Desenmascando el Pecado

(Homilía para Segundo Domingo de Adviento, Año B)

Este viernes estrena la película: El Leon, la Bruja y el Ropero. Tengo planes de verlo con los niños de cuarto grado de nuestra escuela parroquial. Esta homilía no es una promoción para el film, pero lo menciono a causa de algo que sucedió en la anticipación al estreno. Lo discuto aquí porque nos ayudará a entender lo que significa el “perdón de los pecados” que Juan proclama en el evangelio de hoy.

El periódico de mayor peso en los Estados Unidos (New York Times) hizo un articulo criticando a C.S. Lewis (autor de las Crónicas de Narnia). En vez de enfocar en sus ideas, el reportero difundió unos rumores sobre su vida personal. Considerando el estado de periodismo, se puede contar con tal cosa. Lo que me molestó más que el artículo, sin embargo, era la forma en que unos aficionados de Lewis trataron de defenderlos. Sus formas de defensa eran como “fuego amigable” en una guerra. A pesar de tener buenas intenciones, su falta de atención les causó bajar soldados de su propio lado, en vez de acertar el blanco verdadero.

Los “defensores” de Lewis desminuyen el mensaje cristiano en dos maneras fundamentales. Primero, dicen que aun si los rumores son verdaderos, no importan porque describen cosas que sucedieron cuando Lewis era un joven, antes de su conversión al cristianismo. Lewis mismo rechaza esta línea de defensa. En uno de sus libros (El Problema del Dolor) dice, “Tenemos una ilusión que tiempo cancela el pecado. Pero el tiempo en si no hace nada ni al hecho ni a la culpabilidad de un pecado.” El hecho que un pecado sucedió hace largo tiempo no cambia la realidad del mal acto, aun puede hacerlo mas fácil para reconocerlo y arrepentirse. Desgraciadamente el pasaje de tiempo a veces tiene el resultado opuesto. La persona puede ser menos dispuesta a reconocer el daño. “Pues, en aquel entonces yo era joven y travieso.” Los defensores de Lewis sin quererlo pueden promover una actitud descuidada al pecado.

El mayor problema era en la segunda línea de defensa. Algunos dijeron que los pecados mencionados no eran en si una cosa grande. “¿Y qué?” preguntaron. “Todos cometimos errores. Todos somos débiles.” Lewis habría reaccionado fuertemente a esa negación implícita del pecado. Los que han leído sus libros saben que la última cosa de que se puede acusarlo es una actitud descuidada al pecado. De hecho, una de sus mayores contribuciones es el desenmascar del pescado por lo que es. Sabia que para recibir la Buena Nueva de perdón, era necesario saber lo que el pecado es. La diagnosis viene antes de la curación.

En los tiempos de Juan el Bautista, la gente – tanto paganos como judíos – sabían que habían quebrantado leyes divinas. Hoy día la gente no esta segura que el bien y el mal existen o que los seres humanos aun son responsables por sus hechos. “Pecado” es como una palabra griega para la personas de nuestra cultura. No tiene significado más que “algo que algunas personas creen que es mal.” Tiene que ser reinterpretado. C.S. Lewis trató de hacerlo. En un de sus libros (Cartas a Malcolm) dijo, “Todo pecado es una distorsión de la energía divina puesta en nosotros...” Por el mas pequeño pecado “envenenamos el vino que El vierte en nosotros; matamos una melodía que El quisiera tocar con nosotros como el instrumento...Entonces todo pecado, sea lo que sea, es un sacrilegio.”

C.S. Lewis no escribió mucho sobre pecados sensacionales como matar o adulterio o borracheras. En cambio, concentró sobre fallas diarias como el chisme, mal humor, flojera y cobardía. Muestra como cosas aparentemente pequeñas pueden tener consecuencias enormes, separando una persona de otros seres humanos y al final de Dios mismo.

Lewis escribió como un hombre dolorosamente consciente de sus pecados pasados y su pecaminosidad actual. Después de su conversión, le requirió unos años para tener la valentía de confesarse a un sacerdote anglicano. Sobre su primera confesión escribió (el 24 de octubre de 1940), “Era la decisión mas dura que jamás he hecho.” Desde aquel momento, se confesó regularmente a un sacerdote.

Desde luego estaba consciente de los peligros de escrupulosidad. Correspondió por correo con una señora que era una hipocondríaca, espiritual y físicamente. Advirtiéndole contra la ansiedad de creerse un alma perdida, le dijo concentrar en las cosas básicas. ¿Qué realmente has hecho? Solamente los hechos, por favor. Lleva esas cosas a un sacerdote sabio – y escucha lo que el te dice. Después, estés tranquilo, sabiendo que Dios te perdona aun los pecados más miserables.

Eso era la actitud de San Juan el Buatizador cuando la gente se le acercó en el desierto. Les dijo que se arrepintieron de sus malos hechos y que serían perdonados. Antes de ser lavados en el Jordán, la gente “reconocían sus pecados.” Al hacerlo, se prepararon a recibir un más poderoso que Juan que les daría un bautismo definitivo – en el Espíritu Santo. Este Adviento deseamos arrepentirnos del pecado y recibir el Salvador que Juan proclamó.

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De los Archivos:

Segundo Domingo de Adviento, Año B, 2008: Pecados de Impaciencia
2005: Desenmascando el Pecado
2002: Se Confesaron Sus Pecados

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