Enfocar Tu Cólera

(Homilía para Tercer Domingo de Cuaresma, Año B)

Todos hemos sentido el escozor de la ira de otra persona. Y todos en un momento de cólera hemos hechos cosas bien feas. “La cólera,” según el Catecismo “es un deseo de venganza.” (#2302) San Pablo y Jesús nos advierten sobre la ira. Pablo la incluye en su lista de “obras de la carne” que puede excluir a alguien del Reino de dios (Gal 5:19) Jesús dice que “cualquier que se enoje con su hermano será condenado.” (Mt 5:22)

En nuestra vida diaria obviamente debemos evitar el enojo y, cuando salga, hace lo mejor para controlarlo. Sin embargo, como el Evangelio de hoy muestra, algunas circunstancias requieren una expresión de ira. Jesús debe tenido una furia feroz para volcar las mesas y usar un látigo de cordeles para amenazar (o aun pegar) los cambistas y sus animales. “¡Fuera de aquí! Es la casa de mi Padre. ¡No la conviertan en un mercado!”

No me gustaría ser el objeto de la cólera de Jesús. Cuando era estudiante en Roma, muchas veces visité la Capilla Sextina. Contiene la representación por Miguel Ángel del Juicio Final. El fresco muestra a Jesús con un brazo levantado, furioso por lo que los seres humanos habían hecho uno al otro. Desde luego, Nuestro Señor se revela “manso y humilde de corazón” para el pecado arrepentido, pero va a arder contra los que tratan de justificar sus malas obras.

La ira de Jesús sugiere que puede haber un momento cuando tú y yo podemos correctamente expresar aquella emoción. Antes de explicar como pudiéramos usar nuestra ira, quiero dar un par de moniciones. Primero, como mencioné al principio, tenemos que reconocer que en la mayoría de los casos, nuestra cólera no es algo noble, sino sencillamente el “deseo de venganza.” Tenemos que reconocerlo como es: una tentación satánica que requiere la gracia de Dios y el arrepentimiento. Segundo, ninguno de nosotros podemos ejercer la ira como el Señor. Sin pecado, podía dirigir su cólera como un láser. Tú y yo siempre tenemos que incluir otro blanco – nuestros propios pecados. La cólera debe ser como una alarma que algo esta mal adentro. ¿No es un poco sospechoso que podemos identificar tan rápido las fallas del otro, su soberbia e hipocresía? Quizás aquellas fallas son como un espejo indicando algo en nuestro propio corazón.

Con esas dos moniciones, quisiera decir algo sobre la ira justa – o como prefiero denominarla, cólera enfocada. Me acuerdo un siquiatra católico que me dijo, “la ira es una buena emoción.” No refirió a explosiones, sino usar aquella emoción poderosa para cumplir un buen propósito. Mi problema es que cuando me enojo, lo expreso mal o delante de una persona inocente. Puedo estar lleno de rabia contra una representante de la Iglesia que abusa su puesto para guiar mal a los jóvenes. En vez de hacer algo positivo, hago un comentario sarcástico a mis amistades. Hace amargo la atmósfera amarga y nos aleja del Cuerpo de Cristo. ¿No seria mejor si, en vez de disipar la cólera, usar su energía enorme para lograr renovación genuina?

Como un ejemplo de un cristiano que canalizó su ira, quisiera proponer el ejemplo de la vida de William Wilberforce. Quizás han oído de Wilberforce, el hombre que inspiró el movimiento para abolir la trafica de esclavos. Al primero escuchar del sufrimiento de los esclavos en cruzar la Atlántica, una rabia fuerte llenó su corazón. Sin embargo, no cayó en una tentación común: la auto-justificación. Wilberforce rechazó explícitamente la tendencia de exaltarse y mirar a los otros. Al introducir legislación contra la esclavitud, dijo: “No quiero acusar a nadie, pero tomar la vergüenza sobre mi mismo…Todos somos culpables. Todos debemos declarar nuestra culpabilidad.” Para un no-creyente, este lenguaje parece exagerado. Para un cristiano es una declaración sencilla de los hechos.

Evitando la auto-justificación y el cinicismo, Wilberforce hizo una decisión que usaría toda su energía para acabar el comercio de esclavos. Cuando fue tentado a la desesperación – que sucedió muchas veces a causa de su mala salud – su fe en Jesús lo animó. Probablemente hizo más que cualquier otro hombre para eliminar ese maltrato horrible de seres humanos. Su fe cristiano lo capacitó para dirigir poderosamente su cólera. Al final de su vida vio a su país ser el líder en eliminar el tráfico de esclavos en el mundo.

Desde luego tú y yo no haremos cosas tan grandes. No obstante, podemos usar nuestra cólera para un buen propósito. Para acabar con algo tan enraizado como el tráfico de esclavos, Wilberforce necesitaba a miles de otros que unieron su energía a la de él. Tú y yo podemos hacer algo para erradicar los males terribles de nuestro día. San Pablo indica el camino: “Enojarse, pero no pecar.” (Ef 4:26) En otras palabras, enfocar tu cólera. Que el tiempo sagrado de la Cuaresma nos ayude a conseguir la gracia para hacerlo.

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English Version

De los Archivos:

Tercer Domingo de Cuaresma, Año B, 2009: Un Dios Celoso
2006: Enfocar Tu Cólera
2003: Responsables por su Propia Defunción

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