Después de volver a Los Estados Unidos, todavía tengo Perú en mi mente, especialmente una conversación con un grupo de médicos peruanos. Me contaron sobre un rango de problemas que ven en sus pacientes - dificultades físicos, emocionales y sociales que muchas veces están relacionados a líos económicos. Uno de los médicos, hizo esta pregunta: ¿Por qué es Perú tan pobre y los Estados Unidos tan rico? Después de veinticinco años viajando entre los dos países, he escuchado muchas teorías, pero ninguna respuesta definitiva. No obstante, me parece que hay una pregunta más profunda: ¿Por qué está pobre cualquier persona?

Considerando los recursos abundantes del Perú y su población relativamente pequeña, su pobreza es una paradoja. En comparación los Americanos gocemos una riqueza enorme, pero pocos decimos que tenemos suficiente. Mi propia generación poseyó mucho más que nuestros papás - sin embargo, hemos dicho que no podemos pagar los gastos implicados en tener hijos.

Las lecturas de hoy hablan de esta paradoja. Isaías habla de la abundancia que Dios provee - granos, vino, leche - suficiente para satisfacer a todos. No obstante, no estamos satisfechos. Como los discípulos de Jesús tenemos miedo de la hambre; queremos despedir a los necesitados, que no estén delante de nosotros. Jesús es diferente. Da gracias al Padre, bendice el pan, lo parte y lo distribuye. Con Jesús hay bastante para todos.

Hay un gran misterio aquí. En alguna forma la prosperidad de un individuo, una familia, un país está relacionada al mando de Jesús, "denles Uds. algo de comer." Es decir, confiando en la abundancia del Padre y compartiendo lo que tenemos con otros. Cuando celebremos la Eucaristía, imitamos las acciones de Jesús - agradecer, bendecir, repartir y compartir:

Todos Uds. que tengan sed,
¡Vengan al agua!
Los que no tengan dinero,
Vengan, reciban grano y coman;
Vengan, sin pagar, sin costo,
¡Beban vino y leche!

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