Confesión de Pecados y Nueva Creación

(Homilía para Cuarto Domingo de Cuaresma, Año C)

Tema básico: En la parábola del hijo menor, Jesús nos enseña lo que importa cuando nos confesamos.

Un mamá joven contó sobre su experiencia en un terremoto. El temblor sucedió cuando ella estaba viajando con su hija de cinco años de edad. El temblor los despertó y la mamá abrazó a su hija. Empezaron a rezar el Padre Nuestro y cuando llegaron a la parte, perdonanos nuestras ofensas, la mamá pensaba en sus propios pecados – y, quizás, había algo que se había confesado. Tal vez había alguna mentira u otra falla, pero de repente pensó en el amor de Dios, como el querría abrazarla, como ella abrazaba a su hija.

Pues, sobrevivieron sin daño, pero su experiencia nos ayuda a entender el evangelio de hoy. El hijo menor examinó su consciencia, estuvo dispuesto a confesar todo pecado – pero al final, el padre sencillamente lo abrazó.

Debemos tener esa imagen en la mente cuando nos confesamos. Una personas me dicen que están preocupados que no hayan hecho una buena confesión, que quizás había algún pecado que no se confesaron o que no se confesaron correctamente. Cuando ese sentimiento se apodera a uno, es bueno recordar al hijo menor. Sí, se examinó la consciencia. Sí estaba arrepentido. La vergüenza llenó su mente, pero al fin no tuvo la oportunidad de divulgar su confesión. El padre lo abrazó y le trajo la túnica mas rica, sandalias y un anillo.

San Pablo nos ayuda a entender lo que está pasando aquí. Nos dice que en Cristo somos una nueva creación. En Cristo Dios ha reconciliado el mundo consigo – no tomando en cuenta los pecados. Cuando Jesús fue a la cruz, llevó consigo nuestra pena, nuestros pecados, toda la miseria humana. Nos reconcilió con el Padre y nos hizo ministros de reconciliación.

Tendremos una oportunidad maravillosa para experimentar esa reconciliación. El próximo sábado (24 de marzo) sacerdotes de toda la arquidiócesis estarán en la Catedral de Santiago, desde las diez de la mañana hasta las cinco de la tarde. No pensar tanto en un grupo de hombres débiles con muchas fallas – que los sacerdotes somos – sino como el Padre esperando para recibirte. Hacer un buen examen de consciencia, pero lo que importan no son todos los detalles, sino tu contrición y la misericordia increíble del Padre.

Al comienzo de la homilía mencioné como una mamá joven abrazó a su hija. En el Evangelio, Jesús nos cuenta sobre un padre que abraza a su hijo extraviado. Igualmente, Dios Padre desea recibirnos. Hacer tu examen de consciencia y confesarse los pecados. No preocuparte si tienes dificultad en expresarte. Dios no necesita tu elocuencia. Te quiere a ti y, en Cristo, te hará una nueva creación.

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