El Espíritu Inmundo Salió de El

(Homilía para Cuarto Domingo Ordinario, Año B)

En el evangelio de hoy oímos de un hombre atormentado por un espíritu inmundo que le sacude incontrolablemente. Al principio parece que está muy lejos de nuestro mundo. Sin embargo, cuando uno lo piensa bien, tal vez no está tan diferente. Siempre leimos en los periódicos de personas que actuan bajo una compulsión inexplicable, que hacen cosas que casí no se puede imaginar. Además nosotros conocemos algunos que parecen comunes y corrientes, pero unas adicciones auto-destructivos los han agarrado. Y la mayoría de nosotros hemos tenido aquel tipo de experiencia, al menos durante unas etapas de nuestra vida. Tal vez no lo identicamos como un "espíritu inmundo," pero nos encontramos captivados por un poder que está fuera de nuestro control. Es común que unos con grandes habilidades mentales caen como victimas de una compulsión irrazonable.

Quisiera usar un ejemplo de uno de los mayores genios del tiempo moderno. Lo mencioné el domingo pasado - el novelista ruso Fiodor Dostoievski. Es conocido como el "maestro del corazón humano" a causa de visión sicológica penetrante, pero tenía dificultad en dominar sus propias emociones. Un "demonio" que le afligió era una adicción a los juegos. Un día había entrado en un casino y apostó en una ruleta. Ganó - y le pareció que había encontrado la solución a sus problemas económicos. Desgraciadamente, no paró cuando estaba ganando; seguió jugando y perdió todo. Saliendo del casino, entregó su anillo y reloj a un prestamista. Perdió ese dinero también.

Después, se sintió miserable, no solamente por las pérdidas, sino porque se había entregado a una actividad febril que le hizo actuar con temeridad. Resolvió no jugar más. A su señora le prometió que terminaría, pero era una promesa que ella escucharía muchas veces. El juego lo sumergió a Dostoievski en una deuda siempre aumentando; puso en peligro su matrimonio y familia. Siguió así por varios años.

Un día las cosas cambiaron. Dostoievski había juntando una cantidad de dinero equivalente a unos doscientos dólares. Calculó cuidadosamente que parte arriesgaría y que parte guardaría. Como siempre, la compulsión lo superó y no solamente apostó todo, sino pidió a los otros jugadores prestarle dinero, ofreciendo parte de su ropa como fianza. A las nueve y media de la noche salió del casino, lleno de remordimiento. Decidió buscar un sacerdote para confesarse. A la distancia, atisbó lo que parecía como una iglesia rusa. Pero cuando llegó, resultó que era una sinagoga judía. Más tarde escribió, "Era como alguien echó agua fría sobre mí. Fui corriendo a mi casa..." Desde aquel día, jamás entró otro casino.

No sabemos exactamente lo que sucedió a Dostoievski aquella noche, pero en alguna manera su adicción fue quebrada. Ciertamente tenía algo que ver con deseo de confesarse sus pecados y buscar el perdón de Cristo. Era como si el espíritu inmundo fuera echado de él. Entró en lo que eran unos de los años más productivos - y más felices - de su vida.

Cuando vemos tales cosas sucediendo - y suceden, aun hoy - solamente podemos admirar y reaccionar como la gente de Cafarnaúm: “¿Qué es esto? ¿Que nueva doctrina es ésta? Este hombre tiene autoridad para mandar a los espíritus inmundos y lo obedecen.” Jesús también puede librarte a tí - y a mí.

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De los Archivos:

Cuarto Domingo, Año B, 2009: Sin Preocupaciones
2006: El Espíritu Inmundo Salió de El

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