arrepentí porque la niña estaba llorando incontrolablemente por la muerte de la princesa. Su mamá también comenzó a llorar. No pararon aun cuando el príncipe llegó para dar el beso. Tuve que retroceder el video y explicar que había pasado. Identificamos fácilmente con la tragedia. Es difícil creer que existe una resolución genuina. Jesús pude parecer no más real que el príncipe de Blanca Nieve.

Al final de las cuentas, es un asunto de fe. Como la mujer en el evangelio, tenemos que extender la mano a Jesús. Antes de pedir un salto de fe, me gustaría mencionar una consideración basada en el mundo natural. El Libro de Sabiduría describe un mundo lleno de belleza y bondad. Solamente el exceso humano lo arruina. La uva es dulce y naturalmente hace una bebida maravillosa. El exceso humano, sin embargo, la usa para algo feo y destructivo. Según muchos ambientalistas, el exceso humano puede destruir el planeta entero. Aun si las teorías están correctas o no, indican un idea bíblica: Dios hizo el mundo bien. El mal humano - aumentado por la envidia del diablo - lo ha cambiado en una pesadilla.

Si todos nosotros - aun los con un punto de vista netamente seglar - pueden reconocer la bondad y belleza del mundo, ¿no hay motivo para espera que una bondad maravillosa pueda rescatarnos? Todos los cuentos más duraderos hablan de tal poder. En Jesús el poder ha asumido forma humana. ¿Puede ser que el propósito de nuestro dolor actual es llevarnos a él? O para decirlo más exactamente, recibirlo cuando nos venga a nosotros. A pesar de nuestra angustia, nos dice, "No temas. Basta que tengas fe."

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