Las Dos Llaves

(Homilía para el Domingo Veintiuno del Tiempo Ordinario, Año A)

Muchas obras de arte han representado el Evangelio de hoy: Jesús dándole a Pedro las llaves del Reino de Cielo. Si uno examina bien las pinturas, se notará que las llaves generalmente son de dos colores diferentes: oro y plata. Aun en nuestro humilde templo, se puede verlo en la ventana de San Pedro. Y si uno mira la bandera del Vaticano en la entrada, se dará cuenta que una llave es amarilla y la otra de un tono gris.

¿Por que es una llave de oro y la otra de plata? Ha habido varias explicaciones, pero hay una que me parece más interesante. No la inventé, sino la descubrí en el comentario de Dorothy Sayers sobre la Divina Comedia de Dante. Comenzando con lo que es mas importante; ella dice que la llave de oro representa el poder de perdonar pecados. Ganado por la Pasión de Cristo, tiene de lejos el mayor valor.

Sin embargo, la llave de plata también es necesaria para salivación. Abre el corazón del pecador arrepentido, desenvolviendo los tentáculos del pecado. Usar la llave de plata requiere paciencia, habilidad y trabajo duro. No es suficiente decir, “Pues, soy perdonado. Todo está bien.” Arrepentimiento incluye el esfuerzo de arrancar la mala hierba, de contrarrestar los efectos del pecado.

La Divina Comedia contiene un ejemplo de un hombre que pensaba que la llave de oro era la única que necesitaba. Un tal Guido da Montefeltro practicaba una vida de decepción, engañando a muchas personas para obtener las cosas que querría. En cierto momento, experimentó un cambio de corazón y renunció su vida fraudulenta para ser fraile franciscano. Desgraciadamente, no se arrepintió completamente. El papa Bonifacio VIII (según Dante, un personaje muy desagradable) supo del engañador ya fraile y le pidió llevar un mensaje falso a uno de los adversarios papales. Guido al principio vaciló, pero el papa le ofreció absolución en adelantado. Aparentemente pensando que podía engañar aun a Dios, el fraile aceptó. Cuando murió, como era franciscano, San Francisco bajó para llevar su alma al cielo. Pero el diablo intervino, notando que nadie puede recibir perdón sin arrepentimiento:

“Nadie tiene absolución
Sin arrepentirse; ni se puede pecar
Y arrepentirse a la vez, porque la contradicción
Lo excluye.” (Inferno, Canto XXVII, 119-121)

El Diablo sabe lógica elemental. Guido no podía decir que se arrepiente de engañar a otros y al mismo tiempo sigue haciéndolo. Cuando un acusado se contradice, el jurado no tiene otra opción excepto votar en su contra. Además, no es necesario ser científico de la NASA para darse cuenta que no se puede recibir la absolución para un pecado futuro. Es como pedir al banco que incluya el préstamo del año próximo en la declaración actual de bancarrota.

Parece difícil imaginar que Guido – que era tan adepto en engañar a otros – dejara que el Papa Bonifacio lo engañe. Sin embargo, al pensarlo bien, no debe sorprendernos. ¿Cuántas personas vacilan en arrepentirse totalmente, asumiendo que en futuro no tendrán dificultad en pedir perdón? O peor, como Guido, ¿creer que pase lo que pase su salvación está garantizada, aun si siguen cometiendo ciertos pecados?

En los últimos años hemos puesto mucho énfasis en la gratuidad del perdón divino. Con razón – es la llave de oro. No obstante, ella sola no puede abrir las puertas del cielo. Se requiere también la llave de plata. Vd. sabe, igual que yo, que la puerta viene a ser más difícil para abrir, al ser cerrada más tiempo. Y la artritis en sus manos no se va a mejorar. ¡Lo más indicado es pedir al portero para la llave de plata para abrir la puerta en este momento!

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De los Archivos (Homilias Para Veintiuno Domingo, Año a):

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2005: Las Dos Llaves
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