Uniendo Cuerpo con Alma

(Homilía para el Quinto Domingo de Cuaresma, Año A)

El Padre Frank Pavone cuenta una discusión que tuvo con alguien que hace abortos. Le preguntó al medico, “¿El aborto destruye una vida humana?” El abortista responde, “No sé cuando el niño recibe un alma.” El Padre Pavone nota la ironía. El sacerdote quiere enfocar en la ciencia mientras el otro quiere brincar a una cuestión de fe.

Como cristianos no hacemos una distinción radical entre cuerpo y alma. Santo Tomás de Aquino dijo que el alma es la forma del cuerpo. Juntos hacen una sola entidad o sustancia. No consideramos nuestros cuerpos como algo que podemos utilizar y luego botar como un lavaplatos que no funciona. No, en un sentido real, yo soy mi cuerpo. La muerte puede separarnos del cuerpo por un tiempo, pero el alma no está completa hasta están unidos otra vez en sola sustancia.

Como esto va a suceder, no lo sé. Sin embargo, tenemos unas pistas en las lecturas de hoy. San Pablo declara, “Si el Espíritu del Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, habita en ustedes, entonces el Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, también les dará vida a sus cuerpos mortales, por obra del Espíritu, que habita en ustedes.” En el Evangelio, Jesús da evidencia de esta esperanza.

Antes de hablar sobre la resurrección de Lázaro, quisiera notar una cosa más sobre la lectura de Romanos. Pablo empieza, “los que viven según la carne (‘en una forma desordenada y egoísta’) no pueden agradar a Dios.” La traducción subraya que la palabra “carne” (sarx) no significa “cuerpo.” Para Pablo la carne es la tendencia de la naturaleza humana que no jala para abajo, la resistencia a darse a Dios. “Espíritu” es el contrario – lo que nos levanta, nos hace capaces por el Espíritu de Cristo de entregarnos al Padre. La carne por definición hace guerra contra el espíritu, pero el cuerpo no esta construido para pelear contra el alma. Cuerpo y alma debe trabajar juntos como un caballero y su caballo. Desde luego el proceso requiere disciplina y no está completo en esta vida. Al final el cuerpo se pondrá débil y, con la muerte, desintegrará totalmente. En aquel momento, solamente Dios puede restituirlo al alma.

El evangelio cuenta tres ocasiones cuando Jesús restituye cuerpo y alma. La primera es semejante a lo que escuchamos a veces en salas de emergencia. La hija de Jairo apenas había muerto cuando Jesús le tomó por la mano diciendo, “Talita cum, niña pequeña, levántate.” La segunda era un poco más lejos de la muerte – el funeral del hijo de la viuda de Naim. La tercera, que vemos hoy, era un hombre muerto ya cuatro días. El cuerpo y sus células hubieran desintegrado a tal punto, como dice su hermana Marta, “ya huele mal.”

Cuando Jesús llamó a Lázaro de la tumba, hizo un milagro como Ezequiel profetizó: “Pueblo mió, yo mismo abriré sus sepulcros, los haré salir de ellos.” (37:12) Pero Jesús no enfoca tanto en el “pueblo” como una abstracción, sino en el ser humano concreto. Así llama de la tumba a un hombre con quien había comido y conversado, quien le había ofrecido hospitalidad en su casa.

Otra vez este domingo, quisiera concluir con una parte de la oración de exorcismo que rezaré sobre los candidatos para los sacramentos pascuales. Es el tercer y final escrutinio:

Señor Jesús,
que, resucitando a Lázaro de la muerte,
significaste que viniste par que tuviéramos la vida de los sacramentos
arrancándolos del espíritu de la corrupción
y comunícales por tu Espíritu vivificante
la fe, la esperanza y la caridad,
participen de la gloria de tu resurrección.
tu, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amen.

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English Version

De los Archivos (Quinto Domingo de Cuaresma, Año A):

2008: Superando el Imperio de la Muerte
2005: Uniendo Cuerpo con Alma
2002: Fue Sepultado

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