Prepárate

(Homilía para Primer Domingo de Adviento, Año B)

Al comenzar Adviento, Jesús nos dice que nos preparemos porque vendrá sin aviso. Recién leí una noticia que ejemplifica preparación. En Memphis, Tennessee, un hombre llamado Foster Walter entró por casualidad en una tienda durante un robo. Un ladrón le apuntó su pistola y le dijo que entregara su dinero. Walter respondió, “Adelante. Mátame. Acabo de leer mi Biblia y ya he rezado mis oraciones.” El ladrón fue asombrado y Walter, un hombre de sesenta años, salió de la tienda.

Tengo que admitir que probablemente les habría dado el dinero, pero admiro la valentía de Walter – y sobre todo, su disposición para encontrar al Señor. Eso es lo que Jesús nos dice hoy. Prepárate. Estén preparados y vigilando. Tú y yo no sabemos cuando vendrá. Pero será pronto.

Este domingo quiero ayudarles a captar el sentido de urgencia de esta preparación. Nuestro problema es que vivimos en una cultura terapéutica. Lo que importa a gente es que “se sienten bien de si mismo.” Alguien puede imaginar que si siente bien de su vida, entonces está listo para encontrar al Señor. Esa manera de pensar es lejos del Nuevo Testamento.

Cuando uno lee la Biblia, se da cuenta la idea de encontrar a Dios causó asombro, un temblar adentro. Reconocieron un hecho simple que nosotros muchas veces ignoramos. Somos pecadores. Nos hemos alejado de Dios; lo hemos dicho que no está bienvenido en algunas partes de nuestra vida. Es serio. No es una broma para reírnos. Es más como insultar a su propio papá. Isaias lo expresa así:

Estabas airado porque nosotros pecábamos
Y te eramos siempre rebeldes.
Todos éramos impuros,
Y nuestra justicia era como trapo asqueroso. (64:4-5)

Antes de poder recibir divina misericordia, tenemos que saber porque la necesitamos. Jesús esta diciendo que reconozcamos quien es Dios y quienes somos nosotros. El tiempo es breve.

Tú y yo quizás no nos hemos alejado en formas dramáticas. Tal vez no hemos cometido adulterio o el aborto. Quizás no hemos negado a Jesús o nuestra fe. Quizás no hemos deshonrado a nuestros papás. No obstante, hemos hecho cosas menores. Si los llevamos a su conclusión lógica, resultarían en una negación de Dios. Durante Adviento debemos vigilar de los asuntos aparentemente pequeños que pueden tener consecuencias enormes: las mentiritas, el resentimiento, los impulsos no controlados, una cierta pereza, una falta de valentía. Estas cosas pequeñas pueden tener un final horrible.

Recuerda a Bobby Leach. Era el inglés atrevido que entró en un cilindro de hierro para caer sobre la Catarata de Niagara. Fue bien golpeado, pero sobrevivió. Unos años después estaba caminando en una calle de Nueva Zelanda. No miraba donde iba y se resbaló un una cáscara de naranja. Fue llevado al hospital y las complicaciones le llevaron a su muerte.

Podemos superar grandes desafíos, pero los asuntos pequeños pueden bajarnos. Un hombre puede resistir tentaciones en su trabajo, pero cuando llega a la casa, empieza a gritar a su familia. Después de años de sobriedad, un hombre puede pensar que un traguito no le hará daño... Las cosas pequeñas pueden llevarnos a la destrucción. Por ese motivo, Jesús nos dice, Velen y estén preparados. No significa que seamos neuróticos preocupados de cada mal paso. No, tenemos confianza que Jesús nos cuida, aun nos llevará. Pero quisiéramos evitar el sendero que nos lleva lejos de El. El tiempo es breve. Esto puede ser tu último Adviento. Su venida debe de llenarnos de un sentido saludable de asombro:

No vaya a suceder que llegue de repente y los halle durmiendo.
Lo que digo a ustedes, lo digo para todos: permanezcan alerta. (Mc 13:37)

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English Version

De los Archivos:

Primer Domingo de Adviento, Año B, 2008: La Diagnosis
2005: Prepárate
2002: El Portero

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