La Vida Es Corta

(Homilía para Tercer Domingo Ordinario, Año B)

San Pablo nos dice, “La vida es corta.”

Cuando leí esas palabras, me hizo recordar el párroco que trató de despertar su congregación, diciendo, “¡Todos en esta parroquia se van a morir!” Entraron escalofríos en todos, menos un hombre al fondo que empezó a reírse. Entonces el párroco lo repitió, “¡Todos en esta parroquia se van a morir!” Otra vez escalofríos, pero el hombre para atrás, se rió más fuerte. El párroco lo dijo una tercera vez y otra vez el hombre se rió. El párroco paró su homilía y le preguntó porque se reía. “Padre,” dijo el hombre, “soy de la parroquia vecina.”

A veces tenemos esa actitud hacía la muerte. Pues, siempre sucede a otra persona. No tomamos la muerte y el juicio en serio. San Pablo querría que los corintios enfrentara el fin ya cerca: “La vida es corta.” Como una ayuda para obtener esa urgencia, quisiera contarles sobre un hombre que tuvo una experiencia dramática del fin de la vida.

Probablemente han oído del autor ruso del siglo diecinueve, Fiodor Dostoievski. Escribió Los Hermanos Karamazov, Crimen y Castigo y otras novelas maravillosas. Como joven, Dostoievski participó en un grupo de subversivos que fueron arrestados y encarcelados. Un día las autoridades los sacaron de la prisión y los llevaron a la plaza principal de San Petersburgo. Al principio pensaban que les iban a dar la libertad, pero cuando llegaron, vieron un lugar de ejecución pública. Los policías seleccionaron tres presos y los ataron a postes. Dostoievski miró con horror mientras el pelotón de fusilamiento preparaba los rifles y los apuntaba a sus camaradas. Agarró el hombre a su derecha y, a pesar de saber que no era un creyente, le dijo que pidiera perdón a Cristo y tratara de ser valiente. Esperaban, pero los rifles no dispararon. El Zar (César) había indultado a los presos.

En sus novelas Dostoievski refiere a esa experiencia. Lo que le acordó no era el tiempo breve que tenía para vivir, sino lo que hiciera con los últimos cinco minutos. En su mente, dividió el tiempo que quedó: un minuto para observar su ambiente – los colores, figuras y sonidos; dos minutos para pensar en lo que había hecho en su vida y dos minutos para considerar lo que le esperaba después de la muerte. Dividido así, el tiempo parecía suficiente, aun expansivo.

San Pablo tenía algo semejante en su mente cuando dijo, “La vida es corta.” No es solamente que el tiempo va rápido. Todos lo sabemos, pero la pregunta es: ¿Que harás tú con lo que queda? La pregunta es tan importante que San Pablo les dice a los esposos que se abstengan del abrazo matrimonial. Tienen algo aun más urgente que hacer.

Jesús lo dice directamente: “Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca.” Por eso, “Arrepiéntanse y crean en el Evangelio.” En unas semanas tú oirás esas palabras cuando el sacerdote traza el frente con ceniza. Recuérdate que pronto volverás al polvo; arrepiéntale y cree en el Evangelio. La cuaresma llegará pronto, pero esperar un mes o una semana seria un error. La vida es corta. Ahora es el tiempo de atender a lo que mas importa: Considerar donde estás en ese momento y como llegaste aquí. Rechazar el mal y abrazar el Reino de Cristo.

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English Version

De los Archivos:

Tercer Domingo, Año B, 2009: Arrepientanse y Crean
2006: La Vida Es Corta
2003: El Tercer Misterio Luminoso

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