Escogido

(4 de marzo de 2007)

Tema básico: Al reflexionar sobre como Dios escogió a Abraham y Jesús, podemos entender como nosotros también tenemos un papel en el drama de salvación.

Como una ayuda para entender las lecturas de hoy, les invito imaginar esta situación: un director de películas tiene delante de el fotos de varios hombres jóvenes. Esta buscando la persona exacta para un papel particular. Después de estudiar las fotos cuidadosamente, hace su selección y llama a uno de ellos.

Hoy escuchamos como Dios llama ciertas personas para un papel en el drama mayor: su plan de salvación. Resulta que tiene un papel para ti y para mi. Antes de considerar nuestra parte, comencemos al comienzo. El Libro de Génesis describe como Dios escogió a Abram - mejor conocido como Abraham. Lo sacó de un lugar llamado Ur (esta en el país moderno de Irak) y lo guió a una tierra nueva. Le dijo a Abraham que sus descendientes iban a ser numerosos – como las estrellas en el cielo. Abraham ofreció un sacrificio y un terror intenso se apoderó del él. En la noche oscura Dios habló al patriarca, contandole lo que le esperaba en el futuro.

Resulta que Abraham y sus descendientes iban a tener un papel central en el drama de salvación. Hoy el Evangelio habla de un descendiente en particular: Este es mi Hijo, mi escogido, escuchenlo. Pedro, Juan y Santiago escucharon esas palabras desde una nube y les llenó de miedo. No es difícil entender porque tuvieron miedo. Moisés y Elías ya habían hablado sobre el papel que Jesús iban a llevar. Hablaban de su muerte. En griego la palabra es éxodo.

Hay una relación intima entre la muerte de Jesús y el éxodo. Seguramente ustedes se acuerdan que el Éxodo era el gran acontecimiento del Antiguo Testamento – cuando Dios rescató a los hijos de Abraham desde Egipto hasta la Tierra Prometida. Jesús querría cumplir un nuevo Éxodo: sacarnos de la esclavitud a la nueva vida de la Resurrección. Ese éxodo involucraría algo horroroso: la cruz. Estamos tan acostumbrados al ver la cruz que es posible no ver su realidad. Era una de la formas mas crueles de pena capital jamas inventada. Por la Jesús uniría en su persona todo el sufrimiento de la humanidad.

Jesús se sometió a ese éxodo para darnos una vida diferente. Aquí vemos nuestro papel. Obviamente no tenemos un papel como Jesús o Abraham, pero sí tenemos nuestra parte en el drama de salvación. Dios ha hablado palabras semejantes sobre nosotros: Eres mi hijo querido. ¿Cuándo sucedió? Sucedió en el momento del bautizo. Cuando el agua fluyó sobre nosotros, como dice San Pablo, morimos con Cristo y resucitamos con el a una vida nueva.

Antes de la formación de las estrellas, Dios pensó en ti y en mi. Vio nuestras caras y el papel que deseaba que jugamos en el gran drama. Pero diferente que las estrellas, nosotros no estamos completamente pre-determinados: Podemos aceptar nuestra parte o rechazarla. No vamos a recibir una oferta mejor, pero el rol no será fácil. Si uno lee el Libro del Éxodo, se nota que los hijos de Abraham no fácilmente abrazaron las inseguridades de su nueva existencia nómada. Se acordaron los días en Egipto, especialmente las comidas sabrosas. Igualmente, tu y yo podemos preferir la esclavitud en lugar de la aventura noble que Jesús nos ofrece. Podemos dar la espalda.

Eso sucedió a algunos de los primeros cristianos. San Pablo dice que algunos se han hecho enemigos de la cruz de Cristo. Su único dios era su vientre. Su mentes se preocuparon de cosas mundanas. San Pablo nos recuerda que por nuestro bautismo somos ciudadanos del cielo. ¡Que llamado asombroso! Piensan en lo que muchas personas hacen para ser ciudadanos de este país. Pero ser americano o mexicano o canadiense es cosa pequeña en comparación de ser ciudadano de cielo. Requiere sacrificio, pero considerando el premio, vale la pena.

En esta homilía hemos reflexionado sobre como Dios escogió a Abraham y Jesús. Su llamado singular nos puede entender que – en Jesús – tenemos también un papel particular. En este Segundo Domingo de la Cuaresma, pedimos a Dios que nos ayudara a entender lo que significa ser sus hijos, compartir la nueva vida de su Hijo – y jugar nuestro papel particular en el gran drama de salvación.

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English Version

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