Si el Señor Da un Peso

(Homilía para Tercer Domingo, Año C)

Tema Básico: Si el Señor da un peso, nos da la ayuda para llevar.

Muchos de ustedes saben que yo estaba en el Perú durante las últimas semanas. Tuve un sueño preocupante cuando estaba allá. Soñé que había muerto y cuando llegué a las puertas, un taxista peruano estaba delante de mí. San Pedro leyó nuestras vidas y nos dejó entrar. Mostró al taxista su cuarto. Era lujoso - una cama elegante, televisión con pantalla gigante, un bar personal, todo. Después de ver el cuarto del taxista, tenía ganas de ver el mío. Resulta que era un cuarto pequeño con una camilla y un foco de cincuenta vatios en el techo. Naturalmente le pidió a San Pedro para una explicación. "Mira," me dijo, "cuando tu dabas homilías la gente se durmió, pero cuando el taxista los llevó en su carro, ellos rezaron!"

Pues, espero que esta homilía anime a algunos de ustedes a orar para que yo no reciba un cuarto tan feo. Par mi homilía este domingo, quisiera comenzar no con algo que sucedió en el Perú, sino en Roma, hace tres décadas. El 27 de agosto de 1978 - un día después de su elección al papado - el papa Juan Pablo I hizo esta declaración: “Ayer entré tranquilamente en la Capilla Sistina para votar. No imaginé que iba a suceder. Cuando empezaba un peligro para mi, dos de mis colegas me alcanzaron: 'Animo,' me dijeron, 'Si el Señor da un peso, también da la ayuda para cargarlo.'"

En nuestra lectura del Antiguo Testamento escuchamos como el pueblo de Israel recibieron un peso particular. Durante la reconstrucción del templo, descubrieron un viejo Libro de la Ley. Cuando Esdras el sacerdote lo leyó en voz alta, ellos al principio se alegraron, pero también lloraron porque sabían cuan débiles eran para obedecer todos los mandatos de Señor. Nehemías, que fue la autoridad civil, les dio una ayuda: proveyó unas comidas ricas y les dijo que comieran y bebieran. "No se entristezcan," les dijo, "alegrarse en el Señor tiene que ser su fortaleza."

Jesús recibió el peso mayor. Por su ministerio de enseñar y sanar - y sobre todo por su muerte sacrifical - cumpliría la profecía de Isaías: “proclamar libertad a los cautivos, recuperación de vista a los ciegos y liberación a los oprimidos." Su peso era la salvación de todo ser humano. Como tenía el peso mayor, recibió la ayuda mayor: “El Espíritu del Señor está sobre mi..."

Tú y yo hemos recibido un peso - obviamente no tan grande como Jesús o el Papa Juan Pablo I - o aun tan grande como el pueblo de Israel a quienes el Seños les dio un gran peso de sufrimiento. Sin embargo, tú y yo podemos estar tentados a dejar nuestra oportunidad particular. Les pido recordar el ejemplo de San Juan Vianney. Como joven empezó los estudios para el sacerdocio, pero los encontró muy difíciles. Además sufrió de una enfermedad del estomago que le dejó débil y cansado. Decidió que no podía continuar. Su director espiritual reconoció algo especial en Juan y le dijo, "Si te vas ahora, estás diciendo 'Adiós sacerdocio,' y también 'Adiós almas.'" Esas palabras 'Adiós almas' le convenció a dedicar todo a esa meta: la salvación de almas. Durante más de cuarto décadas, trabajó en el pueblecito de Ars y trajo miles a Cristo.

San Juan Vianney aceptó un peso particular y el Señor le dio ayuda extraordinario. Tú y yo también hemos recibido un peso - de traer almas a Cristo. El Señor ciertamente nos dará a ayuda necesaria

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*El Papa Juan Pablo I recibió un peso particular. Cuando llegó a ser papa, sufrió de una condición cardiaca que causó hinchazón dolorosa de sus piernas, haciéndolo difícil de caminar. A pesar de esa condición, fue conocido como “el papa sonriente.” En su libro Thief in the Night (Ladrón en la Noche) John Cornwell documenta la incompetencia médica que precipitó su muerte temprana. Hubo una conspiración para cubrir la causa de su muerte, pero fue una conspiración médica.

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